El fantasma de una nueva guerra asoma sobre México

Los paramilitares

El fantasma de una nueva guerra asoma sobre México

Las autodefensas que, luchan contra los narcos, empezaron a surgir hace 18 años y ganaron poder hasta ser hoy una amenaza para el gobierno

Por   | Para LA NACION



CIUDAD DE MÉXICO.- Tomas de pueblos, enfrentamientos con los narcos, tropas movilizadas. La situación que desbordó esta semana el estado de Michoacán, con el ascenso al primer plano de los paramilitares, tiene en vilo a miles de mexicanos que, pese a la sangre y la violencia, no lo viven como un fenómeno sorpresivo.

En los últimos meses, las denominadas autodefensas civiles tomaron, por la fuerza, comunidades de una veintena de municipios en Michoacán, en una lucha contra el cartel de los Caballeros Templarios, hartos de la criminalidad y el desamparo. Hace unos diez días, fue el turno de La Huerta, un poblado donde los milicianos detuvieron a dos hombres acusados de trabajar para los narcos, decomisaron fusiles, chalecos, radios y otros materiales de viviendas sospechosas.

El fenómeno de los paramilitares surgió hace 18 años, al ritmo de un conflicto cuyos lejanos antecedentes comenzaron en las comunidades indígenas del sureño estado de Guerrero y que ahora se extiende sobre un tercio del país.

Ante el histórico abandono gubernamental sobre las zonas rurales, el origen de los reclamos se apoyaba sobre la desaparición de un Estado de Derecho que los ciudadanos consideraban básico. Robos, homicidios e infinidad de secuestros transformaron la vida cotidiana en una pesadilla y el hartazgo vecinal decantó en patrullajes grupales.

La proliferación de grupos irregulares en Michoacán, Chiapas, Guerrero y el estado de México se volvió tan normal que los funcionarios locales decidieron no intervenir. Y hoy, mucho tiempo después de aquel incipiente reclamo, el germen de las primeras patrullas indígenas se expandió sobre una realidad que perturba a la clase política, incomoda a la cúpula militar y aterroriza a la población civil.

Las herederas de las primeras patrullas se convirtieron en miles de hombres que utilizan armamento de guerra y manejan un discurso desafiante hacia el gobierno y los narcotraficantes.

A su vez, la preocupación de las autoridades se orienta sobre el notable poder de fuego que ostentan estos grupos. Porque lejos de aquellas primeras escopetas de cacería que cargaban con ingenuidad, este 2014 encuentra a los paramilitares con fusiles semiautomáticos, granadas y rifles de venta prohibida en el país y cuya utilización es exclusiva del ejército.

Consideradas un punto clave para el tráfico nacional de estupefacientes, las tierras michoacanas combinan el trasiego de drogas con miles de hectáreas de cultivos ilegales que los carteles controlan. En conjunto, se trata de un estado con una actualidad impredecible y peligrosa. Las autodefensas siguen empujando a los narcos hacia las afueras de los pueblos y la guerra inunda el campo. Cada cruce de ruta mutó en retenes y decenas de insignias paramilitares llenan de confusión a los civiles.

Criticado por no intervenir a tiempo, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, despachó soldados a Michoacán el lunes pasado, y la respuesta no se hizo esperar. "No entregaremos las armas hasta que las cabecillas de los Caballeros Templarios caigan", sentenció Estanislao Beltrán, referente de los paramilitares, al insistir en que no cederán en su objetivo de capturar a los jefes narco.

Pero la férrea posición de las autodefensas produjo el peor resultado posible, ya que el desarme que impulsó el gobierno dejó en pocas horas un muerto y decenas de heridos, además de un contexto con tres grupos enfrentados entre sí: los narcos, las autodefensas y el ejército.

Cada pueblo donde ingrese el ejército generará resistencia porque la gente no quiere dejar los fusiles. Les temen a los narcotraficantes, pero también desconfían del gobierno. Ya hubo incidentes en Parácuaro y en Antúnez, mientras los desafíos a la autoridad nacional parecen aumentar.

"Si dejo mi escopeta, vendrán los sicarios y matarán a mi familia. Aquí nos conocemos desde niños y sabemos todo. No hay vuelta atrás en esta decisión y llegaremos hasta la última consecuencia", dijo un viejo comerciante de Apatzingán, una de las ciudades más golpeadas por este cruce de intereses y de balas.

¿Por qué el gobierno no actuó antes? ¿Cómo desarmará a miles de hombres que violentan la Constitución, pero que reclaman por sus derechos? ¿Cómo se financian los paramilitares y dónde obtienen las armas? Son varios los interrogantes frente a la probabilidad de una guerra civil que ya dejó de parecer exagerada.

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