La increíble y triste historia de la cándida Cristina y los buitres desalmados

La increíble y triste historia de la cándida Cristina y los buitres desalmados

Por  | LA NACION

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La Presidenta hizo hoy una oferta con la que podría haber logrado hace unos años un éxito histórico: pagar a los "buitres" lo mismo que a los que aceptaron el canje. No se entiende por qué dejó pasar la oportunidad y permitió que se llegara a una sentencia inapelable de la Suprema Corte de los Estados Unidos. Hasta el FMI y la Casa Blanca apoyaron ese argumento, que nunca usó en el modo y la oportunidad indicados.

Cristina Kirchner ofreció en Brasil en la reunión de los Brics pagar a los bonistas que no aceptaron los canjes lo mismo que a los que sí aceptaron. Y subrayó que el canje sigue abierto. No es correcto. Rige la "Ley cerrojo" que impide pagarles a los que no aceptaron.

La idea que Cristina Kirchner planteó es: nadie debería tener derecho a cobrar en una renegociación de la deuda en default de un país más que lo que acepta recibir la mayoría, como en las leyes de quiebra para las empresas privadas. La pregunta es ¿Por qué no lo planteó así por intermedio de los abogados en el tribunal del juez Thomas Griesa en Nueva York? En lugar de eso, se obstinó en decir, durante casi todo el proceso, que quienes pretendieran cobrar más que la mayoría no recibirían nada.

Muchos financistas, evaluadores de riesgo, políticos y banqueros de los principales centros financieros creían que tenía alguna probabilidad de éxito si lo ofrecía. Pero no, se empecinó en decir que no pagaría nada invocando la "ley cerrojo", que no puede tener valor en la jurisdicción norteamericana, a la que el kirchnerismo aceptó someter los bonos surgidos de la renegociación, como también lo estaban, al momento de la emisión, los luego defaulteados.

La razón por la que muchos piensan que Cristina podría haber tenido éxito con su planteo es sencilla:

No es una idea ni nueva ni suya. Cristina no es la líder visionaria que la ofrece al mundo para evitar una catástrofe financiera global y salvar incluso a Wall Street -nada menos- del accionar de los "buitres". La administración de Obama, el Fondo Monetario Internacional, economistas y autoridades de otros países del llamado Primer Mundo piensan así, desde hace tiempo y por eso, varios de los mencionados se presentaron en favor de esa posición en el juicio de los bonistas que no aceptaron el canje contra la Argentina.

La idea original de una suerte de "ley de quiebras" para defaults de países procede de la derecha bushista que se oponía a finales de los 90 a Bill Clinton por todos los medios. Era lo que luego sostendrían en el poder George W. Bush y su ultra ortodoxo secretario del Tesoro, Paul O'Neill, conocido aquí por sus comentarios ofensivos contra el país.

Eran ellos los que en los 90 atacaban al gobierno demócrata por los desembolsos de organismos internacionales como el FMI para salvar a los países de las cesaciones de pago. Querían default y quita para los bonistas y que se pagara toda y por anticipado la deuda con el FMI. Aquí los autodenominados progresistas, productivistas y heterodoxos abrazaron esas ideas surgidas de la derecha de la derecha republicana.

Las defendía organizadamente y con fundamento en su prestigio como economista la número dos del FMI, Anne Krueger. Quería una "ley de quiebras" para las deudas soberanas.

Lo definió así: Un "marco que ofrezca al país deudor protección legal contra los acreedores que se interpongan en el camino de una necesaria reestructuración (de la deuda), a cambio de la obligación para el deudor de negociar de buena fe con sus acreedores, para poner en pie políticas que evitarían que problemas similares surgieran en el futuro".

Lo dijo en noviembre de 2001 en Washington en su disccurso en la cena anual del National Economists' Club. Y recordó que "varios de nuestros miembros han expresado su deseo de avanzar en esa dirección". Pero aclaró que de lograrse un esquema así, no estaría disponible para las entonces arrinconadas economías de Turquía y la Argentina, al borde de la catástrofe.

El entonces ministro de Economía local, Domingo Cavallo, había hecho la etapa local del canje de bonos por los llamados Préstamos Garantizados, con una importante quita en los intereses. Cuando el mercado interpretó el discurso de Krueger como un anuncio del FMI de que la Argentina iba irremediablemente al default, Cavallo enfureció con la número dos del FMI y por años le reprochó esas palabras. La arquitectura que proponía Krueger es la misma que más de doce años más tarde defiende Cristina Kirchner. La transcripción del discurso de Krueger está aún en la página del FMI .

Pero en lugar de ofrecer la "ley de quiebras para países" similar a la de las empresas, en la cual nadie puede cobrar más que lo que la mayoría acepta, el cristinismo se obstinó en decir que quienes no aceptaran, no cobrarían.

En 2012 se llegó al paroxismo de decirle al juez Griesa que si fallaba contra la Argentina no se acatarían sus decisiones. Se logró una reconsideración de una flamígera decisión de Griesa, que tomó indignada nota de las amenazas surgidas en público nada menos que de boca de la Presidenta.

Los kirchneristas pensaron en ofrecer -ante la nueva oportunidad en los tribunales- reabrir el canje para los holdouts. Pagar a todos lo mismo que a la mayoría. Parecía ya claro que nadie defendería el derecho a no pagarle a los holdouts, fueran o no "buitres". Silenciosamente, negociaron en el Congreso una excepción a la ley cerrojo. Hasta los peronistas disidentes del Frente Federal dijeron que sí, que si el Ejecutivo enviaba el proyecto, lo apoyarían.

En Wall Street muchos creyeron que la Argentina podía tener éxito y sentar un precedente. La cuestión era "reestructurar" y "no repudiar" la deuda. La Nación lo reveló en varias de sus ediciones, por ejemplo, en enero de 2013 .

Sólo ante la Cámara de Apelaciones y cuando ya el panorama se había oscurecido mucho por el fallo adverso en primera instancia, con la Fragata Libertad inapropiadamente retenida por un embargo indefendible en Ghana, el Gobierno ofreció a finales de diciembre de 2012 y luego en los primeros meses de 2013, reabrir el canje, pero lo condicionó a que se cambiaran los fallos y le dieran la razón. La existencia del cerrojo y sólo la promesa de reabrirlo dio argumento a los demandantes para insistir en que el Gobierno en realidad no negociabe de buena fe y no quería pagar, desconociendo sus compromisos, como el de tratar a todos los tenedores de bonos en default por igual (pari passu). La causa judicial se perdió. ¿Por qué Cristina Kirchner desperdició una oportunidad histórica en la que contó con respaldos significativos? Es imposible saberlo.

Sólo recientemente, cuando ya el caso estaba definitivamente cerrado en los tribunales de los Estados Unidos, la Presidenta ofreció públicamente pagar a los holdouts lo mismo que a los que entraron en los canjes. Era tarde, el fallo ya había condenado a la Argentina a pagar el ciento por ciento de sus acreencias a una parte de los que no aceptaron la reestructuración.

Es difícil de entender por qué no modificó el cerrojo y reabrió el canje mientras discutía en los tribunales. O por qué no usó ese argumento desde el principio, ante las demandas de los holdouts. El ex secretario de Finanzas, Daniel Marx, por ejemplo, cree que el modo en que se utilizó la ley cerrojo dio grandes argumentos que aprovecharon hábilmente los demandantes. ¿Cristina Kirchner no quiso correr el riesgo de ofrecer pagar -lo mismo que los que aceptaron el canje- y perder? Ciertamente existía.

Pero pareciera que la Argentina tenía respaldos muy importantes para ese argumento y ninguno para el de repudiar parte de la deuda y no pagar ni un centavo.

La propia Anne Krueger defendió la idea de un "tratamiento igualitario", de "no privilegiar a una minoría" de acreedores, a pesar de que el propio Néstor Kirchner tuvo para con ella palabras descalificadoras y burlonas.

¿Creerá la Presidenta que puede dejar a los acreedores sin nada y sin mandar al país a una crisis ahora en otras instancias? Hay quienes creen que ésa es la idea, e instalar como sucesor a Axel Kicillof, un cristinista mucho más confiable que el peronista Daniel Scioli. Alguien que no tiene suficientes espaldas políticas como para manejar sólo la administración y tampoco para tentarse con traicionar a su mentora y aspirar a la reelección. Algo así como "Axel al Gobierno, Cristina al Poder". Hay quienes piensan que un poryecto así sería una locura, pero en 2011 las intenciones presidenciales eran hacer eso mismo, pero con Amado Boudou.

Tal vez encontró un candidato ideal para la resurreción del proyecto y por eso ha instalado una suerte de "malvinización" del pleito. Un eventual triunfo en las islas es lo que imaginaba Galtieri como golpe mágico para extender la agonizante dictadura.

Jugar a todo o nada siempre tiene el enorme riesgo de conseguir precisamente la nada.

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