Aumento de la inmigración de africanos

Inmigración / Por el endurecimiento de las políticas europeas
Buenos Aires, destino de africanos
En dos años creció 142% la cantidad de pedidos de asilo; la mayoría de los inmigrantes proviene de Senegal

Lunes 7 de setiembre de 2009


No arriban sin que nadie los note. Llegan en las condiciones más duras, escondidos en barcos, en un viaje que se prolonga, por lo menos, 21 días. Los que sobreviven a la travesía de unir Dakar con Buenos Aires, escondidos en la hélice de un barco -en la mayoría de los casos, casi no comen nada hasta llegar a puerto-, deben terminar la odisea a nado, cuando el capitán del buque los descubre y les dice que, si quieren bajar en tierra firme, deben nadar hasta la costa. Ningún barco quiere enfrentarse a los problemas legales de haber transportado a un polizón africano.

Esta historia se repite a diario en los puertos de Buenos Aires y de Rosario, los principales destinos de los barcos que transportan soja entre el país y China. Otros llegan en avión a Brasil, ya que son muchos los países africanos que tienen convenios de visado con el país vecino. Después, ingresan ilegalmente en la Argentina, en general por Fray Bentos, tras cruzar Uruguay.

La llegada de personas que arriban al país para pedir refugio creció el 142% en los últimos dos años. Pasaron de ser 355, en 2006, a 859 en 2008. De las 2588 personas que pidieron refugio entre 2004 y 2008, unos 800 eran africanos, 700 de ellos, de Senegal, según informó a LA NACION Federico Agusti, director de Asuntos Internacionales y Sociales de la Dirección Nacional de Migraciones, que preside la Comisión Nacional para Refugiados (Conare).

"Como consecuencia del endurecimiento de las políticas migratorias de los países europeos, la Argentina se convirtió en uno de los destinos favoritos de las personas que escapan de conflictos étnicos, persecuciones o, simplemente, de la hambruna", explicó Carolina Podestá, oficial de información de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). No todos huyen de persecuciones, condición por la cual sólo el 25% de ellos son reconocidos como refugiados. "Hoy, muchos llegan escapando del hambre y de la falta de perspectivas", agrega.

¿Qué ocurre con el 75% que no fue reconocido como refugiado? La mayoría inicia un proceso de apelación en la Justicia, que puede durar varios años. "Si no, solicitan ser reconocidos como residentes", explicó Agusti.

Según pudo confirmar LA NACION, ningún africano que llegó al país en forma ilegal fue deportado en al menos diez años. "En los últimos meses, aumentamos los esfuerzos para que disminuyera la llegada. Expresamos nuestra preocupación a las autoridades consulares de Brasil y alertamos sobre la situación, sobre todo para evitar la trata de personas que se está dando en los países de origen, donde hay organizaciones que promueven este tipo de viajes y llegan a cobrar sumas que, para un senegalés, pueden ser una fortuna", dijo Agusti.
La pequeña Dakar

Una vez que llegan a Buenos Aires, muchas veces es la misma policía quien les indica que deben dirigirse a la zona de Once, hoy "la pequeña Dakar" porteña, donde la mayoría de los residentes africanos viven en pensiones y trabajan.

No es casualidad que casi todos comiencen vendiendo bijouterie. Cuando una persona solicita refugio, existen varias ONG que canalizan la ayuda de Naciones Unidas, como la Comisión Católica para las Migraciones, que, durante los primeros meses les financia el hospedaje y les ofrece cursos de idioma, o la Fundación Myrar, que centra sus esfuerzos en proyectos laborales.

Así, a quienes llegan al país se les entrega un vale por 500 pesos para que lo cambien por objetos de oro en locales de Once. La fundación no exige pago ni devolución a cambio. Esta podría ser una explicación de por qué muchos africanos viven de la venta callejera de oro o baratijas. Suelen poblar la avenida Corrientes con sus mantas o paraguas.

Nengumbi Célestin Sukama nació en el Congo y desde 1995 vive en el país. Es refugiado y licenciado en administración de empresas. Está desocupado y preside el Instituto Argentino para la Igualdad, Diversidad e Integración. Hace cinco meses, presentó un recurso de amparo en la justicia porteña junto con un grupo de senegaleses que denuncian que son víctimas de hostigamiento policial. Encuestó a 45 africanos. El ingreso promedio es de entre 800 y 1300 pesos por mes. La mayoría envía remesas de dinero a sus familiares en la lejana Africa.

La Nación



Africa en Buenos Aires
Cada año, cientos de jóvenes del continente negro llegan a la Argentina escapando de guerras y miseria; de dónde vienen, con qué sueñan y qué piensan del país los vendedores de bijouterie que coparon el centro

Sábado 25 de abril de 2009


Sería un error decir, casi como si se tratara de un descubrimiento en pleno siglo XXI, que, de pronto, Buenos Aires se llenó de inmigrantes negros, cuando hace 200 años, en aquel histórico 1810, el 33 por ciento de la población argentina tenía sangre africana. Lo que sí es evidente es que en los últimos meses centenares de hombres jóvenes de Senegal, Nigeria, Camerún, Liberia y Sierra Leona, entre otros orígenes, cruzaron el Atlántico huyendo de guerras o de penurias económicas y ahora, de este lado del océano, su presencia salta a la vista. Cada día ellos buscan su lugar en avenidas transitadas de Buenos Aires, abren sus portafolios, despliegan las lonas, montan rudimentarias tiendas para ofrecer lo poco que hasta ahora la ciudad puede darles para sobrevivir: bijouterie de fantasía adquirida en Once y apta para la reventa por 5, 10 o a lo sumo 15 pesos flacos que les den sustento.

Según lanacion.com pudo saber, la mayoría de estos africanos son refugiados que piden asilo para evadirse de los conflictos de sus tierras, es decir, que manifiestan sentir miedo a ser perseguidos por razones de raza, religión o pertenencia a determinado grupo social. En segunda instancia y menor proporción, se trata de inmigrantes que, en busca de mejores condiciones de vida ingresaron, al país burlando el control fronterizo, principalmente, en el cruce con Brasil. Modificaron el mapa porteño y, sin querer, contribuyeron a subir una estadística que el año último fue récord para la Argentina: 859 personas solicitaron refugio a nuestro país durante 2008, lo que representa un aumento del 47% respecto del año anterior. La nacionalidad con mayor cantidad de solicitudes fue la senegalesa (38% del total).

Ser o no ser un refugiado

"Los africanos en su mayoría provienen de guerras", asegura Silvia Costanzi, asesora de la Fundación Comisión Católica Argentina de Migraciones (Fccam), que desde 1951 implementa en nuestro país los programas de Acnur para refugiados (proyectos de recepción y de integración, pero que pueden ser también de retorno o de repatriación). "Cuando llegan, muchos no saben que vienen acá. ´¿Dónde estoy? ¿Qué es Buenos Aires?´, preguntan". La demógrafa, especialista en movilidad humana, comenta en una suerte de paso a paso el camino que un extranjero que ingresa a la Argentina en busca de asilo recorre hasta convertirse en un refugiado con todas las letras. El primer casillero es el ingreso (por aire, agua o tierra) al país. Allí, ante Migraciones, expresará que no tiene documentación, que teme volver a su país, donde existe una amenaza contra su vida, su integridad, su libertad, y tendrá que completar un formulario que se envía directamente al Comité de Elegibilidad para los Refugiados, dependiente del Ministerio del Interior. "En ese momento quedan en la categoría de solicitantes de refugio y se les da una documentación para que puedan moverse", comenta.

Tanto los refugiados como los solicitantes de refugio que están a la espera del dictamen del Cepare reciben durante, a los sumo, seis meses, una ayuda económica para pagarse el alojamiento en un hotel familiar y la comida, cuentan con asistencia médica y psicológica, si fuera necesaria, y pueden tomar clases para aprender español a partir de rudimentarias lenguas puente, como son el francés y el inglés. Quienes finalmente obtienen el estatus de refugiados podrán seguir en carrera por la tan compleja vía de la integración social y el DNI, con una "precaria" en el bolsillo, que les permite trabajar; mientras que los que sean rechazados -con derecho a apelar el fallo- pasarán a ser inmigrantes comunes y dejarán de recibir la ayuda.

Cuando define los rasgos generales de estos grupos, Costanzi explica que los africanos son hombres menores de 40 años, que llegan sin sus familias y encuentran en la venta ambulante una "estrategia de supervivencia". Se instalan en los barrios del Abasto, Flores y el centro, pero por su actividad pueden extenderse más allá de los límites de la Capital cuando, por ejemplo, es época de vacaciones.

Pasar de la asistencia inicial a la promoción es la instancia más complicada, entre otras razones porque muchas de estas personas vienen de campos de refugiados, están acostumbrados a que las instituciones los sostengan y tienen la idea de que va a ser siempre así. "Hay que comprender que lo que para nosotros podría representar una falta de dignidad para ellos culturalmente no lo es -concluye Costanzi-. En Africa, si una persona en la tribu tiene un cargo y gana dinero, los demás ya no trabajan, porque esa es la costumbre. Quizá uno debería ver estas cosas, profundizar más en la cultura de los pueblos".

Más allá de que los inmigrantes africanos llevan su oficio de mercaderes ambulantes por diversos puntos de la ciudad, su campo de gravitación se concentra en los alrededores del Obelisco. A cada paso la avenida Corrientes les hace un lugar a Alioune, Serge, Moustafa, Salif, Mamadou... Casi todos nacieron en Senegal, muchos de ellos profesan el Islam y llevan no más de dos años en la Argentina. En silencio, construyeron una comunidad comercial en la zona más frenética de la ciudad.

"Somos más de 2.000 senegaleses acá", relata Alioune Ndiouje, de 27 años, sentado al lado de su mesita roja cargada de cadenitas, anillos y relojes que imitan los de las grandes marcas. Lleva seis meses en la ciudad y habla porteño a la perfección. "Yo vine a estudiar economía, pero voy a la UBA y me dicen que ni lo intente, porque no tengo DNI." Es el problema de casi todos sus paisanos. Senegal no está en guerra ni vive una situación política que permita conseguir fácilmente el estatus de refugiado, a los que llegan de allí se les complica conseguir papeles para soñar con algo más que vender baratijas. Para colmo, Senegal no tiene representación diplomática en la Argentina. "Casi todos entramos por Brasil, porque nos resulta fácil conseguir una visa y viajar a San Pablo. Después entramos por la frontera, delictivamente. Yo sé que está mal, pido perdón, pero queremos trabajar y pagar impuestos", se sincera Alioune.

En eso se suma Omar, su colega de la vereda de enfrente en Corrientes al 1300. Hablan en wolof, un dialecto senegalés. Lleva una blusa y un pantalón atigrados, con dibujos tribales. Parece recién llegado de su aldea, pero sorprende con un acento porteño casi perfecto: "Yo siempre pensé que si tenía que irme de mi país vendría a Argentina. De chiquito, cuando empecé el colegio, Maradona ganó el Mundial. Me acuerdo que iba siempre a la escuela con una remera con el 10. Ustedes tienen a Diego, a Messi... Es un buen país".

En Corrientes y Paraná, delante de un banco, tiene su puesto Moustafa. Apenas chapucea castellano, aunque con los clientes se esfuerza con todo. Su rutina es casi idéntica a la de sus paisanos. Los lunes temprano va a una tienda de Once y compra mercadería para toda la semana. "Ahora difícil. Poca ganancia", resume. Cuando llegó, un año atrás, era más común que le sobrara para enviar dinero a su familia. La crisis llegó para todos. Pero de a poco aprende a mejorar la productividad y a elegir mejor la mercancía. Los más nuevos compran directamente el maletín: un portafolios plástico que ya viene armado con un popurrí de chucherías y que por 500 pesos les permite a los recién llegados empezar a trabajar.

Según coinciden todos los vendedores, la policía no los molesta y no sienten discriminación. "Sé por amigos que fueron a Europa que ahora está muy duro allá. Argentina es un país de inmigrantes y no hay racismo, por suerte", dice Alioune para explicar por qué Buenos Aires y no alguna gran capital, más cercana a la costa africana.

Con más o menos detalles todos cuentan la misma historia de miserias que los forzaron a emigrar y coinciden también en una ilusión: volver al pueblo, a la familia, al fútbol en la calle, a la novia... El sueño de casi todo exiliado. Potenciado por la distancia que impone el venir del África, ese enigma cultural y geográfico que siempre atrajo al hombre blanco. Aunque, como escribe el periodista polaco Ryszard Kapuscinski en su libro Ebano, intentar descifrar ese misterio en términos absolutos es inútil: "Cuando se intenta entrar en territorio de otra cultura, y describirla, la lengua devela sus límites, su subdesarrollo, su impotencia semántica. África significa miles de situaciones. De lo más diversas, distintas, contradictorias, opuestas. Alguien dirá: ´Allí hay guerra´. Y tendrá razón. Otro dirá: ´Allí hay paz´, y también tendrá razón. Todo depende de dónde y cuándo."

 Datos del año 2008 suministrados por la Fundación Comisión Católica Argentina de Migraciones (FCCAM)

Producción: Constanza Bertolini, Federico Prack, Jorge Quiroga, Martín Rodríguez Yebra, Claudia Nobilo y Pablo Plotkin

La Nacion

1 comentario:

  1. Liliana Mariela Steward19 de mayo de 2011, 3:39 p.m.

    Buenos dias, abri esta pagina buscando informacion, no se si podran ayudarme, tengo mi pareja en Senegal, seremos padres dentro de 1 mes y medio, y no se como puedo hacer para que el pueda ingresar en Argentina, queremos hacerle una carta de invitacion pero es que no sabemos como hacerla,solo tenemos el contenido pero no el formato, si iene que ir dirigida a alguien o como, les ruego por favor si alguien lee que me ayude ya que es muy duro tener al padre de mi bebe tan lejos de mi...Gracias ..Liliana Mariela Steward
    Mi correo es: cuerva26@hotmail.com ..Gracias!

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