Vaca Muerta: en busca de un atajo hacia el futuro

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Vaca Muerta: en busca de un atajo hacia el futuro

Meca de los hidrocarburos no convencionales, allí residen las esperanzas del Gobierno para revertir la crisis energética; convive con ello un escenario local convulsionado y en permanente conflicto

Por   | LA NACION



Dentro del tráiler, los sonidos del exterior se silencian. Vestimos mameluco azul ignífugo, casco, zapatos y guantes de protección. Jennifer, una rubia de unos 30 años, jefa de seguridad, advierte con tono marcial que durante la recorrida podemos oír señales, como la bocina de un camión: "Un toque significa emergencia; dos toques, incendio. Los accidentes y derrames se anuncian de viva voz". Antes de salir, una recomendación inquietante: "Pase lo que pase, no corran".

Afuera, el azote del viento y ese zumbido apagado y potente que oímos al llegar. En medio del desierto patagónico, se levanta ante nosotros una torre tubular de 55 metros de alto, como un edificio de 18 pisos: para ver la punta hay que mirar al cielo. En el centro tiene un taladro gigante, que se pierde bajo la tierra. Está a 2900 metros de profundidad. Sí, 30 cuadras para abajo. Y sigue bajando. No importa en qué dirección se mire, camino al horizonte chato y lejano se divisan estructuras similares. Parece una postal del futuro. Estamos en el pozo F07, locación 106 del yacimiento Loma Campana. Estamos en el corazón de Vaca Muerta.

Hace tres años y medio, cuando la Agencia de Información Energética de los Estados Unidos anunció que la Argentina era el tercer país con más recursos hidrocarburíferos no convencionales del mundo (detrás de EE.UU. y China), todas las miradas apuntaron a este rincón de Neuquén. Con 30.000 km2 (equivalente a la provincia de Misiones) y el 42% de los recursos totales de la Argentina, Vaca Muerta es el reservorio de hidrocarburos no convencionales más grande del país y uno de los más valorados del mundo.

Las cifras son impactantes. Los recursos de shale gas (mucho mayores que los de shale oil) alcanzan los 308 trillones de pies cúbicos. Eso representa 25 veces las reservas actuales de la Argentina y alcanzaría para abastecer el consumo del país por unos 200 años. Sólo con la producción de mil pozos (hoy hay 250), el ingreso adicional de divisas superaría los US$ 23.000 millones, el PBI crecería entre un 3 y un 4% y se crearían unos 75.000 puestos de trabajo directos (igual al 80% del total de empleos de Neuquén), según un estudio del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas. Es una asociación civil que tiene como socios a las principales empresas del sector y a 700 profesionales independientes.

Las expectativas se dispararon el año pasado, con el acuerdo entre YPF y Chevron, que puso en marcha la explotación de Loma Campana, un yacimiento que abarca sólo el 1% del territorio de Vaca Muerta. Con 35 años de duración, el proyecto tiene inversiones comprometidas por US$ 16.000 millones. Ahí están depositadas las esperanzas del Gobierno para solucionar la falta de dólares, reducir el déficit energético y avanzar hacia el autoabastecimiento, sólo alcanzable después de 2019. ¿En Vaca Muerta está el futuro de la Argentina? Depende de muchos factores, como la cotización del barril de petróleo, que perforó el piso de los US$ 80 y amenaza la rentabilidad de los proyectos no convencionales. Pero, al menos, es un buen lugar para buscarlo.

Con ese objetivo, partimos a las 6 de la ciudad de Neuquén rumbo a Añelo, el pueblo más cercano a Loma Campana. Queda a 4 kilómetros del yacimiento y a 100 de la capital provincial. La primera postal es decepcionante: de un lado de la ruta, casillas de madera, remendadas con lonas de nylon; del otro, un predio lleno de tráileres, donde duerme parte del personal del yacimiento. Los barrios container se multiplican en las afueras del pueblo. Añelo parece un gran campamento, a punto de estallar. Su población, que era de 2449 habitantes (Censo de 2010), hoy supera las 5000 personas y se espera que en diez años llegue a 25.000. No hay hospital, ni lugar en las escuelas. Sólo seis cuadras están asfaltadas, la mayoría de la población no tiene cloacas y hay barrios sin agua potable ni gas.

A las 7.30, la colectora de la ruta 7, la calle más transitada del pueblo, es un hormiguero. Llegan camiones pesados, parten combis sin vacantes, hay cola en la única estación de servicio y camionetas 4x4 en doble fila. En la puerta de una proveeduría, hombres jóvenes, también con mameluco azul, hacen fila para cargar agua para el mate. Van camino a Loma Campana, para una jornada de 12 horas. Trabajan 14 días seguidos y descansan 7. Se cruzan con otro grupo que vuelve de Vaca Muerta.

Las formaciones geológicas llevan el nombre del lugar en el que afloran. A principios del siglo XX, el territorio donde está la provincia de Neuquén sufrió una sequía que exterminó a buena parte del ganado. Años más tarde, en una sierra regada de cadáveres de animales, fue descubierta la formación a la que en 1931 se bautizó Vaca Muerta. Allí, los hidrocarburos son iguales que los convencionales. Los dos provienen de una roca generadora, ubicada a gran profundidad. Pero mientras que los convencionales migraron a reservorios más cercanos a la superficie, los no convencionales permanecen atrapados en la roca, de la contextura de un mármol.

Ese tesoro subterráneo se conocía desde hacía más de medio siglo. Pero los recursos sólo se convierten en reservas cuando su extracción es económicamente viable. Ahí apareció el fracking, método de extracción no convencional. Es simple: para generar fisuras en la roca y permitir que los hidrocarburos migren a un reservorio cercano a la superficie, se produce una fractura hidráulica en la profundidad del subsuelo. Para eso, se inyecta una gran cantidad de agua (6 millones de litros por pozo) a altísima presión. La "estimulación hidráulica", tal el eufemismo al que recurren sus defensores, va acompañada con arena (2300 toneladas) y una decena de productos químicos.

Recién suspendido en Francia, el fracking es el blanco favorito de los que se oponen al proyecto en Loma Campana. Argumentan que las fracturas pueden generar movimientos sísmicos y que la extracción puede contaminar los acuíferos, reservorios de agua potable. "Hay una desesperación por hacer todo rápido para solucionar la crisis energética y eso es peligroso para esta práctica", advierte la diputada provincial Beatriz Kreitman (Coalición Cívica).

Para YPF son sólo mitos. "Por su escala, los movimientos sísmicos son inofensivos para el medio ambiente", asegura el "gurú del fracking". Así lo llaman en broma al brasileño André Archimio, 33 años, jefe de Estimulación de YPF. "De coincidir en la misma zona, los acuíferos están a unos 300 metros de profundidad, a más de 2500 metros de distancia de donde se inyecta el agua de fractura", dice, camino a Vaca Muerta, para la visita que organizó la empresa.

En el interior de Loma Campana, camionetas van y vienen por calles de ripio. Camino a la locación 106 detecto un cuerpo extraño: un tráiler solitario, con una bandera multicolor. Es de Campo Maripe, la comunidad mapuche que semanas atrás cortó los accesos al yacimiento y paralizó la producción para reclamar sus derechos sobre parte de las tierras. Los conoceré más tarde.

En la torre de perforación del pozo F07, el taladro gira con ritmo hipnótico. En el extremo tiene un trépano con punta de diamante, el único material lo suficientemente duro como para penetrar la roca. El viento le vuela el casco a un fotógrafo. "Lindo día eligieron, eh", se burla Pablo, un joven de 30 años que opera el equipo de perforación desde una cabina minúscula. Tiene anteojos negros envolventes, un tatuaje en el brazo izquierdo y el peinado del Kun Agüero. Está provisto de un tablero con cuatro monitores. En uno, un contador avanza: 2940.7, 2940.8, 2940.9? Marca la profundidad de la perforación, que debe llegar a 2988 metros. Todo automático, pareciera que el mayor desafío de Pablo es no morir de aburrimiento.

Como parte del acuerdo entre YPF y Chevron, la Nación comprometió obras en Neuquén por $ 1000 millones, de los cuales 300 son para Añelo. "Pero todavía no llegó un peso", dice, en la sede de la municipalidad, el intendente Darío Díaz. Tiene 37 años y tres hijos. Es del Movimiento Popular Neuquino, pero no de la rama del gobernador Jorge Sapag, sino de la contraria, liderada por el senador Guillermo Pereyra, jefe del gremio petrolero provincial. Antes de llegar al poder municipal, Díaz era chofer.

Las paredes de su despacho tienen manchas de humedad. Con una birome Bic, señala sobre un mapa el avance de la construcción del parque industrial y de 180 viviendas. En ese mismo lugar ya se pueden ver los esqueletos de lo que serán un banco y un supermercado. Además, el intendente hizo un acuerdo por $ 50 millones con YPF para nueve obras, algunas ya en marcha. Pero el nuevo hospital, la obra más pedida por los vecinos, no tiene ni un ladrillo. "Los inconvenientes aparecen porque el Estado no avanza al ritmo del privado", dice Díaz, que incluye a YPF en el segundo grupo. Para Alberto Gutiérrez, director obrero de la Dirección Provincial de Vialidad, la cosa es al revés: "La planificación del pueblo la están haciendo las empresas. Como ponen plata, deciden todo".

El intendente alerta sobre un problema menos visible. Por primera vez este año hubo dos homicidios en el pueblo. El primero, tras una pelea, a la salida de un bar. En el segundo la víctima fue un policía. Acudió ante una llamada por un conflicto familiar en El Mirador, el barrio más pobre de Añelo. Lo recibieron a los tiros. "El ánimo de la gente cambió. La droga es un tema preocupante. Hay un resentimiento de los más arraigados contra los recién llegados", analiza Díaz. En El Mirador todavía están frescas las huellas del crimen. Entre las viviendas precarias sobresale una estructura carbonizada: al asesino le prendieron fuego la casa.

Carlos, un vecino que pide que no figure su apellido, confirma el malestar. Se queja de que las obras vienen "abrochadas" desde la provincia y no dan empleo a los locales. "No estamos contentos. Dicen que es la nueva Dubai, pero acá queda poco. El asado sale 108 pesos el kilo. Un petrolero gana 25.000 pesos y un municipal, 6800", se descarga en treinta segundos. Pasamos por el baldío donde se proyecta construir el hospital. Un cartel dice que se invertirán $ 38 millones, en 540 días. "Añelo no es la ciudad de las obras; es la ciudad de los carteles", me dice.

Campo Maripe, la comunidad mapuche que instaló el tráiler en la entrada de Vaca Muerta, vive a ocho kilómetros del pueblo. Son más de cien personas que reclaman como propias 12.000 hectáreas de la meseta donde se hacen las perforaciones. En el acceso de Colectivo Quemado (le dicen así porque ahí se quemó un colectivo), personal de seguridad, de la misma agencia que tiene YPF, nos impide el paso. "Puede entrar sólo gente de la comunidad", dice un guardia con chaleco antibalas. Después se aleja para hablar por teléfono.

Un miembro de la comunidad que ingresa en ese momento promete avisar al "lonko" (jefe) de Campo Maripe. Minutos después llega un móvil de la policía provincial. Ahora sé a quién llamaba el custodio. Se bajan dos agentes y uno advierte: "Sólo pueden pasar si alguien de YPF se hace cargo". La tensión disminuye cuando se ve que de la meseta baja un Peugeot 408, último modelo. La piel oscura, los rasgos aindiados, una bincha blanca y negra sobre la frente, del vehículo sale Albino Campo, el lonko de la comunidad.

 Foto: Ricardo Pristupluk

El nivel de vida de los mapuches de Añelo no se ajusta al estereotipo de un recién llegado. "¿Qué esperan? ¿Que andemos a caballo?", se ataja Albino. Después llegan sus hijos, en una 4x4. "Mary, Mary", lo saludan. Quiere decir "buenas tardes". "Kumelen" (estamos bien), responde él. "Todos trabajamos, nos va bien", me dice el lonko, de 55 años, y cuenta que uno de sus hijos está en la industria del petróleo. Ante las protestas, el gobierno de Sapag les dio la personería jurídica y fijó un plazo de 90 días para hacer un relevamiento de tierras. "Mientras ellos cumplan, vamos a tener paz social", advierte Albino.

Al día siguiente, de regreso en la ciudad de Neuquén, el gobernador nos recibe en la residencia oficial. Las tapas de los dos diarios de la provincia, Río Negro y La Mañana de Neuquén, coinciden en la imagen de portada: un gran charco de color negro. En la víspera, una de las empresas que opera en el parque industrial de la capital sufrió un derrame de tierra empetrolada. El gobernador aseguró que se trataba de una operación no declarada y prometió duras sanciones. "Tenemos la normativa ambiental más avanzada del país", me dice, en un salón con vista al parque que rodea la residencia. Afirma además que el 95% del recurso hídrico de la provincia se pierde en el mar, por lo que el agua usada en el fracking no representa un problema. Sapag reconoce la convulsión en Añelo, pero pide tiempo. "El Estado no es como un privado. Necesita preparar proyectos, licitar, que como mínimo lleva seis meses. Después tienen que llegar los recursos", dice. No desacredita el reclamo de los mapuches, pero se muestra firme ante las protestas: "No podemos poner en riesgo esta bisagra en la historia de la provincia".

La recorrida por Añelo había terminado la noche anterior. Frente al casino, varias camionetas estacionadas. También quedaban abiertos pequeños bares con mesas de pool, prostíbulos apenas disimulados. En uno de ellos, un galpón tétrico con techo de chapa y cables que cruzan de un lado al otro, sonaba "La Cumbia de Duraznito", un hit demodé de Los Pibes Chorros. Tres jóvenes compartían una cerveza. En la barra, debajo de guirnaldas descoloridas, seis chicas de República Dominicana esperaban que les invitaran un trago. Y algo más: detrás hay un cuarto para encuentros íntimos. En el mejor de los casos, ellas buscan lo mismo que todos en este lugar: un atajo hacia el futuro. Un futuro que siempre parece atrapado, no en la profundidad del subsuelo, sino en la complejidad de la superficie, a veces menos permeable que la roca de Vaca Muerta.

Entre el progreso y el atraso

A 4 kilómetros de Loma Campana, el yacimiento más importante de Vaca Muerta, el pueblo de Añelo sufre la explosión demográfica y la demora en las obras de infraestructura. A esos conflictos se suman las protestas de comunidades mapuches que reclaman como propia buena parte del territorio donde se hacen las perforaciones. Además, el fracking, método de extracción de los hidrocarburos, es criticado por ambientalistas.


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