El laboratorio de un modelo que fracasó


Domingo 17 de junio de 2012 | Publicado en edición impresa

El laboratorio de un modelo que fracasó

Por Joaquín Morales Solá | LA NACION


Un círculo se cerró cuando Máximo Kirchner debió volar casi tres horas para curarse una rodilla infectada. Veinte años de gobierno kirchnerista en Santa Cruz han dejado una provincia que ni siquiera tiene un módico sistema de salud. Una provincia potencialmente rica convertida en muy pobre. El caso es revelador para la Argentina, porque la familia que gobernó durante dos décadas aquella provincia es la misma que gobierna el país. Los métodos son también los mismos, desde el exceso de protagonismo del Estado en la economía hasta la sofocación de las libertades y de las instituciones.
Eduardo Duhalde solía decir que los Kirchner intentarían trasladar a la Nación los métodos provinciales, pero que fracasarían. Equivocó el pronóstico. Nueve años después del desembarco de los Kirchner en la Casa Rosada, la Argentina se parece más a Santa Cruz que a cualquier otra cosa. El país está desaprovechando las oportunidades de la crisis internacional (no seduce a las inversiones que se alejan del escabroso mundo desarrollado) y malgastó el dinero que recibió en los buenos tiempos de la economía internacional. Santa Cruz es como un espejo: la provincia dilapidó en el pago de salarios los cientos de millones de dólares de las regalías petroleras, depositados en el exterior.
Hasta hace cuatro años, el Banco de Santa Cruz , propiedad de la familia Eskenazi, informaba anualmente al Banco Central que administraba más de 500 millones de dólares de la provincia. Esa cuenta desapareció en algún momento. La versión más seria indica que el banco provincial recibió orden de transferir esos recursos al Banco Nación, donde se licuaron entre cifras y cuentas mucho más millonarias que la santacruceña. Lo cierto es que después del desgastante conflicto con los docentes, en 2007, el gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, fue instruido para que usara esos fondos en el pago de aumentos salariales. La provincia tiene petróleo y es atractiva para un turismo internacional y caro. Su población es escasa, parecida sólo a un municipio mediano de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, ya le quedarían sólo monedas de aquellos depósitos que llegaron a superar los 1000 millones de dólares en los años 90.
En Buenos Aires, y después del período más largo de crecimiento económico desde la Segunda Guerra, la primera brisa en contra sorprendió al gobierno nacional con déficit en sus cuentas públicas, con salidas de capitales en los últimos años que significan mucho más que las actuales reservas nacionales y con la necesidad de echar mano a los recursos que no son del Gobierno, como los del Banco Central, la Anses o programas especiales para obras sociales. El juego macabro con los fondos de los jubilados (que financiarán un plan de vivienda con tasas de interés por debajo de la fantasiosa inflación del propio Indec) significa una continuidad de la política de gastar ya todo lo que hay. Mañana será otro día, aunque ese día podría encontrar quebrado al sistema jubilatorio.
Máximo Kirchner llegó enfermo al Hospital Austral, en el avión de mayor porte de la flota presidencial . Una cosa es el uso de ese avión (que sólo se explica en la certeza kirchnerista de que el Estado es suyo) y otra cosa es la decisión de su madre de trasladarlo. No fue esta última una decisión equivocada. El sistema de salud de Santa Cruz está devastado. Carece de insumos y de presupuesto, y sus médicos se han ido de los hospitales y hasta de la provincia. Cristina Kirchner jamás dejaría a su hijo en tales condiciones. Puede no hacerlo. Es una copia exacta de lo que sucede con la salud en el territorio nacional, a cargo ahora de un ministro sumiso que acató la orden de evadirse hasta desaparecer.
Con todo, los rasgos institucionales y políticos son los más graves y los más parecidos. El actual senador nacional Alfredo Martínez es radical y fue intendente de Río Gallegos durante ocho años; el gobernador de la provincia era Néstor Kirchner. Martínez suele recordar que jamás, durante casi una década, el gobernador lo invitó a tomar un café. En los pocos actos oficiales en los que debía compartir el palco con Kirchner, su presencia era borrada por los medios periodísticos de Santa Cruz. La televisión sólo tomaba a Martínez de espaldas. Mauricio Macri debió investigar esa historia para saber de antemano lo que le esperaba.
La libertad de prensa es una nostalgia en Santa Cruz. Diarios, radios y televisión fueron cooptados por el kirchnerismo. La prensa crítica desapareció o sobrevive a duras penas, minúscula, ahogada por la presión directa o indirecta del oficialismo. El antiguo chofer de Néstor Kirchner, Rudy Ulloa, terminó convirtiéndose en el zar del periodismo santacruceño. Hace lo que le ordenan. Tenía un diario, El Periódico, que recibía tanta publicidad provincial y nacional que no cabía en sus páginas.
Es la misma receta que se aplicó en el país. La editorial Perfil nunca recibió publicidad, a pesar de una orden de la Corte Suprema, y LA NACION y Clarín sólo acceden a una pauta testimonial de tan insignificante. La prensa kirchnerista rebosa, en cambio, de fondos publicitarios del Estado. La crónica de la realidad es la misma aquí que en Santa Cruz. El periodismo oficialista no informa de lo que los Kirchner no quieren que se sepa. ¿No sucedió lo mismo con el cacerolazo del jueves 7 de junio? La política no se resuelve, ni en Santa Cruz ni aquí, en el debate público ni en los partidos políticos ni en el Parlamento, sino dentro del Palacio y según el equilibrio de las intrigas entre muy pocos.
Carlos Zannini es el único amigo fiel, disciplinado y permanente que los Kirchner tienen en el Gobierno desde que llegaron. ¿Qué era Zannini en la provincia antes de 2003? Presidente de la Corte Suprema de Justicia local. La justicia provincial está en manos de familiares y de amigos del kirchnerismo. Hubo una sola persona, el jefe de los fiscales Eduardo Sosa, que tomó distancia del kirchnerismo. Fue despedido en 1995. Sosa inició un largo planteo que llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación; la Corte le ordenó varias veces a la provincia que lo repusiera en el cargo. Los Kirchner la desobedecieron. Pasó el tiempo. También para Sosa, que acaba de jubilarse sin el cargo. Fin de la historia. El caso es ahora abstracto.
La Corte Suprema nacional reclamó en estos días a la Anses que le diga cuánto dinero tiene y en qué lo gasta. Se cansó de tratar causas de jubilados y de dictar fallos que el Gobierno no cumple. Si cumpliéramos, la Anses quebraría, le dijo el jefe del organismo, Diego Bossio. La Anses paga las asignaciones universales por hijo, asiste al Tesoro nacional cuando éste lo requiere y ahora se prepara para financiar un ambicioso plan de viviendas. Hace de todo, menos lo que debe. Eso es lo que cansó a los máximos jueces del país, aún impotentes.
La Nación y Santa Cruz están terminando igual. Ninguno de los dos gobiernos tiene plata. Una parte de sus sociedades está sublevada. Los sindicatos protestan duramente contra la inflación. El gobernador Peralta debió desmentir su renuncia hace un mes, en medio de reclamos y de huelgas, después de haber ganado la gobernación por más del 50 por ciento de los votos en octubre pasado.
Una prestigiosa empresa de encuestas acaba de constatar que Cristina Kirchner bajó 4 puntos en mayo. En un mes perdió más de lo que había ganado en abril con la estatización de YPF. Ronda ahora el 45 por ciento de aceptación nacional, muy lejos de los casi 70 puntos que tenía en diciembre. La Presidenta está perdiendo popularidad desde enero y nada indica que esa tendencia cambiará. Cristina la ignora. La realidad es todo lo que el relato niega

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