Una nueva visión del país ante el mundo

Miércoles 13 de marzo de 2013 | 19:03

Una nueva visión del país ante el mundo

Por Rosendo Fraga | Para LA NACION


Es la primera vez en dieciséis siglos que se designa un papa no europeo. Desde esta perspectiva, la elección del argentino Jorge Bergoglio como sucesor de Benedicto XVI es un hecho relevante en términos históricos.

Que haya sido elegido un latinoamericano implica que la Iglesia Católica comienza a asumir que su futuro pasa más por América latina que por Europa. Ya casi la mitad de los católicos vive en esta parte del mundo y en un par de décadas serán cerca de dos tercios por el crecimiento demográfico de la región y la baja natalidad que registran los países más católicos de Europa: Italia y España.

Jorge Bergoglio, desde esta perspectiva, podría ser una suerte de puente entre la Iglesia europea y la latinoamericana

Quizás podría plantearse que un argentino de origen italiano es el latinoamericano que más se parece a los cardenales italianos entre los que fueron elegidos en los últimos cinco siglos -con la excepción de los dos anteriores- y quienes han conducido el gobierno y la diplomacia del Vaticano hasta ahora.

Jorge Bergoglio, desde esta perspectiva, podría ser una suerte de puente entre la Iglesia europea y la latinoamericana.

También es la llegada al papado por primera vez de un jesuita, una orden caracterizada por la intelectualidad de sus integrantes y que estuvo prohibida por el Vaticano en las últimas décadas del siglo XVIII.

Video: El primer mensaje de Jorge Bergoglio (TN)

Ya en 2005, al ser elegido Benedicto XVI, Jorge Bergoglio había sido más el votado en las rondas iniciales. Aunque aproximadamente la mitad de los cardenales se renovaron durante el papado que ha finalizado, el nuevo papa -que llevará el nombre de Francisco- mantuvo su prestigio dentro de los cardenales electores.

Bergoglio tiene una personalidad reservada y circunspecta. Pero las causas por las cuales ha sido elegido posiblemente tienen más que ver con la necesidad de cohesionar a la Iglesia en un momento de dificultades que con el carisma que la comunicación moderna requiere.

El domingo 10 de febrero, en la Catedral de Buenos Aires leyó una homilía importante en el inicio del tiempo de Cuaresma -el período de penitencia de preparación para la Pascual-, en la que explicitó su visión crítica sobre el mundo.

Dijo entonces: "Nuevamente somos invitados a emprender un camino pascual hacia la vida, camino que incluye la cruz y la renuncia, que será incómodo pero no estéril. Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en la sociedad o en la Iglesia; a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos."

Es claro que el futuro papa advertía sobre la necesidad de un cambio, algo que parece ser una misión central de los problemas que enfrenta.

Señaló también que "los egoísmos personales más justificados, la falta de valores éticos en una sociedad que hace metástasis en las familias, en la convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras."

Las mencionó: los efectos demoníacos del imperio del dinero, la droga, la corrupción y la trata de personas y la violencia que mata y destruye familias.

Se trata de un duro diagnóstico, que en el momento que lo expuso parecía ir dirigido hacia la Argentina, pero que ahora emerge como un diagnóstico global.

La desesperación por la violencia en sus diversas manifestaciones tuvo un párrafo muy explícito en su mensaje cuando dijo: "Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos y convivimos con la violencia que mata y destruye familias, aviva guerras y conflictos."

Un argentino profundo, austero y firme en sus convicciones dará una nueva visión del país ante el mundo

En cuanto a la Argentina, la elección de un papa de esta nacionalidad posiblemente revitalizará la fe de los católicos. Además, un argentino profundo, austero y firme en sus convicciones dará una nueva visión del país ante el mundo, dada la proyección global que tiene la máxima autoridad de la Iglesia Católica.

Políticamente, el gobierno argentino siempre lo vio con malos ojos y lo consideró la cabeza pensante de una línea de la Iglesia muy crítica del gobierno, tanto en lo doctrinario como en lo social y político.

En despachos oficiales se respiró con alivio cuando dejó la presidencia del Episcopado argentino.

La Argentina es compleja y a veces curiosa. El día antes que Bergoglio fuera elegido Papa, la Catedral de Buenos Aires -que es su sede como arzobispo- fue tomada por grupo s del ala izquierda del kirchnerismo que reclamaban la suspensión de los subsidios a la educación privada, cuya defensa ha sido una de las prioridades del nuevo papa.

Pero un papa argentino es una gran oportunidad, para el país, su proyección, consideración y conocimiento en el mundo y ésta es la visión que debería primar.

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