El día en que Mauricio Macri se sintió presidente

El día en que Mauricio Macri se sintió presidente


 la tarde del viernes, Mauricio Macri se sintió, por fin, presidente. Comprobó que los argentinos confiaban en él mucho más de lo que él esperaba. En la Argentina, las verdaderas batallas políticas se dan en las elecciones tanto como en el precio del dólar. Mucho más después de cuatro años de rígido control de cambios. Al cabo de dos días de libertad cambiaria, el dólar cerró a un precio menor que el que tenía el paralelo, el dólar tarjeta y el "contado con liqui" en tiempos de Cristina Kirchner. El Banco Central no sólo no había gastado ni un dólar, sino que habían ingresado a sus reservas US$ 250 millones. "No tengo derecho a decepcionar esa confianza", concluyó un presidente que, al revés de lo que muestra su imagen, suele emocionarse cuando percibe el apoyo social.

Alfonso Prat-Gay fue el arquitecto de esa decisión política de su presidente. Macri reconoció la buena gestión del ministro de Hacienda. Prat-Gay se integró al equipo económico sin abrir ninguna disputa por competencias y respetó las atribuciones del Banco Central hasta en sus declaraciones públicas.

"Alfonso ha hecho un gran trabajo", suele decir Macri. Macri tiene la intuición del jefe político y Prat Gay fue uno de los pocos economistas que acompañó esa intuición. La mayoría de sus colegas, hasta los más ortodoxos, consideraron riesgosa una salida rápida del cepo al dólar. Macri le puso a la solución el condimento que los economistas no pueden medir: la confianza de la sociedad que él intuía.

Dejaron atrás un gran problema, pero no resolvieron todos los problemas. Ni mucho menos. El próximo desafío es apartar a los argentinos del conflicto social que convierte sus vidas, desde hace 14 años, en un infierno cuando salen al espacio público. Corte de calles céntricas, piquetes en rutas y autopistas. Junto con la alegría por la reacción del mercado, Macri se despidió de su primera semana con un infinito malestar por la dinámica salvaje de esas protestas. El viernes, los empleados de la empresa Cresta Roja, beneficiaria de subsidios increíbles durante el kirchnerismo, condenaron a los viajeros de Ezeiza a llegar al aeropuerto arrastrando sus valijas. Como en los días de furia de 2002. "Eso es maldad, no es protesta", deslizó un ministro.

"Esto debe terminar", bramó Macri. Sabe que en la calle se librará el próximo combate para desafiar su poder. "No nos equivoquemos. La fiesta de la asunción ya pasó. Ahora habrá que vérselas con pequeños grupos que se proponen perturbar la vida de la sociedad", le dijo el Presidente a sus ministros. No son las movilizaciones del kirchnerismo puro y duro las que le preocupan. Esas más bien lo alivian: en ese tren, el kirchnerismo se convertirá en un minúsculo partido de izquierda. El peronismo es otra cosa.

Patricia Bullrich tiene un plazo para elaborar un protocolo contra piquetes y cortes: el 29 de diciembre. La orden del Presidente es clara: primero deberá negociarse y, si las conversaciones fracasan, la Justicia y las fuerzas de seguridad deberán actuar en el acto. Una de las cosas que Macri más valora es haberles devuelto la libertad plena a los argentinos; ahora quiere restituirles la tranquilidad. Restringir las peleas propias de la política a la dirigencia y no transferirlas a la sociedad. "Quiero ese lugar en la historia: haberle garantizado a la sociedad libertad y tranquilidad", dice.

Una prioridad que comparte el primer lugar con el orden en el espacio público es el problema de la inflación. Macri acepta que la readecuación del dólar podría justificar aumentos de precios de no más del 11% en algunos casos, no en todos. Con los empresarios será tan inflexible como con los piqueteros. Habrá una primera advertencia de abrir importaciones. La segunda vez no habrá advertencia: las importaciones estarán en las narices de los empresarios. Macri cree además que el Estado, sobre todo, aunque también los empresarios y los sindicalistas, deben acomodar al país para integrarse al mundo, pero también para abrirse a él. "La Argentina no es competitiva porque el Estado es un impedimento", repite.

Los sindicatos son otro desafío que deberá sortear para evitar el eterno círculo del fracaso argentino: inflación de precios, desbocados aumentos salariales, inflación descontrolada y el colapso final. Por lo pronto, estuvo un día enojado por una declaración que Hugo Moyano no hizo. "Esto huele a los 90", había dicho Moyano. Pero no se refería al período de Macri, sino a la subvaluación del dólar en tiempos cristinistas. Moyano lo aclaró en una conversación con el periodista Diego Leuco.

El Estado que encontró es un plano de parcelas gobernadas por pequeños caciques, muchas veces corruptos. Esos caciques eran intocables porque sus padrinos eran dirigentes sindicales o políticos kirchneristas. Alimentaban el discurso de la ex presidenta y luego se dedicaban a mandar en sus lotes de poder (y a llenarse los bolsillos). El descuido llegó hasta la residencia de Olivos. Las plantas de las dos macetas que enmarcan la puerta principal de la casona están secas. "Aquí vivió alguien muy extraño", dijo al pasar un ministro que vio ese espectáculo.

El conflicto por la designación por decreto de dos jueces de la Corte Suprema se atenuó después de que Macri postergara hasta febrero la jura de ellos. El Presidente convocará en los próximos días a sesiones extraordinarias del Senado, pero sólo para pedir el acuerdo de diplomáticos y militares, que en este caso son casi impostergables. Esos acuerdos se resuelven con mayoría simple. Los acuerdos para los dos jueces designados en la Corte no podrán ingresar porque está abierto el periodo de impugnaciones públicas, que concluirá a mediados de enero. Pero el hecho de que los senadores estén en Buenos Aires le permitirá a Macri continuar con la negociación por los jueces de la Corte.

El bloque peronista de senadores había hecho un intento con Miguel Pichetto como ministro de la Corte. Pensaba, quizás, que Macri propondría a su viejo amigo José Torello. Torello y Pichetto eran una solución perfecta para los egoísmos de la política. El Presidente los sorprendió con juristas intachables como Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. Pichetto fue el primero en dar un paso atrás. "Yo no puedo competir con esas candidaturas", mandó decir. El Presidente se ocupó personalmente, además, de mantener en silencio la reacción crítica de su aliada Elisa Carrió, que había propuesto como juez de la Corte al camarista Alberto Dalla Via. El viernes, Macri recibió en Olivos a Carrió y la disidencia quedó entre ellos.

¿Está el Presidente dispuesto a discutir la ampliación de la Corte? No, si es producto de una negociación para el acuerdo de los nuevos jueces. "La conversación deberá hacerse entre los tres poderes del Estado y deberá centrarse en qué Corte le conviene más al país. No podría ser jamás una moneda de trueque", explicó. Tampoco considera que la oportunidad sea ésta. Podría suceder cuando se produzca la próxima vacante en la Corte con la jubilación de Elena Highton de Nolasco, quien tiene un año más en el tribunal. Todas las negociaciones están sobre la mesa.

"La Argentina no será un problema para usted. Yo me encargaré de eso como presidente". Con esa frase, Macri saludó al Papa en el día de su cumpleaños. Hubo una convergencia extraña de gestos en un mismo día. Poco después de que Macri tomara la iniciativa de llamar al pontífice, una amiga común del Papa y del Presidente (la madre del ministro Jorge Triaca), le entregó a Macri una afectuosa carta de Francisco saludándolo por su asunción. Francisco fue extremadamente cordial con Macri y hasta se acordó de su esposa, Juliana, y de su hija Antonia. "El Papa debe ocuparse de los problemas universales. Nosotros no tenemos por qué molestarlo", instruyó Macri a sus colaboradores.

"No pasa nada", solían responder los principales dirigentes de la Iglesia argentina cuando en los últimos días se le preguntaba qué le pasaba al Papa con Macri. Antes de las elecciones, el pontífice le había dicho a algunos obispos argentinos que él no tenía ninguna predilección entre Macri o Scioli. Sólo compartía la preocupación de la Iglesia argentina por la candidatura de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires. Preocupación que los párrocos llevaron, sin dar nombres, a sus sermones dominicales en las iglesias bonaerenses. María Eugenia Vidal, una persona cercana al Papa, le debe a Francisco más que lo que ha reconocido. Macri también


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