Secretos, historias e intereses de la obsesión por el dólar

Domingo 07 de julio de 2013 | Publicado en edición impresa

Libros / Anticipos

Secretos, historias e intereses de la obsesión por el dólar

En Estoy verde (Aguilar), Alejandro Bercovich y Alejandro Rebossio muestran cómo la pasión argentina por el dólar tiñe la trama económica, social y política


os argentinos no sólo somos los que más dólares atesoramos en promedio fuera de los Estados Unidos, según el propio Tesoro norteamericano. También ostentamos otro raro privilegio: estar más pendientes que nadie de la cotización del "verde". Sea por medio de los diarios, de Internet, de la radio o la televisión, seis de cada diez compatriotas chequean al menos dos veces por semana a cuánto está la "lechuga" y cuatro de cada diez le pegan un vistazo a diario, incluso aunque no tengan intenciones de comprar en lo inmediato. Los resultados surgen de una encuesta del Centro de Economía Regional y Experimental (CERX) elaborada dos años antes de la introducción del control de cambios en 2011, cuando el billete estadounidense aún no había vuelto a la tapa de los matutinos de circulación nacional ni a la frenética rutina de los noticieros televisivos de la noche. Sus autores dan por hecho que la irrupción del blue acentuó esa fijación, aunque desde entonces no volvieron a hacerse estudios empíricos sobre el tema.

Como el orgullo por cada gol que hace Lionel Messi o por la birome y el dulce de leche, el interés por el dólar cruza al país de modo transversal, tanto geográfica como socialmente. Incluso quienes jamás en su vida compraron uno han sentido alguna vez un sobresalto ante vaivenes bruscos en su cotización. ¿Es un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) de la personalidad, como aseguran los economistas afines al Gobierno? ¿O un reflejo perfectamente racional frente a la frondosa historia de crisis escrita en el país durante el último siglo, como apuntan los opositores? ¿Es acaso producto de esa "tilinguería" de "medio pelo" que describiera Arturo Jauretche en los años sesenta? ¿Envidia por los laureles que no supimos conseguir y otros sí? ¿Imitación de los argentos ricos y famosos que fugan sus ahorros al exterior? ¿Vocación autodestructiva? ¿Todas las anteriores? ¿Ninguna?

A lo largo de este capítulo se reproducen las voces de empresarios, funcionarios, ex funcionarios, macroeconomistas, psicoeconomistas, psicólogos, sociólogos y antropólogos. Así de compleja y abarcadora es la relación de los argentinos con el dólar. Tan complicada y profusa como para que en todo el libro se recojan las experiencias "lechuguizadas" de bancarios, "cueveros", cambistas, financistas, falsificadores y turistas, pero también de albañiles, abogados, "cafishios", inmigrantes, policías y hasta narcotraficantes. (...)

-Esto es como la alegoría de la caverna de Platón. El filósofo tenía un cuento donde a un prisionero se lo encierra en una caverna y está a oscuras durante años y años. Cuando lo liberan, sacan la piedra, y el tipo que era el captor abre y el prisionero sale y lo mata. Cuando uno ve la luz por primera vez tiene comportamientos extremos. Por eso mi visión del tema cambiario era que había que ir llevando a los argentinos, gradualmente, a acostumbrarse a que el tipo de cambio podía flotar o podía moverse sin que eso significara tener que ir al banco a buscar los depósitos. Lamentablemente, ese proceso se truncó en 2010.

Quien abandona el libreto de golden boy y se abraza a la mitología griega a la hora de repasar su experiencia como presidente del Banco Central es Redrado, responsable de intervenir sobre el valor de la divisa entre 2004 y 2010, cuando fue eyectado de su sillón de Reconquista 266 en medio de un durísimo enfrentamiento con la presidenta Cristina Kirchner.

 Redrado tuvo a su cargo custodiar la mayor cantidad de dólares juntos que hay en suelo argentino, al menos legalmente.

Son 500 millones apilados unos sobre otros en billetes de cien entre las paredes de acero y hormigón de la bóveda del primer subsuelo del edificio del Central, que en abril de 2013 declaraba poco más de 40.000 millones de reservas. De ese monto, la casi totalidad está depositada en el Banco de Pagos Internaciones (banco central de los bancos centrales, con sede en Basilea, Suiza) y en los bancos centrales de Inglaterra y Francia.

Entre octubre de 2008 y junio de 2009, el también ex secretario de Relaciones Económicas Internacionales decidió alquilar un par de aviones de guerra de la Armada para que llevaran "rúcula" de la bóveda de la City porteña a ciudades como Rosario, Mendoza y Tucumán. Los Fokkers volaron cargados de la artillería necesaria para combatir al enemigo de la hora: la corrida cambiaria. A Redrado le preocupaba que en esas plazas del interior el apetito insaciable por el dólar y la escasa oferta de billetes físicos estuviera llevando a que se vendiera hasta 20 centavos más caro que en Buenos Aires y con jugosos spreads para los cambistas que los tenían guardados, que más tarde volverían a hacerse su agosto con la llegada del blue . Por eso fletaba los aviones de la Marina hacia esos destinos con 30 o 40 millones de dólares encima, custodiados por expertos.

"Yo siempre les decía a todos los banqueros: muestren que tenemos todos los dólares y denlos despacio. Era importante desde el punto de vista psicológico que, cuando la gente fuera al banco, viera a los cajeros contando los dólares con parsimonia, mostrando que estaban ahí, sin que nadie estuviera nervioso. El tipo número 20 de la cola veía al cajero contando los dólares y a veces hasta se iba sin retirarlos, pero más tranquilo que cuando llegaba", evoca el economista.

El show de los cajeros parsimoniosos parece un chiste o una performance de teatro contemporáneo, pero cobra sentido a la luz de la encuesta del CERX sobre la fascinación criolla por el billete del Norte. Según esa misma encuesta a quinientos porteños y bonaerenses representativos de la población total en 2009, sólo uno de cada cuatro creía que las reservas del Central eran efectivamente las que Redrado declaraba que tenía, incluso cuando el después infructuoso candidato a diputado hacía público el número bajo juramento y so pena de prisión en caso de errarle al cálculo.

El estudio del CERX -el primer think tank que mezcló la economía con la psicología para analizar la coyuntura argentina- también arrojó que ocho años después del corralito y con una realidad diametralmente opuesta a la de 2001 sólo uno de cada cinco ahorristas consideraba que los bancos eran más seguros que en el momento de la confiscación y pesificación de depósitos del tándem Cavallo-Remes Lenicov. Estableció además que no servían "las subas graduales pero prácticamente diarias" que convalidaba Redrado desde el Central, porque el 70% de los consultados decía sentir "incertidumbre" y "preocupación" frente a esas alzas mínimas

La Nacion

No hay comentarios.:

Publicar un comentario