Gobierno de Kirchner: Enfrentamiento en Soldati

Pánico en la tierra de nadie
Joaquín Morales Solá
LA NACION


Viernes 10 de diciembre de 2010


Una policía, la Federal, ya no quería hacer nada. Otra policía, la Metropolitana, está escasamente armada y no tiene capacidad operativa. Tres jueces hicieron circular ayer, entre ellos, el expediente sobre los graves incidentes de Villa Soldati; nadie sabe, a estas alturas, qué juez se hará cargo de la investigación. Dos hombres y una mujer han muerto ya en un sangriento forcejeo por ocupar terrenos y viviendas que no les pertenecían. Los heridos se suceden con el correr de las horas. El Estado está desarmado, pero civiles innominados portan armas y las disparan. Hay quienes dicen que algunos cuentapropistas de la violencia pertenecen a los infaltables barrabravas del fútbol.

Villa Soldati es, tal vez, la sinopsis más conmovedora de siete años de dejar hacer. Centenares de personas se predisponían anoche a ocupar terrenos en el mismo lugar donde un día antes habían muerto un hombre y una mujer. Mortales tiros descerrajados por civiles arreciaban como los alegres fuegos artificiales de fin de año. El barrio más cercano estaba habitado por personas paralizadas por un temor que calaba hasta los huesos. En esa tierra de nadie, y de cualquiera, el Estado era la ausencia más visible.

La Policía Federal se resiste a ir más allá de una estricta orden política y judicial. El ministro de Justicia, Julio Alak, dispuso ayer el relevo de oficiales de esa policía sin conocer antes un peritaje médico y judicial sobre las circunstancias y las balas que quitaron la vida a dos personas. Anoche, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, declaró que la Policía Federal no reprimiría. ¿No reprimiría cuando las armas de fuego se ven hasta en las fotos periodísticas? ¿No, cuando sólo depende de la suerte que esos tiros al voleo no terminen con más vidas?

La Policía Metropolitana es, hoy por hoy, una fuerza vecinal que sólo puede servir para arrestar a algunos rateros de mala muerte o para mediar en una pelea entre vecinas. Tiene más armas con balas de goma que de fuego; carece, además, del equipamiento de una fuerza de infantería: cascos, escudos, camiones hidrantes y uniformes suficientes pertrechados. Es más lo que no tiene que lo que tiene. Sus efectivos se paseaban ayer en sus automóviles entre los disturbios con el pánico que compartían con los históricos vecinos del lugar.

La causa judicial pasó ayer del fuero correccional al penal y del penal al correccional. Un juez ordenaba una cordial mediación del gobierno porteño y la provisión de baños y vituallas a los ocupantes, mientras otra jueza mandaba a desalojar el predio. Una tercera jueza se declaró incompetente. Nada. Todas las decisiones judiciales terminaban en la absoluta impotencia. El gobierno nacional había decidido durante todo el día de ayer ser espectador de un drama que podría imputarle a su temido enemigo electoral, Mauricio Macri.

Fuentes oficiales señalaron anoche que calculaban que ya había en Villa Soldati unas 3000 personas que llegaban sin parar. Pedían un terreno, una vivienda, un subsidio y un trabajo a cambio de pacificar la situación. Nadie podía darles tanto. Era imposible satisfacerlos por los límites económicos del Estado porteño; en la administración de Macri no querían tampoco crear un peligroso precedente. "Terminaremos resolviendo el problema social del país y del Mercosur", dijo uno de sus ministros.

En el medio se coló la denuncia de los funcionarios porteños, Macri y Horacio Rodríguez Larreta, sobre el conflicto de la inmigración. Hebe de Bonafini los acusó de racistas. Antes, su mano derecha, Sergio Schoklender, había denunciado que los foráneos de Villa Soldati estaban vinculados con el narcotráfico.
Inmigrantes

La Argentina es un país que construyó con inmigrantes, pero con inmigrantes que vinieron a trabajar y consiguieron todo lo que tuvieron con el esfuerzo de un empleo, de un oficio o de una profesión. Ningún país en el mundo de hoy tiene las puertas abiertas sin reglas y sin condiciones. Hace pocos días, un juez ordenó allanamientos por casos de drogas en la villa 31, que lo hizo con la Policía Metropolitana. Detuvo a once personas; ocho eran extranjeras y tres argentinas. ¿Incorrecto políticamente? Lo sería si los argentinos se declararan anarquistas y decidieran vivir sin un Estado y sus elementales responsabilidades.

Decenas de personas se agolparon ayer, en perfecta organización, sobre el edificio del gobierno porteño, frente a la Plaza de Mayo. Protestaban por los muertos de Villa Soldati. Los eslóganes, el inhumano escrache y la violencia estaban dirigidos contra el jefe del gobierno capitalino, Macri, que tuvo problemas hasta para abandonar su despacho. Nada decían de la orden judicial que había mandado a desalojar los terrenos ocupados (lo cual no es una heterodoxia jurídica en una nación con cierto grado de civilización), pero decían menos del gobierno nacional (cuya sede central está frente a las oficinas de Macri), que había movilizado a la Policía Federal el día antes para cumplir con aquella resolución judicial. La política y el escenario electoral, otra vez.

Sólo bien entrada la noche de ayer, y cuando los disparos se confundían ya amenazadoramente con las tinieblas, aparecieron en Villa Soldati patrulleros de la Policía Federal. Quizá la Presidenta había entendido que la fantasmal figura de la muerte es una frontera que ninguna política debe quebrar. Quizá. El tamaño del conflicto ya era, de todos modos, de difícil solución entre tantas insignificancias ofrecidas por oficialistas de uno y otro bando.


Pérez Esquivel: "¿Están esperando que se agudice la violencia?"
El Nobel de la Paz cuestionó a los funcionarios porque "no toman decisiones" para frenar el enfrentamiento en Soldati y pidió que se le envie ayuda humanitaria a quienes acampan en el parque Indoamericano


Sábado 11 de diciembre de 2010

Adolfo Pérez Esquivel repudió esta mañana la inacción de funcionarios del Gobierno y del macrismo para frenar los enfrentamientos en Villa Soldati y pidió que busquen "una solución inmediata".

"Lamentablemente, por la falta de voluntad política hay otro muerto", dijo el Nobel de la Paz en declaraciones a radio 10. Y afirmó que hay "ausencia del Estado" en el parque Indoamericano. "Hay decisiones políticas que se tienen que tomar. Es preocupante esta situación, como las declaraciones de Macri contra la inmigración. El Gobierno no tomó medidas", atacó.

Y volvió a cuestionar al kirchnerismo por argumentar que no puede garantizar la seguridad en el parque porque le quitaría protección a la ciudad. "No es que si saca policía de un lado van a generar inseguridad del otro. Hay Gendarmería y hay Prefectura. Bien pueden enviar efectivos para evitar el enfrentamiento entre vecinos".

En tanto, Pérez Esquivel destacó dos propuestas para mejorar la situación en Villa Soldati. "Proponemos que las fuerzas de seguridad ingresen al parque. Pero no deben estar armadas, sino que entren para brindar ayuda humanitaria, porque hay muchas mujeres y muchos niños. No pueden estar en esas condiciones", sostuvo.

Y explicó: "Esto no se resuelve con mayor violencia. Es una presencia para imponer orden pero sin armas. Proponemos esta alternativa para generar otro marco. Los efectivos armados deben estar fuera del predio". Por último, pidió la creación de una mesa de diálogo en el lugar para resolver el conflicto.

La Nación




Cuando la realidad se impone a la negación
Claudio A. Jacquelin
LA NACION

De la negación de los hechos a la admisión de la realidad por la vía de los hechos consumados. En ese viaje sin escalas ni explicaciones puede resumirse la actuación del Gobierno en los últimos tres días.

Sólo así puede entenderse que la Presidenta anunciara la creación del Ministerio de Seguridad después de 72 horas en las que los principales funcionarios, encabezados por el jefe de Gabinete, rechazaron toda responsabilidad del Estado nacional en los trágicos episodios de Soldati y retacearon la presencia de la policía.

Tal vez por eso, para no exponer las evidentes contradicciones, no explicó Cristina Kirchner por qué decidió un cambio de Gabinete que incluye el traslado de la ministra de Defensa y un notable recorte del poder del ministro Julio Alak, que hasta ayer tenía a su cargo la Seguridad. Al menos así aparecía en las formas, porque el verdadero jefe de la policía y del resto de las fuerzas federales era Aníbal Fernández, para quien la inseguridad siempre fue sólo una sensación.

Tal vez por eso, luego del anuncio, a ambos no sólo se los veía sorprendidos sino taciturnos, por no decir preocupados. En el caso del jefe de Gabinete ese sentimiento estaría cargado de razón: no hay mucho precedente de un ministro que haya protegido tanto a un jefe de policía ni que haya minimizado tanto la sucesión de hechos delictivos como de corrupción policial. La nueva gestión podría dejar al descubierto incómodas revelaciones, si pretende inaugurar una nueva etapa.

La Presidenta no se refirió a esos antecedentes ni, de manera explícita, a los gravísimos hechos que habían ocurrido ni a los que estaban ocurriendo en el parque Indoamericano en el mismo momento en que ella recordaba a sus empleados domésticos "María y Ramón, dos maravillosos chilenos que cuidan [la casa de El Calafate] hace años", para diferenciarse de la xenofobia que le adjudicaba al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri.

De esa curiosa manera procuraba aludir no al problema que había desembocado en la creación del Ministerio de Seguridad, sino a la absurda derivación política que aquél tuvo: la disputa que libraban con Macri a raíz de la tragedia de Villa Soldati. Una banalización de la muerte en un acto en el que se reivindicaba la vida y el compromiso con los derechos humanos.

Pero si la Presidenta no explicó las razones por las que creaba el Ministerio de Seguridad, mucho menos lo hizo sobre los objetivos, las características y las responsabilidades que tendrá la nueva cartera de Garré, ni qué hará para ayudar a instalar el Estado de Derecho en una vasta zona de la Capital Federal.

Cristina Kirchner no podía ver ni saber de las escenas que remitían a una sociedad primitiva, sin ley ni Estado, que se producían en Soldati mientras ella hablaba por cadena nacional. Pero alguno de sus ministros debió haberle avisado o, al menos, haberle advertido lo que cualquier cronista de actualidad preveía que podía pasar.

Hubieran evitado dejarla tan expuesta, tan ajena ante un hecho de flagrante ausencia de la vigencia de los derechos humanos.

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