Al final, Menem derrota al kirchnerismo

Como en los años 90

Al final, Menem derrota al kirchnerismo

Por  |  Para LA NACION



A un año de la primera vuelta de las elecciones que definirán presidente y vice para el período 2015-2019, además de renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, los comentarios sobre la situación del país se han tornado algo vacilantes y reiterativos. Proponemos ordenarlos brevemente en dos niveles de análisis: uno, el del perfil personal de los (pre)candidatos que ya han "salido al campo"; otro, el de los programas, discursos y valores que estos aspirantes están sosteniendo, con más parsimonia que entusiasmo. Muy escuetamente, habrá que agregar algo sobre el clima económico y social que soportan los argentinos.

No es novedad mencionar al esforzado terceto que desde hace meses casi monopoliza la anticipada intención de voto: Mauricio Macri , Sergio Massa y Daniel Scioli . Damos estos apellidos de origen italiano por orden alfabético, no con otra intención, ya que ocupan diferentes lugares en la grilla de partida, según la encuestadora que elijamos. Lo cierto es que cada uno bordea poco más o poco menos del 25% de votos prometidos.

Aunque el peronismo, cuya versión kirchnerista gobierna hoy, sigue dominando la escena política argentina, ninguno de los por ahora tres elegibles pertenece a lo que podríamos llamar la tradición o la cultura peronistas. Macri, el más opositor de los tres, es hijo de un fuerte industrial itálico, se ha recibido de ingeniero civil y ha presidido Boca Juniors, el más popular equipo de fútbol del país. No militó políticamente en su juventud y desde hace siete años es el jefe de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires. Fundó un nuevo partido, Pro, con aportes peronistas, radicales, liberales, y otros.

Massa y Scioli, si bien de variado origen, son ambos -y sin que esta descripción constituya menoscabo alguno- subproductos del peronismo menemista: el primero es hijo de un empresario de la construcción, integró los equipos del partido neoliberal de la Ucedé (cuyo jefe, Álvaro Alsogaray, apoyó firmemente a Menem) y por esta vía entró en el peronismo, hasta desempeñar, entre otros cargos, el de jefe de Gabinete de Cristina Kirchner; Scioli, por su parte, pertenece a una familia de comerciantes en el ramo de artefactos domésticos (que en 1989 apoyó al candidato radical Eduardo Angeloz), ha sido un destacado motonauta y Menem lo acercó a la tarea pública (como a otros deportistas), iniciando así una carrera que culminaría en la vicepresidencia de la Nación, otra vez junto a la señora de Kirchner. Hoy es gobernador de la provincia de Buenos Aires, en tanto Massa fue intendente de Tigre, próximo a la capital, y actualmente es diputado nacional.

Ninguno de estos tres precandidatos reposa en estructuras políticas tradicionales, es decir, en partidos firmemente constituidos en todo el país

Ninguno de estos tres precandidatos (en realidad podríamos llamarlos ya candidatos, porque no parece que alguien pueda vencerlos en las PASO) reposa en estructuras políticas tradicionales, es decir, en partidos firmemente constituidos en todo el país. Más bien son emergentes de la crisis del sistema de partidos que provocó, más que nadie, la administración menemista, con su apelación al cualunquismo y a las figuras del deporte y el espectáculo. Recuérdese, aparte de Scioli, a Carlos Reutemann y a Palito Ortega. Tanto Scioli como Massa, naturalmente, se apoyan en diferentes implantes peronistas, disfrazados de agrupaciones partidarias.

No nos olvidamos del cuarto actor de esta tragicomedia: la coalición FA-UNEN , extraña hidra policéfala, desprovista de la agresividad de su precursora griega clásica y que no atina a consolidarse con una sola cabeza, respetuosa hasta ahora del mandato de las primarias abiertas. Mientras siga teniendo hasta cinco postulantes (otra vez por orden alfabético: Binner, Carrió, Cobos, Sanz y Solanas), será incapaz de convertirse en genuina alternativa y socia igualitaria de eventuales coaliciones, y no podrá evitar, como máximo, transferencias masivas, y como mínimo inquietantes operativos fotográficos en idílicos escenarios provinciales.

Si dejamos de lado la fatigosa repetición de nombres propios. ¿qué se discute, cuáles son los valores o consignas que se agitan en esta campaña o precampaña que lentamente nos va envolviendo, por más que procuremos apartarla de nuestro tiempo libre, mejor servido por una buena lectura o una hermosa velada de música o cine?

Estamos entre los que piensan que en las campañas presidenciales resulta inevitable debatir acerca de valores y concepciones de país, antes que por asuntos municipales como el tapado de baches o el levantamiento de la basura. Esto no implica que los candidatos no dispongan de tres o cuatro propuestas específicas sobre temas de interés general (por ejemplo, la educación, el federalismo y la lucha contra la corrupción). Tampoco les impide referirse a asuntos locales en sus visitas a provincias, bien asesorados por compañeros de ruta lugareños. Por otra parte, se necesitan una correcta identificación de los adversarios (en todas las elecciones) y una no menos precisa ubicación de los posibles aliados (en las elecciones de doble vuelta). Hay que exigirles a los distintos candidatos o alianzas un programa completo para su eventual gobierno, sabiendo de antemano que muy pocos leerán ese mamotreto.

El discurso de los tres precandidatos principales está bastante alejado de esta expresión de deseos y se mueve, más modestamente, en lo que podría designarse "gestionismo". Los tres coinciden en presentar a sus propias gestiones, actuales o del pasado, como ejemplares y creativas, y en general eluden la discusión sobre la gestión de los adversarios, por lo que, prácticamente, no hay discusión.

El discurso de los tres precandidatos principales está bastante alejado de esta expresión de deseos y se mueve, más modestamente, en lo que podría designarse 'gestionismo'

Un atisbo de ésta se ofrece, tal vez, cuando se plantea la relación con el gobierno nacional actual y con la presidenta Cristina Kirchner. Scioli se muestra cada vez más solidario y complaciente, mientras Macri parece dispuesto a profundizar sus diferencias. En cuanto a Massa, promueve con bastante eficacia su postura de ser, al mismo tiempo, oficialista y opositor. El aire que respiramos es, nuevamente, el de una entelequia menemista, que volvemos a definir como apolítica, aideológica y gestionista.

Las palabras izquierda y derecha, así como las claras referencias ideológicas y al combate cultural, sólo aparecen en recientes iniciativas y en el áspero relato del kirchnerismo en retirada; también, curiosamente, en el discurso aún no totalmente cristalizado de la alianza FAU-UNEN: véase, si no, la compartible expresión de Ernesto Sanz, que se proclamó "socialdemócrata, liberal y progresista" en su acto de presentación como candidato. No es seguro, de todos modos, que asumir este riesgo le traiga votos. Son los dos menemistas vergonzantes quienes parecen destinados al ballottage.

Los espera, en todo caso, una sociedad dividida. Aparte de los méritos que le reconocemos, el kirchnerismo no pudo ni quiso suturar las heridas causadas por el derrumbe económico-social de 2001-2002. Aprovechó el extraordinario viento de cola que incrementó los precios de nuestra producción primaria, recuperó la economía y redistribuyó (suavemente) el ingreso, pero se desentendió de los consensos políticos y del crecimiento de las instituciones. Hoy muchos argentinos oscilan entre sentimientos de rabia, resignación o indiferencia.

Los espera, en todo caso, una sociedad dividida

Podríamos estar a las puertas de una nueva crisis económica a comienzos de 2015 si no se mitiga una inflación cada vez más rebelde. Al mismo tiempo, hemos comprobado que el gobierno kirchnerista, atrapado en un proyecto familiar, no ha conseguido generar una sucesión razonable. Lo lamentamos, porque un heredero competitivo podría poner a prueba la vigencia o el fracaso del proyecto.

La ironía del asunto es que, por el momento, los dos probables rivales del ballottage de 2015, siempre y cuando no se forme una coalición ganadora u ocurra un milagro, son Sergio Massa y Daniel Scioli, menemistas por origen y por simpatías, aunque lo nieguen escandalizados.

No podemos menos que escuchar una carcajada del vilipendiado Carlos Menem, o, más educadamente, unas palabras pronunciadas en voz baja: "El que ríe último ríe mejor".

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