En mi cuerpo, ¿decido yo?

Editorial I

La Nacion

En mi cuerpo, ¿decido yo?

Una campaña que aparentemente se sustenta en el sano amor propio esconde en realidad un egoísmo disfrazado, pues oculta la violencia hacia los más inocentes


Nada hay más propio que el propio cuerpo. Con sus funcionalidades, sus bellezas, sus miserias, sus pudores, sus dolores. Nada más expuesto ni inocultable; a diferencia de nuestros pensamientos o nuestros sentimientos, nuestro cuerpo siempre estará a la vista de los demás mientras transitemos esta existencia terrena. Es el único contacto que tenemos con el mundo que nos rodea y con la vida así como la conocemos.

Podremos cubrirlo o desnudarlo, disfrazarlo, fajarlo, pintarlo o adornarlo según las culturas, las épocas, las latitudes. El paso del tiempo también registrará en él su impronta, inexpugnable, ajeno a las cirugías o al Bótox que falsamente prometen juventud eterna.

El cuerpo exige cuidados, pero es sabido que se puede también atentar contra su mejor preservación. Dietas inadecuadas, falta de ejercicio, dependencia del alcohol, el cigarrillo o las drogas, entre muchas otras, son formas de maltratar o autodestruir el envase con el que llegamos al mundo. Por otra parte, fuera del ámbito individual en el que el cuerpo requiere cuidados tan elementales como la higiene, integrar una sociedad nos deja físicamente expuestos también al proceder de los demás. Con lo bueno y lo malo, el contacto con el otro puede traer abrazos, pero también violencias. De hecho, nuestra sociedad hace rato que denuncia los alarmantes y crecientes índices de inseguridad que cotidianamente truncan tantas vidas inocentes. Más allá de los altos niveles de agresión y los temores instalados en las mentes, son precisamente los cuerpos, que muchas veces no pueden defenderse, los primeros que reciben el impacto del arrebato de una pertenencia, una amenaza, un puntazo, una bala dirigida o perdida.

Madre de una niña de 5 años y embarazada de 7 meses, la hija de la conocida actriz y vedette Moria Casán, Sofía Gala Castiglione, posó en una polémica producción para una revista. Rodeando tiernamente con sus manos la panza, la foto muestra su prominente vientre desnudo con una leyenda manuscrita que dice: "En mi cuerpo decido yo" (en Twitter, @GalaCastiglione). Si se asociara este mensaje a que cada uno elige cuidar o maltratar el propio cuerpo como mencionábamos, por ejemplo convirtiéndolo en sujeto de adicciones, no faltaría a la verdad. En la entrevista, sin embargo, la actriz se encargó de aclarar: "Si yo voy a parir, yo voy a elegir", subrayando el sentido que quiso imprimirle a la frase y remarcando que la sociedad debe respetar y el Estado garantizar la posibilidad de abortar. Otra periodista, Cynthia García, también en estado de gravidez, se sumó a las filas de esta campaña contra los más desvalidos de la especie humana.

La ex diputada Cynthia Hotton señaló el grueso error en el que caen estas jóvenes madres porque el bebe que llevan en su vientre es indiscutiblemente otro ser humano, con un ADN distinto del de ellas, con lo cual es evidente que no se trata exclusivamente de una decisión personal que afecta sólo al propio cuerpo, sino que impacta violenta y fatalmente sobre la vida de otra persona.

Vale traer a colación la salidera bancaria que costó la vida al hijo de Carolina Píparo, cuando un disparo atravesó su cuerpo y mató al bebe que crecía en su vientre. La Justicia condenó a prisión perpetua a los cinco coautores del robo por el intento de homicidio contra la madre y el cruento asesinato del bebe.

La inseguridad acecha y cercena vidas a diario. Hasta que nos toca, son vidas ajenas, diferentes de la propia, con otros ADN. Como sociedad nos lamentamos por no poder detener esta marea. Los robos, violaciones y asesinatos se repiten y aumentan, pero no por ello deben ser legalizados sino que deben ser penados y sus condenas efectivamente cumplidas. De igual manera, que supuestamente haya mayor número de abortos no significa que deben autorizarse.

Sin embargo, hay quienes pueden apoyar y hacer campañas detrás de una afirmación como la que expone la referida foto con una carga de violencia equivalente a pensar en cometer el asesinato de un inocente al que la ciencia, más allá de creencias religiosas, ya no duda en asignarle vida propia. Con la agravante de que sea la propia madre quien lo decide, aduciendo una libertad para disponer de una vida tan independiente como inocente, tal como lo establecen tratados internacionales con jerarquía constitucional, que reconocen la vida desde el instante mismo de la concepción, de la misma forma que también lo hace el Código de reciente sanción, en concordancia con los criterios científicos actuales.

Reiteradamente hemos comentado desde esta columna editorial el falaz argumento que pone el acento exclusivamente en las vidas perdidas de mujeres que abortan ilegalmente. Repetimos que se trata de una cuestión que excede lo que muchos quieren circunscribir a un sentir religioso, pues la ciencia ya ha probado lo que el ordenamiento jurídico argentino recoge al defender la vida del por nacer y condenar la interrupción de la gestación.

Ojalá sean muchas más las mujeres que opten por parir con amor a sus hijos como las promotoras de la referida campaña. Se debe educar y trabajar en la prevención, acompañando adecuadamente a las embarazadas y alentando el sistema de adopción de recién nacidos.

En un mundo en el que los hombres se matan a diario, y recordando las enseñanzas de la Madre Teresa de Calcuta, toma más significancia su reflexión respecto de que si una madre puede matar a su propio hijo, ¿con qué argumento se podría convencer a los demás de que no se maten entre sí?

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