La desesperada caza de un Cedin

Sábado 13 de julio de 2013 | Publicado en edición impresa

Empresarios & Cía.

La desesperada caza de un Cedin

Por Francisco Olivera  | LA NACION



"Fracasada." Rosario Sica estaba ya de pie, había explotado de furia y soltó tres veces el adjetivo. Había decidido retirarse del Sheraton. Era la segunda jornada del Primer Encuentro Bi-regional de Género y, en San Miguel de Tucumán, la líder de las estaciones de servicio y otros 150 asistentes discutían, hace dos jueves, sobre el rol de la mujer en el mundo laboral. La panelista era local: María Lucila Colombo, tucumana, subsecretaria de Defensa del Consumidor y algo así como el alter ego de Guillermo Moreno.

Sica es una mujer inteligente y combativa. No sólo lo muestra su sobrevivencia femenina en un mundo de hampones y duros, sino también su historia personal. Su madre, que curiosamente se llamaba María Colombo aunque no tenía parentesco con la funcionaria de Moreno, no pudo criarla como consecuencia de una internación por enfermedad. Ella, que no había conocido a su padre, estuvo unos días en lo de la enfermera materna y recayó finalmente en lo de una tía, donde vivió incluso después de la recuperación. Un día, sin querer, Sica rompió un elefante de bacarat y enfureció a su tía, que la echó de la casa. Así, con apenas 5 años, cruzó sola la calle y regresó a lo de su madre, que le abrió la puerta. ¿Me puedo quedar?, preguntó. Colombo volvió sobre sus pasos y le transmitió a su vez la inquietud a su madre, abuela de la pequeña, que aprobó la mudanza. Y ahí se quedó.

El tema del foro del Sheraton era bastante más estándar. La subsecretaria se explayaba en una reivindicación de la mujer en el mundo laboral y, sobre el final, escuchó la pregunta de Sica que, desde el público, le transmitía su experiencia en la negociación cotidiana con hombres: los propietarios de las estaciones, dijo, ven con cierta inquietud la paritaria porque ya dieron 32% de alza tanto en 2011 como en 2012.

Sica observó entonces que había que considerar que la propia Cristina Kirchner hablaba ahora de una inflación del 24%, número que llamó la atención de Colombo: "¿Veinticuatro por ciento? Imposible, la Presidenta nunca pudo haber dicho eso. Usted debe leer Clarín", la cortó. Sica le contestó que sí, que leía Clarín, pero también la nacion, Ámbito Financiero e incluso El Cronista Comercial y Página 12.

A la funcionaria no le gustó y soltó conceptos que exasperaron a Sica. Dijo, por ejemplo, que los empresarios argentinos solían no querer reconocer el salario de los trabajadores. Sica empezó a levantar la voz y le preguntó, pese a no creer en distinciones de sexo en el mundo laboral, dónde había quedado su defensa de género. Ya estaba de pie. Le dijo que era una fracasada y se fue.

Es probable que ningún empresario argentino tenga la vehemencia de la líder de los estacioneros. Pero el encontronazo en Tucumán sirve acaso como síntoma de cierto hartazgo que abarca casi a la totalidad del establishment respecto del modo en que el kirchnerismo ejerce el poder y que, en los ejecutivos menos confrontativos, se percibe de modo más sutil: darle la espalda a urgencias gubernamentales como, por ejemplo, los pedidos que Moreno les hace para que entren en el blanqueo de capitales.

Algunos son elegantes para contestar. La semana pasada, un banquero adujo la imposibilidad de que un grupo internacional como el que representa trajera fondos en negro que en rigor no tiene porque cotiza en Bolsa. El secretario, que le exigía que blanqueara 500 millones de dólares, sacó el último balance del banco y le señaló las ganancias. "Pero son en blanco", refutó el ejecutivo, y dio pie a la segunda propuesta de Moreno: le pidió que le entregara la lista de los clientes más importantes y que lo ayudara a convencerlos. El banquero dice que se negó.

Varios vivieron situaciones parecidas. Federico Braun, dueño de supermercados La Anónima, recibió la misma amenaza que otros empresarios: la negativa a autorizarle importaciones. Y Sebastián Eskenazi, ex aliado del Gobierno, logró por lo menos sacarle a Moreno una sonrisa cuando se refirió a la liquidez de sus bancos como único activo: "¿Dólares?-se preguntó el ex dueño de YPF-. Estoy lleno de pesos que no quiere nadie".

Habrá que ser prudente con el blanqueo. El lento despegue que muestra hasta ahora podría acelerarse en 24 horas si ocurre lo que la mayor parte de los hombres de negocios ve poco probable: otro triunfo demoledor del Frente para la Victoria en las elecciones internas primarias. ¿Y si pasa lo contrario, es decir, tiene un buen resultado la oposición y proliferan los pedidos de derogación de la ley e investigación a los protagonistas?

Los últimos días de agosto darán un diagnóstico más certero. Hasta ahora, el advenimiento de Sergio Massa y el viraje de intendentes a ese espacio han convencido a los empresarios de que el viento cambió de dirección. Le siguen temiendo al kirchnerismo, cuya capacidad de maniobra atribuyen al manejo del Estado, pero no le auguran futuro más allá de 2015. Este límite, en corporaciones que estudian inversiones con plazos extensos, es decisivo.

La desconfianza hacia este modo de conducción no es una novedad, pero se acrecienta. Un informe de la Universidad de Belgrano acaba de indicar que el clima de negocios del país cayó en el segundo trimestre del año 2,5% en relación con el lapso enero-febrero-marzo, y 1,7% en términos interanuales. Ya acumula nueve trimestres consecutivos de descenso.

El Gobierno no ignora esta tendencia y de ahí sus esfuerzos por convencer a telefonazo limpio. Las largas filas de estos días frente a las panaderías son la postal de un país que necesita erradicar el descrédito empresarial y, con él, las distorsiones de muchos de sus sectores económicos.

Cualquier crisis de fe engendra efectos residuales, como la necesidad de sobreactuar para mostrar lealtad. Es atendible que Débora Giorgi, ministra de Industria, les haya insuflado a sus exposiciones giros o alocuciones tribuneras. El slide 17 de su presentación de esta semana en Tokio ante automotrices fue un homenaje al optimismo y al traductorado militante: " The next won decade means social sustainability, more and better jobs, ensuring external sustainability ".

Con las palabras todo se puede. Los hechos son menos dóciles. La pesificación del mercado inmobiliario, aquella utopía a la que Mercedes Marcó del Pont, jefa del Banco Central, no le suponía vuelta atrás, derivará en el mejor de los casos en la emisión de una cuasimoneda nominada en dólares. Y la urgencia energética es aún más cruel: un barco de gas de Shell Internacional, la corporación enemiga N° 1 del Gobierno, acaba de descargar en el puerto de Buenos Aires; otros dos esperan por entrar. La página 50 de esos contratos contradice los bríos antiimperialistas: "Las leyes medulares de Inglaterra, con excepción de aquellos conflictos que requieran la aplicación de cualquier otra ley, regirán este acuerdo marco y los términos y condiciones particulares relevantes".

Es la peor afrenta que puede sufrir un quijote. Descubrir, en el fragor de la arremetida y ante la menor brisa, que los molinos son necesarios.

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