Gobierno de Kirchner: Control de los medios y manipulacion de la realidad

Cristina defendió la ley de medios: "Es un ejemplo de democratización"


En el acto de asignación de frecuencias de radio FM a los municipios de todo el país; conforme a lo dispuesto por la ley de servicios de Comunicación Audiovisual, la Presidenta agradeció los apoyos de la sociedad: "Fue una construcción colectiva como ninguna", dijo


Lunes 05 de diciembre de 2011

Esta noche, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner brindó el discurso de apertura del acto de asignación de frecuencias de radio FM (Frecuencia Modulada), prevista por la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para todos municipios del país que hagan el trámite correspondiente.

La ceremonia se realizó en el Teatro Coliseo, donde con evidente alegría, la primera mandataria agradeció especialmente al presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), Gabriel Mariotto, por haber contribuido a la sanción de esa controvertida ley. "Mariotto se constituyó en un cruzado de la sanción de la Ley de Medios", enfatizó, y durante algunos segundos debió suspender el discurso, hasta que se acallaron las vivas y aplausos dedicadas por los presentes al funcionario.

La Presidenta aseguró que "es preciso que se pueda cumplir con la totalidad de la Ley de Medios, que fue votada masivamente en el Congreso de la Nación", y añadió que "la justicia llegará también para esta norma".

La posibilidad de asignación de frecuencia modulada para cada uno de los 2200 municipios del país está prevista por el artículo 89 de la ley Nº 26522, de Servicios de Comunicación Audiovisual. "La ley de medios pudo sancionarse a pesar de muchas presiones y ello ocurrió gracias a la movilización de la ciudadanía en las calles", recordó Fernández, y continuó: "Hubiera sido imposible (.) fueron miles y miles de argentinos que se movilizaron a lo lago y ancho de la patria. En más de 23 foros y en la calle, frente al Congreso. Y hubo jóvenes, muchos jóvenes atrás de esto", dijo.

La Presidenta se refirió a las dificultades para su aprobación, en 2009, y consideró al debate parlamentario y a las intervenciones de la justicia ese año como una "lucha" que, clamó, "no hay que abandonar, porque la única lucha que se pierde es la que se abandona". "Pese a estas cuestiones estamos aplicando la ley y democratizando y dando a miles de municipios su frecuencia modulada", dijo.

La jefa del Estado también aludió a la resistencia de las organizaciones que ese año y el 2010 acudieron a la justicia por estar en desacuerdo con la ley: "Es curioso. Piden calidad institucional, porque piensan que sólo tiene que estar del lado de los poderosos, pero la calidad institucional tiene que estar de los dos lados del mostrador (.) es darle derechos a toda la sociedad, pluralidad y democracia para todos", clamó.

La Nación





La invocación del enemigo
La Presidenta exhibe una sugestiva involución melancólica que revaloriza los sangrientos años setenta
Miércoles 22 de setiembre de 2010

Que el discurso oficial se expresa siempre en términos de conflicto no es novedad. Sin embargo, en los últimos días, varios altos funcionarios han decidido enfatizar ese rasgo incorporando a sus mensajes el término "enemigo". El ministro de Trabajo, por ejemplo, al referirse días atrás a un sector de la oposición cuya identidad mantuvo en reserva, aclaró durante un seminario: "No hablo de nuestros adversarios, hablo de nuestros enemigos". En el mismo ámbito, el vicejefe de Gabinete, uno de los principales asesores de los Kirchner, utilizó por lo menos cinco veces la misma palabra.

Esta innovación verbal confirma que el Gobierno se siente instalado en una fase beligerante. La incursión del secretario de Comercio ataviado con guantes de box en una asamblea societaria de Papel Prensa puso de manifiesto, con un patetismo que nadie garantiza mejor que Guillermo Moreno, el mismo espíritu que emanaba del respaldo de Cristina Kirchner y su esposo a la acción directa de los estudiantes porteños que tomaron colegios. No debería causar extrañeza esa actitud en un oficialismo que apeló a fuerzas de choque para castigar a manifestantes pacíficos durante el conflicto agropecuario.

Cuando el adversario se transforma en enemigo, no cabe negociar ni pactar con él. Sólo atemorizarlo y someterlo. La crítica y el disenso, en vez de ser alentados como la expresión de una pluralidad enriquecedora, son vistos como una agresión. La negación del diálogo es otro aspecto de esta interpretación particular de la política. Ayer, durante un acto en Morón, la Presidenta dijo que sentía "profunda vergüenza" por la oposición y volvió a insistir en "los palos en la rueda y las operaciones a las que somos sometidos".

En esas líneas argumentales, el Gobierno encuentra justificación para muchas de sus prácticas aberrantes. Todos los instrumentos del Estado, desde los servicios de inteligencia hasta el aparato de recaudación, son alineados detrás de un mismo objetivo, que es el combate contra ese enemigo. Como en la guerra, el aire comienza a viciarse por el miedo y la incertidumbre. Con el paso del tiempo, el mensaje se va divulgando: para evitar escarmientos, más que cumplir con la ley, conviene ser amigo. Es lógico: el amigo disfruta de una normativa distinta que el enemigo. La diferencia no está escrita, sino que la establece de manera más o menos caprichosa quien está a cargo del Estado.

La clasificación amigo-enemigo fija un orden primitivo y desigual, en el cual el poder es entendido como avasallamiento. Como lo enseñó Carl Schmitt, al vínculo amigo-enemigo le corresponde la relación de mando-obediencia. En un reino como ése, la ciudadanía es sustituida por la militancia.

Los Kirchner se muestran muy apegados a esta mentalidad, que exaltan en sus permanentes referencias al pasado. En los últimos días estos motivos tuvieron una exhibición muy elocuente en el discurso que pronunció la Presidenta en el Luna Park, delante de los simpatizantes más jóvenes de su gestión. Haciendo alarde de un espíritu faccioso, pidió ser escuchada como militante y no como jefa del Estado. Es decir: había que esperar cualquier mensaje menos uno que convocara a la unidad nacional. En efecto, así fue.

La Presidenta dedicó a su público una de sus habituales versiones mitológicas del pasado. Propuso una visión idealizada de los años setenta, sobre el eje narrativo de una "juventud maravillosa" que fue masacrada por los que querían destruir "la matriz de nuestra identidad". En la presentación de los hechos quedó eludida cualquier referencia a la dramática irrupción de la violencia en la vida nacional. No se mencionaron los secuestros extorsivos ni los asesinatos cometidos por las agrupaciones guerrilleras, convertidas pronto en bandas terroristas. Tampoco se consignó la tenebrosa respuesta que el gobierno constitucional de entonces, ejercido por el partido al que pertenece la Presidenta, le dio a esa insurgencia armada, engendrando organizaciones parapoliciales como la Triple A. Toda esa experiencia, que condujo a la sociedad argentina a la noche negra del golpe de Estado y de la represión ilegal, no mereció una sola descalificación por parte de la señora de Kirchner. Identificada con los combatientes que se levantaron contra la democracia, aquello no parece haber sido para ella un error. Apenas fue una derrota que, probablemente, la Presidenta pretenda revertir con su exaltación discursiva.

Esta tergiversación casi pueril de la historia no es perniciosa sólo porque reinstale en el seno de la democracia argentina el aprecio por la violación del Estado de Derecho y la noción de que, si se trata de perseguir algunos ideales, bien pueden suspenderse algunas normas (la misma Presidenta, por ejemplo, ha comenzado a distinguir entre dictaduras malas y dictaduras menos malas según el grado de proteccionismo económico que defendieran). El recurso incesante a un pasado adulterado revela también una dificultad llamativa para hablar del futuro, para imaginarlo, para convocar hacia él. La jefa del Estado transmitió un mensaje muy poco edificante a los jóvenes que la escuchaban: lo mejor ya pasó, y fue un combate, con sangre y fuego.

Fernando Henrique Cardoso suele hacer notar que las nuevas formas del populismo latinoamericano se caracterizan porque invitan a alcanzar utopías regresivas. Es decir, renuncian a la idea clásica de progreso y proponen retornar a una instancia anterior, modélica. Para esas representaciones, los esfuerzos del presente deben conducir a reponer aquel pasado. El Gobierno, con su invocación reiterada del "enemigo" y su involución melancólica hacia el pasado sangriento de los setenta, da la impresión de haberse puesto manos a la obra.

La Nación




Kirchner, el nuevo dueño de la TV paraoficial
Por Luis Majul
Especial para lanacion.com
Miércoles 22 de setiembre de 2010

Además de su evidente obsesión por acumular más poder, Néstor Kirchner siempre tuvo la pretensión de funcionar como el dueño de un influyente medio o un Jefe de Editores de un diario importante. Hay incontables hechos que lo confirman. Recuerdo uno del que fui testigo presencial. En uno de sus primeros viajes oficiales al exterior, el viernes 1° de febrero de 2004, en el medio de una parada técnica en la zona militar del aeropuerto de Fortaleza, se sentó frente a una computadora abierta, abrió Internet, miró de reojo a los periodistas que viajaban junto a la comitiva y sentenció:

- ¡LA NACION miente!

Entre los susurros de ministros y periodistas que cubrían el viaje, puso el dedo índice en el título de la nota de tapa más importante. Rezaba:

"La Argentina dice que no tiene bienes embargables"

-¿Por qué dice que el título miente?- preguntó con timidez un colega.

- Porque es el Estado, y no a la Argentina a la que podrían embargar. LA NACION pone "La Argentina" porque me quiere perjudicar.

La nota aludía a la primera decisión de la justicia estadounidense a favor de los acreedores de la deuda externa argentina. En todo caso, podía ser discutida la interpretación, pero nadie dudaba que la iracunda queja del Presidente sonaba, por lo menos, exagerada. Era la época en que los exabruptos de Kirchner eran festejados por casi todos, porque gozaba de una imagen positiva elevadísima.

Lo mismo -editar la realidad- trató de hacer algunas mañanas, desde 2005 hasta antes del conflicto con el campo, en 2008, cada vez que interpretaba que una noticia del matutino Clarín lo perjudicaba. Sólo que lo intentaba al día siguiente de publicado. Sucedía entre las 8 y las 9 de la mañana. Primero insultaba. Después tomaba el teléfono y llamaba a un importante directivo del grupo. El directivo lo aplacaba como podía. Y Kirchner terminaba casi exigiendo, como si fuera el mismísimo dueño del diario:

-Mañana corrijan el error.

Algo del actual resentimiento contra Clarín se fue incubando cuando el jefe de Estado, después de leer completo el matutino del día siguiente, no encontraba "la corrección del error" que había reclamado por ningún lado.

Ahora mismo, Kirchner funciona como algo más que un editor: es algo así como el Gerente intermitente de Programación de Canal 7 y también de Canal 9. Porque no solamente telefonea cada vez que lo cree necesario, en el medio del programa 6 7 8, en vivo, a Diego Gvirtz. También se ocupa, en persona, o a través de dos funcionarios del área, de chequear los horarios del inicio de transmisión de los partidos en los que juegan, en especial, Boca Juniors y River Plate.

Los telefonazos a Gvirtz fueron confirmados por dos fuentes independientes. Una es un productor del propio programa y, aunque ya se curó de espanto, no deja de sorprenderse cada vez que ingresa un nuevo llamado del Gran Editor. La otra fuente estaba con Kirchner cuando éste llamó al productor y no se sorprende, porque reivindica la intromisión: "¿Y cuál es el problema? Néstor defiende el proyecto con todas las herramientas que tiene a su alcance".

Ambas fuentes confirmaron que Kirchner llama para quejarse por la postura de algún invitado o panelista, o para cambiar el texto de los informes. Por eso el lenguaje del programa parece cada vez más destinado a "la orga política" y menos al público en general. (Incluso al público que está de acuerdo con la gestión del Gobierno).

La confirmación del horario de los partidos, para el diputado nacional Kirchner, es algo imprescindible. Desde que le explicaron como funciona el comportamiento de las audiencias en televisión, él, o sus asesores, se preocupan de garantizar tres cosas. La primera: que 6 7 8 aparezca después de la transmisión de un encuentro entre Boca o River, para que el periodístico militante reciba un buen colchón de rating. La segunda: que Bajada de Línea, el programa que conduce Víctor Hugo Morales, en Canal 9, no entre en competencia directa con la emisión de ningún partido del Fútbol para Todos. Y la tercera: que todos los sábados Televisión Registrada sea emitido "después del fútbol", también en Canal 9, con el mismo objetivo: proteger un programa que defiende su proyecto.

- Kirchner es una esponja que chupa todo, y lo utiliza como mejor le conviene: no me sorprende que hoy esté pendiente del rating de sus programas favoritos- me dijo esta semana alguien que estuvo muy cerca de él casi todos los días, hasta hace dos años.

Los esfuerzos del Gran Programador no están dando los resultados esperados. En el último fin de semana , 6 7 8, a pesar de haber recibido casi 19 puntos de la transmisión del partido Boca, en el que Martín Palermo hizo tres goles, tuvo un promedio de 3.7 puntos. Y el tercer programa de Bajada de Línea, logró el peor promedio de Canal 9 del domingo pasado: 2.7.

El relativo bajo interés de los espectadores por los programas paraoficiales no desalienta al Gobierno. Así como encontraron en los medios críticos al último enemigo a quien echarle la culpa por la derrota de las últimas elecciones legislativas, ahora van por Ibope, la medidora que, según Gabriel Mariotto, no refleja, como corresponde, el verdadero índice de audiencia que registra la pantalla del canal público.

Ibope es la única medidora homologada por los cuatro canales privados abiertos y también por el Canal 7, desde hace diez años. Cuestionada en distintos momentos por diferentes programas, es la Biblia con que las centrales de medios y el resto de los anunciantes pautan la publicidad.

El domingo pasado, por televisión, Mariotto confirmó de manera oficial, lo que era un secreto a voces. Que el Gobierno usará otro modo de medir el rating, aunque todavía no resulta claro cuál. En junio, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, anticipó que lo iban a hacer en base al padrón de los contribuyentes de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), pero no explicó cómo. Hace días, Tristán Bauer, máxima autoridad de Canal 7, advirtió a un directivo de Ibope que instalaría medidores de audiencia en cada nuevo decodificador que distribuirán entre los argentinos más humildes. Y Mariotto anunció que encargaría la compleja tarea de calcular el rating a universidades públicas.

- Van a ir con a cada central de medio con el nuevo Ibope K y van a obligar a las agencias a pautar en los programas de los amigos- se agarró la cabeza un directivo de la Cámara Argentina de Anunciantes.

Muchos hombres de la industria de la televisión sostienen que no serían capaces de ejecutar semejante locura. Pero otros lo vislumbran como el fin de una parábola perfecta: inventan una realidad paralela, la presentan como la única verdad, obligan a las empresas a pautar en sus programas e informan al público en general, que esa noticia, o esa opinión, es la que prefiere, sin duda, y de manera excluyente, la abrumadora mayoría de los argentinos.


La Nación

Gobierno de Kirchner: Varios

Los Kirchner, fuera de foco
Fernando Laborda

Viernes 3 de setiembre de 2010

Obsesionado, ensañado en su pelea contra la prensa que no le es afín, y en particular contra el Grupo Clarín, el gobierno de los Kirchner parece haber perdido el foco sobre los problemas que verdaderamente le preocupan a la sociedad.

Mientras la ciudadanía pide soluciones ante la ola de delincuencia, la agenda K se concentra en una campaña de linchamiento de medios periodísticos a los cuales, como no se puede forzar a cambiar su línea editorial, se procura herir económica y moralmente.

En las últimas dos semanas, el matrimonio gobernante ha sufrido severos tropiezos:

    * El anuncio sobre la caducidad de la licencia de Cablevisión para brindar servicios de Internet recogió muchas más críticas que apoyos, no sólo entre sus usuarios, sino también entre una mayoría de empresarios que percibió un ataque a la seguridad jurídica.

    * La decisión de sacar a Fibertel del mercado, reduciendo el número de jugadores en la prestación de banda ancha, contradijo la bandera de la lucha contra los monopolios que siempre agitó el Gobierno.

    * La historia oficial sobre Papel Prensa fue contundentemente desmentida por los propios integrantes de la familia Graiver, a quienes la Presidenta señaló como los afectados. La manipulación de los derechos humanos con una intencionalidad política quedó al descubierto.

    * La reglamentación de la ley de medios audiovisuales por el Poder Ejecutivo estando esta norma suspendida técnicamente, por hallarse sometida a planteos que no se han resuelto definitivamente en la Justicia, mereció cuestionamientos de importantes juristas y no menos inquietud en los empresarios.

    * Nunca los Kirchner fueron tan criticados por la prensa internacional como en estos días. Las comparaciones con Hugo Chávez estuvieron a la orden del día. La dureza de los conceptos de influyentes medios como Financial Times, The Wall Street Journal o El País de Madrid debería hacerlos reflexionar.

    * Finalmente, la negativa del bloque kirchnerista de diputados a dar quórum para la sesión en la que debían tratarse proyectos para dar respuesta a las salideras bancarias significó un costo político no menor para el oficialismo, que no pocos dirigentes de la oposición pusieron en evidencia.

Pese a los cachetazos, el Gobierno, como un jugador empedernido, se empeña en seguir doblando la apuesta y rifando el crecimiento que venía exhibiendo en las encuestas, aun cuando esa mejoría pueda atribuirse más a un default de la oposición que a otra razón.