Del cajón de Herminio al afiche con Francisco


Viernes 02 de agosto de 2013 | Publicado en edición impresa

El pulso político

Del cajón de Herminio al afiche con Francisco

Por Fernando Laborda | LA NACION


No sólo analistas de opinión pública coincidían ayer en que la jugada del afiche que muestra a Cristina Fernández de Kirchner y a su candidato bonaerense Martín Insaurralde junto al papa Francisco podría terminar restándole votos al oficialismo. Entre dirigentes del propio kirchnerismo ajenos al episodio no se ocultaba cierto malestar por una movida considerada desafortunada.

El Papa es, por muy lejos, la figura que mayor imagen positiva reúne entre los argentinos. Una imagen cercana a la veneración y que lo convierte casi en intocable para vastos sectores de la opinión pública. Al mezclar de prepo a Insaurralde en un encuentro con el Sumo Pontífice al que sólo estaban convocados los presidentes que se hallaban en Río de Janeiro para obtener la ansiada foto con Francisco , es probable que Cristina Kirchner haya logrado su objetivo primario: elevar el nivel de conocimiento de su candidato en el electorado. Pero no tuvo en cuenta el costo de esa fama, multiplicado por el avieso intento de usar políticamente al Papa colgándose de su sotana por medio del afiche.

Lejos de favorecerlo, los carteles difundidos en calles de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires podrían tener para Insaurralde un efecto tan negativo como el tristemente célebre cajón de Herminio Iglesias. Este caudillo de Avellaneda, candidato a gobernador bonaerense en las elecciones de la reapertura democrática de 1983, no había tenido mejor idea, en el multitudinario cierre de campaña del PJ en el Obelisco, que quemar un féretro que representaba a la UCR de Raúl Alfonsín. El resultado es bien recordado. El candidato radical terminó ampliando su ventaja sobre Ítalo Luder y Herminio fue el mariscal de la única derrota en la historia de un candidato a gobernador peronista en la provincia de Buenos Aires.

La Presidenta tampoco advirtió que la necesidad de refugiarse en el aura papal para enfrentar los comicios no deja de ser un símbolo de debilidad, además de un ejemplo de su falta de reflejos como virtual jefa de campaña. Exhibe debilidad alguien que precisa subirse al carro triunfal de Francisco para captar algo del aluvión de popularidad de quien fue tildado por Néstor Kirchner como "jefe de la oposición" cuando era arzobispo de Buenos Aires.

La debilidad del cristinismo de cara a las urnas se manifiesta también en el curioso hecho de que Daniel Scioli, el hasta hace poco denostado gobernador, se haya convertido de repente en la figura estelar de la campaña bonaerense, con el que todos ahora parecen querer estar. Atrás quedaron las críticas de la propia Presidenta sugiriendo que era un tibio o hasta del devaluado ministro de Economía, Hernán Lorenzino, acusando a Scioli de no saber administrar.

Hasta el anuncio presidencial del aumento a los jubilados, que redondearía el 32% en el año, parece un gesto de debilidad. Una respuesta a un Sergio Massa que ha hecho de este tema un caballito de batalla y una respuesta a las acusaciones sobre desvíos de fondos en la Anses.

Claro que no hay debilidad más evidente que ver a la Presidenta violando la legislación electoral que prohíbe la realización de actos de gobierno que promuevan la captación del voto dentro de los 15 días previos a las elecciones.

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