Fallece Ernesto Sabato

Dolor por la muerte de Ernesto Sabato

El escritor de 99 años falleció en su casa; sus restos serán velados a partir de las 17, en el Club Defensores de Santos Lugares; mirá los videos y la fotogalería

Sábado 30 de abril de 2011
El escritor Ernesto Sabato murió hoy a los 99 años en su casa de Santos Lugares.
El autor de las novelas El túnel , Sobre héroes y tumbas , y Abaddón el exterminador , falleció aproximadamente a las 0.40 de la madrugada en su vivienda de la calle Severino Langeri 3135, partido de Tres de Febrero.
"Hace como quince días tuvo una bronquitis y a la edad de él esto es terrible", indicó Elvira, la mujer que lo acompañaba, en diálogo con radio Mitre .
Además, detalló que el literato "ya venía hace tres años sufriendo y era doloroso de ver", y agregó que en la última semana su bronquitis se había complicado.


Video: Sabato: "El alma es inmortal" (YouTube)
La familia velará sus restos a partir de las 17 en el club Defensores de Santos Lugares , situado en la calle Severino Langeri 3162, según lo confirmó a la prensa su hijo Mario.
Nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas, fue novelista, ensayista, físico y pintor aficionado. Mañana iba a ser homenajeado en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires por su cumpleaños número 100.


Video: Ernesto Sabato en la Conadep (YouTube)
Además de su magnífica literatura, Sabato será recordado también por su compromiso con los Derechos Humanos. Durante su larga trayectoria, por solicitud del entonces presidente Raúl Alfonsín, presidió entre 1983 y 1984 la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), cuya investigación, plasmada en el libro Nunca Más, abrió las puertas para el juicio a las juntas militares de la dictadura militar en 1985.
"Firmó siempre las solicitadas pidiendo la aparición con vida de los desaparecidos", lo recordó Magdalena Ruiz Guiñazú . Y agregó: "Esto no hay que olvidarlo".




Un justo que buscó la verdad
Por Magdalena Ruiz Guiñazú
Para lanacion.com
Sábado 30 de abril de 2011

Conocí a Ernesto Sabato hace muchos años en la Chacra Gallardo, en Bella Vista. Comenzaba a ser famoso. Acababa de publicar El túnel y desde entonces siempre tuvimos una amistad que no se interrumpió nunca.

Incluso tuve el privilegio de estar a su lado en la Comisión por la Desaparición de Personas (Conadep) que Sábato presidió con un enorme coraje y una permanente dignidad.

Quizás sea interesante agregar, sobre todo para los jóvenes que no lo vivieron, que la situación por la que atravesaba el país cuando advino la democracia era completamente distinta a lo que podría ser hoy. Las Fuerzas Armadas tenían todavía un gran poder (fue así que el presidente Raúl Alfonsín tuvo que afrontar tres golpes de Estado) y querían evitar por cualquier medio que se llegara al juicio a las juntas que, en 1985, marcó un jalón en la jurisprudencia internacional.

Tan es así que, cuando fuimos con Estela Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, a declarar ante el tribunal de Roma por los desaparecidos de origen italiano, el fiscal romano Dr. Caporale nos dijo textualmente: "Quizás ustedes no adviertan la enorme importancia que tiene en la jurisprudencia actual el juicio a las juntas que se realizó en Argentina. Es un caso único en América Latina y en la jurisprudencia del siglo XX, repito, porque Nüremberg fue un juicio de vencedores y en Kosovo el tribunal tuvo componentes internacionales. En cambio, en el juicio argentino los jueces, los fiscales y los testigos eran todos argentinos que afrontaban serias dificultades en su seguridad personal."

Lo recuerdo hoy, ante la muerte de Sabato , porque con total desaprensión de las reglas más elementales de la cultura, al prólogo del informe "Nunca más" que firmaba Ernesto Sabato, se le adosó (durante el gobierno del presidente Néstor Kirchner) otro prólogo superpuesto.

Sería interesante que quienes fueron responsables de este atropello intelectual se reunieran y elaboraran otro informe "Nunca más", pero sobre los crímenes de la Triple A que ocurrieron bajo el gobierno constitucional de Isabel Perón.

Volviendo a Sabato no quiero olvidar algunas cosas que me manifestó (el día de su cumpleaños número 94) en un reportaje para el diario Perfil: "¡Estoy contento de haber cumplido 94 años! Por supuesto que me hubiera gustado cumplir 34. Noventa y cuatro es una cifra importante, pero hay que aceptar la vida como es. Aceptarla. La vida cobra valor porque la espera la muerte que es un hecho trágico y trascendente. Y misterioso. Porque no sabemos realmente en qué consiste la muerte. Nadie ha vuelto de allí".

- Sin embargo, vos crees en la inmortalidad del alma.

- Sí, no solamente por lo que yo pueda pensar sino por lo que dicen los filósofos. Sí, creo en la eternidad del alma.(Se detiene y explica). Ahora bien, ¿qué será esto realmente? No lo sé. Sé, en cambio, que hay que aceptarlo con estoicismo, luchando hasta el último día sin bajar los brazos por lo que uno cree que son causas justas. Uno se equivoca muchas veces a lo largo de la vida pero siempre he tratado de luchar por los desamparados y oprimidos.

Querido Ernesto, así fue y te recordaremos siempre como un hombre justo que buscó la verdad.

La Nación




Sabato, el sabio magro
Por Pablo Sirvén
Para lanacion.com
Sábado 30 de abril de 2011

Magro, sombrío, con un dolor casi permanente en el rostro, el paso de Ernesto Sabato por la vida y la literatura argentina deja una huella indeleble, a pesar de lo escasa de su obra y de su presencia con cuentagotas en la vidriera pública.

Raúl Alfonsín pensó en este pesimista pertinaz para presidir la Conadep cuando hablar de los derechos humanos no era un deporte nacional sin riesgos ni una bandera agitada por mero oportunismo político. Los militares acababan de retirarse del poder y aún se mostraban amenazantes en 1984, con los servicios de inteligencia aún respondiéndoles, y los reflejos intactos para dar el zarpazo de vuelta, si cabía la ocasión. El peronismo se había comprometido a respetar la autoamnistía castrense, pero había perdido las elecciones y la Historia daba un inesperado viraje sin precedentes.

Hacía falta una mente matemática, un experto en luchas militantes de verdad y un literato célebre por lidiar con fantasmas parecidos y oscuros en sus novelas "Sobre héroes y tumbas" o "Abaddón el exterminador" para abrir las puertas de ese infierno, sobrevivir al intento de sistematizar esos horrores y dejar a las generaciones venideras esa fabulosa, y al mismo tiempo ascética, constancia de coraje que fue el informe que permitió juzgar a las juntas de comandantes.

Le cabe, sin exagerar, a Sabato el título de sabio, en el sentido más integral de la palabra, porque también fue doctor en física y tuvo una relevante actuación en el campo científico. Es común que aquellos que se destacan en Ciencias Exactas, se mantengan totalmente ajenos el ámbito de las humanidades y viceversa, como si un mismo cerebro no fuese capaz de compatibilizar materias tan alejadas entre sí. Sabato, en cambio, las supo hacer convivir en su cabeza.

Su actitud reconcentrada y de cavilaciones constantes escondían un mundo interior complejo, que cuando lo expresaba, sólo excepcionalmente, podía resonar áspero, por momentos asfixiante, y casi siempre soberbio.

Dolía escucharlo, pero al mismo tiempo cautivaba por lo que decía y cómo lo decía. Su voz privilegiada brindó al relato de la muerte y traslado de los restos del general Lavalle dimensiones de epopeya. Contracara de Jorge Luis Borges, por lo que éste se prodigaba socialmente y por su profusa obra y espíritu ligero, las relaciones entre ambos fluctuaron de nulas a difíciles y de difíciles a encuentros furtivos donde ninguno de los dos dejó de ser el que era.

Pero así como nos retaceó lo más que pudo su palabra verbalizada y mucho más todavía su palabra escrita, Sabato nunca dejó de ser el buen vecino de siempre, fiel hasta el fin a su pago chico de Santos Lugares, donde siempre vivió y donde esta madrugada, a las 0.40 se durmió definitivamente, rodeado de sus familiares más cercanos, para no darle el gusto al calendario, dentro de 55 días, de verlo cumplir cien años.

En el documental Sabato, mi padre, que filmó su hijo Mario, dijo que a su muerte quería ser velado en el Club Atlético Defensores de Santos Lugares, el lugar de encuentro habitual con amigos, como un vecino más, donde nadie lo obligaba a ser de bronce. Allí, en Severino Langeri al 3100 de esa localidad, a partir de las 17 y hasta las 24 podrán despedirlo quienes por allí se acerquen. Mañana, su cuerpo partirá hacia el cementerio Jardín de Paz. Pero sólo su cuerpo. Su obra y sus dichos quedarán interpelándonos para siempre.

La Nación

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