Presidencia de Kirchner: Una presidenta manejada por el marido

Tinelli toma distancia del poder kirchnerista
Pablo Sirvén
LA NACION

Miércoles 11 de noviembre de 2009




Ya van dos veces que Marcelo Tinelli interrumpe la jarana y habla muy serio a cámara (de la inseguridad, la semana pasada, y anteanoche confrontó con la Presidenta al aludir a los pobres que lloran de emoción en su programa).

Con el mismo olfato con que Tinelli ha logrado mantenerse en la cumbre del éxito durante veinte años consecutivos, en algún momento inicia su alejamiento del poder de turno cuando éste empieza a menguar. Lo hace en el momento exacto: ni un minuto antes ni un minuto después.

No es nada premeditado. Casi se diría que le surge de manera espontánea, instintiva y solitaria (sus lugartenientes tienen mínima influencia cuando se le mete algo en la cabeza).

Así sucedió con Carlos Menem, a quien se cansó de agasajar en su programa cuando el riojano todavía estaba en su apogeo. Luego también se decepcionó públicamente, aunque más rápido, de Fernando de la Rúa, tras invitarlo a su programa (en accidentada visita cuando un joven tironeó de su corbata).

Es que cuando la popularidad de los presidentes se resquebraja, Tinelli se ubica lo más lejos posible. Cesan de inmediato sus saluditos, invitaciones y hasta la fría neutralidad que sabe llevar adelante durante largos interregnos cuando las cosas no se definen ni para un lado ni para el otro.

Lo cierto es que si Tinelli tuvo como estrecho aliado a Néstor Kirchner en la inauguración de su gestión frente a Radio del Plata (en abril de 2004), se prestó a parodiar a De la Rúa junto con Freddy Villarreal en la mismísima Casa Rosada (en diciembre de 2005), fue activo y fuerte financista (con dineros públicos) en el remozamiento integral del polideportivo de Bolívar, su ciudad natal (en octubre de 2007), y varias veces mantuvo entrevistas amistosas con el matrimonio presidencial, no cabe duda de que esas postales ahora ya forman parte del pasado.

Hay, tal vez, enojos mutuos: Kirchner habría pretendido que Tinelli devolviese favores jugándose más fuerte por la causa K desde su influyente y popular vidriera y aquél no tuvo mejor idea que hacer archiconocido a Francisco de Narváez por medio de la graciosa personificación del actor Roberto Peña cuando ganar las elecciones del 28 de junio todavía era su principal ilusión.

Por su parte, el conductor de ShowMatch habría sentido que el ex presidente le pagó con moneda magra el titánico esfuerzo de Freddy Villarreal por hacer del santacruceño una caricatura blanda y graciosa. Si hasta había logrado el milagro de convertir en algo divertido el inquietante grito de guerra oficialista ("¿Qué te pasa, Clarín ?"). Kirchner ni siquiera se dignó a ir al piso de "Gran cuñado" y apenas accedió a regañadientes a una comunicación telefónica desde Olivos que no conformó a ninguno de los dos, y el malhumor quedó flotando entre ambos.

Para colmo, después de tanto escándalo y caño, Tinelli descubrió hace pocas semanas que ponerse serio y solidario frente a cámara lo ayuda a sostenerse en un año difícil de rating veleidoso. Tener en contra a la santísima trinidad televisiva (Susana, Mirtha y Tinelli), toda junta y al mismo tiempo, es para los Kirchner peor que haber perdido las elecciones del último 28 de junio por paliza.

Por mucho que hayan dejado grogui a la oposición con la ley de medios y los anuncios de la reforma política y de la asistencia universal para cada hijo de los desocupados, cuando las estrellas más populares empiezan a levantar la voz, el frágil castillo de naipes levantado por el oficialismo se zarandea peligrosamente.

La Nacion

El problema ya no es Kirchner, sino la transición
Por Mariano Grondona

Domingo 6 de setiembre de 2009

Desde la inauguración presidencial de Cristina Kirchner, el 10 de diciembre de 2007, la sociedad esperó una y otra vez el cambio del modelo de conducción que su esposo había impuesto a partir de 2003. Después de varios intentos fallidos, la oportunidad insoslayable se presentó con la categórica derrota electoral de los Kirchner el 28 de junio, en la que el apoyo electoral al oficialismo bajó del 46 por ciento de 2007 al 26 por ciento, cuando la Presidenta anunció la apertura de un diálogo con los opositores. Pero a esta etapa, que probó ser estéril, siguió la ofensiva que acaba de emprender el kirchnerismo al enviar al Congreso una nueva ley de radiodifusión que lo dejaría en posesión monopólica de los medios audiovisuales porque cree erradamente que, mediante ellos, podría recuperar la perdida confianza del pueblo. En medio de esta nueva pulseada, Kirchner le ordenó al gobernador Scioli que expulsara a su ministro de Asuntos Agrarios, Emilio Monzó, no ya por generar alguna iniciativa en favor del campo, sino simplemente por conversar con los dirigentes rurales. El mero hecho de "hablar" con los que no piensan igual se ha convertido en anatema para el más duro kirchnerismo.

Los antecedentes acumulativos del autoritarismo presidencial, ¿dejan algún lugar a la esperanza de un diálogo, de una autocrítica, de parte de los Kirchner? ¿O el cambio que el país desea en dirección de una república democrática liberada de imposiciones autoritarias sólo podría llegar no ya a través de un cambio "en" los Kirchner, sino a través del cambio "de" los Kirchner?

Después de varios intentos frustrados de lograr un cambio "en" los Kirchner, en su estilo de gobernar, ¿quedan acaso otras alternativas para darle alguna salida al 74 por ciento de los ciudadanos que el 28 de junio votó contra ellos? Después de más de medio siglo de interrupciones institucionales, de 1930 a 1983, el país ha dejado afortunadamente atrás estos engañosos "remedios" que probaron ser peores que la enfermedad. La razón profunda de esta evolución en las preferencias de la sociedad es que, al cortarse cada pocos años, nuestras experiencias democráticas no pudieron dar lugar a la larga maduración del aprendizaje . Si cada vez que se reinició una experiencia democrática se la interrumpió ya sea mediante los clásicos golpes militares o incluso mediante golpes "civiles", como el que padecimos en 2001, se bloqueó un rasgo esencial de la democracia, que no es otro que la acumulación de la experiencia popular que da lugar al aprendizaje. Pero ahora, después de un cuarto de siglo de votaciones continuas, nuestra democracia ha tenido, por primera vez en nuestra historia, la dorada ocasión de aprender. Por eso, después de haber creído en los Kirchner de 2003 a 2007, votó como lo hizo el 28 junio de 2009, contra la acumulación autoritaria del poder.

Por eso también hubo quienes esperaron que, a partir de esta fecha, el aprendizaje les llegara a los propios Kirchner. Esto, desgraciadamente, no ha ocurrido. Al decidir la "profundización del modelo" autoritario y no su sustitución por un auténtico pluralismo republicano después de junio, los Kirchner están actuando ahora, simplemente, contra la voluntad del pueblo. Por eso se aferran ahora a la mayoría residual que habían obtenido en 2007, confiando en el Congreso que les queda hasta el próximo 10 de diciembre, fecha en la que el "verdadero" Congreso, recién electo, comenzará a actuar.
El paso del tiempo

Si la posibilidad de un cambio "en" los Kirchner, en su deseo incontenible de apostarlo todo a un esquema de dominación absoluta que ya no es viable, debe ser desechada, ¿deberá apostar el país, entonces, solamente al paso del tiempo de aquí a 2011, mientras la pareja gobernante insiste empecinadamente en la misma fórmula de dominación que ha sido derrotada en las urnas? ¿No habrá una salida democrática y constitucional a este desgarrador dilema de los argentinos?

Si pensamos que los Kirchner han pasado a ser sólo una tozuda insistencia en lo que el pueblo ya repudió, la salida al dilema que hoy enfrentan los argentinos debería quedar en manos de la oposición. ¿Qué podría hacer ella, empero, en estas difíciles circunstancias? Si el atajo "golpista" del pasado ya no existe afortunadamente para nosotros, ¿habría a nuestra disposición otro atajo, esta vez institucional, para salir de la parálisis entre un gobierno apenas residual y una oposición apenas eventual que nos está cercando? Si lo hubiera, ese atajo debería consistir en que la oposición, poniéndose los pantalones largos, diseñara prontamente el horizonte de lo que vendrá.

Al margen del kirchnerismo combativo pero declinante, lo que tendría que amanecer ahora es la primicia de una nueva Argentina, que, si bien llegará a nosotros recién en 2011, tendría que anunciar su nacimiento desde ahora. Su punto de partida será, en este sentido, el próximo 10 de diciembre, porque será en esta fecha ya no tan lejana que una nueva Argentina democrática y republicana podría nacer.

Este renacimiento debería darse en dos pasos. El primero sería la firma de un documento fundacional por parte de todos los partidos democráticos que ya actúan entre nosotros, una suerte de nuevo Pacto de la Moncloa o Acuerdo de San Nicolásque contuviera en su seno las grandes políticas de Estado que todos los partidos, incluidos los ex kirchneristas, definieran por oposición a las meras políticas de gobierno unilaterales y efímeras que tuvimos con el menemismo y el kirchnerismo. Si este conjunto de políticas de largo plazo, capaces de asegurarnos a los argentinos un largo período de estabilidad democrática como el que ya tienen España, Brasil, Chile o Uruguay, se acordara hoy, los argentinos habríamos dado el primer paso de nuestro renacimiento político y económico. En verdad, durante la campaña electoral casi todos los partidos de la oposición estuvieron a punto de firmar un documento de este tipo, pero algunas mezquindades, aunque superables, lo impidieron.
El próximo presidente

Una vez firmado este compromiso prácticamente universal que, por serlo, impediría que algún partido sacara después "los pies del plato", la Argentina de todos que alguna vez fuimos se pondría otra vez en movimiento. Es oportuno señalar que algunos políticos experimentados como Rodolfo Terragno, a quien no podríamos sospechar de ambiciones particulares, ya se han puesto a marchar en esta dirección.

La segunda condición de este renacimiento sería que, cuanto antes, las principales formaciones políticas que ya sobresalen, especialmente el "panradicalismo" asociado al socialismo que parece agruparse en torno del vicepresidente Cobos y el peronismo republicano que empieza a reunirse en torno de dirigentes respetados como Carlos Reutemann, Felipe Solá y Francisco de Narváez, sin dejar de lado otros nombres valiosos como los de Alberto Rodríguez Saá y Juan Carlos Romero, podrían sumarse para reconstruir un nuevo bipartidismo peronista-radical cuyos miembros estuvieran en condiciones de alternarse pacíficamente en el poder de 2011 en adelante.

Si pensamos que los Kirchner, pero no los kirchneristas que van a empezar a abandonarlos, ya han renunciado a cambiar en dirección de la democracia republicana que impacientemente nos espera, les queda a los radicales y a sus aliados socialistas, así como al peronismo renovado, esta gran tarea fundacional en pos de una nueva Argentina que ya anticipó su triunfo el 28 de junio y que, si la consolidamos a tiempo, dará sus frutos permanentes, y memorables, de aquí a sólo dos años.

La Nación


Según El País, es difícil saber si gobierna Cristina o si lo sigue haciendo el ex presidente

El diario madrileño asegura en un editorial que Néstor Kirchner "ni siquiera guarda las apariencias más elementales" al reunirse con ministros y hacer oír regularmente su voz
Miércoles 12 de noviembre de 2008

Uno de los más serios inconvenientes de los regímenes personalistas y poco afianzados institucionalmente es la falta de fronteras suficientemente estrictas en la toma de decisiones entre la voluntad del mandatario y las reglas de juego democrático. La situación se agrava cuando funcionan dinastías políticas o políticas de pareja, cual es precisamente el caso de la Argentina, un país donde los ciudadanos hablan de los Kirchner como de una sociedad política en la que casi nunca está claro qué papel desempeña la presidenta Cristina Fernández y cuál su marido y antecesor, el ex presidente Néstor Kirchner.

Fernández llegó triunfalmente hace un año a la jefatura del Estado, catapultada por su esposo, patrón indiscutible del justicialismo gobernante. La popularidad de la mujer más poderosa de Latinoamérica se ha ido desvaneciendo en buena medida en ese tiempo, debido básicamente a decisiones económicas de un Gobierno poco creíble en ese terreno.

Algunos de sus mojones son la larguísima huelga de los agricultores, motivada por la subida de aranceles a la exportación, que acabó en gran humillación para la presidenta; una inflación oficialmente por debajo del 10%, pero que nadie se cree y que ha hecho aumentar la pobreza por primera vez en seis años; o la nacionalización del sistema de pensiones privado, por el que siente una abierta hostilidad la pareja presidencial y que muchos ven como una maniobra para rellenar con 30.000 millones de dólares el creciente agujero fiscal de un Gobierno escaso de liquidez y al que vencen en los próximos dos años más de 20.000 millones en deuda.

Tan serio como los problemas que minan el crédito de la Casa Rosada es el convencimiento general de que el ex presidente consorte -a quien obviamente la Constitución no reconoce papel alguno como tal- es el motor político del país. Kirchner no ha cumplido su promesa de no inmiscuirse en las tareas de gobierno que competen a su esposa, con quien le une una aparentemente inexpugnable afinidad ideológica. El matrimonio gobierna la Argentina como una sociedad en comandita que ni siquiera guarda las apariencias más elementales: el líder justicialista despacha con ministros y hace oír regularmente su voz, con frecuencia airada, sobre los temas más variopintos. Semejante confusión, esta concepción del poder a dos, resulta obviamente incompatible con una democracia asentada.
© EL PAIS, SL.
Nota de La Nacion





Joaquín Morales Solá | Ver perfil
El escenario
La agonía de un gabinete
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION
Miércoles 12 de noviembre de 2008
El gabinete de Cristina Kirchner agoniza afectado por una muerte lenta. No es la mejor receta para enfrentar dos crisis, una nacional y otra internacional. Lo poco que queda del Gobierno se ha trasladado a Olivos, desde donde salen las órdenes fulminantes hacia la administración y hacia la política en general. El único límite con el que tropieza el ex presidente ha sido, otra vez, la independencia de la Corte, que ayer estableció de hecho la libertad de afiliación gremial de los trabajadores.

El gabinete calla desde que se lanzó la estatización de los fondos de pensión. Sólo hablan el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y el director de la Anses, Amado Boudou. Pero un rayo político debió de cruzar ayer a Tomada cuando se enteró del fallo de la Corte, que afecta sobre todo a sus viejos conocidos de la antigua estructura gremial. La Corte Suprema vino a decirles a esos gremios, en condiciones de armar y desarmar gobiernos, que todas las cosas se terminan alguna vez. Hugo Moyano se enardeció. Tiene razón. En la víspera concluyó una manera de hacer sindicalismo y puso en eventual jaque el liderazgo de muchos dirigentes gremiales.

Volvamos al gabinete. Hace poco, en el debate senatorial por el presupuesto, el líder del bloque radical, Ernesto Sanz, describió así la realidad del poder: "Nos gobiernan tres personas. Un matrimonio que decide y un tercero que ejecuta", dijo, en alusión al secretario legal y técnico de la Presidencia, Carlos Zannini. Ese cuadro pudo ser pintado con el interés previsible de un opositor, pero no es muy distinto del que retratan los funcionarios que merodean las orillas del poder.

El propio jefe de Gabinete, Sergio Massa, desapareció del escenario público desde que el Gobierno anunció la estatización de las AFJP. ¿Desacuerdo? Es probable, porque él y otro ministro habían imaginado una solución más moderada que la confiscación lisa y llana. Llegaron tarde cuando se lo comunicaron a Zannini: "Yo ya estoy redactando la ley de estatización total de las jubilaciones", los madrugó el único hombre que cuenta con la confianza del matrimonio presidencial.

Massa constató también que la reacción que provocó la decisión fue pésima entre los agentes económicos nacionales y extranjeros. Eligió el silencio. ¿Cuánto tiempo puede durar un jefe de Gabinete que no comparte, totalmente al menos, una de las decisiones más trascendentales que tomó el kirchnerismo? Nadie se va del gobierno de los Kirchner, pero nadie tiene suficiente poder como para cambiar las cosas.

El ministro de Economía, Carlos Fernández, fue también crítico de esa decisión. Ya es notable que el jefe de la cartera económica esté condenado a opinar como un lector más de diarios. Es más notable aún que prefiera continuar en el cargo cuando no está de acuerdo con las decisiones de fondo de su gobierno.

La justificación de Carlos Fernández suena como una melodía en los oídos de Néstor Kirchner: "Soy sólo un soldado", dice quien se ha convertido, tal vez, en el ministro de Economía más opaco y oculto de los últimos 25 años. Formado en la administración pública, su vieja carrera de funcionario lo habilita sólo para darles la mejor forma posible a las indicaciones de sus superiores.

"Néstor Kirchner no admitirá nunca un ministro de Economía con personalidad propia, porque él es el ministro de Economía", apostilla un visitador de la cima. El problema es la resignación que exuda ese testimonio. ¿Hasta dónde fueron relegadas las instituciones cuando un ex presidente, sin cargo alguno en el Estado, es también el ministro de Economía en las sombras? Dirigentes y observadores políticos se quejaban antes porque no se realizaban reuniones de gabinete. Ahora, el matrimonio presidencial ha decretado la inexistencia del gabinete, convertido en un simple equipo de ejecutantes, sin voz ni voto.

Jorge Taiana ha pintado de gris la Cancillería en el momento de mayor aislamiento internacional de la Argentina en los últimos años. Es un buen profesional, con suficientes conocimientos del mundo, pero no está en condiciones de enfrentar los desvaríos internacionales de Kirchner ni de ordenar las ideas de la Presidenta. Cristina Kirchner irá a Washington para la cumbre del G-20. Nada más que la inercia de los viejos formatos internacionales puede explicar que la Argentina esté donde no debería estar, porque carece de tamaño y prestigio.

El discurso de Cristina será parecido, seguramente, al que dijo en El Salvador, en la reunión de países iberoamericanos. Usó el doble del tiempo que le correspondía para hablar de los fondos de pensión y para despeinar al neoliberalismo. "Parecía una senadora y no una presidenta", dijo un diplomático que la vio.

Taiana no hizo nada tampoco para desensillar a Kirchner de su insistencia en ponerse al frente de la Unasur, la incipiente alianza del sur de América. No quiere caer abatido por el veto de Tabaré Vázquez. Debe haber unanimidad, dicen los uruguayos. Sólo se necesita consenso, replican los argentinos. "Los documentos hablan de consenso y no de unanimidad, pero no hay unanimidad ni consenso porque un país hizo un veto formal", precisaron tres gobiernos sudamericanos, y ninguno es el uruguayo.

Como se ve, la Cancillería está entretenida en una cuestión personal de Kirchner. Es personal su pelea con el presidente de Uruguay y es personal su ambición de tener una función más fastuosa que la sola jefatura política de su país, aunque siempre, en este último caso, como un fantasma.

¿Cuál es el tiempo que la política les permite a tantas anormalidades? Néstor Kirchner ha logrado, hasta ahora, romper raudamente con casi todos los límites políticos e institucionales. Sólo la Corte Suprema lo pone de vez en cuando contra las cuerdas, como lo hizo ayer. La comunidad política le ha consentido esas infracciones, de una forma u otra. Es comprensible su lógica, entonces, cuando pregunta para qué o por qué debería cambiar.




Joaquín Morales Solá | Ver perfil
Un mundo lleno de malas noticias
Joaquín Morales Solá
Domingo 16 de noviembre de 2008 | Publicado en edición impresa

EL Fondo Monetario se fortalecerá en el futuro y, seguramente, también cambiará. La Argentina no entra en los planes actuales ni futuros del organismo. Palabras de Dominique Strauss-Kahn. El Banco Mundial confeccionó una lista con sus países prioritarios en América latina. La Argentina no figura en un lote de cinco naciones latinoamericanas. Documento oficial del organismo. Nadie llamó a Cristina Kirchner para coordinar posiciones en la reunión cimera de Washington sobre la crisis financiera internacional. Por el contrario, la Presidenta tuvo escollos insalvables para concretar reuniones bilaterales con los principales líderes mundiales que viajaron a Washington, salvo la perseverante excepción de Lula.

Dirigentes internacionales importantes, que conversaron en tiempos recientes con los gobernantes argentinos, se sorprendieron por el grado de desinformación e ideologización de los Kirchner. La Argentina tardará mucho en recuperar la confianza , pronosticó un altivo diplomático extranjero. El problema no es la economía, aunque también lo sea, porque el mundo está lleno de esos conflictos. El problema central es que cualquiera cree cualquier cosa sobre lo que el gobierno argentino podría hacer, hasta un eventual nuevo default. Afuera, muchos creen que la Argentina camina hacia ahí, segura.

Hay cosas que no se perdonan en momentos de convulsión universal. Una de ellas es, sin duda, que un país haya decidido echarle más leña al fuego en lugar de ayudar a sofocar el incendio. Es lo que los Kirchner hicieron cuando estatizaron los fondos de pensión y hundieron durante varios días a mercados bursátiles del exterior. Hay, además, una ausencia de instituciones cuando la agencia de recaudación impositiva convierte a los bancos en delatores de un servicio de inteligencia del Estado. En eso consistió una circular de la AFIP enviada a siete bancos para que le informen sobre las operaciones de depósitos, de plazo fijo y de apertura de cajas de seguridad.

La AFIP se ha convertido en el brazo armado de Guillermo Moreno. Es obligación del Estado tener información sobre el dinero que circula, pero no puede hacer de esa información una herramienta de extorsión. Más importante que todo eso es la audacia de hamacarse en la cornisa.

El sistema financiero argentino ha demostrado estar más sólido que lo que se creía: aguantó hasta ahora todas las balaceras a las que lo sometió el Gobierno desde que se asustó con la crisis financiera internacional. Se asustó con razón: el gobierno de los Kirchner deberá modificar políticas y relaciones en los próximos tiempos (con el Fondo Monetario, con Europa y con los Estados Unidos) o deberá enfrentar una fuerte recesión y el consecuente desempleo. Los tiempos de encendidas oraciones aislacionistas han concluido junto con la bonanza de la economía.

¿Podrán los Kirchner reconstruir las instituciones? Hay una formación política que actúa contra toda posibilidad de cambio. En un solo párrafo, Néstor Kirchner mostró la radiografía de su concepción republicana. Respondió a los periodistas que él no opinaba sobre las decisiones de la Corte Suprema porque es respetuoso de la división de poderes y porque tiene el cargo de presidente del justicialismo. El ciudadano Néstor Kirchner, y ahora es sólo eso, puede opinar sobre las resoluciones de la Justicia. Y el Partido Justicialista no forma parte, que se sepa al menos, de los poderes del Estado.

Kirchner no quiso hablar sobre la decisión de la Corte de declarar la libertad sindical porque simplemente la noticia lo hirió. El tribunal no sólo declaró inconstitucional un artículo de la ley sindical. También lo corrió al Gobierno por donde más le duele: le recordó que estaba desconociendo varios tratados internacionales sobre derechos humanos y sociales incorporados a la Constitución en 1994.

Hugo Moyano y Luis Barrionuevo son hijos también de una determinada formación. Para ellos, la conspiración forma parte de la vida y no sólo de la política. Creen que algún kirchnerista anduvo detrás del fallo de la Corte. En rigor, fue un dictamen de un secretario del tribunal, el de asuntos laborales, que todos los jueces firmaron sin hablar previamente entre ellos. Sólo Carmen Argibay no emitió opinión. El propio procurador general, Esteban Righi, se pronunció en el sentido que lo hizo la Corte, pero respaldado en razones jurídicas más coyunturales, no en la definitiva inconstitucionalidad.

La Corte no ignoraba lo que estaba haciendo, pero prefirió hacerlo cuanto antes porque temió que una postergación de la resolución la sometiera a intensas presiones políticas y sociales. Punto. No hubo nada más que eso. Ningún gobernador ni legislador peronista objetó la decisión de los máximos jueces. Dos magistrados que firmaron la sentencia, Enrique Petracchi y Juan Carlos Maqueda, han militado en el peronismo, pero también han evolucionado hacia la comprensión de un sistema político y social más plural.

El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, trató de morigerar el impacto cuando dijo que el tribunal había resuelto nada más que sobre los gremios estatales. No es cierto. El ar-tículo declarado inconstitucional se refiere a todos los sindicatos.

El Gobierno deberá ahora modificar la ley sindical. Ya hay movimientos en ese sentido de parte de senadores netamente kirchneristas. Serán seguramente mezquinos con la diversidad porque temen la reacción de los grandes gremios, a pesar de que Kirchner le dio a Moyano la administración de los monumentales recursos de las obras sociales.

Pero eso, el control de abundante dinero, es una de las dos condiciones indispensables para la conservación de la estructura sindical; la otra condición es el sindicato único, que acaba de tumbar la Corte Suprema. Sea como fuere, lo cierto es que el máximo tribunal mostró al trasluz la obsolescencia de un sistema construido hace ya 60 años.

Para peor, en el año próximo habrá elecciones y los gremios siempre han hecho su contribución, a favor o en contra. Esto terminará a los tiros , dramatizó un diputado peronista cuando imaginó el tratamiento de una nueva ley sindical.

Los sondeos oficiales para el año electoral no son buenos. Podría perder entre siete y nueve senadores del total de 15 peronistas que renovarán mandato. El oficialismo perdería, así, la mayoría absoluta de la Cámara Alta. En la Cámara de Diputados las cosas podrían ser más graves: ahí se renueva la mitad de la Cámara y se elegirán diputados en todas las provincias. En cambio, el Senado renovará sólo un tercio y comprenderá sólo a ocho provincias.

La oposición, a su vez, comienza a moverse en una dirección más sensata. El radicalismo y Elisa Carrió parecen haber entendido que no pueden repetir la experiencia de una extrema fragmentación. Los dos se reunirán con el socialismo dentro de diez días para avanzar en un acuerdo electoral. Un peronismo no kirchnerista empieza a despuntar en la concluyente Buenos Aires. Felipe Solá, Francisco de Narváez y Eduardo Duhalde urden una propuesta distinta de los Kirchner. Solá se irá mañana del bloque oficialista para integrar un interbloque de 20 diputados peronistas no kirchneristas. Primer paso.

Sindicatos, oposición y peronismo ya no serán como fueron para los Kirchner. La hostilidad política que asedia al matrimonio gobernante es más amplia que la de un mundo ciertamente desconfiado y glacial.
La Nacion




El escenario
La realidad virtual de los Kirchner
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Miércoles 19 de noviembre de 2008

El problema más serio no es lo que dicen, a pesar de todo. El problema más grave es, en efecto, que creen en lo que dicen. Néstor Kirchner acaba de afirmar en Santiago de Chile que la economía argentina está rebosante de salud para enfrentar la crisis internacional. Su esposa, la Presidenta, acaba de usar la más alta cima de la política internacional, la reunión de los 20 líderes más importantes del mundo en Washington, para contar sus peleas locales por los fondos de pensión. En verdad, ni la economía argentina está tan sana como asegura el ex presidente ni a los líderes mundiales les preo-cupa mucho lo que sucede en la Argentina, cuando el tembladeral del universo se llevó ya cualquier certeza preexistente.

El año próximo será de recesión para la Argentina o el país estará muy cerca de ella. Néstor Kirchner se ha pasado seis años ignorando que la economía tiene ciclos buenos y malos, y que lo único que corresponde hacer es ahorrar en los buenos momentos para gastar en los malos.

Jefe de hecho de la conducción económica, el conflicto actual se agravaría aún más si creyera que la economía "está fuerte", como él suele reiterar.

Interlocutores suyos atestiguan en estos días que las ideas que el matrimonio presidencial desliza en privado no son muy distintas de las que ventila en público. El peor trance de cualquier político se produce cuando sus palabras no coinciden con la percepción de la gente común. Es lo que está sucediendo ahora.

En Chile, Kirchner hizo algo más que dar falsas noticias. También pulverizó cualquier posibilidad de convertirse en presidente de la Unión de Naciones del Sur (Unasur), cargo para el que ya estaba vetado explícitamente por Uruguay. Los principales atributos para cumplir con esos menesteres internacionales son los de la moderación, la diplomacia y la serenidad. Kirchner se encolerizó en un seminario de líderes progresistas como si estuviera en una tribuna de José C. Paz. En Santiago, se esperaba de él una mirada global y profunda sobre la complicada realidad internacional. No habló de eso.

Terminó refiriéndose elípticamente a lo que siempre se refiere de mal modo cuando se siente débil: a los periodistas y a los medios periodísticos. Había que ser argentino y conocer sus habituales rodeos retóricos para conocer a los destinatarios de su diatriba. Nada nuevo.

En Washington, Cristina Kirchner culpó a las AFJP del default de principios de siglo en una larga explicación de lo que es muy difícil de explicar fuera del país. Tuvo también algunos párrafos acertados cuando dijo que en el mundo había fracasado una manera de concebir las finanzas.

Su problema es que no fue original. La había precedido el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien ya hace varias semanas señaló que el mundo no está viviendo el fracaso del capitalismo, sino el colapso de la "traición al capitalismo".

Más cerca en el tiempo, pero antes que Cristina, fue el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien cuestionó las "enormes e inmediatas ganancias" que producían finanzas descontroladas e improductivas.*

¿Cree Cristina Kirchner que las AFJP provocaron el default de 2001? En tal caso, estaríamos dentro de un serio berenjenal. El viejo default se debió a un Estado que gastaba más de lo que tenía y cubría la diferencia con permanentes créditos. Es más o menos lo que hizo el kirchnerismo en los últimos años, aunque éste sólo pulverizó el superávit fiscal (que pudo ser mucho mayor) en homenaje a las encuestas y a los triunfos electorales.

Si bien se mira, lo que está volviendo al mundo es un período de mayor control de los manejos financieros por parte del Estado y no un Estado capitalista, más allá de las coyunturales terapias que se aplican para superar la crisis. La confusión ideológica de los Kirchner radica, precisamente, en esa diferencia: ellos creen en un Estado dador de trabajo y protagonista casi excluyente de la inversión. Han hecho todo lo posible para espantar la inversión privada.

Muchos observadores y políticos del mundo se han sorprendido por la presencia de la presidenta argentina en la exclusiva reunión de Washington. La explicación formal consiste en que se respetaron los formatos internacionales que ya existían y que, así las cosas, la Argentina está dentro del G-20. Es cierto que la Argentina no tiene tamaño económico para sentarse a esa mesa. Sin embargo, en el mundo existen los liderazgos económicos y militares (y políticos, por lo tanto), pero existen también liderazgos morales. La Argentina no puede soñar con los primeros dos liderazgos, pero podría aspirar a ejercer cierto liderazgo moral.

El "ombliguismo" de los gobernantes argentinos ahuyenta esa última posibilidad. Cristina Kirchner ya había hecho lo mismo en la reciente Cumbre Iberoamericana de El Salvador: usó el doble del tiempo asignado a los presidentes para hablar de las trifulcas argentinas sobre los fondos de pensión. Los liderazgos morales en el mundo deben, además, mostrar realidades locales coherentes con lo que se pretende.

* * *

Quizá lo único imprevisto de parte de Felipe Solá en los últimos días no haya sido su ruptura con el kirchnerismo, sino su denuncia de falta de libertad de pensamiento en el partido gobernante y en el país. Esa carencia es fácilmente perceptible. Nadie sabe si lo que dice Elisa Carrió sobre la corrupción es totalmente cierto, pero las encuestas de opinión pública empiezan a señalar la corrupción de los funcionarios como una seria preocupación social. En fin, Carrió no ha hecho más que darle argumentos a una sensación palpable.

El liderazgo moral se aleja aún más cuando los gobernantes ignoran la realidad. Conocedores de que los Kirchner son cautivos suyos, Hugo Moyano y sus asesores amenazan con tomar represalias contra los empresarios locales por la crisis internacional.

Triple indemnización, prohibición de despidos o salarios adicionales no son más que una manera de culpar a los empresarios de todos los males. Como el Gobierno no difiere mucho de esas premisas, es previsible, por lo tanto, que esté dispuesto a ordenar la felicidad colectiva mediante un decreto





"¡Qué vicepresidente me pusiste, Néstor!"
En una dura crítica a Julio Cobos, el titular del PJ, Néstor Kirchner, admitió que esa es la frase que Cristina le repite todas las mañanas; así lo expresó durante un un acto con Hugo Moyano

Viernes 21 de noviembre de 2008

"¡Que vicepresidente me pusiste, Néstor!". Cuando su duro discurso en Necochea se extinguía, llegó un claro ataque a Julio Cobos. El titular del Partido Justicialista (PJ), Néstor Kirchner, indicó que esa es la frase que su esposa, la Presidenta, le repite todas las mañanas.

Cuando el ex presidente finalizaba sus reclamos a los empresarios para que sean "creativos" a la hora de sostener los puestos de trabajo, hizo un freno y con un gesto (la mano abierta abanicando el aire como un sinónimo de reto) anticipó sus dichos.

"Todas las mañanas...", empezó y cambió de rumbo. "Acá me siento como en casa. Uno en política acierta y desacierta, uno siempre actúa con buena fe. Ojalá fuera perfecto, ¿no?", sentenció. "Pero bueno, uno va aprendiendo. A las mañanas Cristina a veces se acuerda y me dice: ´¡Qué vicepresidente que me pusiste, Néstor!´", expresó Kirchner que se presentó en una acto en Necochea junto al titular de la CGT, Hugo Moyano.

Cobos, que actualmente ejerce la presidencia por la gira que lleva adelante Cristina Kirchner por Africa, volvió ayer despúes de cuatro meses a la Casa Rosada para atender en su despacho audiencias protocolares.

Ruptura. La relación entre Cobos y la Presidenta se cortó despúes de que el vicepresidente formulara su voto "no positivo" en el Senado para cerrar la puerta a proyecto oficial de aumento de retenciones al campo.

Las críticas hacia el vicepresidente, que continúa su coqueteo con la UCR, no sólo llegaron desde las filas del PJ, sino también desde el kirchneriso más duro. "¿No notaron que el país anduvo mucho mejor porque con él en la presidencia se transformó la realidad argentina?", ironizó ayer el ultraoficialista, Carlos Kunkel.

En los últimos meses el vicepresidente armó su propio espacio político (Con Fe) y negocia con casi toda la oposición alianzas electorales para presentar candidatos en 2009.

La Nacion




Entrevista con Alberto Fernández
"Nosotros dejamos de escuchar a la gente"
En la primera entrevista a fondo que brinda desde que dejó el Gobierno, el ex todopoderoso jefe de Gabinete elogia la inteligencia de la Presidenta y dice que Kirchner fue "el mejor presidente desde el regreso de la democracia"; Pero marca errores, se diferencia del proyecto de las AFJP y le reclama al kirchnerismo
Por Ricardo Carpena

Domingo 23 de noviembre de 2008

El nuevo tiempo está demandando acciones concretas de gobierno, más apertura, más diálogo". ¿Lo dijo Elisa Carrió? No.

"El problema central que tenemos no es la influencia de Néstor sobre Cristina, sino las cosas que debemos hacer para que el Gobierno recupere la base social que le dio vida y vuelva a convencer a un montón de argentinos que se alejaron". ¿Acaso lo dijo Julio Cobos? No.

"La gente nos está reclamando un cambio que hay que asumir, sin enojarse con ella. Nosotros dejamos de escucharla". ¿Lo habrá dicho Mauricio Macri, quizá? No.

Todo esto lo dijo, en realidad, Alberto Fernández, este hombre que hace exactamente cuatro meses abandonó la máxima altura del poder en la Argentina y que en cinco meses cumplirá 50 años.

De saco veraniego, camisa blanca, sin corbata y zapatos modernos. Repantigado en su blanco sillón de un moderno y pequeño living con vista al Río de la Plata, en su departamento del piso 12 en una torre de Puerto Madero (que alquila, según aclarará luego). Está más canoso. Con menos ojeras que los surcos que le había dejado en la cara el conflicto del campo. Con una sonrisa recuperada. Se lo nota menos arrogante. Habla y se mueve como si se hubiera sacado un gran peso de encima. O, en rigor, dos grandes pesos de encima (sería una obviedad aclarar cuáles).

No es un opositor. Tampoco, se advierte, quiere serlo. Pero sabe que sus palabras no son las de cualquiera: fue el todopoderoso jefe de Gabinete, el Fernández más famoso e influyente de la guía kirchnerista y la tercera pata del trípode en el que descansó el oficialismo desde 2003 hasta nuestros días.

En un extenso reportaje con Enfoques, el primero que brinda a un diario nacional a 120 días de aquella sonora renuncia que conmovió los rígidos códigos de lealtad kirchnerista, elogia la inteligencia de la presidenta Cristina Kirchner y repite varias veces a lo largo de dos horas, casi como si haciéndolo buscara un escudo protector, que Néstor Kirchner fue "el mejor presidente argentino desde el regreso de la democracia". Pero dice mucho más.

Cuando defiende al gobierno de Néstor Kirchner, vuelve a ser aquel que defendía hasta lo indefendible, que justificaba hasta lo injustificable. Y lo defiende con tanto énfasis que parece añorar un Néstor Kirchner que cambió, que ya no es el mismo: "Quiero volver al origen, que era un lugar amplio, convocante, que superaba las barreras de cualquier partido y donde teníamos un lugar para expresarnos".




Entrevista con Alberto Fernández
"Nosotros dejamos de escuchar a la gente"
En la primera entrevista a fondo que brinda desde que dejó el Gobierno, el ex todopoderoso jefe de Gabinete elogia la inteligencia de la Presidenta y dice que Kirchner fue "el mejor presidente desde el regreso de la democracia"; Pero marca errores, se diferencia del proyecto de las AFJP y le reclama al kirchnerismo
Por Ricardo Carpena

Domingo 23 de noviembre de 2008

"Nosotros dejamos de escuchar a la gente" Foto: Mariana Araujo

El nuevo tiempo está demandando acciones concretas de gobierno, más apertura, más diálogo". ¿Lo dijo Elisa Carrió? No.

"El problema central que tenemos no es la influencia de Néstor sobre Cristina, sino las cosas que debemos hacer para que el Gobierno recupere la base social que le dio vida y vuelva a convencer a un montón de argentinos que se alejaron". ¿Acaso lo dijo Julio Cobos? No.

"La gente nos está reclamando un cambio que hay que asumir, sin enojarse con ella. Nosotros dejamos de escucharla". ¿Lo habrá dicho Mauricio Macri, quizá? No.

Todo esto lo dijo, en realidad, Alberto Fernández, este hombre que hace exactamente cuatro meses abandonó la máxima altura del poder en la Argentina y que en cinco meses cumplirá 50 años.

De saco veraniego, camisa blanca, sin corbata y zapatos modernos. Repantigado en su blanco sillón de un moderno y pequeño living con vista al Río de la Plata, en su departamento del piso 12 en una torre de Puerto Madero (que alquila, según aclarará luego). Está más canoso. Con menos ojeras que los surcos que le había dejado en la cara el conflicto del campo. Con una sonrisa recuperada. Se lo nota menos arrogante. Habla y se mueve como si se hubiera sacado un gran peso de encima. O, en rigor, dos grandes pesos de encima (sería una obviedad aclarar cuáles).

No es un opositor. Tampoco, se advierte, quiere serlo. Pero sabe que sus palabras no son las de cualquiera: fue el todopoderoso jefe de Gabinete, el Fernández más famoso e influyente de la guía kirchnerista y la tercera pata del trípode en el que descansó el oficialismo desde 2003 hasta nuestros días.

En un extenso reportaje con Enfoques, el primero que brinda a un diario nacional a 120 días de aquella sonora renuncia que conmovió los rígidos códigos de lealtad kirchnerista, elogia la inteligencia de la presidenta Cristina Kirchner y repite varias veces a lo largo de dos horas, casi como si haciéndolo buscara un escudo protector, que Néstor Kirchner fue "el mejor presidente argentino desde el regreso de la democracia". Pero dice mucho más.

Cuando defiende al gobierno de Néstor Kirchner, vuelve a ser aquel que defendía hasta lo indefendible, que justificaba hasta lo injustificable. Y lo defiende con tanto énfasis que parece añorar un Néstor Kirchner que cambió, que ya no es el mismo: "Quiero volver al origen, que era un lugar amplio, convocante, que superaba las barreras de cualquier partido y donde teníamos un lugar para expresarnos".


-¿Cómo se ve el Gobierno desde el llano?

-Me cuesta verlo desde el llano porque me siento partícipe de este proyecto, de este espacio. Si el llano quiere decir que lo vea con menos compromiso, no lo veo así. Me siento totalmente comprometido con la suerte del Gobierno. Lo que siento es que el Gobierno ha tenido que pasar dificultades. Algunas en mi tiempo, como en los días del conflicto con el campo, y después la crisis internacional, que indefectiblemente nos afecta. Pero veo una Presidenta ocupada del problema.

-¿A la Presidenta no la perjudica la gran influencia que Néstor Kirchner tiene en el Gobierno?

-Depende de cómo se vea. La influencia de Kirchner sobre Cristina es semejante a la de Cristina sobre Néstor. Kirchner ha sido, sin ninguna duda, el mejor presidente que tuvo la democracia desde 1983 hasta la fecha. Si yo dijera que a la Presidenta actual la asesora el mejor presidente que tuvo la democracia, ¿cómo lo vería la gente? La influencia de Néstor per se no debería ser mal vista a la luz de la enorme experiencia que tuvo como presidente, y de los buenos resultados. Lo que sí es cierto es que estamos viviendo otro tiempo y que el nuevo tiempo está demandando nuevas cosas que no tienen que ver con que Kirchner influya o no, sino con acciones concretas de gobierno, la demanda de más apertura, de más diálogo.

-Pero Cristina, cuando era senadora, no opacaba la tarea de Kirchner. Ahora existe la percepción de que se gobierna con un doble comando...

-No sé si es así. Sólo puedo decir, porque fui testigo de eso, que Néstor influye algunas veces y otras veces influye Cristina. Cuando Néstor fue presidente, muchas decisiones que tomó tuvieron que ver con ideas de Cristina. Como la composición de la Corte, la reducción a cinco miembros y y la idea de no seguir nombrando jueces de la Corte. El problema central que estamos teniendo en la Argentina no es la influencia de Kirchner sino las cosas que debemos hacer para que el Gobierno recupere la base social que le dio vida y vuelva a convencer a un montón de argentinos que se alejaron. Es un problema de gestión política.

-¿Para qué siente que sirvió su renuncia a la Jefatura de Gabinete?

-Se hicieron cosas que, cuando yo estaba, me costaba a veces convencer de la necesidad de hacerlas...

-¿Por ejemplo?

-La decisión de buscar una mejor posición en la Argentina para conseguir créditos internacionales, tratando de resolver el problema del Club de París o de los hold outs ,es un paso saludable. Renuncié con mucha honestidad intelectual. Sentí que el Gobierno necesitaba una oxigenación y que yo podía dar el primer paso para eso.

-Pero no se produjo la oxigenación...

-A mí no me eligieron presidente, la eligieron a Cristina, y ella pensó otra cosa. El tiempo dirá si yo tenía o no razón. Igualmente, aunque la Presidenta haya decidido otra cosa, busco que las cosas le vayan bien.

-Si tuviera que darle un consejo a la Presidenta, ¿insistiría en la oxigenación?

-La Argentina está necesitando otras lógicas políticas que las que llevamos adelante con Néstor, que fueron muy bien implementadas y permitieron que Kirchner liderara un proyecto que tenía un consenso social enorme. Ahora la gente demanda otras cosas. Lo que más me preocupa es cómo una parte de la sociedad se alejó del Gobierno. No se puso en contra del Gobierno, lo puso en examen. Kirchner había logrado un proyecto progresista, abarcador, democrático. Y eso tenemos que reconstruirlo.

-¿Pero lo ve dispuesto al Gobierno a reconstruirlo?

-(Silencio) No sé si la palabra es dispuesto... Quizá está dispuesto y le cuesta lograrlo. Es fácil enunciarlo desde afuera. Me siento con autoridad moral para decir estas cosas porque, como decía Kirchner, soy uno de los fundadores de este proyecto. Me siento con autoridad para decir "volvamos a reconstruir eso que alguna vez construimos". Que era una espacio social amplio,donde todos tenían cabida y donde todos se sentían protagonistas del cambio. Sufro cuando alguno de los nuestros se va a otro lado porque siento que estamos achicando las bases de sustentación de este proyecto. Además, inexorablemente, la Argentina quiere tener un proyecto progresista que sea una opción de poder y que sea una alternativa clara. Porque es desesperante cuando uno ve lo que es la oposición. Pero la oposición hará lo que pueda hacer; nosotros sí podemos reconstruir el proyecto, tratando de entender que a veces la gente nos está reclamando un cambio que hay que asumir. Sin enojarse con la gente. Porque nos ha votado.

-Justamente los Kirchner a veces parecen enojados con la gente...

-No debemos enojarnos con la gente. Me duele mucho cómo votan los porteños, pero no quiero enojarme con ellos. Quiero entender por qué votan así. Lo mismo me pasa con muchos compañeros que han trabajado cerca nuestro y hoy están distantes porque no entienden muchas de las cosas que estamos haciendo. Tenemos que recuperarlos.

-Usted tuvo un papel decisivo en la candidatura y en el triunfo electoral de los Kirchner. ¿No se siente decepcionado al ver que sólo se fue usted y se quedaron todos sus enemigos políticos, como Julio De Vido y Guillermo Moreno?

-No, creo que Néstor siente que yo lo eximí dando un paso al costado. Desde ese lugar respeta mi decisión. Que haya dado un paso al costado no quiere decir que lo haya dado sobre lo que creo que debe hacerse. Kirchner fue un gran presidente. Fue un honor haber sido su jefe de Gabinete. Cuando me dicen que me he vuelto un crítico, digo que no: quiero volver al origen, que era un lugar amplio, convocante, que superaba las barreras de cualquier partido...

-Pero implícitamente es una crítica a Kirchner. Néstor no parece ser el mismo del que usted habla...

-No sé si Néstor no es el mismo. Lo que digo es que la coyuntura nos fue cercando y tenemos que volver a romper el cerco de la coyuntura y hacer lo que hicimos originariamente. Nadie se tiene que molestar por esto.

-Suena a que se prepara el poskirchnerismo...
-No, no sé lo que es. Tenemos que recuperar nuestras lógicas iniciales. Me acuerdo del Kirchner que decía que la Argentina tenía que tener un movimiento de centroizquierda y otro de centroderecha, en competencia con proyectos alternativos. ¿Qué quedó de eso? No es verdad que la democracia funciona mejor con las pavadas formales de las que habla la oposición. Para que funcione necesita partidos ideológicamente claros, con candidatos ideológicamente claros. Carrió va de la centroizquierda a la centroderecha, y para en el radicalismo, y uno no entiende muy bien qué está representando. Hay una crisis internacional y la derecha lo único que propone es ajustar. Tenemos que ser una alternativa a eso. Como lo que está haciendo Macri en la ciudad: tiene un problema de gestión y entonces lo resuelve o subiendo el ABL, como se hizo con la anuencia de Telerman, o aumentando los impuestos en sellos o ingresos brutos, como propone ahora.

-Suena muy duro hacia dirigentes que fueron votados por la gente...

-Acepto a la oposición y es la que vota la gente, lo cual no me hace perder de vista, como análisis, la incapacidad de la oposición para proponer alternativas. El otro día la escuché a Carrió hablar de la crisis internacional, y ella explicaba a los argentinos lo que iba a pasar porque un muchacho que conoce del tema le había dicho que... y me da mucho miedo eso. Porque de ahí en más todo lo que dijo fue un conjunto de conceptos endebles, débiles...

-Quizá es similar a lo que hizo la Presidenta cuando, ante la gigantesca crisis financiera internacional, dijo que no iba a llegar a la Argentina mientras hablaba irónicamente sobre el efecto jazz... ¿Esa frase no fue desafortunada?

-El efecto jazz existe....

-Pero el jazz es muy bueno, creativo, no sé por qué lo utilizan como algo despectivo. Me gusta el jazz y lo tomo como una ofensa personal (risas)...

-¡A mí también me gusta! El jazz es una música típicamente norteamericana y lo que intentó decir Cristina es que esta crisis se desató en los Estados Unidos. Y es cierto. Si minimizó cuánto de esto iba a repercutir en la Argentina, no fue feliz. Pero después dijo que la malaria había llegado para todos. Ahí estaba asumiendo que el problema existía. No es un problema de discurso



Entrevista con Alberto Fernández
"Nosotros dejamos de escuchar a la gente"
En la primera entrevista a fondo que brinda desde que dejó el Gobierno, el ex todopoderoso jefe de Gabinete elogia la inteligencia de la Presidenta y dice que Kirchner fue "el mejor presidente desde el regreso de la democracia"; Pero marca errores, se diferencia del proyecto de las AFJP y le reclama al kirchnerismo
Por Ricardo Carpena
Domingo 23 de noviembre de 2008
"Nosotros dejamos de escuchar a la gente" Foto: Mariana Araujo

El nuevo tiempo está demandando acciones concretas de gobierno, más apertura, más diálogo". ¿Lo dijo Elisa Carrió? No.

"El problema central que tenemos no es la influencia de Néstor sobre Cristina, sino las cosas que debemos hacer para que el Gobierno recupere la base social que le dio vida y vuelva a convencer a un montón de argentinos que se alejaron". ¿Acaso lo dijo Julio Cobos? No.

"La gente nos está reclamando un cambio que hay que asumir, sin enojarse con ella. Nosotros dejamos de escucharla". ¿Lo habrá dicho Mauricio Macri, quizá? No.

Todo esto lo dijo, en realidad, Alberto Fernández, este hombre que hace exactamente cuatro meses abandonó la máxima altura del poder en la Argentina y que en cinco meses cumplirá 50 años.

De saco veraniego, camisa blanca, sin corbata y zapatos modernos. Repantigado en su blanco sillón de un moderno y pequeño living con vista al Río de la Plata, en su departamento del piso 12 en una torre de Puerto Madero (que alquila, según aclarará luego). Está más canoso. Con menos ojeras que los surcos que le había dejado en la cara el conflicto del campo. Con una sonrisa recuperada. Se lo nota menos arrogante. Habla y se mueve como si se hubiera sacado un gran peso de encima. O, en rigor, dos grandes pesos de encima (sería una obviedad aclarar cuáles).

No es un opositor. Tampoco, se advierte, quiere serlo. Pero sabe que sus palabras no son las de cualquiera: fue el todopoderoso jefe de Gabinete, el Fernández más famoso e influyente de la guía kirchnerista y la tercera pata del trípode en el que descansó el oficialismo desde 2003 hasta nuestros días.

En un extenso reportaje con Enfoques, el primero que brinda a un diario nacional a 120 días de aquella sonora renuncia que conmovió los rígidos códigos de lealtad kirchnerista, elogia la inteligencia de la presidenta Cristina Kirchner y repite varias veces a lo largo de dos horas, casi como si haciéndolo buscara un escudo protector, que Néstor Kirchner fue "el mejor presidente argentino desde el regreso de la democracia". Pero dice mucho más.

Cuando defiende al gobierno de Néstor Kirchner, vuelve a ser aquel que defendía hasta lo indefendible, que justificaba hasta lo injustificable. Y lo defiende con tanto énfasis que parece añorar un Néstor Kirchner que cambió, que ya no es el mismo: "Quiero volver al origen, que era un lugar amplio, convocante, que superaba las barreras de cualquier partido y donde teníamos un lugar para expresarnos".


-¿Cómo se ve el Gobierno desde el llano?

-Me cuesta verlo desde el llano porque me siento partícipe de este proyecto, de este espacio. Si el llano quiere decir que lo vea con menos compromiso, no lo veo así. Me siento totalmente comprometido con la suerte del Gobierno. Lo que siento es que el Gobierno ha tenido que pasar dificultades. Algunas en mi tiempo, como en los días del conflicto con el campo, y después la crisis internacional, que indefectiblemente nos afecta. Pero veo una Presidenta ocupada del problema.

-¿A la Presidenta no la perjudica la gran influencia que Néstor Kirchner tiene en el Gobierno?

-Depende de cómo se vea. La influencia de Kirchner sobre Cristina es semejante a la de Cristina sobre Néstor. Kirchner ha sido, sin ninguna duda, el mejor presidente que tuvo la democracia desde 1983 hasta la fecha. Si yo dijera que a la Presidenta actual la asesora el mejor presidente que tuvo la democracia, ¿cómo lo vería la gente? La influencia de Néstor per se no debería ser mal vista a la luz de la enorme experiencia que tuvo como presidente, y de los buenos resultados. Lo que sí es cierto es que estamos viviendo otro tiempo y que el nuevo tiempo está demandando nuevas cosas que no tienen que ver con que Kirchner influya o no, sino con acciones concretas de gobierno, la demanda de más apertura, de más diálogo.

-Pero Cristina, cuando era senadora, no opacaba la tarea de Kirchner. Ahora existe la percepción de que se gobierna con un doble comando...

-No sé si es así. Sólo puedo decir, porque fui testigo de eso, que Néstor influye algunas veces y otras veces influye Cristina. Cuando Néstor fue presidente, muchas decisiones que tomó tuvieron que ver con ideas de Cristina. Como la composición de la Corte, la reducción a cinco miembros y y la idea de no seguir nombrando jueces de la Corte. El problema central que estamos teniendo en la Argentina no es la influencia de Kirchner sino las cosas que debemos hacer para que el Gobierno recupere la base social que le dio vida y vuelva a convencer a un montón de argentinos que se alejaron. Es un problema de gestión política.

-¿Para qué siente que sirvió su renuncia a la Jefatura de Gabinete?

-Se hicieron cosas que, cuando yo estaba, me costaba a veces convencer de la necesidad de hacerlas...

-¿Por ejemplo?

-La decisión de buscar una mejor posición en la Argentina para conseguir créditos internacionales, tratando de resolver el problema del Club de París o de los hold outs ,es un paso saludable. Renuncié con mucha honestidad intelectual. Sentí que el Gobierno necesitaba una oxigenación y que yo podía dar el primer paso para eso.

-Pero no se produjo la oxigenación...

-A mí no me eligieron presidente, la eligieron a Cristina, y ella pensó otra cosa. El tiempo dirá si yo tenía o no razón. Igualmente, aunque la Presidenta haya decidido otra cosa, busco que las cosas le vayan bien.

-Si tuviera que darle un consejo a la Presidenta, ¿insistiría en la oxigenación?

-La Argentina está necesitando otras lógicas políticas que las que llevamos adelante con Néstor, que fueron muy bien implementadas y permitieron que Kirchner liderara un proyecto que tenía un consenso social enorme. Ahora la gente demanda otras cosas. Lo que más me preocupa es cómo una parte de la sociedad se alejó del Gobierno. No se puso en contra del Gobierno, lo puso en examen. Kirchner había logrado un proyecto progresista, abarcador, democrático. Y eso tenemos que reconstruirlo.

-¿Pero lo ve dispuesto al Gobierno a reconstruirlo?

-(Silencio) No sé si la palabra es dispuesto... Quizá está dispuesto y le cuesta lograrlo. Es fácil enunciarlo desde afuera. Me siento con autoridad moral para decir estas cosas porque, como decía Kirchner, soy uno de los fundadores de este proyecto. Me siento con autoridad para decir "volvamos a reconstruir eso que alguna vez construimos". Que era una espacio social amplio, donde todos tenían cabida y donde todos se sentían protagonistas del cambio. Sufro cuando alguno de los nuestros se va a otro lado porque siento que estamos achicando las bases de sustentación de este proyecto. Además, inexorablemente, la Argentina quiere tener un proyecto progresista que sea una opción de poder y que sea una alternativa clara. Porque es desesperante cuando uno ve lo que es la oposición. Pero la oposición hará lo que pueda hacer; nosotros sí podemos reconstruir el proyecto, tratando de entender que a veces la gente nos está reclamando un cambio que hay que asumir. Sin enojarse con la gente. Porque nos ha votado.

-Justamente los Kirchner a veces parecen enojados con la gente...

-No debemos enojarnos con la gente. Me duele mucho cómo votan los porteños, pero no quiero enojarme con ellos. Quiero entender por qué votan así. Lo mismo me pasa con muchos compañeros que han trabajado cerca nuestro y hoy están distantes porque no entienden muchas de las cosas que estamos haciendo. Tenemos que recuperarlos.

-Usted tuvo un papel decisivo en la candidatura y en el triunfo electoral de los Kirchner. ¿No se siente decepcionado al ver que sólo se fue usted y se quedaron todos sus enemigos políticos, como Julio De Vido y Guillermo Moreno?

-No, creo que Néstor siente que yo lo eximí dando un paso al costado. Desde ese lugar respeta mi decisión. Que haya dado un paso al costado no quiere decir que lo haya dado sobre lo que creo que debe hacerse. Kirchner fue un gran presidente. Fue un honor haber sido su jefe de Gabinete. Cuando me dicen que me he vuelto un crítico, digo que no: quiero volver al origen, que era un lugar amplio, convocante, que superaba las barreras de cualquier partido...

-Pero implícitamente es una crítica a Kirchner. Néstor no parece ser el mismo del que usted habla...

-No sé si Néstor no es el mismo. Lo que digo es que la coyuntura nos fue cercando y tenemos que volver a romper el cerco de la coyuntura y hacer lo que hicimos originariamente. Nadie se tiene que molestar por esto.

-Suena a que se prepara el poskirchnerismo...

-No, no sé lo que es. Tenemos que recuperar nuestras lógicas iniciales. Me acuerdo del Kirchner que decía que la Argentina tenía que tener un movimiento de centroizquierda y otro de centroderecha, en competencia con proyectos alternativos. ¿Qué quedó de eso? No es verdad que la democracia funciona mejor con las pavadas formales de las que habla la oposición. Para que funcione necesita partidos ideológicamente claros, con candidatos ideológicamente claros. Carrió va de la centroizquierda a la centroderecha, y para en el radicalismo, y uno no entiende muy bien qué está representando. Hay una crisis internacional y la derecha lo único que propone es ajustar. Tenemos que ser una alternativa a eso. Como lo que está haciendo Macri en la ciudad: tiene un problema de gestión y entonces lo resuelve o subiendo el ABL, como se hizo con la anuencia de Telerman, o aumentando los impuestos en sellos o ingresos brutos, como propone ahora.

-Suena muy duro hacia dirigentes que fueron votados por la gente...

-Acepto a la oposición y es la que vota la gente, lo cual no me hace perder de vista, como análisis, la incapacidad de la oposición para proponer alternativas. El otro día la escuché a Carrió hablar de la crisis internacional, y ella explicaba a los argentinos lo que iba a pasar porque un muchacho que conoce del tema le había dicho que... y me da mucho miedo eso. Porque de ahí en más todo lo que dijo fue un conjunto de conceptos endebles, débiles...

-Quizá es similar a lo que hizo la Presidenta cuando, ante la gigantesca crisis financiera internacional, dijo que no iba a llegar a la Argentina mientras hablaba irónicamente sobre el efecto jazz... ¿Esa frase no fue desafortunada?

-El efecto jazz existe....

-Pero el jazz es muy bueno, creativo, no sé por qué lo utilizan como algo despectivo. Me gusta el jazz y lo tomo como una ofensa personal (risas)...

-¡A mí también me gusta! El jazz es una música típicamente norteamericana y lo que intentó decir Cristina es que esta crisis se desató en los Estados Unidos. Y es cierto. Si minimizó cuánto de esto iba a repercutir en la Argentina, no fue feliz. Pero después dijo que la malaria había llegado para todos. Ahí estaba asumiendo que el problema existía. No es un problema de discurso.

-Usted habló de los problemas de caja de Macri. ¿Los del Gobierno se resolverán con la eliminación de las AFJP?

-El problema central que hemos tenido con las AFJP es que no se ha explicado bien de qué estamos hablando. En la Argentina hay 20 millones de personas que trabajan, de las cuales 10 millones aportan al sistema de reparto. Quedan otras 10 millones en las AFJP, y si de ésas hay seis millones que hacen aportes irregulares a las AFJP, que aportan una vez al año o una vez y nunca más, la conclusión es que el Estado se va a tener que hacer cargo de 16 millones del total de 20 millones de personas.

Si, además, tenemos presente que esos cuatro millones restantes que aportan han logrado un promedio de ahorro de 40.000 pesos, lo que significa que van a cobrar 200, 220 o 230 pesos de jubilación, y que el Estado tiene obligación de cubrir el mínimo, entonces la conclusión es que este sistema no puede seguir funcionando.

La segunda pregunta es por qué este sistema llegó a este punto. Hay muchos argumentos. Este sistema supone un sistema perfecto de aportes para capitalizar todos los meses. Si se quiebra, como se quebró en la Argentina porque padeció 25 puntos de desempleo, es muy posible que el sistema se fracture. Pero si, además, un ministro cambia todo el dinero por un bono que dos meses después cae en default , no hay sistema que pueda funcionar con esa lógica. Si esto se hubiera explicado así, todo hubiera sido más comprensible. No estuve en la decisión ni en la explicación. Lo que no me parece feliz es explicarlo desde el punto de vista ideológico.

-Usted estaba afiliado a una AFJP. ¿Se pasó al sistema de reparto?

-No, opté por quedarme porque no descreo del sistema de las AFJP y era un aportante regular. El sistema tenía flancos débiles.

-¿Está en desacuerdo con la forma en que se impulsó el proyecto oficial?

-No es un tema menor. La forma y el momento depararon consecuencias no deseadas. El solo hecho de ver caer el valor de las acciones de las empresas argentinas entre 25 y 30 puntos es una consecuencia que nadie quiso, pero tiene que ver con que en el momento elegido había mucha sensibilidad en los mercados y las explicaciones no fueron suficientes.


Entrevista con Alberto Fernández
"Nosotros dejamos de escuchar a la gente"
En la primera entrevista a fondo que brinda desde que dejó el Gobierno, el ex todopoderoso jefe de Gabinete elogia la inteligencia de la Presidenta y dice que Kirchner fue "el mejor presidente desde el regreso de la democracia"; Pero marca errores, se diferencia del proyecto de las AFJP y le reclama al kirchnerismo
Por Ricardo Carpena
Domingo 23 de noviembre de 2008

"Nosotros dejamos de escuchar a la gente" Foto: Mariana Araujo

El nuevo tiempo está demandando acciones concretas de gobierno, más apertura, más diálogo". ¿Lo dijo Elisa Carrió? No.

"El problema central que tenemos no es la influencia de Néstor sobre Cristina, sino las cosas que debemos hacer para que el Gobierno recupere la base social que le dio vida y vuelva a convencer a un montón de argentinos que se alejaron". ¿Acaso lo dijo Julio Cobos? No.

"La gente nos está reclamando un cambio que hay que asumir, sin enojarse con ella. Nosotros dejamos de escucharla". ¿Lo habrá dicho Mauricio Macri, quizá? No.

Todo esto lo dijo, en realidad, Alberto Fernández, este hombre que hace exactamente cuatro meses abandonó la máxima altura del poder en la Argentina y que en cinco meses cumplirá 50 años.

De saco veraniego, camisa blanca, sin corbata y zapatos modernos. Repantigado en su blanco sillón de un moderno y pequeño living con vista al Río de la Plata, en su departamento del piso 12 en una torre de Puerto Madero (que alquila, según aclarará luego). Está más canoso. Con menos ojeras que los surcos que le había dejado en la cara el conflicto del campo. Con una sonrisa recuperada. Se lo nota menos arrogante. Habla y se mueve como si se hubiera sacado un gran peso de encima. O, en rigor, dos grandes pesos de encima (sería una obviedad aclarar cuáles).

No es un opositor. Tampoco, se advierte, quiere serlo. Pero sabe que sus palabras no son las de cualquiera: fue el todopoderoso jefe de Gabinete, el Fernández más famoso e influyente de la guía kirchnerista y la tercera pata del trípode en el que descansó el oficialismo desde 2003 hasta nuestros días.

En un extenso reportaje con Enfoques, el primero que brinda a un diario nacional a 120 días de aquella sonora renuncia que conmovió los rígidos códigos de lealtad kirchnerista, elogia la inteligencia de la presidenta Cristina Kirchner y repite varias veces a lo largo de dos horas, casi como si haciéndolo buscara un escudo protector, que Néstor Kirchner fue "el mejor presidente argentino desde el regreso de la democracia". Pero dice mucho más.

Cuando defiende al gobierno de Néstor Kirchner, vuelve a ser aquel que defendía hasta lo indefendible, que justificaba hasta lo injustificable. Y lo defiende con tanto énfasis que parece añorar un Néstor Kirchner que cambió, que ya no es el mismo: "Quiero volver al origen, que era un lugar amplio, convocante, que superaba las barreras de cualquier partido y donde teníamos un lugar para expresarnos".


-¿Cómo se ve el Gobierno desde el llano?

-Me cuesta verlo desde el llano porque me siento partícipe de este proyecto, de este espacio. Si el llano quiere decir que lo vea con menos compromiso, no lo veo así. Me siento totalmente comprometido con la suerte del Gobierno. Lo que siento es que el Gobierno ha tenido que pasar dificultades. Algunas en mi tiempo, como en los días del conflicto con el campo, y después la crisis internacional, que indefectiblemente nos afecta. Pero veo una Presidenta ocupada del problema.

-¿A la Presidenta no la perjudica la gran influencia que Néstor Kirchner tiene en el Gobierno?

-Depende de cómo se vea. La influencia de Kirchner sobre Cristina es semejante a la de Cristina sobre Néstor. Kirchner ha sido, sin ninguna duda, el mejor presidente que tuvo la democracia desde 1983 hasta la fecha. Si yo dijera que a la Presidenta actual la asesora el mejor presidente que tuvo la democracia, ¿cómo lo vería la gente? La influencia de Néstor per se no debería ser mal vista a la luz de la enorme experiencia que tuvo como presidente, y de los buenos resultados. Lo que sí es cierto es que estamos viviendo otro tiempo y que el nuevo tiempo está demandando nuevas cosas que no tienen que ver con que Kirchner influya o no, sino con acciones concretas de gobierno, la demanda de más apertura, de más diálogo.

-Pero Cristina, cuando era senadora, no opacaba la tarea de Kirchner. Ahora existe la percepción de que se gobierna con un doble comando...

-No sé si es así. Sólo puedo decir, porque fui testigo de eso, que Néstor influye algunas veces y otras veces influye Cristina. Cuando Néstor fue presidente, muchas decisiones que tomó tuvieron que ver con ideas de Cristina. Como la composición de la Corte, la reducción a cinco miembros y y la idea de no seguir nombrando jueces de la Corte. El problema central que estamos teniendo en la Argentina no es la influencia de Kirchner sino las cosas que debemos hacer para que el Gobierno recupere la base social que le dio vida y vuelva a convencer a un montón de argentinos que se alejaron. Es un problema de gestión política.

-¿Para qué siente que sirvió su renuncia a la Jefatura de Gabinete?

-Se hicieron cosas que, cuando yo estaba, me costaba a veces convencer de la necesidad de hacerlas...

-¿Por ejemplo?

-La decisión de buscar una mejor posición en la Argentina para conseguir créditos internacionales, tratando de resolver el problema del Club de París o de los hold outs ,es un paso saludable. Renuncié con mucha honestidad intelectual. Sentí que el Gobierno necesitaba una oxigenación y que yo podía dar el primer paso para eso.

-Pero no se produjo la oxigenación...

-A mí no me eligieron presidente, la eligieron a Cristina, y ella pensó otra cosa. El tiempo dirá si yo tenía o no razón. Igualmente, aunque la Presidenta haya decidido otra cosa, busco que las cosas le vayan bien.

-Si tuviera que darle un consejo a la Presidenta, ¿insistiría en la oxigenación?

-La Argentina está necesitando otras lógicas políticas que las que llevamos adelante con Néstor, que fueron muy bien implementadas y permitieron que Kirchner liderara un proyecto que tenía un consenso social enorme. Ahora la gente demanda otras cosas. Lo que más me preocupa es cómo una parte de la sociedad se alejó del Gobierno. No se puso en contra del Gobierno, lo puso en examen. Kirchner había logrado un proyecto progresista, abarcador, democrático. Y eso tenemos que reconstruirlo.

-¿Pero lo ve dispuesto al Gobierno a reconstruirlo?

-(Silencio) No sé si la palabra es dispuesto... Quizá está dispuesto y le cuesta lograrlo. Es fácil enunciarlo desde afuera. Me siento con autoridad moral para decir estas cosas porque, como decía Kirchner, soy uno de los fundadores de este proyecto. Me siento con autoridad para decir "volvamos a reconstruir eso que alguna vez construimos". Que era una espacio social amplio, donde todos tenían cabida y donde todos se sentían protagonistas del cambio. Sufro cuando alguno de los nuestros se va a otro lado porque siento que estamos achicando las bases de sustentación de este proyecto. Además, inexorablemente, la Argentina quiere tener un proyecto progresista que sea una opción de poder y que sea una alternativa clara. Porque es desesperante cuando uno ve lo que es la oposición. Pero la oposición hará lo que pueda hacer; nosotros sí podemos reconstruir el proyecto, tratando de entender que a veces la gente nos está reclamando un cambio que hay que asumir. Sin enojarse con la gente. Porque nos ha votado.

-Justamente los Kirchner a veces parecen enojados con la gente...

-No debemos enojarnos con la gente. Me duele mucho cómo votan los porteños, pero no quiero enojarme con ellos. Quiero entender por qué votan así. Lo mismo me pasa con muchos compañeros que han trabajado cerca nuestro y hoy están distantes porque no entienden muchas de las cosas que estamos haciendo. Tenemos que recuperarlos.

-Usted tuvo un papel decisivo en la candidatura y en el triunfo electoral de los Kirchner. ¿No se siente decepcionado al ver que sólo se fue usted y se quedaron todos sus enemigos políticos, como Julio De Vido y Guillermo Moreno?

-No, creo que Néstor siente que yo lo eximí dando un paso al costado. Desde ese lugar respeta mi decisión. Que haya dado un paso al costado no quiere decir que lo haya dado sobre lo que creo que debe hacerse. Kirchner fue un gran presidente. Fue un honor haber sido su jefe de Gabinete. Cuando me dicen que me he vuelto un crítico, digo que no: quiero volver al origen, que era un lugar amplio, convocante, que superaba las barreras de cualquier partido...

-Pero implícitamente es una crítica a Kirchner. Néstor no parece ser el mismo del que usted habla...

-No sé si Néstor no es el mismo. Lo que digo es que la coyuntura nos fue cercando y tenemos que volver a romper el cerco de la coyuntura y hacer lo que hicimos originariamente. Nadie se tiene que molestar por esto.

-Suena a que se prepara el poskirchnerismo...

-No, no sé lo que es. Tenemos que recuperar nuestras lógicas iniciales. Me acuerdo del Kirchner que decía que la Argentina tenía que tener un movimiento de centroizquierda y otro de centroderecha, en competencia con proyectos alternativos. ¿Qué quedó de eso? No es verdad que la democracia funciona mejor con las pavadas formales de las que habla la oposición. Para que funcione necesita partidos ideológicamente claros, con candidatos ideológicamente claros. Carrió va de la centroizquierda a la centroderecha, y para en el radicalismo, y uno no entiende muy bien qué está representando. Hay una crisis internacional y la derecha lo único que propone es ajustar. Tenemos que ser una alternativa a eso. Como lo que está haciendo Macri en la ciudad: tiene un problema de gestión y entonces lo resuelve o subiendo el ABL, como se hizo con la anuencia de Telerman, o aumentando los impuestos en sellos o ingresos brutos, como propone ahora.

-Suena muy duro hacia dirigentes que fueron votados por la gente...

-Acepto a la oposición y es la que vota la gente, lo cual no me hace perder de vista, como análisis, la incapacidad de la oposición para proponer alternativas. El otro día la escuché a Carrió hablar de la crisis internacional, y ella explicaba a los argentinos lo que iba a pasar porque un muchacho que conoce del tema le había dicho que... y me da mucho miedo eso. Porque de ahí en más todo lo que dijo fue un conjunto de conceptos endebles, débiles...

-Quizá es similar a lo que hizo la Presidenta cuando, ante la gigantesca crisis financiera internacional, dijo que no iba a llegar a la Argentina mientras hablaba irónicamente sobre el efecto jazz... ¿Esa frase no fue desafortunada?

-El efecto jazz existe....

-Pero el jazz es muy bueno, creativo, no sé por qué lo utilizan como algo despectivo. Me gusta el jazz y lo tomo como una ofensa personal (risas)...

-¡A mí también me gusta! El jazz es una música típicamente norteamericana y lo que intentó decir Cristina es que esta crisis se desató en los Estados Unidos. Y es cierto. Si minimizó cuánto de esto iba a repercutir en la Argentina, no fue feliz. Pero después dijo que la malaria había llegado para todos. Ahí estaba asumiendo que el problema existía. No es un problema de discurso.

-Usted habló de los problemas de caja de Macri. ¿Los del Gobierno se resolverán con la eliminación de las AFJP?

-El problema central que hemos tenido con las AFJP es que no se ha explicado bien de qué estamos hablando. En la Argentina hay 20 millones de personas que trabajan, de las cuales 10 millones aportan al sistema de reparto. Quedan otras 10 millones en las AFJP, y si de ésas hay seis millones que hacen aportes irregulares a las AFJP, que aportan una vez al año o una vez y nunca más, la conclusión es que el Estado se va a tener que hacer cargo de 16 millones del total de 20 millones de personas.

Si, además, tenemos presente que esos cuatro millones restantes que aportan han logrado un promedio de ahorro de 40.000 pesos, lo que significa que van a cobrar 200, 220 o 230 pesos de jubilación, y que el Estado tiene obligación de cubrir el mínimo, entonces la conclusión es que este sistema no puede seguir funcionando.

La segunda pregunta es por qué este sistema llegó a este punto. Hay muchos argumentos. Este sistema supone un sistema perfecto de aportes para capitalizar todos los meses. Si se quiebra, como se quebró en la Argentina porque padeció 25 puntos de desempleo, es muy posible que el sistema se fracture. Pero si, además, un ministro cambia todo el dinero por un bono que dos meses después cae en default , no hay sistema que pueda funcionar con esa lógica. Si esto se hubiera explicado así, todo hubiera sido más comprensible. No estuve en la decisión ni en la explicación. Lo que no me parece feliz es explicarlo desde el punto de vista ideológico.

-Usted estaba afiliado a una AFJP. ¿Se pasó al sistema de reparto?

-No, opté por quedarme porque no descreo del sistema de las AFJP y era un aportante regular. El sistema tenía flancos débiles.

-¿Está en desacuerdo con la forma en que se impulsó el proyecto oficial?

-No es un tema menor. La forma y el momento depararon consecuencias no deseadas. El solo hecho de ver caer el valor de las acciones de las empresas argentinas entre 25 y 30 puntos es una consecuencia que nadie quiso, pero tiene que ver con que en el momento elegido había mucha sensibilidad en los mercados y las explicaciones no fueron suficientes.

-¿Estaba de acuerdo en incorporar garantías de que la plata de las jubilaciones no podía tener otro destino?

-Todo eso está bien porque es cierto que en la Argentina fracasó el sistema de fondos de pensión, pero antes había fracasado la jubilación en manos del Estado.

-¿Cuál es la principal autocrítica que hace de su gestión?

-Detesto hacer autocrítica porque para criticarme ya tengo a tantos... ¿Por qué me voy a sumar yo? (risas). Nos debemos de haber equivocado más de una vez...

-Seguramente le debe de haber quedado alguna espina...

-La espina que me quedó es el tema del campo. Los argentinos han vivido tantos sinsabores, tantas amarguras, les pesan los fantasmas de los desaparecidos y de los muertos, y si hay algo que no quieren es más crisis. Y siento que a la sociedad la dividimos... También el campo, ¿eh? Entre todos generamos una situación que la Argentina no necesitaba ni merecía. Y no hicimos el cálculo exacto del problema...

-¿Que les falló a ustedes?

-Un mejor análisis y la vocación de terminar el conflicto en algún momento. No siempre los conflictos se ganan... Aprendí que uno no siempre gana con el 100%, que uno a veces gana ganando sólo algo. Y dejando que otro gane algo también. Nosotros fuimos muy inflexibles. No cargo tintas sobre nadie porque yo era parte de todo eso...

-¿Pero ése no es el estilo típico de Kirchner, dividir el mundo en amigos y enemigos, en blanco y negro?

-Hay tiempos en que eso se podía entender y tiempos en los que es difícil de entender. Este es un tiempo en el que eso es difícil de entender...

-¿Pero Kirchner habrá entendido que ese tiempo cambió?

-(Piensa unos segundos) Quisiera que sí... Para ninguno de nosotros esto ha sido intrascendente. No sé si Kirchner estará arrepentido, pero ha tenido algunos gestos de acercamiento a gente que votó contra nosotros en el tema del campo, y eso es un modo de aceptarlo. El ex presidente, la Presidenta, los que fuimos sus ministros, todos somos seres humanos y tenemos debilidades... Yo lo viví así, como que en algún momento dejamos de escuchar a la gente. El día que renuncié fui a un programa de TV y cuando me preguntaron el porqué de mi decisión, dije: "Yo escuché, yo escuché".

-Después del voto no positivo de Julio Cobos en el Senado, ¿la Presidenta pensó realmente en renunciar?

-La Presidenta nunca renunció finalmente. Mucho de ese tema no voy a hablar.

-¿Pero pensó en renunciar?

-Sí, no sé... No soy yo quien tiene que hablarlo. Fue un hecho traumático. Aquella votación de Cobos fue algo institucionalmente inexplicable. Además, en el fondo, Cobos quedó atrapado en una maniobra especulativa: especuló con que nunca le iba a tocar votar. Hacía lo políticamente correcto en público pensando que nunca le iba a tocar votar...

-¿Pero cómo se entiende el proceso de aislamiento al que lo condenaron, que ustedes no supieran qué iba a votar?

-Yo hablé dos veces con él esa noche de la votación y estaba con un nivel de angustia enorme... Hasta último momento decía que no sabía qué hacer. La explicación que me daba es que su hija le había advertido que si votaba en favor del Gobierno no iba a poder volver a caminar por la calle.

-¿No le hizo un favor al Gobierno?

-No sé si fue bueno, malo, qué se yo... Quizá sea una consecuencia que objetivamente hubo. Pero fue institucionalmente negativo. El vicepresidente es parte del Poder Ejecutivo, no un legislador librepensante. No lo juzgo. La historia lo va a juzgar.

-¿Qué futuro les espera a los Kirchner para las elecciones de 2011?

-Dependerá de lo que sean capaces de hacer. Cristina tiene tres años de gobierno por delante, mucho por hacer. Sé de su inteligencia. Pero insisto: hay que recuperar lo que inicialmente fuimos, que era una política de mucha más apertura de la que hoy tenemos.

-¿Encarnada por quién?

-No sé. Kirchner sigue teniendo un rol preponderante en la política. Gran parte de esta charla giró en torno a Kirchner....

-¿Kirchner será entonces candidato presidencial en 2011?

-Falta mucho para 2011, pero me interesa preservar el proyecto político. Debemos construir algo que sea superador de Kirchner, de Cristina. Con ellos, no en contra de ellos, pero que sea superador. No entiendo a los que se quejan de los Kirchner y se encapsulan en las más viejas estructuras del peronismo.

-Y usted, ¿será candidato, otra vez funcionario? ¿Cuál es su sueño en política?

-No. Estoy muy agradecido a la política. Me dio algo que a pocos políticos les da, que es haber estado en la mesa de las decisiones y así haber mejorado las condiciones de vida de la gente. Falta mucho por hacerse y de aquí a 2011 hay mucho por escribir.

-¿Tiene futuro Duhalde?

-(Piensa) Le tengo cariño a Duhalde. La historia lo recordará como un hombre que, en un momento difícil, ayudó a apagar un incendio tremendo. Pero su tiempo político no es éste; es el que él vivió.

-¿Será el tiempo de Felipe Solá?

-Le tengo un gran cariño y, además, somos amigos, pero no entiendo lo que hizo.

-Dijo que en el kirchnerismo no hay lugar para las disidencias?

-Eso lo puedo entender, pero no entiendo la solución que encontró.

-Es parecida a la suya. Eligió renunciar y criticar las formas kirchneristas...

-No, no... Yo no me fui de acá. A las alternativas de futuro las debemos construir. Hemos perdido parte de la base de sustentación de este proyecto y hay que reconstruirla, pero no se logra volviendo al pasado. Como decía Julio Bárbaro de Chacho Alvarez: "Irse del peronismo para juntarse con De la Rúa es como separarse de la mujer para irse con la suegra (risas). Sigo apostando a ese kirchnerismo (piensa unos segundos) que se puso al frente de la sociedad y que la lideró?

-Pero también es el pasado...

-No, no... Pero Kirchner existe...

-Es que por lo que usted sugiere, Kirchner ya no es el mismo, por algo usted renunció al Gobierno.

-Pero hablo del Kirchner exitoso. Se puede volver a construir. Supone cambios. Tuve diferencias; si no, no me hubiera ido...

-¿Le irá bien al kirchnerismo en las elecciones parlamentarias de 2009?

-El Gobierno va a ganar...

-Por poco, vaticinó usted...

-Tal vez por un margen más chico del que ganó antes. El problema no es 2009. Es 2011.

-Pero si se gana por un margen estrecho también será para el oficialismo una muestra de debilidad política...

-Muchos decían que no existía ninguna posibilidad de ganar. Ahora aceptan que podemos ganar. Es como que nos corren el arco un metro más. El Gobierno va a ganar las elecciones. El problema no es ése, sino escuchar a la gente. Ese es el secreto.

-Hablando de secretos, ¿por qué muchas veces los políticos se enriquecen al pasar por la función pública?

-Ha habido casos... Una vez, en Harvard, donde me habían invitado en los años noventa a un seminario sobre la transparencia en las organizaciones públicas y privadas, escuché una charla de una experta en el tema sobre el efecto de la corrupción. En un pizarrón blanco dibujó un punto negro y nos preguntó qué veíamos nosotros. Alguien dijo: un punto negro. No, contestó ella, es un pizarrón blanco. El punto negro tiende a ensuciar todo el pizarrón, y con la corrupción sucede lo mismo. Ha habido casos de corrupción en la política argentina que dan que pensar que el poder es un lugar perverso donde llegan los inescrupulosos y donde la gente se enriquece. Pero no es así. No necesariamente es así... Hay que devolverle credibilidad a la política.

-Además de algunos casos de corrupción que involucran al Gobierno, no puedo evitar recordar, al aludir a los políticos que se enriquecen, que los Kirchner incrementaron su patrimonio en un 160 por ciento desde 2003...

-Hay que ver cómo se incrementó. Lo que pasó, y en toda la Argentina, es que se incrementaron los alquileres desde 2003 hasta la fecha. Y los Kirchner son dueños de muchas propiedades que alquilan y sus ingresos crecieron sustancialmente, desarrollaron una serie de proyectos en El Calafate, que fue un lugar en el que los precios de las tierras también crecieron sideralmente (silencio)... Kirchner no necesita que yo lo defienda. En su momento me preocupé de ver este tema y todo tenía su explicación. Ahora, claro, si uno dice que los Kirchner incrementaron su patrimonio... ¿Cuántas veces me dijo?

-160 por ciento...

-Bueno, eso suena difícil de entender. Pero si uno ve cada caso y tiene en cuenta esta realidad, la historia es un poco distinta.

-Como sea, habla de un verdadero milagro en el manejo de los recursos... (risas). Su caso parece más discreto: este departamento no es muy grande...

-No es mío; lo alquilo.

-¿Y puede caminar tranquilamente por la calle sin que lo agredan? No sólo en Puerto Madero, digo...

-Voy a todos lados. Voy a la cancha, como siempre he ido, y ando por barrios. Y voy a comer al barrio. Nunca he tenido un problema con nadie, lo que no quiere decir que no me hayan reclamado cosas.

-¿Siente que su renuncia le cayó bien a la gente?

-En un país en el que todos se agarran al sillón, me reconocen el gesto de haberme ido y sienten que fue un gesto honesto proponerle cambios a Cristina. Siempre le dije a Kirchner: "Tenemos que terminar nuestra gestión y salir a caminar por la calle. Si la gente nos respeta, nuestra misión estará cumplida". Y mi misión la cumplí. Eso es lo que yo buscaba, y es el premio que quería tener.

© LA NACION



Mano a mano

Ya imagino los comentarios de los lectores: "¿Pero cómo no le preguntó nada sobre el caso de la valija, las irregularidades de la campaña electoral (incluido el caso Forza), la distribución discrecional de la publicidad oficial y tantos etcéteras como escándalos ha habido en el kirchnerismo?". Error: fueron dos horas exactas de charla en las que hablamos de todo. El problema es que en esos temas Alberto Fernández se blinda y devuelve cada estocada con una defensa cerrada y efectiva de la postura oficial, hasta tal punto que no quedaba otra posibilidad que contestarle a cada rato: "No le creo". Sobre todo cuando intentó hacer quedar a Antonini como un facineroso sin vínculos con el Gobierno o cuando quiso desentenderse de las irregularidades en la campaña del kirchnerismo.

El ex jefe de Gabinete se mostró sólido ante los temas que defendió siempre (y con los argumentos de siempre). Pero añora a un Kirchner que quizá ya no existe: el que conoció allá por 1996 y al que ayudó a crecer hasta alcanzar la Presidencia.

Fue renuente a hablar de Julio De Vido, su mejor enemigo, y se notaba que, más allá de expresar sus diferencias, no quería quedar como un opositor al Gobierno.

Curiosamente, le costó encontrar las palabras justas cuando le pregunté sobre Hugo Chávez: "Es el presidente que eligieron los venezolanos y debe ser respetado".

Tampoco quiso hablar de su vida personal, aunque días atrás, en sus dos semanas de charlas universitarias en España e Inglaterra, se mostró junto a la diputada Vilma Ibarra.
En Clave Personal

Cambio. "Ahora vivo de mi consultora, donde tengo clientes, de la profesión de abogado y de algunas charlas por las que me han pagado. Me va mucho mejor que como ministro (se ríe)".

Influencias. "¿Por qué dejé la música y me dediqué a la política? Porque la política es lo que cambia la realidad. Durante mi juventud influyeron en mí Perón, por supuesto, pero siempre estuve contra la lucha armada porque influyó en mí el pacifismo de Joan Baez, de Bob Dylan. Y si Perón fue una referencia, el Che lo fue pero en conducta. Uno no es sólo resultado de una militancia, sino de una vida. Y en mi vida se mezcló la música, la poesía de Whitman, la de Miguel Cantilo y Blackbird, de los Beatles. ¿Por qué pesó más la política que la música? Tocaba en pubs, pero el punto de quiebre fue cuando me escuchaban (se ríe). Siempre tuve una fuerte vocación por la abogacía y por la política".

Amigos. "Litto Nebbia es un gran amigo. A Fito Páez lo conozco menos pero tengo una buena relación. También con Rodolfo García, de Almendra. Soy muy amigo de Claudio Gabis. No toqué con ninguno de ellos. Por eso triunfaron (se ríe). Pero sí toqué la guitarra en el último disco de Los Súper Ratones".

Cuerdas. "Tengo tres guitarras Gibson, que son las mejores del mundo. También un guitarrón Ovation, de 12 cuerdas. Me gusta mucho tocar la guitarra. Una de las Gibson que tengo era de Pappo. Un día vino a verme a mi oficina el hijo y me la regaló porque leyó que era un loco de las guitarras. Es con la que Pappo tocó Katmandú, en su último disco".

Libros. "Leo de todo. Me gusta mucho la poesía y estoy releyendo a Whitman. Muchos ensayos. Estoy leyendo el último libro de Lipovetsky, que es el mejor fotógrafo del posmodernismo".
Tres razones para escucharlo

* Un hombre clave
Decían que tenía el disco rígido del kirchnerismo. Y se lo llevó consigo. Conoce a los Kirchner como nadie, desde que ellos sólo eran conocidos en Santa Cruz. Fue operador y consejero. Y la cara racional del Gobierno.

* Futuro con incógnitas
Su renuncia lo convirtió en un hombre al que miran de reojo en la Casa Rosada. Y ahora, en que se diferencia mucho más de los Kirchner, abrirá un debate de resultado incierto en el corazón del oficialismo.

* Realineamiento
Afirma que será parte de la reconstrucción del PJ en la Capital Federal, aunque es resistido por varios dirigentes del distrito y, dicen, por el propio Kirchner. Detesta a Jorge Telerman, a quien muchos peronistas ven como la esperanza para 2009.

Sus memorias

-Está escribiendo un libro sobre sus días con los Kirchner. ¿Qué van a encontrar allí sus lectores? ¿Algo que les preocupe a Néstor y a Cristina?

-Cuento mi experiencia como jefe de Gabinete. Van a encontrar cómo funciona el poder. Me he propuesto escribirlo con total transparencia y sin retacear datos. Contaré cómo se hace un acuerdo político, cómo juegan los medios y buscaré también desmitificar eso de que el poder es un lugar perverso.

-¿Habló con Kirchner del libro? ¿El está preocupado?

-No tiene que estar preocupado. Si lo está, que se despreocupe. Si digo que ha sido el mejor presidente de la democracia y que ha sido un honor haber sido su jefe de Gabinete...

-A veces, la letra chica complica..

-Quiero dar testimonio. La letra chica es letra chica de un gran presidente.

-¿Será muy extenso?

-Todos los días agrego páginas (se ríe). Espero que salga a principios de 2009. Estoy tratando de no hacerlo tedioso. El secreto es que alguien llegue al final del libro. No que lo compre, sino que lo lea.

La Nacion





Joaquín Morales Solá

El escenario
Un país cautivo de la furia
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION
Domingo 23 de noviembre de 2008
La situación de la sociedad argentina es tan conmovedora como la de una mujer golpeada. Impuestos nuevos y viejos. Luchas políticas que instalan enfrentamientos sociales y trastornan la vida cotidiana de la gente común. Estatizaciones de antiguos ahorros privados, que desconocen opiniones mayoritarias y derechos constitucionales. Expropiaciones de empresas privadas que significarán monumentales necesidades de más recursos para el Estado de todos. La novedad política de una presidenta elegida por su sociedad que termina cediendo a su marido la jefatura real del gobierno.

¿Explica todo eso que el frenazo de la economía se esté produciendo siete meses antes de lo previsto? Es probable. El Gobierno aguardaba cierta desaceleración económica, como consecuencia de la crisis internacional, para junio o julio del año próximo. La actual caída promedio de las ventas es ya del 20 por ciento, pero en algunos rubros, como el de los automóviles, el derrumbe es mucho mayor. La temible recesión, que quedó atrás a fines de 2002, se anticiparía para regresar en los primeros meses (¿o en las primeras semanas?) de 2009.

Néstor Kirchner ha elegido el peor camino: negar la realidad. En Europa, en un mismo día Angela Merkel, Gordon Brown y Rodríguez Zapatero les anunciaron a sus sociedades que habían entrado en recesión y que los esperaba a todos, gobiernos y ciudadanos, la travesía por el desierto. Aquí, Kirchner se ocupó por esas horas de desestabilizar a uno de sus adversarios, Mauricio Macri, y de convocar a la venganza contra un ex amigo que lo abandonó decepcionado, Felipe Solá. No fue casual, entonces, que Macri y Solá hayan compartido una reunión a solas en días recientes. Hablaron de la necesidad de un sistema de defensa.

Kirchner nunca fue neutral, pero ha subrayado sus preferencias con los primeros síntomas de la adversidad. Desde hace meses, sólo sale de las sombras para abrazar a Hugo Moyano en actos públicos. Así, ¿hacía dónde podría seguirlo la clase media?

La experiencia de Macri es ilustrativa de la distracción del kirchnerismo. La fracción gobernante está poblando las villas de emergencia más cercanas al centro, sobre todo la villa 31, desde que Macri ganó las elecciones, en junio del año pasado. La extraña inmigración masiva e inmediata provocó en su momento un duro reclamo del entonces jefe de gobierno Jorge Telerman a la administración nacional. Luego se supo que esas personas movilizadas pertenecen, en su gran mayoría, a las llamadas "organizaciones sociales" del kirchnerismo. Esos grupos han decidido acampar sus famosas "fuerzas de choque" en el vecindario de la opositora clase media porteña. Están encendiendo fósforos en medio de la leña.

En un informe secreto de la Policía Federal, redactado a las 5 de la mañana del miércoles, se consignaba la información de que la autopista Illia podría ser cortada en el curso del día. Sucedió a las 9. La policía no hizo ningún esfuerzo por detener la ocupación de una autopista crucial para el ingreso de miles de argentinos a la Capital. Una fiscal le ordenó luego que actuara. Liberen la zona , le mandó. Puede haber muertos , contestó la policía, como contesta siempre que hay tumultos. No debe haber muertos , replicó la fiscal.

La policía no hizo nada. En rigor, hizo algo pero al revés del sentido común y en contra del más elemental sentido de autoridad: puso sus patrulleros al servicio del traslado de los dirigentes piqueteros, cuando éstos iban y venían entre la autopista y la sede del gobierno capitalino.

Nueve horas duró el corte de una arteria esencial. Fue uno de los cortes más largos que se recuerden en un lugar céntrico. Un infierno inmerecido para vastos sectores sociales. Sólo hubo unos cincuenta manifestantes que paraban la autopista, varios de ellos con carteles de organizaciones políticas, algunas muy cercanas al kirchnerismo. Los viejos habitantes de la villa 31 denunciaron presiones políticas para producir esos desmanes. El gobierno de la Capital se presentará mañana a la Justicia para reclamar una investigación, que seguramente terminará mojando los talones de los gobernantes nacionales.

Funcionarios nacionales y capitalinos se trenzaron en una disputa inútil sobre si hubo o no orden de un fiscal. ¿La policía necesita orden previa de un fiscal para reprimir un delito flagrante? ¿La policía requiere desde ahora la orden de un fiscal para detener a un ladrón que roba frente a sus narices? Judicializar la relación entre dos gobiernos que conviven en la misma geografía, aunque pertenezcan a distintas capillas políticas, es la mejor manera de matar cualquier concepto civilizado de la política.

Macri ya debió enviar a los legisladores un proyecto de presupuesto con un nuevo impuesto a los gastos con tarjetas de crédito. No fue una buena idea, sobre todo porque proviene de él, que es, además, el referente de una ideología distinta de la gobernante. Es posible que retire ese impuesto en sus negociaciones con la Legislatura. Si lo hiciera, habría demostrado que es capaz de rectificar un error.

Esa equivocación de Macri no la justifica ni siquiera la portación de un buen argumento: Kirchner le manoteó un crédito de cerca de 600 millones de dólares que el líder de la Capital tenía acordado con las AFJP. La autorización del gobierno nacional (que sólo debía darla un secretario de Estado a un crédito que cumplía con todos los requisitos) durmió tres meses en el Ministerio de Economía. Crédito y autorización sucumbieron cuando Kirchner se quedó con todos los fondos privados de pensión. Macri se quedó, al mismo tiempo, sin recursos para el plan de obras que había anunciado.

Ese fue el primer y fulminante ejemplo de la connotación política que tendrá en adelante el manejo de los ahorros previsionales. Las AFJP no habrán sido el mejor sistema posible, como no lo fueron, pero al menos no perdían el tiempo ni el dinero ajeno en vigilar y castigar.

Daniel Scioli puede tener más razones para explicar sus anuncios impositivos. Les aumentó a algunos y los excluyó a otros del régimen impositivo. El resultado financiero para el Estado es cero. Sin embargo, tanto Macri como Scioli deberían ser conscientes de que no se espera de ellos que le saquen más dinero a una sociedad asustada por el futuro inmediato. ¿Qué gobierno del mundo, sea progresista o conservador, anunció, en medio de una espectacular crisis, nuevos impuestos y más gastos?

Sólo la Argentina de Kirchner hace eso. El fiel lugarteniente de Kirchner, Ricardo Jaime, ni siquiera respetó la división de poderes y fue personalmente a Aerolíneas Argentinas para anunciar una intervención judicial. ¿Qué tenía que hacer Jaime allí, en nombre de un juez? Proclamó una intervención total cuando lo que sucedió fue la designación de un veedor judicial que deberá limitarse a informarle al juez la situación de la compañía aérea. Punto. Pero la ansiedad de Jaime, y la de Kirchner, por echar cuanto antes a los dueños españoles de la aerolínea los espolea a derribar hasta los más básicos principios constitucionales.

Los cancilleres español y argentino estaban hablando por teléfono cuando sucedió la sobreactuación de Jaime. Jorge Taiana se encontraba en Africa, al lado de Cristina Kirchner, quien le ratificó en tres oportunidades en los últimos meses a Rodríguez Zapatero que haría todo lo posible por acordar el desacuerdo. No hizo nada. No sabemos qué hacer en la Argentina ni con quién hablar allá , confesó desde Madrid un alto funcionario de Rodríguez Zapatero. El gobierno español quedó entre desorientado y atónito , contaron en Madrid.

En efecto, Cristina suele prometer arreglos y acuerdos, pero su esposo dinamita esas promesas con los incondicionales que dejó en el gobierno. ¿Por qué extrañarse de que en el exterior se pregunte casi exclusivamente del ex presidente y nadie se interese por la Presidenta, ocupada sólo en hacer declaraciones autorreferenciales?

Aerolíneas Argentinas no viene sola. Necesita de unos 50 millones de dólares mensuales para existir. Los pondrá el Estado de ahora en más, como ya los está poniendo desde la expropiación de hecho, hace cuatro meses. Todas las aerolíneas del mundo están reduciendo vuelos y personal por la crisis económica. Kirchner no tendrá margen para eso, porque los sindicatos lo ayudaron a expulsar a los dueños españoles mediante permanentes huelgas. El ex presidente hacía su propio trabajo de pinzas: les negó a los empresarios hispanos cualquier condición para sobrevivir. Kirchner es ahora cautivo de los sindicatos.

Pero es la sociedad argentina, en definitiva, la cautiva final de las furias y de los extravíos de sus gobernantes.

La Nacion






Cobos: "No me puso Kirchner, me eligió la gente"
Así lo expresó esta noche el vicepresidente al ser consultado sobre los rumores de una eventual renuncia; recordó que no representa a la oposición, pero consideró que el país necesita un modelo diferente al impulsado por la presidencia anterior

Martes 25 de noviembre de 2008

"Estoy cansado de decir que no voy a renunciar", dijo el vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, en una extensa entrevista emitida por el canal de cable C5N. "Alguien tiró la piedra y después escondió la mano. No sé si la Presidenta estaba al tanto de esto", describió así los rumores que indicaban su dimisión.

"La idea de una consulta popular fue algo exagerado", dijo terminante a la idea sobre un referéndum para consultar su continuidad en el cargo.

"A mi no me puso Néstor Kirchner, me eligió la gente", señaló Cobos para contestarle al comentario público del ex mandatario sobre la elección de Cobos como vicepresidente.

Al ser consultado sobre su actual relación con los Kirchner, Cobos señaló que no mantiene ningún trato, pero que -llegado el caso- tampoco quiere "complicarlo". Y respaldó su manera de actuar justificando que "uno puede ayudar con una visión distinta y no diciendo que sí a todo".

Tal como ocurrió el día que rechazó el proyecto de las retenciones aplicadas a la producción agropecuaria en pleno recinto. El vicepresidente dijo al respecto que no está arrepentido de su decisión y que cree que ayudó a la Presidenta, aunque esto no se vea así. Incluso señaló que lo volvería a hacer para buscar el mayor consenso.

Cuando se le pidió que realice una reflexión a casi un año de la asunción de la fórmula, el vicepresidente cuestionó la persistencia del modelo impulsado por la gestión anterior: "La etapa que se vivió con Kirchner como presidente era una época en la que se necesitaba recuperar la imagen del mandatario, pero ahora la sociedad reclama otra cosa, entre ellas, más institucionalidad".

Y agregó, en este sentido, que temas como mayor institucionalidad, coparticipación de las provincias y la situación del Indec requieren de respuestas inmediatas que el Gobierno no advierte. "En eso creo que ha fallado", acusó.

También consideró que hoy hay una relación muy fuerte personal y política de la Presidenta con su marido y es eso lo que genera, según explicó, la confusión sobre el doble comando y la permanente intervención de Néstor Kirchner.

En otro orden de cosas, expresó que la Argentina puede afrontar la crisis internacional y se mostró en favor de las medidas anunciadas esta tarde por la Presidenta en el cierre de la conferencia anual de la UIA.

En relación con el fin de las AFJP, Cobos criticó el tratamiento que recibió el problema en el Congreso, por la rapidez con la que se llevó a cabo la transición, pero enseguida aclaró que le gusta pensar bien de la gente y que, en este caso puntual, cree que se tuvo en cuenta la situación de los jubilados. "Hay una intención sana, pero los resultados los veremos con el correr del tiempo", advirtió.

La Nacion





Más del 70% de los argentinos considera regular o negativa la imagen de Cristina Kirchner
Según una encuesta de Poliarquía, el 39% tiene una imagen negativa de la Presidenta; además, la valoración positiva también sufrió una leve caída y se ubicó en el 28%; el 32% de los consultados la considera regula

Viernes 28 de noviembre de 2008

Casi cuatro de cada 10 argentinos evalúan negativamente la imagen de la presidenta Cristina Kirchner, según arrojó la última encuesta nacional realizada por Poliarquía Consultores. Además, la imagen positiva de la jefa del Estado, que se situó en 28%, sufrió una leve baja de dos puntos en relación a la muestra de 30 días atrás.

Así, tras 90 días de estabilidad, las adhesiones a la Presidenta volvieron a bajar casi 5%, hasta ubicarse en el 39%. Según el estudio de la consultora, menos del 6% dijo tener una muy buena imagen de Cristina Kirchner, mientras que el 23% dijo tener una imagen buena y el 32% de los entrevistados tiene una imagen regular.

Tras una baja sensible por la pelea con el campo y un leve repunte posterior que se debió entre otras cosas a la decisión de enviar al Congreso la discusión por las retenciones móviles y el cambio en el estilo de comunicación oficial, que hizo que la imagen de la mandataria se mantenga estable, durante este mes donde el Gobierno concretó la eliminación de las AFJP, su valoración volvió a caer.

"En una perspectiva de mediano plazo se observa que la imagen presidencial se encuentra estabilizada en torno al 29% tras la finalización de la crisis por el aumento de las retenciones agropecuarias", dice el estudio.

Además, el estudio destaca que la imagen de Cristina Kirchner es este mes más fuerte entre los menores de 29 años (34%), entre aquellos con instrucción secundaria (31%), y entre quienes residen en la Patagonia (46%), el NOA (36%), el Gran Buenos Aires (32%) y el Cuyo (31%). En sentido inverso, la imagen de la mandataria se deteriora entre los mayores de 50 años (26%), entre quienes tienen instrucción terciaria o superior (24%).

Durante la primera etapa de la pelea con el agro, las adhesiones a la Presidenta bajaron 27 puntos (pasaron de 47 puntos en marzo a 20 en junio) y desde entonces comenzó una suba que se mantuvo estable cerca del 30%.

La encuesta se realizó sobre una población general residente en ciudades de más de 10.000 habitantes, mayores de 18 años de edad y el tamaño de la muestra fue de 920 casos en 40 localidades de todo el país.

La Nacion





La interna del peronismo / Los proyectos disidentes
"Los Kirchner dinamitaron todos los consensos"
En Córdoba, Duhalde criticó el plan anticrisis del Gobierno y pidió la libre flotación del dólar

Sábado 29 de noviembre de 2008


Juan Carlos Vaca
Corresponsal en Córdoba

CORDOBA.- Eduardo Duhalde aplicó a Néstor y Cristina Kirchner la sentencia de Jorge Luis Borges respecto a que "los peronistas no son ni buenos ni malos, sino incorregibles".

En una entrevista con LA NACION, dijo: "Han dinamitado las dos bases más importantes sobre las cuales se sustentó la salida del momento más difícil de la historia argentina, que fue el diálogo con la Iglesia como abanderada, y el campo, que fue el primero que se recuperó y ayudó a mantener la paz social".

En esas certezas, el ex presidente asentó su descreimiento respecto a la eficacia que tendrá el paquete de medidas que anunció esta semana Cristina Kirchner. Cree que han sido tomadas en un momento inoportuno, por el "clima de mermada credibilidad" que rodea al Gobierno.

En cambio, interpretó que habría que dejar flotar libremente el dólar, más en sintonía con lo que han hecho Brasil, Chile y otros países. Sugiere que esa flotación debería llevar la paridad a 3,60 o 3,80 pesos.

Duhalde estuvo ayer aquí para inaugurar un ciclo de conferencias de la Sociedad Rural de Córdoba titulado "Campo y política". Aprovechó para dedicar el día a contactos políticos y a hablar con los medios, acompañado siempre por Julio César Aráoz y Teodoro Funes.
-¿No ve nada bueno en el anuncio presidencial?

-No es el momento para tomar estas medidas.

-¿Y una devaluación sería buena, porque mucha gente ha hablado de que convendría devaluar y hubo sectores que la han promovido?

-En estos momentos en que estamos en riesgo de deflación a mí me parece que no habría que hacer ningún esfuerzo para tener el dólar cómo se lo está manteniendo, me parece que es el momento de dejarlo flotar libremente y tomar resoluciones si puede tener alguna incidencia en el proceso inflacionario. Pero me da la impresión de que en este momento no va a tener una gran incidencia en la inflación y que sería muy auspicioso para el sector productivo en general tener un dólar más cercano al que tienen nuestros vecinos.

-¿Cuánto?

-Los que saben o uno cree que saben dicen que tendría que ser un dólar por lo menos de 3,60 a 3,80, pero no tomando medidas para que el dólar suba, sino dejarlo flotar libremente hasta ese nivel. Es lo que hizo Brasil, es lo que hizo Chile y lo que están haciendo otros países de la región.

-¿Hubiera preferido que las medidas surgieran por consenso?

-En los momentos de crisis es cuando más debemos estar atentos a la opinión del otro.

-¿Quiere decir que el Gobierno no está escuchando?

-Este gobierno tiene la característica de haber dinamitado los consensos de la sociedad argentina. Los consensos fueron la base de la salida (en 2002 y 2003). Esas bases se dinamitaron: peleándose con la Iglesia, primero, y con el campo, después.

-¿Piensa que el matrimonio Kirchner es incorregible en ese sentido?

-Y a veces esa sentencia borgiana a uno le anda dando vuelta, ¿no? Pareciera que fuéramos incorregibles?

-¿En 2009 será candidato?

-No. Voy a ocupar el año disertando en universidades de Estados Unidos y Europa.

-Sectores de la oposición están tratando de agruparse: el radicalismo, Elisa Carrió, el socialismo. ¿Cómo ve ese proceso?

-Me entusiasma y me interesa muchísimo el fenómeno santafecino. Ahí, la UCR y el socialismo han logrado un éxito electoral y un buen gobierno. Y lo interesante es que no triunfaron ante un justicialismo decadente.

La Nacion




Los círculos concéntricos del kirchnerismo
Por Mariano Grondona


Domingo 30 de noviembre de 2008

Cuando la Presidenta anunció esta semana la realización de nuevas obras públicas, un blanqueo de capitales y la creación del Ministerio de la Producción, muchos recordaron otros anuncios presidenciales, como el pago al Club de París y el principio de acuerdo con los acreedores impagos, llamados holdouts , porque en ambos casos había habido un gran impacto público primero y ninguna consecuencia concreta después. Mucho ruido y pocas nueces.

Era natural entonces que esta semana los observadores, ya más cautelosos en función de sus recientes experiencias, se preguntaran cuánto de verdad y cuánto de retórica había en los dichos de Cristina Kirchner. ¿Está el Gobierno por lanzar realmente el gigantesco plan de obras públicas por 71.000 millones de pesos que acaba de anunciar o sólo nos hallamos ante una nueva operación mediática? Los más desconfiados recuerdan a esos pastores que, después de creerle varias veces al pastorcillo mentiroso cuando gritaba "¡Lobo!", le dieron la espalda justamente cuando el lobo venía de verdad.

Un gobierno que ha manipulado sin cesar los datos del Indec y una presidenta que no ha hecho más que reiterar las directivas y confirmar los principales colaboradores de su antecesor después de haber proclamado en su campaña electoral que "el cambio recién empieza" tienen un desafío mayor aún que el dudoso financiamiento de las obras que prometen: restablecer la maltrecha confianza de los argentinos.

La confianza, que es el capital moral de las naciones, parece hoy más elusiva que nunca cuando se toma en cuenta que pocos días antes de que se anunciara este paquete de medidas supuestamente destinadas a atraer la masa de los capitales privados exiliados, a los cuales se han sumado en este año otros 24.000 millones de dólares, el Gobierno confiscó los ahorros de nueve millones de futuros jubilados por un valor estimado de 35.000 millones de dólares.

Tampoco ayuda a creer más que antes que en la presentación del flamante Ministerio de la Producción ante los industriales no se haya incluido hasta ahora una firme señal que indique que ha menguado el ánimo de venganza del Gobierno contra el campo, el otro gran productor junto con la industria, cuyas abundantes exportaciones salvaron a Duhalde en 2002 y podrían salvar a Kirchner en 2008, sólo con que éste lo quisiera.

El hecho de que la Comisión de Enlace haya sido invitada a la asunción de Débora Giorgi, ¿abre en todo caso una rendija a la esperanza?
La piedra en el lago

Para recuperar la confianza de los mercados, los Kirchner tendrían que intentar algo más rotundo, más profundo, que la seguidilla de anuncios rimbombantes a la que nos van acostumbrando.

Esto no quiere decir que su reiterada apelación a este vano recurso haya sido, en sí misma, en vano. Al contrario porque, sin confesarle nunca al pueblo "la" verdad de lo que está ocurriendo, han terminado por revelarle aun sin quererlo "su" propia verdad: las entrañas, el corazón del kirchnerismo.

Si tuviéramos que trazar un gráfico del poder kirchnerista, quizá la mejor manera de representarlo sería comenzar por un punto a partir del cual, como en las aguas de un lago cuando una piedra lo golpea, se van sucediendo ondas concéntricas cada vez más amplias y más débiles hasta que, finalmente, desaparecen.

El punto central del conjunto, la piedra en el lago de la que todas las ondas emanan, es Néstor Kirchner. De él, de su mezcla de aislamiento, ignorancia económica y arrogancia política, surgen todas las decisiones relevantes.

Junto a él, su discípula y compañera se ha hecho cargo de la tarea de anunciar, explicar y justificar aquellas decisiones sin que nadie sepa, ni siquiera los más cercanos a la pareja, cuál es el diálogo íntimo, secreto, en cuyo seno nace y madura el vínculo que los ata, de modo tal que el primer impacto de la piedra y el primer círculo que ella traza en el lago vienen a confundirse en un único destello: el big bang del kirchnerismo.

Más afuera se forma el segundo círculo kirchnerista, la breve pero intensa legión de los soldados. No tienen ideas ni voluntad propias. Sólo ejecutan. Pueden llamarse Zannini, Moreno, Echegaray, Kunkel o De Vido.

A veces la ira de los disconformes apunta contra ellos sin reparar en que sólo cumplen órdenes. Pero algunos al lado de ellos han concebido a veces la ilusión de un mínimo de autonomía hasta que la aplanadora del poder los dejó sin espacio. Sus nombres podrían ser Bielsa, Lousteau o Alberto Fernández entre los que ya mordieron el polvo de la desilusión, o Massa, Boudou y hasta Giorgi entre los que aún podrían morderlo.
Más afuera

A partir de aquí, los círculos del poder kirchnerista se amplían y se debilitan cada vez más. Están, por ejemplo, la mayoría de los gobernadores, que, si bien dependen casi absolutamente de la "caja" de Kirchner, guardan cierta libertad de maniobra en razón de la distancia.

Algunos de ellos vienen directamente del dedo de Kirchner. Otros, pese a que nacieron por fuera y hasta en contra de él, se ven obligados a cerrar filas cada vez que los aprieta la necesidad fiscal.

Más afuera todavía se desplaza sobre todo en la provincia de Buenos Aires el amplio círculo de los ex duhaldistas. ¿Cuántos entre ellos, si bien acatan ostensiblemente al todopoderoso, guardan contactos y nostalgias cerca de aquel que un día lo digitó?

El círculo más exterior de todos es, en fin, el de los aliados estratégicos del ex presidente. Los sindicalistas, comenzando por el propio Moyano, ¿son verdaderamente confiables para el kirchnerismo? La CGT que impulsó Perón lleva ya sesenta años ininterrumpidos de vigencia.

Los sindicalistas convivieron con los más diversos regímenes, con presidentes peronistas, radicales y militares. Sus conductores son de lejos nuestros políticos más experimentados. ¿Cuándo les llegará el momento de confirmar su extraordinaria versatilidad?

El sector empresario es diferente porque nunca comulgó con la doctrina peronista. Pero a veces lo seduce la peligrosa tentación de las ventajas económicas inmediatas o lo aprieta la comprensible presión del temor. Son aquellos que por lo bajo coinciden en un todo con los críticos y los opositores, pero que no se animan a hablar en voz alta.

Definitivamente, fuera de los círculos que forma el poder se encuentran, todavía solitarios, industriales como Aranguren. Habría que sumarle la gran mayoría de los dirigentes rurales, la prensa libre y, cada día más, las clases medias. Mención aparte merecen aquellos dirigentes que al fin lograron romper el cerco kirchnerista y que hoy se atreven a desafiarlo. Nombres como los de Julio Cobos, Felipe Solá y Luis Juez figuran a la cabeza de esta lista en paulatino crecimiento.
La contraola

Es que las olas, al fin, generan contraolas. Mientras los círculos concéntricos del kirchnerismo se amplían y se debilitan a medida que pasa el tiempo, desde fuera de ellos otra corriente nace y se extiende a partir de una segunda pedrada que el kirchnerismo no pudo evitar. Allí militan con creciente vigor los críticos, los opositores, los independientes.

Esta contraola puede terminar por ser más fuerte que la ola del poder vigente, pero, para lograrlo, debe dejar de ser solamente una "contraola" para transformarse en una "nueva ola" no sólo de contradicción, sino además de superación. La nueva ola del "poskirchnerismo". Cuando ella consiga formular el programa de la nueva generación argentina, sólo entonces se le podrá aplicar la famosa frase de Nietzsche: "Nada hay más poderoso que una idea a la que le ha llegado su hora".

La Nacion




Diferencias entre Obama y Kirchner
La comparación trazada por la Presidenta entre su marido y el futuro mandatario de los EE.UU. no tiene razón de ser

Martes 2 de diciembre de 2008

La mera presentación de las figuras económicas de primera línea que acompañarán a Barack Obama, al igual que su política de apertura hacia sus opositores, sugiere que su gobierno tendrá un sesgo centrista parecido al impreso por Bill Clinton durante su segundo período en la Casa Blanca. Ese simple detalle, más allá del carisma y de la oratoria del presidente electo de los Estados Unidos, refuta la absurda, antojadiza y casi ingenua comparación que hizo la presidenta Cristina Kirchner entre él y su marido.

"Escuchando al presidente del país y de la economía más importante del mundo, hablando de los planes para la crisis y decir que hay que reconstruir escuelas, caminos y viviendas, me parecía escuchar al Kirchner de 2003 cuando recorría la provincia de Buenos Aires", señaló la presidenta.

No es bueno engañar a la gente ni, en un alarde de imaginación, comparar al presidente electo de un país que honra las instituciones y pretende crear empleo por medio de la actividad privada con otro que, con fenomenal discrecionalidad, hizo y deshizo a su antojo con los fondos públicos, incluidos los de la provincia de Santa Cruz, atado al tren del aumento de los precios internacionales de nuestras materias primas hasta hace pocos meses.

En realidad, Kirchner es más parecido a Bush y a Putin que a otros mandatarios en el planeta. No sólo por sus rasgos autoritarios y su afición al petróleo, que lo acercan a Bush, y por haber elegido su delfín, como hizo Putin, sino también por su disposición para gobernar con viento en contra, como Bush, viento soplado por él mismo en medio de convulsiones que contribuye a crear. En su gobierno, continuado por su mujer, no hizo una guerra porque no tuvo motivo, pero no vaciló en pelearse tanto con sectores bien definidos de la vida argentina, como la Iglesia, la prensa, los militares y el campo, entre otros, como con presidentes de países hermanos, como Uruguay y Chile.

Ese rasgo no parece ser el inspirado por Obama, dispuesto a reunirse hasta con adversarios de los Estados Unidos, como los presidentes de Irán, Mahmoud Ahmadinejad; de Venezuela, Hugo Chávez, y de Cuba, Raúl Castro. Kirchner no sólo nunca se mostró abierto al diálogo, sino que hasta alentó las peleas para obtener rédito interno, como sucedió en 2005 con el entonces presidente mexicano, Vicente Fox, disgustado por el maltrato dispensado a George W. Bush en la IV Cumbre de las Américas, en Mar del Plata.

De ahí que la comparación que quiso trazar la Presidenta entre un mandatario en las sombras, como su marido, y un mandatario entrante, como Obama, no tiene razón de ser.

Lo curioso es que los Kirchner eran admiradores de los Clinton. Es decir, de la pareja que, en los noventa, privilegió la relación con Carlos Menem, detestado por ellos, e impulsó aquello que la izquierda quiso llamar neoliberalismo. ¿Qué admiraron los Kirchner de los Clinton, excepto la habilidad con la cual el presidente sorteó el escándalo con Monica Lewinsky en el Capitolio? Quizás eso, precisamente, la viveza para eludir el juicio político.

Lo curioso, a su vez, es que Obama, al cual admira ahora Cristina Kirchner, ha convocado para su gabinete económico a ex funcionarios de la administración Clinton. ¿Creerá acaso que el progresismo norteamericano es tan idealista como el populismo argentino? El sesgo de los noventa será insoslayable en su gobierno, más allá de los férreos controles que impondrá el Estado sin que ello signifique nacionalizar la economía.

Bush, que tanto se parece a Kirchner, dejará el gobierno con índices tan bajos de popularidad que, en el orden regional, compiten con los de Cristina Kirchner. Obama no "refundará" su país, como pretenden hacerlo los presidentes de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Tomará las riendas de una democracia que, a pesar de sus defectos, ha hecho un culto de la continuidad.

Si en algo se sienten ofendidos los Estados Unidos por insultos o bromas de mal gusto, como haber bautizado "efecto jazz" a la crisis financiera global o haber sugerido que los dineros sucios introducidos en el país por un ciudadano venezolano en un avión rentado por el Estado argentino eran parte de un "operativo basura" de órganos de inteligencia norteamericanos, la Presidenta no debe pedir milagros ni inferir que, por un llamado de teléfono casi rogado en Washington después de otros saludos que despertaron sus envidias, Obama se desespera por conocerla o, atento a su cortesía, por visitar Buenos Aires.

El culto a la personalidad suele crear espejismos o, como en la comparación entre Kirchner y Obama, groseras confusiones entre lo que no fue y lo que, en principio, tampoco será.

La Nacion





El escenario
Otro golpe para diluir el poder de Alberto Fernández
Carlos Pagni
Para LA NACION

Miércoles 3 de diciembre de 2008

Bastó con que dejara su cargo en el Gobierno para que Alberto Fernández perdiera también el saludo de la Presidenta. Néstor Kirchner, quien no confía en el protocolo ni para las penalidades, prefirió desarmar el pequeño castillo montado por su antiguo colaborador en la administración y en el PJ Capital. Con la salida de Romina Picolotti, ayer, fue retirado otro ladrillo de esa arquitectura.

La última reunión entre Kirchner y Fernández quedó velada tras la ficción, consentida en Olivos, de un encuentro entre amigos. El ex jefe de Gabinete, decía el parte oficial, volvería a escena como negociador de las listas de la lejana elección de 2009. Fue el 18 de septiembre. Kirchner y Fernández no se volvieron a ver. En vez del reencuentro, había comenzado la demolición. De Fernández, claro.

Picolotti tuvo un precursor más ruidoso en su salida: Héctor Capaccioli, ex superintendente de Salud que dejó el sillón acorralado por el escándalo de la efedrina y las denuncias de Graciela Ocaña sobre corruptelas en la supervisión de las obras sociales. La situación de este funcionario fue el tema casi exclusivo de aquella charla de septiembre.

Capaccioli había sido el recaudador electoral de los Kirchner por designación de Fernández. Cuando comenzaron las acusaciones, se escudó en ese vínculo: "Yo tenía responsabilidades conjuntas con Alberto", dijo a LA NACION. La misma estrategia de José Salvatierra, investigado por los descalabros del Hospital Francés, quien rememora a diario las reuniones de financiamiento de campaña ante prominentes secretarios de Estado y caudillos del PJ Capital.

También de ese feudo Kirchner se ha propuesto expulsar al ex jefe de Gabinete, quien ni siquiera es invitado a las reuniones del partido que preside. En cambio, adversarios del ex jefe de Gabinete, como Ginés González García y Rafael Bielsa, volvieron al redil porteño. Y un aliado crucial, como el sindicalista Víctor Santa María, vive pegado a la Casa Rosada, sobre todo desde que obtuvo la llave de una radio AM en el distrito.
Telerman y Lavagna

El esposo de la Presidenta hizo sondear, hace apenas horas, a dos dirigentes que -supone- podrían representar al Gobierno en 2009 en la ciudad de Buenos Aires: Jorge Telerman y Roberto Lavagna. No se sabe cuál de los dos se lleva peor con Fernández.

¿A qué se debe esta inquina de los Kirchner? La versión más superficial es que interpretaron como una amenaza la ocurrencia de su ex subordinado de publicar un libro. "Néstor sabe que es una veleidad, que no diría nada inconveniente", refuta un experto en estos arcanos. Otros creen que el vínculo se quebró el día en que Aníbal Ibarra abandonó el oficialismo: "A Ibarra le toleramos de todo por pedido de Alberto", despotrica el esposo de la Presidenta. El último entredicho fue hace un mes, cuando Vilma Ibarra -quien se caracterizó siempre, en las buenas y en las malas, por una inusual autonomía legislativa- tuvo un cruce de palabras con Sergio Massa, en Diputados. ¿Hay otras razones para el castigo? ¿Tendrán algo que ver las recientes idas y venidas -sobre todo venidas- del ex jefe de Gabinete con el apóstata Felipe Solá?

Acaso Fernández no sepa del todo qué culpa está pagando. Su ignorancia se advierte en los esfuerzos por conseguir clemencia a través de trabajosas declaraciones de un amor no correspondido. Rara ceguera: nadie más indicado que él para atestiguar que el sistema de poder que lo expulsa no registra matices. Que los Kirchner sólo reconocen lealtades absolutas. Amigos o enemigos.





Crece la desconfianza en la ciudadanía
Descendiendo en espiral
Natalio R. Botana
Para LA NACION

Jueves 4 de diciembre de 2008

Parece que al fin el Gobierno ha reconocido la gravedad de la crisis. Pero este registro, lejos de poner las cosas en orden, ahonda, como en una espiral descendente, la erosión de la confianza. En estos días, el país padece de una alarmante difusión de la desconfianza y una lasitud, de más en más pronunciada, en el repertorio de las creencias públicas. Seguirá padeciendo en los días que vendrán, si no se modifican los proyectos legislativos del Gobierno.

Estos fenómenos se han disparado desde tres ángulos: el de la institución presidencial, el de la política fiscal y aquel que atañe al comportamiento de los aparatos sindicales. Estos tres ángulos de la acción social forman un triángulo dentro del cual la legitimidad política y económica sufre graves inconvenientes, como si el cuarto de siglo de vigencia de nuestra democracia no nos hubiera servido para perfeccionarnos y acumular, así, una experiencia constructiva.

Del ángulo institucional, ocupado en estas semanas por la lamentable expresión de Néstor Kirchner, cuando afirmó que al vicepresidente Cobos él lo había puesto como candidato, mucho se ha hablado y, por cierto, criticado. Tal vez lo que convendría subrayar es que, con este gesto ramplón, Kirchner ha puesto nuevamente de relieve una de nuestras tradiciones políticas más negativas: la del gran elector que hace gala de su poder y gobierna por encima de la responsabilidad de rendir cuentas. Con ello se debilita el Poder Ejecutivo, esa piedra maestra de nuestro ordenamiento constitucional compartida, como apuntó hace muchos años José Nicolás Matienzo, por el presidente y sus ministros.

¿Quién manda, en efecto, en la Argentina? ¿Dónde orientar las creencias públicas en ausencia de una figura capaz de asumir plenamente las funciones que le competen? Preguntas sin respuesta, porque este esquema de la Presidenta y su sombra no ha hecho más que transitar un camino minado: alguna vez ayuda; otras, las más frecuentes, la sombra se fuga, se encarna en el poder real y es fuente de confusión y conflicto.

Si la constitución política del Estado está sujeta a estos vaivenes, la constitución económica de la sociedad civil no le va en zaga. La frágil legitimidad institucional que nos envuelve afecta, pues, ambas dimensiones: la política y la económica.

Con la ley de estatización de las AFJP se cercenó más, con otra súbita vuelta de tuerca, el principio básico de la estabilidad de los contratos. Con los recientes proyectos de ley de moratoria para las deudas impositivas y de blanqueo de divisas no declaradas en el país, la ciudadanía fiscal corre el riesgo de enterrarse de nuevo en el pantano de la privación de justicia.

Mediante el concepto de ciudadanía fiscal se alude, en términos generales, a la conducta del ciudadano que se pliega a la ley y paga sus impuestos. Ya sea por obligación o convencimiento, quienes practican la ciudadanía fiscal contribuyen a dar sustento entre nosotros al restringido campo de la legalidad, un espacio que, como tal, debería estar sujeto a la coerción legítima en caso de incumplimiento de la ley.

Como siempre sucedió en el pasado, nada de esto acontecería en la Argentina si el Congreso aprobara sin modificaciones esos proyectos. Ganarían en esta circunstancia los corruptos y los evasores, aquellos que integran la cohorte privilegiada de la economía negra.

Esta reducción de los vínculos sociales a los que están en blanco y en negro describe la naturaleza escindida de nuestra existencia pública. En la cumbre de la pirámide, o cerca de ella, los evasores del sistema aprovechan cuanta oportunidad se les ofrece para apartarse de la legalidad; en el fondo, estos actores saben que, tarde o temprano, el gobierno de turno promoverá una moratoria para rescatarlos. Más si han sido agentes de la corrupción entre lo público y lo privado.

Esto por lo que toca a los poderosos. Pero hay otro costado de la ilegalidad que tiene que ver con una privación de justicia tanto o más lacerante. Es el terreno inhóspito de los 4.500.000 trabajadores en negro (el 43% de la fuerza laboral) que sobreviven a la intemperie, con sueldos bajísimos en promedio y sin protección social. Son los huérfanos de este pomposo modelo de "acumulación con inclusión social" que habitan, entre otros lugares, las villas miseria en franco crecimiento de nuestras aglomeraciones urbanas.

Según informes del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, la población de las villas porteñas aumentó en un año en más de 50.000 habitantes (de 150.100 a 200.000). Es posible que el deseo vehemente de controlar a los distritos opositores haya provocado que sectores del Gobierno incentivaran esta estrategia. Si así fuera, estaríamos en el reino del desprecio, en la manipulación de la pobreza como ariete político.

Por uno u otro camino, los hechos concluyen abonando un mismo argumento: el de la pobreza como variable de ajuste, porque ya sabemos que, si caen los salarios, los primeros sacrificados serán aquellos que forman el inmenso depósito del trabajo en negro.

Desde luego, esta situación no afecta -prima facie- a los sectores laborales afiliados a un sindicato. En este sector, las protecciones son, sin duda, mayores y darían razón a todos aquellos que ven en la acción sindical una garantía para defender la dignidad de los trabajadores.

Empero, a esta orientación la empañan, desde hace ya muchas décadas, las conductas provocadoras que hacen del desmán y del abuso en lugares públicos un recurrente estilo de vida. ¿Cómo entender el bloqueo del sindicato de camioneros (hoy "la patria sindical" de más peso en el país) a la expedición de dos diarios -LA NACION y Clarín - sin tomar en cuenta este factor amenazante?

Las patotas se reproducen mientras el Gobierno calla. Con lo cual queda una vez más en limpio que el espacio público se ha transformado en un objeto de apropiación privada.

Acaso sea necesario volver a los fundamentos de la legitimidad que debería ampararnos a todos, gobernantes y gobernados. La Corte Suprema ha dado a conocer un fallo importante en materia de libertad sindical. Y aunque la subordinación del Poder Legislativo a los dictados del Gobierno (después, se entiende, del conflicto con el sector rural) parece ser la voz de orden, sería deseable que el Congreso obrara en consecuencia para preservar, al menos, los pocos restos de ciudadanía fiscal que nos quedan.

La espiral desciende y la reconstrucción se hace más difícil.





El aniversario ed Cristina Kirchner / Doce meses turbulentos
El año en que el viento se dio vuelta
La gestión presidencial quedó marcada por los conflictos, la sombra de Kirchner, la búsqueda de financiamiento y la crisis económica

Domingo 7 de diciembre de 2008

Martín Rodríguez Yebra
LA NACION

Primero fue el FBI; después, el campo. Ahora, simplemente, "el mundo". Casi desde el día en que juró como presidenta, Cristina Kirchner se esmeró en encontrar al enemigo adecuado a quien echarle la culpa de que su gobierno no pueda acercarse a ese "paraíso" que la ilusionaba en la campaña electoral.

Lejos de los días felices, el año que pasó en el poder la encontró atrapada por los conflictos, por la búsqueda infructuosa de fondos y por una sombra bien cercana que desdibujó su autoridad: Néstor Kirchner, su marido, su antecesor, el jefe político del Gobierno y el hombre que en su despedida se arrogaba la salida del infierno y auguraba un camino al Edén.

El país de Kirchner se convirtió en el país de los Kirchner. El "café literario" en el que, irónicamente, decía Néstor Kirchner que iba a instalarse cuando el 10 de diciembre de 2007 entregara el cargo se instaló en la residencia de Olivos. En la mudanza diluyó el poder de la Casa Rosada, convirtió en burócratas con poca capacidad de decisión a buena parte de los ministros y, sobre todo, dejó instalar en la opinión pública la idea de que él todavía es el que manda.

Aunque molestos por esa visión -real o exagerada- del doble comando, los Kirchner se acomodaron cada uno en su papel. Y resultó muy parecido al que les atribuye el imaginario social.

En el Gobierno argumentan que los problemas no les dieron respiro para preocuparse por esas sutilezas. Dos días después de jurar Cristina Kirchner, el FBI difundió que la infausta valija de Antonini contenía dólares para la campaña oficialista. Todo un golpe para una gestión que prometía añadirle al kirchnerismo una mano de calidad institucional.

Es justo ese objetivo incumplido, el que tiene estos días en vilo a parte del oficialismo, que empieza a animarse a reclamar reformas. El diálogo con la oposición; el apoyo a las estructuras sindicales violentas; la presión de Guillermo Moreno a las empresas; las cifras imaginarias del Indec, y la falta de transparencia en el manejo de fondos sobreviven en la segunda etapa del kirchnerismo. El estatismo del primer Kirchner se ahondó, con la expropiación de Aerolíneas y la eliminación de las AFJP como símbolos.

Puede parecer irónico, pero el reclamo interno más resonante por una gestión más transparente, esbozado por la ministra Graciela Ocaña, apunta a volver al "kirchnerismo original", aquel que Cristina Kirchner iba a dotar de institucionalidad.

El oficialismo vive en ebullición, como no había ocurrido en los cinco años anteriores. El disparador fue el conflicto con el campo. Esos cuatro meses de tensión mostraron por primera vez a los Kirchner gobernando a la defensiva. Promovieron las retenciones móviles por decreto; se toparon con una huelga fortísima; la desestimaron; se enfurecieron; el paro terminó en marchas y cacerolazos; entraron en pánico; descubrieron el Congreso, se confiaron demasiado y, en la derrota a manos de sus aliados, casi coronan la crisis con un portazo. La Presidenta pensó en renunciar el 17 de julio, después de que el vicepresidente Julio Cobos rechazó las retenciones en el Senado. Aquel discurso titubeante de Cobos mostró a los Kirchner un abismo.

La imagen del matrimonio presidencial se desplomó. El Gobierno se desgajó. Había perdido en el camino al ministro de Economía, Martín Lousteau. Y entonces se fue Alberto Fernández, el tercer hombre del poder, que no consiguió arrastrar con él a su enemigo Julio De Vido. El colmo de Fernández fue que dos de sus allegados (Héctor Capaccioli y Romina Picolotti) resultaran los únicos funcionarios removidos por sospechas de irregularidades.

El Gobierno emergió del caos con Kirchner como virtual ministro de Economía. La financiación que no pudo conseguir del agro la buscó en la inconclusa reapertura del canje de deuda y creyó encontrarla con el manotazo a los fondos previsionales.

En el medio estalló la crisis global. La Presidenta pasó de mofarse de los países ricos (eso del "efecto jazz") a admitir que la Argentina también sufrirá. Rompió un dogma kirchnerista al anunciar el megaplán antirrecesión. Néstor Kirchner profundizó su alianza con Hugo Moyano y se recostó en el peronismo ortodoxo.

El temblor financiero encuentra a la Argentina en el estribo del mundo, pese a la promesa electoral de la reinserción internacional. En 12 meses, la Presidenta se peleó y se reconcilió con el Vaticano; acusó a Estados Unidos de hacer operaciones basura tanto como se emocionó porque Obama le dijo que quería conocerla; con Uruguay no hubo manera de recomponer la concordia; anunció su voluntad de pagar las deudas con los países industrializados y, días después, resolvió la estatización de los fondos jubilatorios que hizo temblar a algunas de esas naciones, sobre todo a España.

El segundo año plantea el desafío de gestionar una crisis impredecible en medio de un año electoral. Hay un país distinto del que los Kirchner estaban acostumbrados. Sólo se mantiene inmutable un aliado fiel desde 2003: la oposición, que hasta ahora falló en todos los intentos por construir una opción convincente.
Cronología
10 DE DICIEMBRE DE 2007
El traspaso de mando

Cristina Kirchner asume después de ganar las elecciones con el 45%.
12 DE DICIEMBRE DE 2007
La valija maldita

El FBI difunde las sospechas de que el dinero de Antonini era para la campaña.
11 DE MARZO DE 2008
Las retenciones móviles

El ministro Lousteau anuncia la medida que abre cuatro meses de conflicto.
17 DE JULIO DE 2008
El voto "no positivo"

Cobos vota contra las retenciones y se convierte en el enemigo de los Kirchner.
22 DE OCTUBRE DE 2008
El fin de las AFJP

El director de la Anses, Amado Boudou, anuncia la reestatización jubilatoria.
25 DE NOVIEMBRE DE 2008
Aceptar la crisis

La Presidenta empieza el anuncio por capítulos de un plan antirrecesión




El problema ahora es la desconfianza
Joaquín Morales Solá

Domingo 7 de diciembre de 2008

Confianza. Eso es lo que falta aquí y allá. El gobierno de los Kirchner mostró en los últimos días que aún está en condiciones de reaccionar ante la adversidad, pero su problema consiste en que ni los argentinos ni los extranjeros le tienen fe. Huérfana de liderazgo político y económico, la Argentina reconoce conflictos con sus gobernantes, pero se enfrenta, al mismo tiempo, con la impotencia de los líderes opositores. Este es el principal trauma de una sociedad que está entrando, como casi todo el mundo, en el oscuro corredor de la recesión, la escasez y el descontento social.

Una encuesta nacional de la empresa Analogías, que circuló en un reducido círculo de funcionarios, indica que Néstor Kirchner cuenta hoy con sólo el 6 por ciento de intención de votos; Cristina Kirchner lo supera con un módico 9 por ciento. Una tragedia política se deduce de esos números. El matrimonio presidencial contaba, hace apenas un año, con índices de simpatía social que rondaban el 70 por ciento y la Presidenta había ganado las elecciones presidenciales con más del 45 por ciento de los votos. Nadie dilapidó tanto capital político en tan poco tiempo.

Sin embargo, la iniciativa política sigue siendo de ellos, guste o no. El Congreso ha vuelto a votarle casi todas las leyes que el Gobierno envió desde la derrota de la resolución sobre las retenciones. El precio de algunas conciencias es muy barato, pero ahí está el kirchnerismo ofreciendo cargos partidarios y obras públicas con la precisión de los cirujanos. La oposición no kirchnerista preparó una solicitada corta, incisiva y fulminante sobre el lavado de dineros mediante el blanqueo. Era una advertencia de que esos dineros serían investigados bajo cualquier gobierno que no fuera el de los Kirchner.

La intención era que la firmaran todos los que tienen muchas o pocas posibilidades de ser presidentes de la Argentina, sin importar su procedencia política. No funcionó. Elisa Carrió no quiso firmar al lado de Adolfo Rodríguez Saá y de Juan Carlos Romero. Romero nunca contestó. López Murphy pidió una crítica a la política desastrosa de toda la gestión de Kirchner. Roberto Lavagna no podía firmar sin autoinculparse. Julio Cobos adujo, con razón en este caso, que su rol institucional se lo impedía. Mauricio Macri tampoco quiso aparecer con algunas de esas compañías. La espectacular solicitada que habían imaginado quedó convertida en un humilde blog bajo la responsabilidad de sólo tres: Felipe Solá, Juan Manuel de la Sota y Lavagna.

El propio Felipe ya no sabe si será candidato el próximo año en la provincia de Buenos Aires. Su asidua interlocutora Margarita Stolbizer decidió cerrar un acuerdo bonaerense con Carrió y con Cobos, que en principio deja afuera a Solá. Duhalde no pudo hacer nada para bajar las desmedidas ambiciones de Francisco de Narváez, que insiste con ningunear a Solá. No seré el candidato de una porción más , anticipó el ex gobernador. Kirchner no encontró una solución propia para Buenos Aires, donde las encuestas tampoco lo favorecen, pero sus críticos lo ayudan a disimular sus obstáculos y sus errores.

Todo vale, entonces. Romina Picolotti se fue porque se oponía al veto de Cristina a la protección de los glaciares. Hay intereses en la explotación del oro en esa drástica decisión presidencial. Los Kirchner tienen una vieja sensibilidad por el oro; ya crearon una empresa estatal en Santa Cruz destinada a la explotación de ese mineral. Hicieron trascender, con la frialdad característica de la dinastía gobernante, que despidieron a la funcionaria porque tenía una causa avanzada por presuntos hechos de corrupción.

Picolotti fue una mala funcionaria que despilfarró dinero en cosas inexplicables. Sin embargo, es un absurdo de cabo a rabo que ella se haya ido por una causa judicial cuando Ricardo Jaime, que tiene 25 causas penales por eventuales actos inmorales, retiene las funciones y un inmenso poder. Jaime es el confidente, el operador fiel y el dueño de muchos secretos de Néstor Kirchner. La única conclusión es que los Kirchner cuentan todavía, aun en medio del derrumbe político, con márgenes suficientes como para frecuentar la arbitrariedad.

Hasta las buenas intenciones de la administración resultan adversas. Promocionó fáciles y generosos créditos para el consumo de electrodomésticos, pero no instrumentó esas medidas. Las ventas se frenaron en seco porque todos esperan mejores precios y condiciones. Hay que ver todavía si se espera algo o si el freno llegó para quedarse. Esta duda comprende también la venta de automóviles y los anuncios de ayer. La confianza necesaria para decidir una compra no está, por más incentivos que haya. Después de tantos zigzags políticos e ideológicos del Gobierno, una amplia mayoría social cree en la veracidad de cualquier rumor sobre el matrimonio gobernante. ¿Para qué endeudarse, entonces?

Los líderes rurales no ingresaron en el Olimpo kirchnerista cuando se anunciaron las medidas contra la crisis. Débora Giorgi hizo su pacto de sangre con el matrimonio presidencial cuando descartó cualquier rebaja de las retenciones. Los Kirchner la desautorizaron cuatro días después, cuando dispusieron una insuficiente reducción de las retenciones al trigo y al maíz, pero reducción al fin. No fue ni una gota de agua en el desierto para el campo, mientras los tamberos están regalando los terneros porque les resulta más caro alimentarlos que venderlos más tarde. Esa es la realidad actual, dura y demoledora, del exuberante campo argentino.

¿Es mejor si se mira el exterior? Miguel Angel Moratinos y María Teresa Fernández de la Vega no pudieron con los Kirchner. El canciller español y la vicepresidenta del gobierno hispano hablaron, respectivamente, con Jorge Taiana y con Cristina Kirchner. Aspiraban a un acuerdo sobre el conflicto de Aerolíneas Argentinas, aun cuando los dos sabían, y saben, que ya no les sacarán la compañía a los Kirchner. El propio rey Juan Carlos está interesado también en una solución pacífica.

Cristina ordenó la exploración de un acuerdo después de esos inconfundibles mensajes. Abogados españoles llegaron desde Madrid para analizar varias alternativas, que iban desde dejar en manos de sus actuales dueños un pequeño porcentaje de acciones de las dos empresas, Aerolíneas y Austral, hasta la compra de 50 aviones adquiridos por Marsans para esas compañías. La negociación funcionó hasta el fin de semana último, cuando el matrimonio presidencial se encerró en El Calafate. Al regreso de ellos, los teléfonos se silenciaron y la negociación se enfrió. Aparentemente, Néstor Kirchner, enemigo declarado de esos empresarios, pudo influir más que los encopetados funcionarios españoles.

Diputados avanzó luego con la expropiación de la compañía aérea. El único problema que quedó sin resolver consiste en que la Presidenta deberá hacer una visita de Estado a Madrid en febrero próximo. En febrero está el invierno en Europa. El frío del clima podría contagiar la política y la visita presidencial. ¿Irá Cristina? ¿Les hará frente a semejantes pronósticos?

Los Kirchner confunden muchas cosas porque a nadie consultan. Zamarrearon al embajador norteamericano y a empresas norteamericanas creyendo que con Barack Obama llegará la revolución a Washington y que, por lo tanto, todo es posible en la actual transición norteamericana. El prestigioso analista Moisés Naim acaba de describir al gobierno designado de Obama como de centroderecha. Sea como fuere, en Washington ningún gobierno nuevo refunda la historia norteamericana; sólo trata de cambiar algunas cosas, de mejorarlas y de crear nuevas expectativas.

Para peor, el embajador Earl Anthony Wayne podría ser más influyente en el Washington de Obama que lo que fue en el de Bush. Tendrán que acostumbrarse. El mundo, sorpresivo, volátil y desdichado, no les da sosiego a los Kirchner.

La Nacion



Joaquín Morales Solá | Ver perfil
El escenario
La agonía de un gabinete
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Miércoles 12 de noviembre de 2008


El gabinete de Cristina Kirchner agoniza afectado por una muerte lenta. No es la mejor receta para enfrentar dos crisis, una nacional y otra internacional. Lo poco que queda del Gobierno se ha trasladado a Olivos, desde donde salen las órdenes fulminantes hacia la administración y hacia la política en general. El único límite con el que tropieza el ex presidente ha sido, otra vez, la independencia de la Corte, que ayer estableció de hecho la libertad de afiliación gremial de los trabajadores.

El gabinete calla desde que se lanzó la estatización de los fondos de pensión. Sólo hablan el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y el director de la Anses, Amado Boudou. Pero un rayo político debió de cruzar ayer a Tomada cuando se enteró del fallo de la Corte, que afecta sobre todo a sus viejos conocidos de la antigua estructura gremial. La Corte Suprema vino a decirles a esos gremios, en condiciones de armar y desarmar gobiernos, que todas las cosas se terminan alguna vez. Hugo Moyano se enardeció. Tiene razón. En la víspera concluyó una manera de hacer sindicalismo y puso en eventual jaque el liderazgo de muchos dirigentes gremiales.

Volvamos al gabinete. Hace poco, en el debate senatorial por el presupuesto, el líder del bloque radical, Ernesto Sanz, describió así la realidad del poder: "Nos gobiernan tres personas. Un matrimonio que decide y un tercero que ejecuta", dijo, en alusión al secretario legal y técnico de la Presidencia, Carlos Zannini. Ese cuadro pudo ser pintado con el interés previsible de un opositor, pero no es muy distinto del que retratan los funcionarios que merodean las orillas del poder.

El propio jefe de Gabinete, Sergio Massa, desapareció del escenario público desde que el Gobierno anunció la estatización de las AFJP. ¿Desacuerdo? Es probable, porque él y otro ministro habían imaginado una solución más moderada que la confiscación lisa y llana. Llegaron tarde cuando se lo comunicaron a Zannini: "Yo ya estoy redactando la ley de estatización total de las jubilaciones", los madrugó el único hombre que cuenta con la confianza del matrimonio presidencial.

Massa constató también que la reacción que provocó la decisión fue pésima entre los agentes económicos nacionales y extranjeros. Eligió el silencio. ¿Cuánto tiempo puede durar un jefe de Gabinete que no comparte, totalmente al menos, una de las decisiones más trascendentales que tomó el kirchnerismo? Nadie se va del gobierno de los Kirchner, pero nadie tiene suficiente poder como para cambiar las cosas.

El ministro de Economía, Carlos Fernández, fue también crítico de esa decisión. Ya es notable que el jefe de la cartera económica esté condenado a opinar como un lector más de diarios. Es más notable aún que prefiera continuar en el cargo cuando no está de acuerdo con las decisiones de fondo de su gobierno.

La justificación de Carlos Fernández suena como una melodía en los oídos de Néstor Kirchner: "Soy sólo un soldado", dice quien se ha convertido, tal vez, en el ministro de Economía más opaco y oculto de los últimos 25 años. Formado en la administración pública, su vieja carrera de funcionario lo habilita sólo para darles la mejor forma posible a las indicaciones de sus superiores.

"Néstor Kirchner no admitirá nunca un ministro de Economía con personalidad propia, porque él es el ministro de Economía", apostilla un visitador de la cima. El problema es la resignación que exuda ese testimonio. ¿Hasta dónde fueron relegadas las instituciones cuando un ex presidente, sin cargo alguno en el Estado, es también el ministro de Economía en las sombras? Dirigentes y observadores políticos se quejaban antes porque no se realizaban reuniones de gabinete. Ahora, el matrimonio presidencial ha decretado la inexistencia del gabinete, convertido en un simple equipo de ejecutantes, sin voz ni voto.

Jorge Taiana ha pintado de gris la Cancillería en el momento de mayor aislamiento internacional de la Argentina en los últimos años. Es un buen profesional, con suficientes conocimientos del mundo, pero no está en condiciones de enfrentar los desvaríos internacionales de Kirchner ni de ordenar las ideas de la Presidenta. Cristina Kirchner irá a Washington para la cumbre del G-20. Nada más que la inercia de los viejos formatos internacionales puede explicar que la Argentina esté donde no debería estar, porque carece de tamaño y prestigio.

El discurso de Cristina será parecido, seguramente, al que dijo en El Salvador, en la reunión de países iberoamericanos. Usó el doble del tiempo que le correspondía para hablar de los fondos de pensión y para despeinar al neoliberalismo. "Parecía una senadora y no una presidenta", dijo un diplomático que la vio.

Taiana no hizo nada tampoco para desensillar a Kirchner de su insistencia en ponerse al frente de la Unasur, la incipiente alianza del sur de América. No quiere caer abatido por el veto de Tabaré Vázquez. Debe haber unanimidad, dicen los uruguayos. Sólo se necesita consenso, replican los argentinos. "Los documentos hablan de consenso y no de unanimidad, pero no hay unanimidad ni consenso porque un país hizo un veto formal", precisaron tres gobiernos sudamericanos, y ninguno es el uruguayo.

Como se ve, la Cancillería está entretenida en una cuestión personal de Kirchner. Es personal su pelea con el presidente de Uruguay y es personal su ambición de tener una función más fastuosa que la sola jefatura política de su país, aunque siempre, en este último caso, como un fantasma.

¿Cuál es el tiempo que la política les permite a tantas anormalidades? Néstor Kirchner ha logrado, hasta ahora, romper raudamente con casi todos los límites políticos e institucionales. Sólo la Corte Suprema lo pone de vez en cuando contra las cuerdas, como lo hizo ayer. La comunidad política le ha consentido esas infracciones, de una forma u otra. Es comprensible su lógica, entonces, cuando pregunta para qué o por qué debería cambiar.




Las anteojeras ideológicas de los Kirchner
Por Mariano Grondona

Domingo 9 de noviembre de 2008


A casi un año de la sustitución de Néstor por Cristina en la Presidencia, los Kirchner se han distribuido sus tareas. El decide . Ella explica . Algunos han querido ver en esta distribución de tareas el atisbo de una divergencia, pero no hay tal porque lo que parece separar a la pareja dominante es, en realidad, sólo una consentida división de funciones. Néstor y Cristina son dos personas distintas y un solo poder verdadero. Quienes aún esperan que el cambio ocurra en el interior de la pareja presidencial marchan hacia una gran frustración. El cambio vendrá a su debido tiempo, pero en el seno del poskirchnerismo .

Dedicada casi por completo a justificar lo que decide su marido, la Presidenta habla varias ocasiones por día en nuestro país y a veces lleva su propaganda hasta encuentros internacionales como el que se desarrolló en la XVIII Cumbre Iberoamericana celebrada en San Salvador o hasta comunicaciones públicas como la peculiar felicitación que le acaba de enviar a Barak Obama con motivo de su victoria.

Lo que asoma detrás de los discursos de Cristina es, invariablemente, una ideología. El primero que le dio a la palabra "ideología" su sesgo actual fue Carlos Marx al definirla como la justificación pretendidamente racional de una ambición inconfesable. El liberalismo era, según él, la ideología que los burgueses habían diseñado para justificar el capitalismo. Marx no pudo impedir empero que Karl Mannheim y otros autores definieran a su vez al marxismo como una nueva ideología concebida para encubrir la inconfesable ambición del comunismo.

Tanto el liberalismo como el marxismo dieron lugar a formidables desarrollos intelectuales. El modelo al que apela de continuo Cristina para justificar la pasión por el poder del kirchnerismo es una construcción más modesta, incomparable con aquellos dos grandes ejemplos. Cumple, sin embargo, la función de todas las ideologías de cimentar la incondicionalidad de sus seguidores y también bordea la trampa que acecha a los ideólogos cuando las explicaciones que elaboran para manipular a los demás terminan por atraparlos a ellos mismos, sumiéndolos en la incapacidad de distinguir entre sus fantasías y la insobornable realidad.
Las anteojeras

El diccionario define las anteojeras diciendo que son "en las guarniciones de las caballerías de tiro, las piezas que caen junto a los ojos del animal para que no vean por los lados, sino de frente". Igual que las ideologías, las anteojeras mutilan la visión global.

Cuando la Presidenta felicitó a Obama mediante una carta de dos carillas, desproporcionada a la luz de los miles de mensajes que estaba recibiendo el nuevo presidente norteamericano en el día de su victoria, exageró el modesto papel que hoy está cumpliendo su gobierno en el concierto de las naciones pero quizá lo hizo con la intención de destacar ante los ojos de su encumbrado corresponsal lo importante que es su "modelo", su ideología, para entender lo que está pasando en el mundo. Al aplicar sus ideas a la realidad norteamericana, Cristina erró, sin embargo, el diagnóstico por suponer que el triunfo de Obama fue un paso decisivo en la lucha secular contra la discriminación racial que asoló por siglos a los Estados Unidos.

Quizás éste fue el camino que Cristina creyó encontrar para mejorar las vapuleadas relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos, pero lo hizo ignorando que si algo prueba la victoria de Obama es, precisamente, que la discriminación racial que ella denuncia ya ha sido largamente superada en la democracia norteamericana porque, de otra manera, el candidato demócrata no habría obtenido su amplísimo apoyo tanto entre los negros como entre los blancos. La reciente elección norteamericana muestra que el triunfo de Obama es el punto culminante del constante ascenso de una minoría de color altamente calificada hacia la cumbre del poder, un ascenso que ya habían encarnado altos colaboradores de Bush como Colin Powell y Condoleezza Rice así como el juez Clarence Thomas en la Suprema Corte. El acceso de Obama a la presidencia no es por ello la iniciación sino el remate de la revolución que recién ahora cree percibir Cristina porque los Estados Unidos han dejado atrás hace décadas la tragedia de Martin Luther King a la que ella aludió en su mensaje. Lo que pasa es que la ideología de Cristina le impide ver que los Estados Unidos son desde hace mucho tiempo una democracia ejemplar y que no han empezado a serlo recién después de Bush y a partir de Obama, pero reconocerlo implicaría para ella atisbar más allá de esas anteojeras que le dicen que los Estados Unidos continúan siendo la perversa madriguera del capitalismo.
En San Salvador

La última vez que la Presidenta aprovechó una reunión internacional para explicar su "modelo" a los jefes de Estado que la rodeaban fue en la XVIII Cumbre Iberoamericana celebrada entre el 29 y el 31 de octubre último en San Salvador, capital de la República del Salvador. Acudió el rey de España y faltó Chávez, por lo cual los asistentes esperaban una reunión tranquila. A cada jefe de Estado se le había acordado entre 7 y 10 minutos para hablar, pero Cristina habló más de 25 minutos, como siempre sin leer, para tocar dos temas. Uno de ellos consistió en defender la apropiación de los ahorros de los futuros jubilados que habían optado hace un año por mantenerlos en las AFJP. El otro tuvo que ver con lo que ella insiste en llamar su "modelo", su ideología, sobre la Argentina y el mundo.

Al abordar el primero de estos dos temas, llamó la atención de los asistentes que Cristina se dedicara a defender el polémico proyecto de estatización de los ahorros privados con tanto énfasis como si estuviera en nuestra Cámara de Diputados y no en un foro internacional. En cuanto al "modelo" que también expuso, reiteró la condena del llamado "modelo neoliberal" que supuestamente condenó a la miseria a los países latinoamericanos durante la "década maldita" de los años noventa. Cristina volvió a proclamar entonces el derrumbe del Primer Mundo capitalista bajo el "efecto jazz" de la actual crisis financiera, indicando que de ahora en adelante será el Estado, y ya no el mercado, el protagonista económico de la Argentina y del mundo.

A la luz de esta afirmación de alcance universal, la estatización de los ahorros privados colocados en las AFJP vendría a ser sólo un ejemplo avanzado de la estatización general de la economía que prepara el kirchnerismo, pero el hecho es que la exposición de Cristina no cayó del todo bien en la Cumbre, obligándola a adelantar en un día su regreso a Buenos Aires por la cancelación de varias de sus citas. Como se sabe, con la conducción del presidente Antonio Saca, El Salvador es un país amigo de los Estados Unidos.

Cristina pretendía lograr en San Salvador el nombramiento de Néstor como presidente de la Unión de las Naciones Sudamericanas (Unasud), pero en tanto otros países prooccidentales como Colombia y Perú no acompañaron su iniciativa, Uruguay le dio la estocada final cuando, para manifestar inequívocamente su oposición a la candidatura de su marido, el presidente Tabaré Vazquez no concurrió a la Cumbre. Lo cual viene a destacar otro de los efectos de las ideologías: que sus cultores, finalmente, quedan aislados.

La Nacion




La operación más cara de los Kirchner
Por Joaquín Morales Solá

Domingo 2 de noviembre de 2008

Hay que parir una presidenta . Esa es la expresión más frecuente de Néstor Kirchner en los últimos meses. Deslumbrado por la épica, suele recordar que su presidencia decoló definitivamente, según él, cuando ordenó el cambio de la vieja Corte Suprema de Justicia. Las retenciones a la soja fueron un intento de parto de otra presidencia. También lo es la actual decisión de estatizar los fondos de jubilacsiones. Desde ya, no es sólo una cesárea política lo que justifica la desesperación por confiscar recursos privados. Pero es la forma cómo el ex presidente explica una cosa y la otra.

Eligió mal el camino, parece. Al cabo de esos esfuerzos, Cristina Kirchner se ha convertido en la presidenta de la democracia que más rápido ha perdido el favor de la sociedad. Una encuesta en poder del Gobierno señala que sólo un 12 por ciento de los porteños avala su gestión. Su esposo está peor en la Capital: su imagen positiva se ha derrumbado hasta tocar el 9 por ciento. Esa tragedia política se agrava con la sensación colectiva de una presidenta ensombrecida por su esposo.

Quizá la sociedad esperaba de Cristina otra presidencia. Es cierto. Esperaba una gestión que administrara la normalidad con un equipo distinto de funcionarios. Punto. No era necesario desplumar a los campesinos ni contrariar la voluntad de los aportantes a los fondos de pensión, que eligieron hace poco quedarse en el sector privado y no en el estatal. El Estado de Kirchner necesita, en cambio, de esos fondos y no tan sólo para asegurar el pago de los vencimientos de la deuda.

Kirchner bascula entre las acciones heroicas y las obras públicas. El ex presidente y actual hombre fuerte supone que el crecimiento de la economía podría desplomarse en el año próximo. Tiene razón. La solución que imaginó (y no tiene otra desde que fue intendente de Río Gallegos) consiste en lanzar un plan masivo de obras públicas para frenar la caída del empleo. Pero no hay plata para financiar deuda y obras públicas al mismo tiempo. Las elecciones están más cerca de lo que se supone. Ahí aparecen, entonces, las razones prácticas de aquel proyecto político de parir una presidencia.

Gobierno y empresarios brasileños idearon una solución más racional para su país. Asumieron que en 2009 habrá una "pausa" en el crecimiento de Brasil por la crisis internacional; decidieron mantener bajas las tasas de interés para no desalentar el consumo popular, y resolvieron no hacer nada que pudiera perjudicar el mercado de capitales (es decir, la financiación de la economía). Kirchner está haciendo las cosas exactamente al revés: destruyó el único mercado de capitales que existía, el que provenía de los fondos de las AFJP, y las tasas de interés andan por las nubes para que el peso no se vaya al dólar, aunque ahí se va de todos modos.

El parto es caro: desde que Cristina es presidenta, el Banco Central dejó ir ya unos 4500 millones de dólares de las reservas para sostener el valor del peso.

Ni la oposición ni la disidencia peronista que lidera Felipe Solá estarían en condiciones de frenar el proyecto oficial de estatización en la Cámara de Diputados. Felipe Solá está a punto de romper el bloque oficialista. Hay entre los peronistas de distinto pelaje (compartido también por muchos radicales) una vieja idea proclive al estatismo. No saben por qué, pero saben eso. Las cosas son como son. Las AFJP deberían hacerse también una autocrítica porque nadie tuvo nunca argumentos sólidos para defenderlas. Las propias sociedades de la Capital y el Gran Buenos Aires, mayoritariamente contrarias a la decisión de los Kirchner, según las encuestas, objetan el método y el propósito de la medida oficial. Nada más.

Esa mezcla de ideas estatistas en gran parte de la comunidad política y la carencia de comunicación de los fondos de pensión le abrieron, en principio, un camino más fácil al gobierno entre los diputados. Eso sí: estamos legislando contra lo que piensa y quiere la calle. Tengámoslo en cuenta, por lo menos , se sinceró un diputado peronista. La calle piensa que se llevan la plata para la campaña electoral. Como se ve, no está equivocada.

Los resultados del Senado dependen de muchas cosas. Ahí estarán votando dentro de un mes. ¿Cómo prever lo que pasará dentro de treinta días cuando ningún argentino sabe cómo terminará el día que acaba de amanecer? ¿Cómo, cuando la devaluación del peso no se rindió ni ante una oferta de 1000 millones de dólares hecha por el Banco Central? ¿Cómo, cuando el dólar siguió su escalada aun después de que Guillermo Moreno les prohibiera a entidades financieras vender dólares a grandes compradores aunque fuera plata legítima y declarada?

A la Argentina le han borrado el futuro y navega en un mar de incertidumbres. Un fondo de inversión que había decido invertir 450 millones de dólares en el país deambulaba en los últimos días haciendo una sola pregunta: ¿Cómo se puede confiar en un gobierno que toma decisiones trascendentales sin conocimiento de sus principales ministros? Elemental pregunta, sin respuesta. Esa ausencia de futuro existe aun cuando el futuro es mañana. Nadie habla de futuro.

Tampoco hay certidumbres fuera del país. La calificación internacional de la economía del país acaba de descender por debajo de la de Bolivia y Ecuador. El juez norteamericano Thomas Griesa dio otra voz de alarma: cansado de comprender y esperar a los argentinos, el magistrado comenzó a congelar depósitos bancarios que podrían ser estatales (los de las AFJP) por las causas de los bonistas que están en default. ¿Les pasará lo mismo a los aviones de Aerolíneas Argentinas cuando está compañía esté formalmente en manos del Estado argentino? Por ahora, la expropiación es sólo de hecho.

La reunión de Cristina Kirchner con Rodríguez Zapatero fue menos grata que la que pintaron los diplomáticos de ambos países. Cristina le repitió al líder español que los fondos de pensión no fueron estatizados. Se trata sólo de un cambio de administración , disimuló, aunque el cambio signifique pasar de lo privado a lo público. Rodríguez Zapatero le recordó que ese "simple cambio" había derrumbado durante varios días la Bolsa de Madrid. Eso fue culpa de la prensa , le respondió, suelta de cuerpo. ¿Cómo se responde a semejante obcecación?

Hubo, sí, promesas de esfuerzos para acordar por Aerolíneas Argentinas, pero envueltas en un torrente de duras críticas de la Presidenta a los propietarios españoles de la compañía aérea. El gobierno de Madrid tiene otra opinión sobre esos empresarios. Los funcionarios españoles se llevaron la impresión de que los Kirchner están a punto de romper las barajas del juego. Una nueva ronda de tensión hispano-argentina no es descartable. Más allá de las cordialidades del líder español, su gobierno ya está fatigado del permanente conflicto argentino.

La vida como un conflicto perpetuo. Es el estilo del kirchnerismo. No se salvó ni Julio Cobos, que rompió definitivamente con los Kirchner cuando fue al coloquio de IDEA en su condición de presidente en ejercicio. IDEA es para Néstor Kirchner una covacha de conspiraciones contra su gobierno. Nunca explicó por qué ni dio ninguna prueba. Cobos debería renunciar , dijo el viernes un kirchnerista. Sólo muerto o mediante juicio político me sacarán de aquí , aseguró el vicepresidente hace poco. La disciplina se resquebraja y ningún parto alumbra nada.

La Nacion




Joaquín Morales Solá
El escenario
Ya no hay "doble comando": todo lo decide Kirchner
Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Miércoles 29 de octubre de 2008

No hay peor cosa para un presidente que no ser presidente. En los sistemas presidencialistas, las sociedades esperan también del jefe del Estado un liderazgo político y una referencia moral. Extrañamente para muchos, que consideraban a Cristina Kirchner una política hecha y derecha, aunque pudiera gustar o no, la Presidenta ha delegado el poder absoluto del país y de la administración en su esposo, un ex presidente sin ninguna responsabilidad formal. Gobernadores, legisladores y dirigentes justicialistas se refieren, sin embargo, sólo a Néstor Kirchner cuando hablan de resolver el poder. El periodismo está siguiendo, razonablemente, esa senda de realismo político.

¿Qué sucedió para que la otrora fogosa legisladora nacional, capaz de enfrentarse al menemismo en el apogeo del menemismo, haya declinado ahora su opción de poder y la oportunidad que le dio la historia? Dicen algunos que la traba una enorme dependencia psicológica y política de su esposo, que fue, al fin y al cabo, su jefe político durante 30 años.

Otros señalan que le tocó en suerte lidiar con dos monumentales conflictos económicos (el problema con el campo y la estatización de los fondos de pensión) y que ella no es una persona muy letrada en cuestiones de la economía. Más aún: Cristina está convencida de que tiene en casa a un sabelotodo económico. En realidad, Néstor Kirchner practica la omnisciencia, porque está seguro de que ningún asunto humano o político es ajeno a su conocimiento.

Es notable, si éste es el caso, que la Presidenta no haya percibido que ambos conflictos fueron creados por su propio esposo y que nunca hubieran existido sin su intervención. Quizá Cristina Kirchner debe poner la cara en nombre del peor Kirchner, aislado en Olivos, dicen, rodeado sólo de incondicionales, incapaz de convocar al diálogo y al consenso aun dentro del propio gobierno que supuestamente comanda su esposa.

Kirchner es Kirchner y nunca fue muy distinto. Pero hubo un tiempo en el que estuvo rodeado de ministros con más personalidad y carácter. Basta recordar su primer gabinete: eran ministros desde Alberto Fernández hasta Roberto Lavagna, pasando por Rafael Bielsa y José Pampuro. Había al mismo tiempo, en aquel momento, gobernadores con opinión propia y peso en sus distritos, como Felipe Solá, Jorge Obeid, José Manuel de la Sota o Juan Carlos Romero. Kirchner estaba en la Casa de Gobierno y estaba, también, obligado a hablar con ellos casi a diario. Cierta sensatez se colaba en el despacho de los presidentes al final del día.

No puede resultar casual que la designación más llamativa que hizo Cristina Kirchner cuando asumió, la de Martín Lousteau como ministro de Economía, haya durado menos de cuatro meses. El principal pecado de Lousteau fue no haber sido nunca un interlocutor permanente del ex presidente confinado en Olivos. ¿Es posible que Alberto Fernández, el amigo entrañable del matrimonio presidencial durante más de cinco años, se haya ido del Gobierno sólo por una fugaz pataleta? Aunque él no lo ha dicho nunca en estos términos, debe colegirse que su renuncia se debió a una posición contraria a lo que se dio en llamar el "doble comando".

* * *

El "doble comando" inicial se ha ido diluyendo para dar luz al comando unipersonal de Néstor Kirchner. Ese es el problema de ahora. Nunca fue bueno para la República que una esposa sucediera a su esposo en el timón del Poder Ejecutivo, pero menos bueno es que quien gobierna una democracia no tenga funciones constitucionales ni responsabilidades administrativas. Mucho menos bueno es que ni siquiera sienta la obligación de informar al gabinete de su esposa (o, lo que ya es mucho pedir, le consulte la opinión) sobre decisiones tan trascendentales como el destino de las jubilaciones de millones de argentinos.

En verdad, lo que demostraron estos casi 10 meses del protocolar gobierno de Cristina Kirchner es el fracaso de la idea de que era bueno el traspaso del poder entre marido y esposa. Cristina parece muy limitada en su margen de acción para cambiar política y figuras del gabinete, porque el creador de las dos cosas la espera todas la noches para cenar en familia. Y sólo un cambio profundo de gabinete, de modos y de direcciones podría darle a la Presidenta, a estas alturas de la crisis, una nueva oportunidad política.

La jefa del Estado ha hecho también todo lo posible para que la sociedad no pudiera distinguir entre un gobierno y otro. Está padeciendo ese error en las encuestas. La estrategia de oxigenar el kirchnerismo, cambiando a un Kirchner por otro Kirchner, se ha derrumbado ante los ojos precisos e infalibles de la gente común.

Sólo un aislamiento muy grande puede ocultarle al Gobierno que las decisiones económicas de Néstor Kirchner metieron a la Argentina de bruces en una crisis de la que estaba felizmente ausente. El país iba a sufrir las consecuencias de la crisis internacional, a pesar del inaugural regodeo oficial de que América latina estaba aislada, pero nunca con la dimensión y profundidad que provocará la arbitraria decisión de estatizar lo que pertenece por definición a la propiedad privada. El precio del dólar y la volatilidad del sistema financiero están dando cuenta del tamaño de ese desatino.

Hay preguntas sin respuestas todavía: ¿por qué a Néstor Kirchner no le importa desgastar a su esposa hasta extremos en los que sólo aparece en los actos rituales del poder, pero no en el poder? ¿Por qué Cristina Kirchner, la antigua figura llena de carácter y de ideas, acepta ahora ese eclipse y se resigna a que la política pase por otro lado que no es el suyo? ¿Por qué la política, en última instancia, está permitiendo esa distorsión del sistema político y de los mecanismos democráticos?

La española Almudena Grandes es mujer y escritora; su militancia política está a la izquierda del partido socialista español. En mayo pasado, estuvo en Buenos Aires en la Feria del Libro. Se sorprendió cuando aquí todos le decían lo mismo: "Es él, Néstor, quien manda, quien recibe a los ministros, el que habla y el que gobierna". Republicana de cabo a rabo, Grandes escribió entonces un artículo en el diario madrileño El País en el que les pedía sus coterráneos que no criticaran a una "dinastía democrática" cuando están gobernados por "una democracia tutelada por una dinastía monárquica".

Al final, Almudena Grandes retomó su militancia en cuestiones de género y asestó una conclusión fulminante para Cristina: "Si una mujer llega a la presidencia para que gobierne su marido, mejor que no llegue nunca", escribió. ¿Será ése el legado definitivo que la actual presidenta dejará tras su oportunidad de poder?

La Nacion






Dura crítica de Pérez Esquivel a los Kirchner
Dijo que violan los derechos humanos

Domingo 19 de octubre de 2008

El premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel profundizó su alejamiento del kirchnerismo, al enviarle una carta abierta a la presidenta Cristina Kirchner en la cual critica varias de las medidas adoptadas por el Gobierno.

Tutéandola, señaló: ?Anunciás con gran publicidad que el Gobierno ha decidido el pago de la deuda externa al Club de París, deuda que bien sabés es inmoral, injusta e ilegítima?.

En esa línea, le preguntó: ?¿Qué esperás? ¿Que si hacés bien los deberes que te imponen los que mandan, recibirás como regalo que el país sea aceptado en el sistema financiero capitalista y recibir préstamos que el país deberá devolver con intereses y la deuda seguirá creciendo hasta lo infinito??.

?Kirchner, a quien bien conocés, decidió pagar al FMI ?añadió? y la situación del país no ha mejorado, por el contrario, ha transferido dinero del pueblo sin ninguna consulta y ha aumentado la pobreza, el desempleo, el analfabetismo.?

El dirigente también le dedicó un párrafo al organismo de estadísticas. ?El vapuleado Indec se especializa en hacer dibujitos muy malos para demostrar lo indemostrable.?

En diálogo con LA NACION, Pérez Esquivel comentó que es la segunda carta que le envía a la Presidenta. ?No contestó ninguna. Le había advertido de la venta de tierras, del daño que se le está haciendo al medio ambiente, especialmente con la minería?, dijo.

En una entrevista con el diario Crítica de la Argentina , Pérez Esquivel había comparado a los Kirchner con el menemismo ?al poner en práctica una política neoliberal a ultranza?.

El militante cuestionó la política de derechos humanos de los Kirchner. Está de acuerdo con el impulso a los juicios a los ex represores, y dijo ?que aumente la pobreza? y ?la mortalidad infantil evitable son violaciones de los derechos humanos que suceden hoy?. ?El Gobierno de los Kirchner viola los derechos humanos sistemáticamente?, resaltó.

La Nacion






Consideran desde el oficialismo que Cobos es un dirigente de la oposición
El jefe del bloque kirchnerista en Diputados, Agustín Rossi, reclamó al vicepresidente que no haga "mal uso" de su investidura y que sea "lo más moderado posible"

Jueves 18 de diciembre de 2008

La estrategia del Gobierno para posicionar a Julio Cobos en las antípodas del Gobierno con miras a las elecciones del año próximo sigue en marcha.

Esta mañana fue el turno de Agustín Rossi, el jefe del bloque de la bancada kirchnerista en la Cámara de Diputados que directamente se refirió al vicepresidente como un "dirigente de la oposición".

"Hay que asumir las cosas como son: Cobos es el vicepresidente de la Nación y es uno de los dirigentes de la oposición, esta es la realidad. Su paso por el oficialismo duró seis meses y cada día que pasa toma mayor cantidad de distancia", disparó el legislador en declaraciones a radio Global Station.

Rossi se ocupó de no dejar dudas de la intención oficial de ubicar a Cobos en la vereda de enfrente, estrategia de la que LA NACION da cuenta en su edición de hoy. "Es un dirigente de la oposición y hay que tomarlo como tal", insistió. En este marco, le reclamó: "Tendría que tratar de ser lo más moderado y mesurado posible y no hacer un mal uso de su investidura".

Nuevo cruce. El vínculo entre la Casa Rosada y Cobos experimenta una escalada de tensión desde el martes pasado, cuando, en un acto en La Plata, Néstor Kirchner lo acusó de ser una "máquina de impedir" y de haber "dejado sola" a Cristina Kirchner.

Pocas horas antes, el vicepresidente había asegurado que su voto en contra de las retenciones móviles al agro había evitado un estallido social.

La Nacion





Los Kirchner y la teoría sexual infantil
Por Fernando Laborda

Domingo 4 de enero de 2009

Más concentración del poder, más personalismo, más monólogos. Menos pluralismo y menos diálogo. En una palabra, más kirchnerismo. Parece ser ésa la receta para enfrentar los difíciles desafíos con que arranca 2009.

La ultrakirchnerización del Gobierno, puesta de manifiesto en estos días con el reemplazo de Claudio Moroni por Ricardo Echegaray al frente de la AFIP, apunta en una única dirección: garantizar una administración centralizada y discrecional de la masa de recursos derivada de la reforma jubilatoria y, eventualmente, del blanqueo de capitales.

Pero, al mismo tiempo, da cuenta de una delicada situación, caracterizada por una presidenta que parece cada vez más dependiente de las directivas de su esposo, quien a su vez confía cada vez en menos colaboradores. Moroni había llegado al Gobierno de la mano del ex jefe de Gabinete Alberto Fernández; Echegaray, más allá de sus títulos, es conocido de Néstor Kirchner desde que dirigía la Aduana en Río Gallegos.

El peligro de esta kirchneridad al palo, estilo detrás del cual no hay un proyecto de país, sino tan sólo un proyecto para no perder un centímetro de poder, es su autofagocitación. Cuando una estructura de poder se plantea devorar todo lo que está a su alrededor para sostener el protagonismo de una figura política, tarde o temprano, la prosecución de ese proceso conduce al aislamiento, a la nada.

En diciembre de 2007, al asumir la presidencia Cristina Fernández de Kirchner, había dos soles en la constelación de poder K. No estaba definido, por entonces, alrededor de cuál de ellos se moverían los planetas y satélites. En los últimos tiempos, ese dilema astronómico quedó develado: en octubre de 2007, no hubo una elección, sino una reelección encubierta. El único rey sol sigue siendo Néstor Kirchner.

No faltarán quienes, como el jefe de Gabinete, Sergio Massa, intentarán explicar que quien gobierna es la jefa del Estado y que su marido es sólo el presidente del partido gobernante. O que existe una división de tareas propia de una sociedad política, en la que uno se ocupa de los mensajes de barricada y la otra se reserva los grandes anuncios, como los planes para comprar heladeras. Lo cierto es que, a los ojos de la opinión pública, aquellos discursos de choque son más impactantes que cualquier decisión que anuncie la primera mandataria. Y casi no hay analista que no considere que Cristina Kirchner se ha ido convirtiendo en una figura subsidiaria respecto de su esposo.

Tanta exposición pública, combinada con un carácter irascible, le produjo a Néstor Kirchner un lógico desgaste que, en forma simultánea, terminó debilitando a la Presidenta.
Matrimonio y patrimonio

Ese proceso alcanzó su clímax durante el conflicto con el campo. El ex presidente fue el artífice de la estrategia de confrontación y, por ende, el responsable de la fuerte caída de la imagen positiva del Gobierno. Fue el mariscal de la derrota, pero no sólo no recibió castigo alguno, sino que, a partir de entonces, ejerció cada vez mayor influencia en las decisiones gubernamentales. Pone y saca funcionarios, llama por teléfono a algunos integrantes del gabinete tanto o más que la propia Presidenta y digita los tiempos de cualquier anuncio relevante que hará su esposa.

No hay en la historia política reciente ejemplos como para comparar la relación de poder entre Néstor y Cristina Kirchner, en función de su curioso parentesco. Hasta podría ser más útil recurrir al psicoanálisis que al análisis político.

De acuerdo con la teoría sexual infantil, los niños creen que ambos sexos tienen órgano sexual masculino por igual. Llega un momento en que la niña advierte que no lo tiene y su principal deseo es tenerlo. Al mismo tiempo, el varoncito concluye que la niña lo ha perdido y comienza a temer que a él le ocurra lo mismo.

Según reconocidos médicos psicoanalistas, esa situación explica muchos caracteres masculinos y femeninos corrientes. Así, el hombre se pasa la vida luchando por el patrimonio y la mujer, defendiendo el matrimonio , con lo cual generalmente logra el control del dinero del marido. En otros términos, el hombre se pasa la vida tratando de conservar -y temiendo perder- lo que tiene, mientras que la mujer tratará de apropiarse de aquello que no tiene y pretende tener. Esa entelequia, representada por el órgano sexual masculino o falo, puede estar dada por dinero, joyas o, también, por el poder.

Este análisis puede ayudar a entender la conducta de Néstor Kirchner, de aferrarse al poder que tuvo y tiene, pero teme perder. No alcanza, en cambio, para comprender la actitud de su esposa, la Presidenta, que hasta ahora no ha seguido el ejemplo de su marido, quien al llegar a la Casa Rosada, en 2003, lo primero que hizo fue deshacerse de su mentor, Eduardo Duhalde.
La largada de Reutemann

Un síntoma de la debilidad del kirchnerismo apareció en los últimos días, con el virtual lanzamiento de Carlos Alberto Reutemann como postulante presidencial. Es la primera vez, desde la reapertura democrática de 1983, que un candidato con chances serias en el partido oficialista no es anunciado desde el poder gobernante.

Reutemann sintetiza, por sus dotes personales, casi todo lo contrario de lo que expresa Néstor Kirchner. Es moderado, tolerante, paciente y, al margen de cierto espíritu ermitaño, afín al diálogo y a la búsqueda de consensos.

Productor agropecuario con sólidos contactos con las entidades rurales, Reutemann aparece, al igual que Julio Cobos, como una de las figuras que podrían representar al sector que más dolores de cabeza les dio a los Kirchner. Y su candidatura surge justo en momentos en que crecen las versiones de que, desde la AFIP, se perseguirá al campo.

Allegados a Echegaray desmienten esas conjeturas. Pero no dejan de lanzar severas advertencias: Si el 70 por ciento del campo está en situación irregular, no es el Gobierno el que va contra el campo, sino esos productores agropecuarios los que van contra la sociedad . Y agregan: Mientras ellos cumplan con las responsabilidades que tiene cualquier ciudadano, nadie irá por ellos.

Claro que la mayor responsabilidad inmediata del nuevo titular del organismo recaudador pasará por la reglamentación de la ley de blanqueo de capitales, que deberá terminar en menos de veinte días. Sus voceros aseguran que blanquear capitales de origen espurio no va a ser gratuito y que la ley no terminará siendo un viva la Pepa. Sin embargo, existe la sospecha de que el deseo del Poder Ejecutivo es que la reglamentación no entorpezca la llegada de capitales al país, sin importar su origen.

Lo cierto es que, con la designación de Echegaray en la AFIP, queda demostrado que los Kirchner quieren más halcones al estilo de Guillermo Moreno y menos palomas , como se consideraba a Alberto Fernández o, mucho antes, a Roberto Lavagna, a quien Kirchner le cuestionaba que no fuera lo suficientemente duro con los formadores de precios.

La pole position de Reutemann frente a 2011 no es la mejor noticia para Kirchner. Ya no sólo están Carlos Menem o Adolfo Rodríguez Saá como potenciales recolectores de resentidos del peronismo con la fracción gobernante.

El afán de protagonismo llevará a Kirchner a meditar sobre la posibilidad de ser candidato a un cargo electivo por la provincia de Buenos Aires, algo que podría ubicarlo incluso como la segunda figura sucesoria, detrás de Cobos.

Sin embargo, los riesgos de esa maniobra no son menores. Si hoy el kirchnerismo, con una oposición dividida, tiene muchas probabilidades de ganar en el distrito bonaerense con poco más del 30 por ciento de los votos, una candidatura de Kirchner podría unificar a buena parte de los partidos opositores y complicar la victoria oficialista.

Por otro lado, un modelo que debe plebiscitarse cada dos años es un modelo que no se ha consolidado y, por ende, exhibe su debilidad.

Pero si la candidatura de Reutemann puede inquietar al kirchnerismo, también debería preocupar a los dirigentes de la oposición, obligados desde ahora a empezar a quererse un poco más .

La Nacion




Cristina no cree en su propio discurso
Por Jorge Oviedo

Viernes 9 de enero de 2009

Es llamativo que el mismo gobierno que anuncia con bombos y platillos que la recaudación impositiva está creciendo firme resoluciones el mismo día para aumentar los impuestos. Parece más que evidente que ni la propia Presidenta cree en las estadísticas amañadas. Es alarmante que la difusión de los datos de la recaudación tributaria de diciembre que debió hacerse el primer día hábil del año se haya postergado para usarlos con una interpretación grosera, para hacer un acto de propaganda. La verdad de la situación parece estar en la resolución que incrementa la presión tributaria sobre los vehículos de lujo.

Las medidas de estímulo de la producción y el consumo anunciadas con bombos y platillos difícilmente se transforman en realidad. La puesta en marcha de los planes para vender heladeras y automóviles cero kilómetro no puede ser más lenta. Mientras, algunas empresas importantes tuvieron inconvenientes para pagar aguinaldos. "Hubo problemas y si esto sigue así en marzo habrá que despedir personal", dijo un ejecutivo de una empresa con más de 1500 empleados que hasta hace poco facturaba cada día más.

"Se hacen ajustes, se cancelan contratos de tercerización de servicios y se reasigna gente de la propia estructura que por la caída de las operaciones se había quedado sin tareas; es una alternativa y es una manera de conservar los puestos", señaló un ejecutivo de un gran banco, que no obstante aclaró: "Eso traslada el ajuste a las empresas que prestan servicios tercerizados".

Son las medidas más reactivadoras las que peor instrumentación tienen, mientras que los ajustes tarifarios y de impuestos se aplican de inmediato, aunque al igual que con el blanqueo y el intento de promover el juego, tienen muchos menos adeptos, que no quieren pagar costos políticos en el año electoral.

Scioli debió despegarse de las políticas más controvertidas, pero el matrimonio presidencial tiene a un seguidor automático y entusiasta en el gobernador mendocino Celso Jaque, quien pidió a la Legislatura superpoderes para hacer obras públicas sin licitación. También prometió una ley de blanqueo local para acompañar la peligrosa norma nacional que abre la puerta al dinero más sucio del mundo. Y vetó una ley que limitaba la difusión del juego. Jaque no tiene por qué temer que Mendoza se convierta en un paraíso de la delincuencia: ya lo es. Hizo campaña prometiendo reducir el delito, que no dejó de crecer. Ahora envía proyectos que, en consonancia con la iniciativa nacional, parecen convocar a delincuentes aún peores que los que ya asuelan la provincia.

La Nacion





Los nuevos soldados del modelo kirchnerista
Por Fernando Laborda

Domingo 11 de enero de 2009

SI de algo se jactó siempre Néstor Kirchner es de su capacidad de coacción. Pero esa facultad es hoy discutida. En especial tras el conflicto con el campo, empresarios, sindicalistas y gobernadores les han perdido el miedo a los Kirchner. El ex presidente se desvela por renovar aquel poder de disciplinamiento.

Los últimos días pusieron de manifiesto una nueva paradoja en el grupo gobernante. Mientras Néstor Kirchner confía para el éxito de la gestión gubernamental en soldados forjados a su imagen y semejanza, como Guillermo Moreno y Ricardo Echegaray, parece depender cada vez más en el terreno electoral de figuras que se le parecen muy poco, como Carlos Reutemann.

La única fidelidad al kirchnerismo radica hoy en las lealtades presupuestarias. Los Kirchner lo saben. De ahí que su máxima preocupación pase por los fondos de la Anses manoteados a los afiliados a las extinguidas AFJP y por la acción que desarrollará el flamante titular de la AFIP.

Echegaray no se pone colorado a la hora de admitir que, para él, la AFIP es un engranaje del poder político. Se diferencia de Alberto Abad, para quien este órgano debía ser aséptico e independiente del resto de los cuerpos del Estado.

No vine a hacer equilibrio en el cargo , se le escucha decir al nuevo jefe de la AFIP. Reconoce que con una economía en crecimiento y precios de commodities en alza es fácil recaudar. Pero que en un escenario como el actual, con una economía que ha dejado de crecer y, por si fuera poco, en un año electoral, la política tributaria no ofrece alternativas: H ay que hacer cirugía mayor.

¿Qué significa cirugía mayor para Echegaray? No me voy a disfrazar de Papá Noel ni me voy a parar en la puerta de los hoteles alojamiento para sorprender a evasores. Pero habrá que hacer algo intermedio , señala.

Cree que en la Argentina se ha perdido la costumbre de exigir tickets en los comercios, que hay que combatir la proliferación del uso de facturas apócrifas y atacar la competencia desleal de productos importados, especialmente del sudeste asiático, para defender la industria nacional.

Promete que los centros comerciales que han hecho un culto de la informalidad no quedarán en pie. Y menciona específicamente a La Salada, una de las mayores ferias ilegales de América latina, que, enclavada en Lomas de Zamora, da trabajo a unas 6000 personas y, según distintas estimaciones, movería el equivalente de entre 7 y 9 millones de dólares por semana.

¿Se puede dejar en la calle, en un año electoral y en un contexto de aumento del desempleo, a todos los trabajadores informales de La Salada, tras años en que las autoridades nacionales y provinciales hicieron la vista gorda ante semejantes irregularidades? Parecería utópico. Por eso Echegaray sueña con armar desde la AFIP una alianza entre las pymes que sufren la competencia de los artículos importados y los sindicatos, para que se le dé ocupación a toda esa gente.

Además, se proyecta incorporar a la AFIP a unos 2400 empleados de las ex AFJP, que recorrerían las calles para combatir el trabajo en negro y generar recursos para la seguridad social.

Echegaray ya actúa como un superministro. Pero se ve a sí mismo como el general de una legión romana formada por 25.000 personas, el total de trabajadores de su administración. Y dice ser consciente de que si quien manda carece de objetivos claros, los legionarios podrían terminar sin rumbo alguno, como cuando los romanos saqueaban ciudades enteras y cometían toda clase de excesos. Asegura que eso no le ocurrirá: El único técnico de carrera que llegó a la AFIP soy yo. Tengo 16 años de experiencia aduanera y hasta fui delegado gremial del personal de la Aduana .

Su gran batalla comenzaría hacia agosto, cuando finalice el plazo para el blanqueo de capitales y la regularización tributaria, cuyo borrador de reglamentación estará la semana próxima en la Casa Rosada.

¿Cómo será la relación con el campo? No se habla de persecuciones. Pero sí de mecanismos de persuasión sobre la conveniencia de que las entidades rurales no entorpezcan la marcha del Gobierno en un año electoral. Kirchner y sus soldados conocen bien la máxima vandorista: P ara negociar, primero hay que golpear.

El futuro del campo no es la única duda que despierta la nueva AFIP. El polémico blanqueo de capitales encontrará en Echegaray a un fiel ejecutor de la ley, pero no a alguien preocupado por el origen de esos capitales.

El núcleo del modelo K 2009, con Amado Boudou administrando el pozo Bidú de la Anses para que los jubilados financien obras públicas, Moreno controlando los precios y el Indec, y Echegaray recaudando, encuentra límites frente a las elecciones.

Si bien en el último tramo del año pasado la recaudación aumentó en términos nominales, ya está disminuyendo en términos reales, con lo cual hemos ingresado en zona de recesión. La fuga de capitales en 2008 supera la de 2001 y se acerca peligrosamente a los casi 20.000 millones de dólares que la Argentina debe pagar en concepto de deuda a lo largo de 2009. Y el desempleo no sólo no bajará, sino que puede aproximarse a los dos dígitos.

La atomización de las fuerzas opositoras favorecerá al kirchnerismo. Pero sería erróneo calificar como triunfo oficialista el mero hecho de obtener la primera minoría de votos. Renovar un número de bancas legislativas bastante menor que las que se ponen en juego podría ser interpretado como un revés. Y perder en tres o cuatro de los cinco principales distritos del país (Buenos Aires, Capital, Córdoba, Santa Fe y Mendoza), también.

Para colmo de los Kirchner, si bien la oposición definitivamente no unificará listas de candidatos en 2009 -más allá de algunos acuerdos distritales entre la Coalición Cívica, la UCR y el socialismo-, se advierten acercamientos entre sus dirigentes que podrían dar lugar a un acuerdo programático o a una agenda legislativa común, que serviría de paraguas para las listas opositoras. La principal coincidencia de los últimos días fue la necesidad de una boleta electoral única, que evitaría el robo de boletas en los cuartos oscuros, como el denunciado en los comicios presidenciales de 2007. Una iniciativa semejante fue presentada por el senador de la Coalición Cívica Samuel Cabanchik y acompañada por radicales y socialistas, además de ser bendecida por el justicialista Felipe Solá y dirigentes macristas.

La virtual candidatura presidencial de Reutemann, cuyo perfil presenta notorias diferencias con el de los Kirchner, obligaría a la oposición a transitar la búsqueda de consensos más amplios.

¿Podría ser el ex gobernador de Santa Fe un candidato potable para el kirchnerismo? Hoy por hoy, no hay para Néstor Kirchner otro postulante potable para 2011 que no sea él mismo. Pero es obvio que si la economía y la paciencia de los argentinos le juegan en contra, Kirchner tendrá que buscar otra alternativa. Y Reutemann le ofrecería, de llegar a la Casa Rosada, cierta confianza de que no impulsaría un juicio de residencia contra sus antecesores en el cargo. Por ahora, para el kirchnerismo, Reutemann es sólo la mejor opción a mano para enfrentar al socialismo en Santa Fe.

Claro que el ex corredor de Fórmula 1 parece consciente de que tener a Kirchner de copiloto, a su lado, puede significar una debilidad, un abrazo del oso, más que una garantía de triunfo.

Los Kirchner están ante un nuevo ciclo en el que deberán resignarse a que buena parte de los candidatos del PJ hagan campaña proselitista sin encendidas defensas de la gestión presidencial. Deberán hacer algunas concesiones en materia de federalismo y de política agropecuaria si no desean que algunos gobernadores se unan al coro del cordobés Juan Schiaretti, quien ya pidió de viva voz una rebaja en las retenciones a la soja. Y si no quieren que el campo les haga perder el tan preciado control de la calle.

Parece un hecho: los Kirchner aún tendrán que tragarse varios sapos para hacer un digno papel electoral.

La Nacion




El Gobierno se mudó a la quinta de Olivos
La Presidenta casi no va a la Casa Rosada

Domingo 1 de febrero de 2009

Juan Pablo Morales y Mariana Verón
LA NACION

Néstor Kirchner cruzó los jardines con la mirada fija en el piso. Pasó por detrás del quincho donde la Presidenta preparaba otro anuncio oficial y siguió hasta "la Jefatura", el lugar que reacondicionó para sus reuniones en la quinta de Olivos. Ahí repasó encuestas, vio a su esposa por televisión y mandó a llamar a los gobernadores que estaban en el acto.

Las reuniones en Olivos siguieron el miércoles hasta el anochecer. Lo mismo había ocurrido el día anterior. Lo mismo pasó el siguiente. La costumbre se convirtió en rutina: la quinta presidencial acoge la nueva sede del gobierno kirchnerista. Nunca antes había habido tan poca actividad en la Casa Rosada y tanta en los jardines de Olivos. Allí se unificaron visitas e influencias, sin distinciones.

"Al principio fue una necesidad. La mejor forma de disimular dónde está el poder real", confesó un influyente dirigente kirchnerista, que entra habitualmente a la quinta presidencial.

En los últimos dos meses, Cristina Kirchner tuvo actividad oficial apenas ocho días en Balcarce 50. Desde el fracaso de las retenciones móviles, dio un solo discurso en la Casa de Gobierno, la tarde del 2 de septiembre, cuando anunció el pago de la deuda con el Club de París (todavía incumplido).

Después, con la estrategia pública de demostrar que no estaba encerrada en su despacho, mudó los actos a un lugar que la terminó fascinando: el quincho con vistas a los jardines de la quinta.

En esos mismos jardines, Kirchner instaló sus oficinas, tras un año de permanentes mudanzas. En octubre de 2007, el líder peronista había prometido -no sin ironías- irse a "un café literario". Enseguida cambió esa idea por un lujoso piso en un edificio vidriado de Puerto Madero. Lo abandonó después por la sede del PJ, en Matheu 130. Al final, el conflicto agropecuario convirtió a la residencia presidencial en el mejor lugar para no exponer tanto el peso de su autoridad.
"La Jefatura"

Sus colaboradores desempolvaron entonces "la Jefatura de Gabinete", un edificio de una planta, dividido en dos alas principales, con media docena de oficinas y un salón principal, que en otros tiempos el ex presidente Carlos Menem usaba para reunir a su gabinete de tanto en tanto. También Eduardo Duhalde solía trasladar allí su oficina de trabajo algunos días a la semana.

La Presidenta se recluyó en el ala derecha; Kirchner se apoderó del ala izquierda. Suelen ocupar oficinas menores el ministro del Interior, Florencio Randazzo, y el coordinador político de la Presidencia, Juan Carlos Mazzón. No son los únicos: casi todo el gabinete pasa varias horas al día reunido en "la Jefatura".

En la práctica, la Presidenta se ocupa de los anuncios oficiales; el líder del PJ, del ritmo de la agenda política. Aprovecha los actos de su esposa para mandar a llamar a ministros, intendentes, sindicalistas o gobernadores, y hablar de la gestión y debatir su obsesión por el armado electoral de octubre. Para los dirigentes del peronismo, encontrarse con Kirchner ahora puede revestirse de una pátina institucional.

Un ejemplo: el último 14 de enero, mientras la atención periodística estaba puesta en el quincho, donde Cristina Kirchner reaparecía en público después de su lipotimia, el ex presidente y Randazzo negociaban fondos de obras públicas con intendentes del interior bonaerense. "Tenemos que ganar las elecciones", arengaba Kirchner cuando su esposa todavía hablaba frente a las cámaras.

La última semana, la Presidenta usó cuatro veces el quincho de Olivos. Anunció obras públicas para las provincias, informó sobre la negociación de la deuda y lanzó el canje de electrodomésticos. A su esposo no se lo vio en público.

Pero después de cada acto, los participantes aprovechaban para reunirse con él: gobernadores preocupados por su intromisión electoral en las provincias, jefes territoriales del interior que pedían fondos, ministros que acercaban encuestas, caciques del conurbano ansiosos por definir la agenda electoral bonaerense? En menos de una semana, 10 gobernadores y varias decenas de intendentes peregrinaron por "la Jefatura" para hablar de política.

La Presidenta prefiere no ocuparse de esas cuestiones: combina sus anuncios en los jardines con reuniones con sus ministros de mayor confianza.

En la Casa Rosada pasa cada vez menos tiempo. En diciembre tuvo actividad oficial sólo cuatro veces.

El 2 recibió a Ingrid Betancourt y a Madonna. Dos días después inauguró una muestra. Volvió el 22, pero estuvo unas horas y se fue a Luján a participar de la misa por el aniversario de la mediación papal en el Canal de Beagle. A la semana siguiente regresó para encabezar dos actos breves y conocer la sala de periodistas. Después viajó a El Calafate.

En enero también fue cuatro veces. La semana pasada, dos. En cambio, nunca dejó de hacer sus actos en Olivos. Este mes hizo seis anuncios oficiales: todos fueron en la quinta presidencial.

Hasta mediados de 2008, el uso político de la quinta era una rareza. Desde que la familia presidencial dejó el Sur, en 2003, siempre había preservado la intimidad familiar de la residencia.

Cuando Kirchner era presidente llegaba a la Casa Rosada todos los días a las 7.45. Se iba a las 13 y regresaba a las 17. No dejaba la casa de Gobierno hasta las 23.

Entonces, su esposa tenía un despacho propio en el primer piso, que ahora le cedieron a Gustavo López, el subsecretario general de la Presidencia. Kirchner no hubiera querido estar ahí.
Otros hábitos
2 DE SEPTIEMBRE DE 2008
Ultimo anuncio

Desde el fracaso de la resolución 125, la Presidenta dio un solo discurso en la Casa Rosada: el anuncio del pago al Club de París.
DICIEMBRE DE 2008
Cuatro veces

La Presidenta tuvo actividades oficiales en la Casa Rosada sólo cuatro veces durante ese mes. Recibió allí a Ingrid Betancourt y a Madonna.
15 DE ENERO DE 2009
Plaza Colón

Cristina Kirchner encabezó un acto de entrega de móviles de seguridad vial en la plaza ubicada detrás de la Casa Rosada.
ENERO DE 2009
El quincho

En la última semana, Cristina Kirchner hizo cuatro anuncios en Olivos.

La Nacion




Optimistas, aun en medio de las ruinas
Por Joaquín Morales Solá

Domingo 1 de febrero de 2009

Por fin Néstor Kirchner y el campo coinciden en una misma situación: los dos están agotados, secos e impotentes. Sólo un aspecto los diferencia: los campesinos han aceptado la ruina, mientras Kirchner se resiste a reconocerla. Esa convergencia involuntaria no los unió, sin embargo, y es probable que los separe aún más. Kirchner ha deslizado entre íntimos la convicción de que el país vive una crisis pasajera y superficial. ¿Por qué? Misterio. ¿Cómo saldrá la Argentina de ella? Milagro. El desdén es su única respuesta.

En esos diálogos entre susurros, el ex presidente en funciones se muestra atenaceado sólo por las preocupaciones electorales. Un candidato taquillero aquí. Una obra pública allá. Nada sustancial. Las elecciones serán en octubre, y el Gobierno y los argentinos deberán atravesar antes, lo quiera Kirchner o no, las consecuencias de una imprevisible y profunda crisis económica, nacional e internacional. La Argentina resurgió de la gran crisis de principios de siglo prendida de las faldas de una opulenta economía mundial, que creció como no lo había hecho en muchas décadas. Esta vez, el mundo no estará en condiciones de salvar al país. Cada nación, por lo tanto, deberá hacer su propio esfuerzo.

La obra pública no es una metáfora. Con sus viejos reflejos de intendente (los únicos que mostró hasta ahora), Kirchner está seguro de que cualquier economía resucita con un buen plan de obras públicas. Es posible que ni siquiera le sirva para las elecciones. Aun cuando se cumplieran todos los anuncios y los plazos (lo cual sería una novedad), el movimiento económico y laboral de las obras públicas comenzará a percibirse sólo en julio, muy cerca de los comicios. Por ahora, es la construcción privada lo que se ha frenado en seco, porque nadie compra nada.

Una de las principales empresas constructoras le pidió al Gobierno que abriera créditos hipotecarios para sus eventuales compradores de viviendas. No habrá créditos hipotecarios, pero podemos abrir créditos para que se construyan edificios , respondió un alto funcionario económico. ¿Y para qué vamos a construir edificios si nadie va a comprar viviendas? , le respondió un empresario. Elemental, en un mundo al revés.

Esa distorsión no es una anécdota ni una casualidad. Una tormenta perfecta se avecina y la Argentina no tiene un referente económico confiable, como lo ha tenido siempre que debió capear una crisis. Tal ausencia tiene dos consecuencias: la sociedad no sabe quién la sacará del pantano inevitable y, por otro lado, la responsabilidad dentro del Gobierno se esparce y se atomiza.

¿Es Carlos Fernández quien debe hacer los deberes o Fernández confía en que la crisis es una cuestión de Débora Giorgi? ¿O, acaso, Fernández y Giorgi piensan que es el ministro todoterreno Julio De Vido el arquitecto de una solución para el conflicto económico? ¿No será que los tres descansan en la seguridad de que Néstor Kirchner es el único ministro de Economía en serio de la Argentina?

Kirchner todavía defiende a Guillermo Moreno ante interlocutores políticos. Lo defiende hasta que los argumentos lo callan. Su silencio es la única mala novedad para el poderoso secretario de Comercio. No hay respuestas posibles cuando las razones tienen el peso de la evidencia. Moreno dijo que resolvería la inflación y no la resolvió. Pidió meterse en el Indec y lo destruyó hasta su total irrelevancia. Su impopularidad contagia al Gobierno cada que vez que abre la boca. ¿Dónde están sus méritos? , le replicó a Kirchner uno de sus amigos. Kirchner optó por el silencio; antes lo había calificado de buen funcionario.

Moreno les prometió 15.000 toneladas de maíz a productores agropecuarios que fueron a verlo para implorarle comida para el ganado. También distribuyó algunos cheques con dinero en efectivo. El ganado se está muriendo de hambre y de sed. Es la estrategia de Moreno para dividir a los ruralistas, que no hace más que profundizar la bronca, rayana con el odio, que se percibe entre los hombres de campo.

El choque es insalvable. Hay un grave problema meteorológico, la persistente sequía, que no es culpa del Gobierno. La culpa del Gobierno consiste en que está aprovechando la desgracia para aplicar la venganza. Ha cambiado su discurso. Ya no confronta, sino que actúa la comprensión. Lo único que les dio a los campesinos fue el estado de emergencia agropecuaria, que significa que los productores podrán diferir el pago de algunos impuestos durante un año, pero con tasas de interés del 14 por ciento.

El campo ha perdido ya el 50 por ciento de la cosecha de maíz y trigo. Está en serio riesgo, cuando no perdido, entre un 30 y un 40 por ciento de la cosecha de soja. No hay maíz ni agua para la ganadería. La sequía afecta también a Brasil y Uruguay; por eso subió el precio de la soja. Kirchner no quiere ni oír hablar de la única medida que significaría un cambio sustancial: la eliminación de las retenciones, un impuesto directo y brutal, y el apoyo a las exportaciones de todos los bienes agropecuarios.

El Gobierno aceptó de hecho que no podrá pagar este año todos los vencimientos. Refinanció menos del 10 por ciento de esos compromisos. Para los Kirchner, el mayor problema, si es que hay un problema, es financiero. Pero, por el contrario, todos los datos indican que el conflicto es económico. La caída de las ventas del comercio en diciembre y enero se pareció a un derrumbe. La industria automotriz se desplomó. El turismo internacional, otro motor de la reconstrucción argentina, se está alejando, empujado por la crisis del mundo, por los altos precios locales y por la inseguridad que conquistó las calles argentinas. El campo está oprimido por la caída de los precios internacionales de las materias primas y por la meteorología. Es imposible esconder todo eso bajo la alfombra de un optimismo sin pruebas. Kirchner es optimista.

Las elecciones, a pesar de eso. Son el monotema de Kirchner. Según les contó Kirchner a algunos oyentes, y LA NACION lo reveló ayer, él ha vuelto a dialogar con Alberto Fernández y quiere tenerlo otra vez a su lado. Proyecta elecciones y candidatos. Voceros del ex ministro aclararon que Fernández no está dispuesto a volver al redil kirchnerista a cualquier precio. Trabaja ahora junto a Felipe Solá y al proyecto presidencial de éste. ¿Trabaja para el poskirchnerismo? Tal vez en noviembre habrá que pensar en un candidato presidencial que no sea Kirchner , dijeron sus voceros. No habrá ningún Kirchner en 2011. Kirchner lo intuye. Hombre de rencores largos, jamás hubiera llamado a Alberto Fernández si no sintiera que sus cosas andan mal.

Hay que reconstruir la presidencia de Cristina , le dijo Fernández a Kirchner en esos diálogos que no carecieron de tensiones y reproches mutuos. ¿Por qué la reconstrucción? Los empresarios me preguntan qué pensá s vos y quieren verte a vos. Eso no está bien, le señaló el ex hombre fuerte del kirchnerismo. ¿Tarde? Quizá. Pero es la propia Cristina la que parece sentirse cómoda sólo viviendo un universo sesentayochista , como definió al matrimonio presidencial un embajador europeo que debió pagar por eso. La Presidenta tiene un problema: el tiempo de mayo del 68 y de todos sus íconos personales y conceptuales se ha terminado. El mundo de hace seis meses ya es viejo.

En el descenso, no han mejorado ni han cambiado. Mañana, una porción importante de argentinos despertará, por primera vez en muchos años, sin la voz radial de Nelson Castro, expulsado de la radio por empresarios que crecieron exponencialmente bajo la sombra del kirchnerismo y que son, con razón, fanáticos kirchneristas. Nelson Castro es uno de los periodistas más serios y creíbles del país.

Una voz periodística que se apaga por decisión de un poder autoritario es siempre una derrota de la libertad.

La Nacion





El Gobierno aísla cada vez más al país del mundo
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Domingo 8 de febrero de 2009

Obama no llama. La Argentina de los Kirchner no figura entre sus prioridades latinoamericanas. La visita que Cristina Kirchner está haciendo a Madrid tendrá todo el boato de un matrimonio sin amor. Macerado en el inclemente clima de la Patagonia, el matrimonio presidencial ha optado, ante las primeras desventuras de su vida política, por el encierro y el aislamiento, dentro y fuera del país. La Argentina está, en efecto, tan aislada como pocas veces estuvo desde la restauración democrática, aunque esta vez por la acción del propio gobierno argentino.

Tres veces Cristina Kirchner quiso postergar la actual visita de Estado a Madrid, que ya había sido suspendida dos veces. Sólo una advertencia desesperada del embajador argentino en España, Carlos Bettini, pudo resucitar el viaje. No habrá otra visita a Madrid si ésta se posterga, anunció. Los españoles se limitaron a una respuesta obvia: la decisión es de los argentinos.

¿Por qué la Presidenta, tan predispuesta antes a codearse con reyes y líderes extranjeros, era tan renuente a este viaje? Dicen algunos que su marido le insistió en la observación de que sería maltratada en Madrid por empresarios, periodistas y gobierno. Otros agregan que fue la propia Cristina la que intuyó un clima adverso, frío y distante por parte de los españoles. Fue uno de los viajes más difíciles de preparar y de concretar, aceptó una alta fuente diplomática argentina. Argentinos y españoles coinciden en describir el actual estado de la relación bilateral como el de más baja intensidad en los últimos años . ¿Más baja que cuándo? Más baja que cuando estaba muy baja, en medio de la gran crisis, porque entonces había esperanzas para el momento de la recuperación argentina; ahora, no , dijeron en Madrid y en Buenos Aires.

Ni siquiera agregó mejores condiciones la reciente y satelital suba en el precio de los servicios públicos. En Madrid no se confunden. Esa suba estuvo espoleada por la imposibilidad de los Kirchner de seguir distribuyendo casi 10.000 millones de dólares anuales, como sucedió en 2008, para subsidiar los servicios públicos. No fue una concesión a las innumerables gestiones del gobierno español sobre la situación de sus empresas en la Argentina, que siempre recibieron buenas promesas de los Kirchner, todas incumplidas.

Los últimos tiempos fueron peores aún: la reciente estatización de las AFJP sacudió fuertemente al sistema financiero español. El gobierno de Madrid nunca recibió ningún anticipo de esa decisión. No hablan, no dialogan, se quejaron siempre los españoles. El caso más largo, corrosivo y contradictorio fue el de Aerolíneas Argentinas, propiedad de dos líderes de la corporación empresaria española. Cristina Kirchner no se verá con la central empresaria hispana, porque su presidente, Gerardo Díaz Ferrán, es uno de los dueños de la compañía aérea. El gobierno argentino eliminó a última hora un día de la visita de Cristina Kirchner sin dar muchas explicaciones en Madrid, aunque allí provocó un descomunal problema de agendas y programas. Tampoco en Buenos Aires se conocen las razones.

Sólo la insistencia del presidente del Congreso español, José Bono, posibilitó que la presidenta argentina pueda hablar ante el pleno de los legisladores hispanos, como lo hicieron los principales presidentes latinoamericanos. Funcionarios argentinos habían insinuado que preferían un discurso de Cristina ante la comisión de Relaciones Exteriores. Bono les recordó que Lula, el mexicano Felipe Calderón y Michelle Bachelet habían hablado en el estrado del mayor recinto parlamentario de España. Cristina sospecha que en ese ámbito no tiene muchos amigos. Quizá no se equivoca. Pero no habrá desplantes ni réplicas a una presidenta en visita de Estado.

A Cristina la rodeará la fastuosidad de una visita de esa jerarquía a un país gobernado por una monarquía constitucional. Pero carecerá del contenido político y afectivo que tuvo la de Calderón, considerada en Madrid como un modelo de relación con América latina. De hecho, gran parte de la inversión española de los últimos años se fue a México.

En el caso de Cristina, sólo el esplendor disimulará el mal humor. El rey y el gobierno se ocuparon personalmente de buscarle una solución acordada y razonable al caso Aerolíneas Argentinas. El rey Juan Carlos tiene relación frecuente con los líderes empresarios directamente afectados por ese conflicto. No hubo caso.

La impresión generalizada entre los españoles es que la empresa Marsans, propietaria de Aerolíneas Argentina, fue victima de un juego de pinzas: sufrió el boicot de los gremios aeronáuticos protegidos por el Gobierno, mientras el Gobierno le negaba a la empresa las condiciones económicas para hacer viable sus negocios. El proceso terminó en una dura expropiación, que se ha concretado con muy malos modos.

No obstante, un acuerdo es probable ahora entre el Gobierno y Marsans, aunque todavía no está cerrado ni su conclusión es segura. Pero será, en todo caso, el acuerdo entre dos desesperados: el Gobierno necesita aviones nuevos para una compañía aérea con aviones viejos, y Marsans necesita sacarse de encima más de treinta aviones que compró para una compañía que ya no tiene. Punto. No habrá brindis por eso. Los españoles sólo han menguado la pérdida. Nada más.

La peor noticia que tuvo el gobierno español fue cuando los Kirchner decidieron incumplir un contrato con Marsans y, encima, enviaron un proyecto al Parlamento para reconstruir la mayoría legislativa pérdida durante el conflicto con el campo. Una cuestión de política exterior convertida en política interna.

Funcionarios argentinos se desesperan preguntando por qué Cristina Kirchner no figuró entre los interlocutores latinoamericanos del presidente Obama luego de la asunción de éste. ¿Acaso fueron líderes dóciles los presidentes a los que sí llamó? Obama habló con Lula, Calderón, Bachellet y el colombiano Alvaro Uribe. México y Chile son los dos países de América latina que mejor se opusieron a la invasión de Irak. Vetaron desde el Consejo de Seguridad, que integraban en ese momento, el aval de las Naciones Unidas al despliegue militar.

Brasil es el país que lideró decididamente la oposición latinoamericana al ALCA que quería Washington, y desarrolló también una intensa gestión diplomática contra la invasión a Irak. No fueron dóciles, pero fueron prudentes: hicieron actos eficaces en los lugares oportunos y callaron dentro de sus países.

Néstor Kirchner es el ejemplo contrario. Usó la impopularidad y los errores de Bush para hacer política interna desde tribunas innecesarias, llevando otra vez sus necesidades locales a la política exterior. Nunca hizo un gesto concreto y efectivo contra el estado del mundo que maldecía. Atacar a Bush era muy redituable , aceptó ahora un alto funcionario argentino.

El problema de los Kirchner es que en Washington existe un Estado con memoria histórica y que Obama no es kirchnerista ni peronista: es, al revés, una expresión cabal del establishment político norteamericano.

La llegada de Obama a la Casa Blanca ha significado muchos cambios políticos y sociales, pero no cambiará el sistema político ni los mecanismos del Estado. El sistema político de Washington no ha olvidado la cumbre americana y la contracumbre de Mar del Plata, las dos financiadas por el gobierno local, ni el severo hostigamiento de Kirchner a un presidente de los Estados Unidos. Tampoco olvidó el estadio cedido a Hugo Chávez para despotricar desde Buenos Aires contra un presidente norteamericano que se encontraba en Montevideo. Washington pidió entonces que se postergara dos días ese acto, hasta que Bush abandonara Uruguay. El pedido fue rechazado por el gobierno argentino. Bush es y ha sido impopular, pero era el presidente de la mayor potencia mundial que existe.

El precedente del maltrato no pasará inadvertido para los dirigentes norteamericanos de cualquier extracción. La propia Cristina Kirchner cuestionó el sistema jurídico y político nor-teamericano cuando Antonini Wilson destapó en Miami las vergüenzas de argentinos y venezolanos.

Obama, enfrascado ahora en apagar varios fuegos dentro y fuera de su país, hablará con Cristina. No se sabe cuándo y tampoco se sabe si hablará antes con otros presidentes latinoamericanos. Cristina le manda mensajes públicos de cercanía todos los días, pero sería conveniente que se olvidara ya del color de la piel de Obama, tema recurrente en sus discursos de seducción. Obama es ahora el presidente de los Estados Unidos.

La Argentina tiene, sin duda, otras formas de relación con Washington más allá de una conversación telefónica. Sin embargo, los silencios y las comparaciones también forman parte de la política exterior.

Los Estados Unidos siguen siendo la nación más relevante del mundo. España ha sido el país del Hemisferio Norte más cercano a la Argentina durante las últimas décadas. Las cosas están como están con ellos. Sólo con Chávez y con el ecuatoriano Rafael Correa parece haber corrientes cálidas desde la Argentina de los Kirchner. ¿Se puede estar más aislado en este mundo?

La Nacion




Lo que se dice y lo que se calla
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Brillo, pompa y amabilidad. Eso hubo en Madrid. ¿Por qué no? Sólo en la Argentina de los Kirchner sucede que un presidente extranjero sea maltratado porque existen diferencias con él. La diplomacia internacional tiene, por lo general, modos más sutiles, palabras menos duras, actos más demostrativos también, para exhibir sus disidencias o marcar sus posiciones. Esto también ha ocurrido en Madrid durante la visita de Estado de Cristina Kirchner, a la que la mandataria argentina le restó un día a última hora para regresar rápidamente a Buenos Aires.

Ese acortamiento imprevisto de la visita privó a Cristina del almuerzo con que el presidente español suele agasajar a los líderes extranjeros. Condenado a almorzar con la Presidenta y su comitiva el mismo día en que debía enfrentar un debate parlamentario por la crisis económica española, Zapatero optó por liberar su cabeza del laberinto argentino y concentrarse exclusivamente en la discusión legislativa sobre la marcha de su gobierno. Ningún funcionario argentino pudo explicar, ni en Madrid ni en Buenos Aires, por qué la visita programada para tres días duró sólo dos.

No obstante, debe reconocérsele a Cristina Kirchner el mérito de una sinceridad casi agónica, pero sinceridad al fin. Ayer, bajó del paraninfo académico donde suele decir sus discursos y aceptó, tocando ya las cosas concretas de este mundo, que "puede haber fuertes tormentas económicas" y "graves y severas dificultades" en la relación bilateral. A pesar de todo, dejó a salvo el vínculo entre las dos naciones, como lo había hecho un día antes el propio Rodríguez Zapatero.

El presidente del gobierno español es un hombre de constantes palabras amables (ya sea que esté con Silvio Berlusconi, con Cristina Kirchner o con Hugo Chávez), lo que muchas veces ha provocado ironías y críticas de sus opositores. Sin embargo, fue el primero en aceptar que no había total coincidencia con el gobierno de los Kirchner. "Estamos de acuerdo en un 99 por ciento", dijo primero y, por si quedaba alguna duda, remató: "Hemos disentido y disentimos sobre el caso Aerolíneas Argentinas". Rodríguez Zapatero no dice esas cosas todos los días ni ante todos los jefes de Estado que lo visitan.

El caso Aerolíneas no se ha resuelto todavía, aunque es el que más erosionó la relación en los últimos tiempos. El gobierno español subrayó siempre que no estaba buscando una solución determinada al conflicto por la compañía aérea, sino que promovía que cualquier solución se ajustara al derecho y al cumplimiento de los acuerdos firmados. Desde hace tiempo, nadie imagina una marcha atrás en el proceso de reestatización de la empresa. "Las cosas pueden tener un mal o un buen final. Nosotros respaldamos un buen final. Eso es todo", aclaró un alto funcionario español.

De alguna manera, los españoles están hablando de seguridad jurídica, aunque no hayan pronunciado las cosas con ese nombre. ¿Qué quiso decir Zapatero, si no eso, cuando delante de Cristina Kirchner sentenció que "las empresas deben tener rentabilidad"? El propio rey Juan Carlos, hablando sobre la crisis del mundo, ponderó la necesidad de "recuperar la confianza". No hablaba de la Argentina, pero ¿no necesita acaso la Argentina recuperar la confianza?

* * *

Suavemente, Rodríguez Zapatero y Cristina Kirchner chocaron sobre la "rentabilidad de las empresas". La presidenta argentina deslizó ayer, lejos del presidente español, que "no puede haber rentabilidad de las empresas si no hay una sensación social de una rentabilidad compartida". No deja de tener razón. Le será difícil, con todo, encontrar esa "sensación social" en tanto que el propio gobierno local se empeña en descalificar a las empresas como entes cargados de avaricia y de mezquindad. Néstor Kirchner aludió de esa manera cuando gritó la semana pasada dirigiéndose simbólicamente a los empresarios: "No toquen un solo empleo en la Argentina".

Antes debió investigar en qué andan los empresarios. Si lo hubiera hecho, se habría enterado, por ejemplo, de que los dirigentes de la entidad que reúne a los empresarios más poderosos del país, AEA, creen que debe profundizarse el diálogo entre empresarios y Gobierno para afrontar mejor el impacto de la crisis. "Es necesario darles previsibilidad a los agentes económicos. Roosevelt trató de estimular primero la economía nada más que con la intervención gubernamental en la crisis del 30, pero sólo pudo bajar el desempleo cuando se decidió a trabajar codo a codo con los empresarios y lanzó el New Deal", señaló Jaime Campos, de AEA.

A Cristina le gustan las sorpresas. Sorprendió a los periodistas y al gobierno español cuando ella misma dio por finalizada la conferencia de prensa con Zapatero. El uso y la costumbre indican que es el dueño de casa quien debía abrir y cerrar el diálogo con los periodistas. Pero Cristina y Néstor Kirchner no pueden con su genio: ven periodistas y sienten síntomas inmediatos de alergia.

Más sorpresas: la Presidenta no cesa de lanzar veladas, y no tan veladas, críticas a Estados Unidos por la crisis mundial. Ya sabemos dónde empezó la crisis. ¿Para qué insistir en eso y no enfrascarse en sofocar el incendio? ¿Qué otra salida le deja a Barack Obama que una formal carta de agradecimiento en lugar de las cálidas conversaciones telefónicas con los otros líderes latinoamericanos? Fue notable el contraste con Rodríguez Zapatero en la conferencia de prensa. Cristina Kirchner machacó contra los Estados Unidos y con su aversión a ciertas ideologías, mientras que el líder español propuso tres medidas concretas para salir del embrollo (regulación de los mercados financieros, control sobre los paraísos fiscales y reordenamiento de los organismos multilaterales de crédito).

Cristina tomó esta última iniciativa y escaló más arriba: se fue de cambiar las Naciones Unidas a una reiterada alusión crítica a Gran Bretaña. España tiene el Peñón de Gibraltar como la Argentina tiene las Malvinas; ambos están en poder de los británicos. ¿La Presidenta habrá creído que encontraría un cómplice inmediato en sus arrebatos contra Londres? En tal caso, no se enteró de un dato crucial de estos tiempos: Gordon Brown es ahora el principal aliado de Rodríguez Zapatero para que España esté en el G-20. ¿Dónde estaba o en qué se entretenía la diplomacia argentina?





Los bienes del Estado, al servicio de Kirchner
Ayer usó el Tango 10 para viajar a Jujuy

Jueves 19 de febrero de 2009

Juan Pablo Morales
LA NACION

Se abrió la puerta del Tango 10 en plena pista del aeropuerto de San Salvador de Jujuy y apareció Néstor Kirchner, listo para otro acto de campaña. Enseguida se preparó para trasladarse, en auto, a Palpalá, donde pidió a los militantes que "llenen las urnas" y vayan "casa por casa" para explicar "el proyecto nacional" del kirchnerismo.

Ayer, el jefe del PJ volvió a usar con fines electoralistas una aeronave de la flota presidencial. Usó el mismo aparato que el Gobierno le negó hace 10 días al vicepresidente Julio Cobos para viajar a Tartagal a raíz del alud, según confiaron a La Nacion fuentes de Gobierno.

Anteayer, Kirchner había hecho un acto similar en Avellaneda, al que llegó en un helicóptero de la Presidencia. Lo mismo ocurrió hace 15 días en José C. Paz. Cada uno de los discursos fue filmado por La Corte, la productora audiovisual contratada por la Casa Rosada.

El año electoral lo transformó en una rutina: los bienes presidenciales están al servicio del jefe del PJ. Una práctica que genera cuestionamientos de los especialistas en transparencia pública. "Es un caso típico donde lo partidario se mezcla con lo público. Es una clara forma de corrupción política", denunció ayer Laura Alonso, directora de Poder Ciudadano.

Pedro Biscay, director ejecutivo del Centro de Investigación y Prevención de la Criminalidad Económica (Cipce), dijo a LA NACION: "En esto no hay discusión. Los bienes públicos deben ser sólo para uso público o para actividades relacionadas con el ejercicio de las funciones. Utilizarlos con fines privados o, peor aún, con propósitos electorales, es indebido, cuestionable y deshonesto".

A pesar de la insistencia de LA NACION por conocer la visión oficial, los funcionarios del Gobierno encargados de la logística presidencial no respondieron a las consultas.

Mientras tanto, los especialistas rechazaron ayer el "uso indebido" del patrimonio público, pero señalaron que no tienen forma de denunciarlo ante la Justicia.

A diferencia de otros países, en la Argentina no existen normas que legislen sobre el uso de bienes del Estado con fines partidarios. "Es evidente que Kirchner no cumple con actividades de primer caballero . Está usando fondos públicos al servicio del PJ. Debería ser castigado, pero no tenemos una legislación específica", se quejó Alonso.

Kirchner llegó a dos de sus últimos tres actos en el conurbano en helicópteros de la flota presidencial. Cada hora de vuelo de esas máquinas cuesta al menos 4000 dólares.

Pero no sólo se utilizan los servicios aéreos de la Presidencia. Los actos del presidente del PJ son organizados con la logística que aporta el personal de Protocolo y Ceremonial de la Casa Rosada. Y la producción audiovisual está especialmente tratada por La Corte, una empresa que es contratista del Gobierno.

Anteayer, por ejemplo, en el Teatro Roma, de Avellaneda, aportó los móviles y los plasmas del salón, y se ocupó de toda la transmisión oficial del encuentro. Los encargados de las imágenes fijas fueron los fotógrafos del Ministerio del Interior.
Vuelo costoso

Algo parecido ocurrió en Jujuy, a donde Kirchner llegó en auto después de recorrer los 15 kilómetros que lo separaban del aeropuerto de la capital provincial. Aterrizó en un avión LearJet 60, de 9 plazas, asignado para usos oficiales de los jefes de Estado. En el mercado, el kilómetro de vuelo de esa máquina cuesta 6,50 dólares. El viaje partidario de Kirchner, de acuerdo con ese cálculo, les costó a las arcas oficiales al menos US$ 20.000.

Biscay criticó su uso: "Ni los fondos ni los bienes públicos deberían ser utilizados para hacer propaganda política, ni actos partidarios ni ningún tipo de campaña".

No fue el caso de ayer. El líder del PJ aprovechó el viaje a tierras jujeñas para hablar de las próximas elecciones. Se quejó de la crisis internacional, criticó "la politiquería y el electoralismo", pero aseguró que "en octubre el kirchnerismo va a ganar", llamó a "llenar las urnas" y pidió hacer campaña "puerta a puerta" para "demostrar, en toda la Argentina, que el Gobierno es responsable".

La Nacion



La peor de las derrotas
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Lunes 9 de marzo de 2009

Hay cosas peores para un político argentino que perder una elección. Una de ellas consiste en que personajes como Luis Barrionuevo y Ramón Saadi lo destraten, después de haber simulado ser sus aliados, antes de la propia elección. Las tres cosas le sucedieron a Néstor Kirchner en muy pocas horas: perdió en los comicios de Catamarca, tuvo a Barrionuevo y a Saadi como aliados y, encima, éstos se distanciaron de él no bien olfatearon que los aguardaba la derrota.

El domingo amargo tuvo el condimento adicional del primer triunfo electoral de Julio Cobos sobre Kirchner. El vicepresidente está dispuesto a cosechar todo lo que el matrimonio presidencial siembra tenazmente en favor de él. Vale la pena citar un ejemplo: Cobos pudo viajar a Mendoza el

fin de semana, para asistir a la Fiesta de la Vendimia, en un avión de línea, como lo hace siempre que vuelve a su provincia. Pero prefirió someterse, inmutable, a la nueva humillación que le infligieron los Kirchner. Lo hicieron esperar varias horas en el aeropuerto para finalmente obligarlo a volar en un avión oficial a hélice, que demoró una eternidad hasta llegar a Mendoza.

Cobos resiste con la paciencia de los monjes estoicos. Su contrincante no es Cristina Kirchner, sino Néstor Kirchner, el autor de todos sus tormentos políticos y morales. El vicepresidente intenta mantener un duelo encerrado entre límites partidarios y fuera del ámbito institucional, pero ¿podrá extender ilimitadamente ese combate que, en el fondo, lo enfrenta con quien corporiza otro poder del Estado, la propia Presidenta?

Puede ser que, a veces, se vislumbren las líneas difusas de dos corrientes en la administración, lideradas por cada uno de los integrantes del matrimonio que manda. Es una ilusión pasajera, porque la Presidenta termina siempre haciendo suyas las políticas que establece su marido. Cristina y Néstor Kirchner confluyen sin excepciones dentro de un mismo haz.

El problema más grave es que el esposo presidencial parece haber perdido la sensibilidad política. ¿Qué réditos hubiera conseguido Kirchner aun en el caso de una victoria en Catamarca, que fue siempre improbable? Barrionuevo andaba aconsejando dejar de robar antes de quemar urnas en la propia Catamarca. Barrionuevo y Hugo Moyano, enemigos perennemente circunstanciales, son la cara y la contracara del opulento, viejo y desprestigiado sindicalismo.

Saadi nunca pudo recuperar el control político de su provincia, un viejo feudo liderado por su padre, desde que Menem no tuvo otra alternativa que intervenir su gobernación en medio del monumental escándalo por la muerte de María Soledad Morales. Kirchner cayó en los brazos del impopular político que Menem había expulsado y, de alguna manera, contribuyó a legitimarlo otra vez en la política argentina. La única conclusión posible es ésa, guste o no.

* * *

¿Por qué, a pesar de todo, Kirchner se metió con notable ceguera en una pelea desahuciada, desafiando el instinto político y todos los pronósticos? ¿Por qué, en última instancia, permitió que lo enfrentaran con un bloque de políticos presentables, con el propio Cobos a la cabeza? ¿Era necesario? Ninguna victoria es necesaria cuando viene acompañada por la certeza de que, en cualquier caso, será una derrota.

Dicen que el rencor de Kirchner hacia Cobos es más grande que cualquier noción de lo político y de lo impolítico. Es probable. Desde su crucial voto en el Senado, que significó el rechazo de la resolución 125, Cobos no ha hecho más que crecer hasta convertirse en el político argentino que cuenta con más simpatía popular; sólo Carlos Reutemann está cerca de sus índices de popularidad.

Cobos habla y escribe como un político moderado, consensual y comprensivo. Está en el otro extremo de lo que expresan los Kirchner. Quizás se trata de una estrategia. Nada es para él, con todo, más importante que la ayuda política que recibe del matrimonio presidencial, desplegada en el destrato, la ofensa y el desprecio a la figura vicepresidencial. En un país donde ahora ser popular requiere una considerable distancia del apellido Kirchner, a Cobos lo sorprendieron las circunstancias justo en el lugar indicado.

Sin embargo, la explicación de la obstinación de Kirchner en Catamarca no puede limitarse sólo al resentimiento hacia Cobos. Hay mucho de aislamiento y de desinformación detrás de las indescifrables decisiones del ex presidente. Todo jefe político necesita una sucesión de anillos protectores que lo vayan apartando de los riesgos. Hace mucho tiempo que Kirchner carece de esos círculos protectores, porque su irascible temperamento terminó por crear un temor generalizado en el gabinete y entre sus principales asesores. Sólo escucha lo que quiere y sólo le dicen lo que quiere escuchar.

Hasta los encuestadores hacen mediciones especiales para conformar el humor del ex presidente. Un renombrado encuestador ya pagó con el despido por acercarle cifras sinceras, aunque ingratas. Kirchner no acepta, por ejemplo, ninguna encuesta que sitúe a su esposa y a él por debajo del 60 por ciento de aceptación nacional. Pero están superando, apenas, el tercio de esa cifra.

Fuentes oficiales señalan que Kirchner recibió el consejo, y el pedido, de su ex cuñado y nuevo patrón del peronismo catamarqueño, Armando Mercado, para ir a Catamarca a jugarse a suerte y verdad. Sólo él podía, le aseguró, cambiar el curso de la victoria inevitable de Cobos y Brizuela del Moral.

Sin consultar con nadie, Kirchner se metió en un avión para terminar cerrando la campaña catamarqueña en un acto en el que hasta su aliado Saadi se dio el lujo de no subirse al palco. "Tengo diferencias con ese señor", explicó en alusión al propio Kirchner, mientras anunciaba que será el próximo senador peronista que se irá del bloque del oficialismo.

Barrionuevo se lamentó, al mismo tiempo, de que Kirchner los haya conducido a la derrota en Catamarca. Tan patético como eso. Después de ventilar las conversaciones reservadas entre Julio De Vido y Hugo Biolcati, de dejarlo a Cobos huérfano de granaderos y de aviones y de haberse metido en el limo peronista de Catamarca, ¿dónde y cuándo cometerá Kirchner su próximo error político?

El estremecido temor de su entorno impide que le llegue la información limpia y clara, y eso sólo augura nuevos y mayores aislamientos.
Denuncias de fraude y clientelismo

* El gobernador Eduardo Brizuela del Moral llegó a votar haciendo muecas de indignación, ansioso por hacer denuncias: "¡Es lamentable que se viole la veda electoral! ¡Y hay grupos peronistas entregando colchones y bolsones en toda la provincia!". Unas horas después, el jefe del PJ local, Dalmacio Mera, llegó a votar en otra escuela de la capital y también hizo denuncias. Dijo que se entregaban bolsones, pero que el responsable era el gobierno de Catamarca. Desde Buenos Aires, el encuestador Enrique Zuleta Puceiro denunció "presiones de la policía" en contra de encuestadores que hacían sondeos en boca de urna.



Temeroso, Macri quiere que se vote cuanto antes
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Viernes 13 de marzo de 2009

Los argentinos en general, y los porteños en particular, no tendrán paz. Néstor Kirchner ya hace campaña electoral en el conurbano varias veces por semana, pero ayer Mauricio Macri decidió adelantar en la Capital todos los tiempos electorales. Avanzadas competencias en la provincia y anticipadas contiendas en la Capital se darán en un clima de extendido temor social por las crisis económicas, nacional e internacional.

Esas apelaciones de unos y otros al electorado, a veces vacías, explican que la principal preocupación social, la inseguridad, haya encontrado un liderazgo en figuras del espectáculo mediático como Susana Giménez y Marcelo Tinelli. Ni Susana ni Tinelli tienen la culpa de que los políticos profesionales no se hayan hecho cargo del conflicto que más inquieta a una porción inmensa de la sociedad. Ocuparon un lugar vacante. No hay más que eso. Kirchner hace poco y nada por la seguridad y Macri no se lo recuerda con la frecuencia que se merece.

La falta de contención del problema ha disparado, incluso, propuestas tan extravagantes como la de instaurar la pena de muerte, cuando todavía no se han hecho los esfuerzos necesarios para abarcar el conflicto desde la indispensable prevención hasta la necesaria represión. Aquellas dos estrellas de la televisión llegaron a empujar respuestas de dos ministros de la Corte Suprema de Justicia. Algo raro sucede cuando simples frases despiertan tanta expectación.

En ese clima de temores y ausencias, Macri mandó ayer a los porteños a votar dos veces en cuatro meses. La mejora es imperceptible: en 2007, los capitalinos debieron sufragar, entre junio y octubre, a un ritmo de casi una vez por mes. Hubo entonces dos elecciones en la Capital y luego se realizaron los comicios presidenciales de octubre de ese año.

* * *

El jefe de gobierno venía con fama de presidenciable. Sin embargo, en la víspera decidió subrayar su condición de líder capitalino y aparcar cualquier proyecto nacional. Usará su carta más ganadora, el enorme carisma de Gabriela Michetti, para aumentar el número de legisladores porteños, que ciertamente los necesita. La mayoría de los proyectos del macrismo deben ser negociados en la Legislatura con otros bloques, sobre todo con el de la Coalición Cívica.

Es cierto que Macri no quería desdoblar las elecciones. Esa propuesta correspondía a la mayoría de su equipo y a la propia Michetti, que sólo acepta ser candidata local para no burlar del todo al electorado que le dio un mandato por cuatro años hace sólo dos. No obstante, todo líder cuenta con un instante único en el que la decisión le corresponde a él solo. En esa decisión ya no entra sólo la aritmética parlamentaria, sino también el estado de ánimo social, el olvidado bien común y, en última instancia, la existencia o no de un proyecto político nacional.

El partido de Macri no ha podido aún diferenciarse del excesivo personalismo que sufre la política argentina.

En verdad, Pro tiene sólo dos figuras atractivas para la opinión pública: Macri y Michetti. Impedido Macri de ser candidato en esta ronda, él mismo quedó rehén de las condiciones que puso Michetti. Para ser claros: el partido de Macri sólo tiene a Michetti para enfrentar las elecciones de este año. La escasez de figuras populares de un partido es también una responsabilidad de sus líderes.

A pesar de todo, es probable que el propio Macri haya coincidido, al final, en la necesidad electoral de adelantar los comicios locales. Su olfato le está indicando, desde hace rato, que la crisis económica nacional se desplomará sobre la Capital más rápido que los muchos meses que aún restan hasta octubre. Prefirió, en definitiva, embolsar la mayor cantidad de votos para asegurar la gobernabilidad antes de que el conflicto nacional empiece a desplumar de simpatías a todos los gobernantes. "La crisis puede cambiar todo en muy poco tiempo", ha dicho Macri en las últimas horas. Esa percepción fue la que, tal vez, más influyó en la decisión de ayer.

Corre un riesgo. Si se concretara la primera candidatura a diputado nacional de Marcos Peña, un hombre joven y módicamente conocido, Macri dejaría su cabeza en manos de Elisa Carrió. Si, a su vez, la líder de la Coalición Cívica decidiera encabezar ella sus listas en octubre en la Capital, nadie puede descartar una derrota del macrismo en las elecciones nacionales. Macri no ha prescindido, con todo, de alternativas como recurrir otra vez a Carlos Melconian o encaramar en ese lugar a Esteban Bullrich.

* * *

Desde ya, las elecciones en la Capital se resolverán entre los seguidores de Macri y los de Carrió. Ellos polarizarán la contienda en junio y en octubre. El kirchnerismo fracasó siempre en la Capital (como fracasó el peronismo en casi toda su historia), pero esta vez el oficialismo ya no tiene siquiera voluntarios presentables para competir en el distrito federal. El propio jefe del peronismo capitalino, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, adelantó hace muchos meses que él se apartaría de cualquier injerencia en las elecciones de este año.

La decisión de Macri debió caer mal entre sus aliados Felipe Solá y Francisco de Narváez, aunque éstos optaron ayer por el silencio o por las palabras formales. Los dos bonaerenses esperaban contar en octubre con la sinergia de la candidatura de Michetti a diputada nacional en la Capital. Michetti no será candidata en octubre. "La sinergia es ideal en momentos ideales, pero éste no es el caso", ironizaban ayer cerca de Macri.

Lo cierto es que Michetti adelantó que no se sentiría cómoda en ese papel de virtual candidata nacional cuando aún no ha transcurrido la mitad de tiempo asignado a su actual mandato local. "Gabriela no toleraría un solo acto en el conurbano. ¿Para qué pedirle un rol que no quiere cumplir?", señalaban quienes la conocen.

El proyecto de Macri, Solá y De Narváez es más débil desde ayer. Eso no fortalece a Kirchner, pero la oposición necesita encontrar los reflejos que perdió el propio gobierno. Demasiadas especulaciones parecen dar vueltas, lejos de las turbaciones sociales. Nadie puede extrañarse, entonces, de que Susana y Tinelli se hayan hecho cargo de algunos trastornos de los comunes argentinos que andan a pie.

La Nacion



El pulso político
La candidatura de Kirchner
Por Fernando Laborda

Viernes 13 de marzo de 2009

Si hay algo que difícilmente haga Néstor Kirchner es resignarse ante las perspectivas de una ola poskirchnerista. En especial, cuando faltan más de dos años de las próximas elecciones presidenciales.

Es lógico que, en las complejas horas presentes, circule por la cabeza del ex presidente la hipótesis de que ni él ni su esposa puedan estar en condiciones de postularse para un nuevo mandato. Pero no parece sencillo que Kirchner admita algo semejante con tanta anticipación.

Por un lado, Kirchner ha aprendido desde muy joven que jamás hay que negar una candidatura, aun cuando no se piense en ella.

Por otro lado, el peronismo se ha caracterizado históricamente por tener el instinto de ciertos animales carroñeros que se alimentan de cadáveres que pueden oler a gran distancia. Y Kirchner evitará a toda costa la transformación prematura de él y su esposa en patos rengos. De allí que medite seriamente en ser primer candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires.

Por ahora, desde Olivos, el ex presidente instruye a su séquito y a intendentes bonaerenses para que vayan instalando esa candidatura. Pero la decisión final la adoptará el propio Kirchner en el momento justo: poco antes del cierre de presentación de listas, hacia agosto. ¿Para qué? Para evitar que los distintos sectores de la oposición tengan tiempo para articular una estrategia común.

Con una oposición fragmentada entre la trilogía Macri-Solá-De Narváez y el acuerdo entre la UCR y la Coalición Cívica de Elisa Carrió, el kirchnerismo no duda de su éxito. Podría ser, no obstante, un triunfo pírrico, por los votos y bancas que el oficialismo perdería respecto de los comicios legislativos de 2005 y 2007. Pero eso no parece importar a los estrategas del Frente para la Victoria.

Los kirchneristas pretenden hallar en la crisis global el mejor aliado para deslindar responsabilidades por un aumento del desempleo. En cambio, comienza a preocuparlos la inseguridad, que ha escalado al primer puesto en las preocupaciones sociales. "Aun cuando Aníbal Fernández pudiera tener razón sobre la caída en la tasa delictiva, comunicaciones de ese talante no hacen más que enfadar a la opinión pública. La sensación térmica no se alimenta sólo de estadísticas", señaló la socióloga Graciela Römer.

La inseguridad y el pánico también han llegado a ciertos funcionarios K. Mas no por la sucesión de asesinatos, sino por la irrupción de figuras como Susana Giménez y Marcelo Tinelli en el debate. Sobrevuelan en su imaginario los fantasmas, pero sólo se trata de una conspiración de la realidad.

La Nacion



El análisis
La urna como salvavidas
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Sábado 14 de marzo de 2009

Sorprende lo bien que el matrimonio presidencial aprendió a bailar jazz. Han sido lecciones veloces; el "efecto jazz" fue una jactancia de Cristina Kirchner de hace sólo cuatro meses, cuando ya la crisis se abatía sobre el mundo. Ahora saben que la economía, la política y las elecciones argentinas se mueven al ritmo del jazz.

Sin embargo, ninguna explicación es válida para fundamentar la extrema tensión a la que se sometió desde ayer al sistema político ni para justificar un nuevo castigo a la economía enferma. Cada gobernante argentino hace lo que le conviene; ante las inminentes penurias cada uno parece arrebatar los víveres de la mesa y salir corriendo. Un país complicado y difícil quedó al margen de las especulaciones electoralistas.

Economistas independientes aseguran que el tercer trimestre del año registrará la caída más brutal de la economía local. El crecimiento del PBI podría hundirse hasta menos 5 y el desempleo podría elevarse hasta cerca del 12%. Kirchner huele que las cosas serán así o muy parecidas. En junio, entonces, la Argentina estará entrando en la zona más oscura del túnel de la recesión. El ex presidente chapuceaba desde hace tiempo en la probable necesidad política de adelantar las elecciones, pero no sabía cómo hacerlo ni con qué argumentos respaldarlo.

Mauricio Macri le abrió la puerta cuando anteayer anunció un adelantamiento electoral en la Capital. Esa era, dedujo el gobierno nacional, una buena razón para respaldar una resolución que sólo trata de huirle a la crisis. No obstante, la historia no registra casos de elecciones adelantadas por razones económicas que hayan resultado exitosas. Al revés, la crispación electoral no hizo más que acelerar el ritmo de las crisis económicas en casi todos los casos.

Hace 20 años, Raúl Alfonsín adelantó más de cinco meses las elecciones presidenciales de 1989, porque su equipo le informó que el plan económico tendría vida hasta entonces. La convocatoria desestabilizó la economía más de lo que ya estaba y Carlos Menem resultó presidente.

¿Por qué Kirchner debería tener mejor suerte? El ex presidente ha hecho lo que hace siempre que la política lo sorprende en una ratonera: dobló la apuesta. Pero no hay acción sin reacción. Una fracción importante de productores agropecuarios decidió por su cuenta no comercializar granos hasta después de las elecciones. Confían en que un gobierno más débil, luego de la contienda electoral, podría ceder en una baja considerable de las retenciones, sobre todo de la soja.

Empresarios industriales han adelantado también que frenarán cualquier proyecto de inversiones, todas pequeñas en las actuales condiciones locales e internacionales, hasta constatar qué clase de gobierno quedará luego de las elecciones. Los despidos podrían acelerarse en las próximas semanas cuando se constaten tiempos de parálisis económica.

Nadie descarta en el universo político una mayor radicalización del Gobierno cuando compruebe esas malas noticias. Presagian un nuevo intento de creación de una junta nacional de granos, que debería venir con la orden compulsiva a los productores de vender sus mercancías. La existencia de la junta no obligaría, por sí sola, a la comercialización de los productos agropecuarios. ¿En qué medida o hasta qué punto se agigantaría entonces el conflicto entre gobernantes y productores agropecuarios? Algunos subrayan también la posibilidad de que el Gobierno reflote la estatización total del Banco Hipotecario, cuyo gerenciamiento y una porción importante de sus acciones está en manos privadas. Un chavismo tardío podría construir el eje de la campaña.

El artículo 77 de la Constitución es muy claro: cualquier modificación del sistema electoral o del régimen de partidos políticos necesita de una ley aprobada por la mayoría absoluta de las dos cámaras del Congreso. Se trata de la mayoría de todos sus miembros y no sólo de la de los legisladores presentes.

No sólo se necesitará de esa mayoría especial, sino también de tiempos parlamentarios vertiginosos: el Gobierno precisa su aprobación en apenas dos semanas para dar cumplimiento a la norma que lo obliga a convocar a elecciones 90 días antes. ¿Podrá? Es probable que cuente con el número indispensable en la Cámara de Diputados (129 diputados), porque el Pro y los hombres de Francisco de Narváez podrían acompañarlo. Otra cosa será el Senado, donde la representación de ellos es escasa o nula. Según los números de hoy, tras la anunciada deserción de Ramón Saadi, el peronismo oficialista tendría 36 senadores, uno menos que la mayoría. ¿Julio Cobos deberá desempatar otra vez?

Los tiempos no permitirán elecciones internas en los partidos políticos, sustrayéndoles a la vida pública y a sus protagonistas una dosis importante de legitimidad democrática. El Gobierno se notificó tarde de la crisis económica y ahora notifica a la opinión pública, más tarde aún, de un cambio fundamental en las reglas del juego electoral. Es el eterno método de los Kirchner: las reglas del juego sirven sólo si son útiles a los que mandan. La ley está hecha para disciplinar a los súbditos, pero no comprende al príncipe.

El significativo cambio del calendario electoral no fue motivo de ninguna consulta de los Kirchner, ni siquiera con los líderes de los bloques parlamentarios oficialistas. A Macri podía reprochársele un exceso de consultas con funcionarios y dirigentes de su partido, y su inclinación ante la voluntad mayoritaria de ellos, pero a Kirchner hay que censurarle su absoluta falta de capacidad para consultar con nadie. La República no está definitivamente en su cabeza ni en su formación política e intelectual.

Elisa Carrió había esquivado el jueves el desafío de competir cuerpo a cuerpo con Gabriela Michetti, pero Kirchner la condenó ayer de nuevo a ese destino. Tanto ella como Cobos y el radicalismo deberán apurar ahora los acuerdos que estaban demorando, a veces inexplicablemente.

Solá y De Narváez han tenido una buena y una mala noticia. La buena consiste en que podrán usar el "efecto Michetti" en el primer cordón bonaerense, el más cercano geográfica, social y culturalmente a la Capital. La mala es que el tiempo se les agota a los dos. La tensión entre ellos por quién será primer candidato a diputado debería disiparse en los próximos días. Kirchner ha hecho algo en beneficio de ellos; ellos también deben hacer algo por ellos mismos.

La Argentina ha entrado, así, en un repentino e innecesario clima electoral. Los problemas reales (la economía, el trabajo, la inseguridad, el campo) deberán esperar, congelados, tres meses más. ¿Esperará la sociedad? ¿Cuánto queda en el inestable vaso de la paciencia colectiva?

La Nacion



Tejer y destejer en Nueva York
Por Joaquín Morales
La Nacion


una especie de vahídos intelectuales y políticos en el matrimonio presidencial argentino. Durante la semana anual de vacaciones que los Kirchner se toman en la capital financiera de los Estados Unidos (ninguna otra delegación vive siete días en Nueva York para participar de la Asamblea de las Naciones Unidas), han tocado la melodía de la ortodoxia con tanto placer como el de la apostasía y han intentado seducir con la misma vocación con que espantaron a sus oyentes.

La Presidenta tuvo casi el vuelo de una poetisa monótona cuando maltrató al sistema económico y político de los Estados Unidos. No dejó pasar un día sin contarnos sus críticas a Washington y al capitalismo. Pero por momentos abandonó la poesía y se dedicó a la contabilidad. Fue entonces cuando anunció el comienzo de una negociación para sacar del default a los holdouts . ¿Qué sucedió para que convivieran en el tiempo posiciones tan diferentes? Dicho sin tantas vueltas: influyó, sobre todo, el temor a otro default argentino. Un default que seguramente no hubiera sido festivo y hasta ni siquiera declamado, pero que hubiera obligado a renegociar los vencimientos de los próximos años.

Una posible oferta al Club de París y a los holdouts se venía analizando desde enero entre Olivos y la Casa Rosada. Eran reflexiones políticas más que económicas y financieras. Sin embargo, el tiempo político cambió de ritmo el 17 de julio, el día en que Julio Cobos desempató en el conflicto con el campo. Fue directamente un derrumbe , aceptaron cerca de los Kirchner.

El otro derrumbe se los propinó Hugo Chávez con sus elevadas tasas de interés sobre bonos argentinos de los que se desprendió en el acto. Una mezcla de dos paridades cambiarias distintas en Caracas convirtió a los bonos argentinos en presa de especuladores bursátiles tan voraces como los financistas de Wall Street. De todos modos, la debilidad política de los Kirchner y la comprobación de que ya no quedaban prestamistas alternativos los apuraron a anunciar la eventual salida del viejo default. Los asustaba la perspectiva de uno nuevo.

Sectores de la administración creen ahora que la solución para el Club de París fue una sobreactuación innecesaria. Suponen que con un pago de 1000 o 2000 mil millones de dólares se probaría la buena voluntad. Debería negociarse el resto de la deuda. No es aconsejable sacar ahora 7000 millones de dólares de las reservas , señaló un alto funcionario del Gobierno. El anuncio sobre el Club de París se hizo una semana antes del primer gran salvataje de Bush a dos gigantes inmobiliarios, y diez días antes de la imponente caída de Lehman Brothers. Un mundo, que ya no era amable en el momento de aquellos anuncios, se metió luego en el ojo del huracán; todavía está ahí.

Sea como fuere, ambos anuncios fueron bien recibidos, pero luego sucedió una novedad contradictoria: Las mediciones del Indec son perfectas , recalcó la Presidenta. Ese gesto de aislamiento social (Cristina no va a un supermercado desde hace casi 20 años) le fue reprochado hasta por el Banco Mundial. La inflación ha cedido en las últimas semanas, aseguran los economistas más serios, pero no por las buenas razones, como hubiera ocurrido con un plan antiinflacionario. Sucedió, en cambio, que la sociedad y los empresarios le perdieron la confianza a la economía. Economía y política carecen ahora de confianza.

A todo esto, ¿por qué Cristina Kirchner se fue a Nueva York para hacer ese anuncio sobre una decisión soberana? ¿Para qué, en última instancia, si los bonistas están desperdigados por todo el mundo, sobre todo en Italia? ¿Por qué no lo hizo desde el país que gobierna? Quería enamorar a Wall Street , se sinceró un interlocutor frecuente de la Presidenta. Si fue así, la estrategia chocó en el acto con una mandataria dispuesta a reprender a Wall Street por sus recetas económicas de los años 90. Así, es mejor no hacer nada: si todos los males vienen de afuera, los gobernantes locales quedan exculpados y el inasible destino se convierte en un árbitro definitivo.

Las fórmulas de los 90, incluido el denostado Consenso de Washington, se aplicaron durante la gestión presidencial de Bill Clinton. Los dos Kirchner han dicho, siempre en reserva, que Clinton fue el mejor presidente norteamericano desde Kennedy . Clinton es, además, el referente más importante del partido al que pertenece Barack Obama, el candidato que entibia ahora el corazón de los Kirchner. Bush no es presidente desde siempre, pero Bush es la razón del rencor kirchnerista. Ya venían mal con él, pero la valija de Antonini Wilson empeoró todo.

Néstor Kirchner acudió en defensa implícita de su amigo Hugo Chávez cuando lo encaró de mala manera a Tom Shannon, el más importante funcionario de Washington para América latina. Si el caso de la valija de Antonini Wilson fue una "operación del gobierno" de Bush, como Kirchner le reprochó a Shannon, entonces son inocentes tanto el ex presidente argentino como el actual mandamás venezolano. Los diplomáticos norteamericanos venían satisfechos con el silencio kirchnerista sobre Miami. Pero Kirchner no pudo con su genio y lo tomó de las solapas a Shannon antes de meterse en el avión de regreso.

Shannon fue el funcionario del Departamento de Estado que más hizo para evitar el juicio de Miami, pero no pudo convencer a un venezolano de que se declarara culpable. El juicio, entonces, era inevitable. Shannon debe de estar preguntándose ahora si vale la pena hacerles un favor a los Kirchner.

A Rodríguez Zapatero le pasó lo mismo. La paciencia de ese hombre es infinita , deslizó un funcionario que siguió de cerca toda la relación con España. Julio De Vido se apresuró a resolver algunos viejos problemas de las empresas españolas en la Argentina, como quien intenta reducir el impacto de la estatización de Aerolíneas Argentinas. Pero es muy probable que la compra de la compañía aérea termine mal. Los Kirchner no están en condiciones políticas ahora de pagar un solo dólar por esa empresa.

Confundiendo siempre su corazón con el corazón del pueblo , el matrimonio presidencial ordenó la embestida final contra los propietarios de Aerolíneas Argentinas con la intención política de dejar atrás el combate perdido con el campo. Así lo aseguran quienes conocen los sótanos del poder argentino y así lo interpretaron en Madrid. Faltaba una prueba. Se las dio el polémico Ricardo Jaime: Con Aerolíneas Argentinas reconstruí la mayoría perdida en el Congreso , se pavonea ahora ante sus interlocutores.

Antes, desde el propio oficialismo cerril habían salido expresiones xenófobas contra los inversores españoles en la Argentina y la propia Presidenta maltrató en público al Banco de España. La paciencia de Rodríguez Zapatero es larga, pero no es infinita, como supone aquel funcionario.

Cristina dio en Nueva York sus habituales cátedras de profesora implacable sobre el capitalismo ético . Aquí se conocía en esas horas que ella, su esposo, sus hijos y el contador de la familia habían creado una empresa de consultoría empresaria. Néstor Kirchner venía insistiendo en eso desde enero último, cuando se quedó sin trabajo. Asesorar a empresas desde la Presidencia de la Nación se califica, en el mundo que Cristina aplazó sin piedad, como venta de información privilegiada o como tráfico de influencias. Ambas cosas son delitos graves.




Clarin






El escenario
La realidad virtual de los Kirchner
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Miércoles 19 de noviembre de 2008

El problema más serio no es lo que dicen, a pesar de todo. El problema más grave es, en efecto, que creen en lo que dicen. Néstor Kirchner acaba de afirmar en Santiago de Chile que la economía argentina está rebosante de salud para enfrentar la crisis internacional. Su esposa, la Presidenta, acaba de usar la más alta cima de la política internacional, la reunión de los 20 líderes más importantes del mundo en Washington, para contar sus peleas locales por los fondos de pensión. En verdad, ni la economía argentina está tan sana como asegura el ex presidente ni a los líderes mundiales les preo-cupa mucho lo que sucede en la Argentina, cuando el tembladeral del universo se llevó ya cualquier certeza preexistente.

El año próximo será de recesión para la Argentina o el país estará muy cerca de ella. Néstor Kirchner se ha pasado seis años ignorando que la economía tiene ciclos buenos y malos, y que lo único que corresponde hacer es ahorrar en los buenos momentos para gastar en los malos.

Jefe de hecho de la conducción económica, el conflicto actual se agravaría aún más si creyera que la economía "está fuerte", como él suele reiterar.

Interlocutores suyos atestiguan en estos días que las ideas que el matrimonio presidencial desliza en privado no son muy distintas de las que ventila en público. El peor trance de cualquier político se produce cuando sus palabras no coinciden con la percepción de la gente común. Es lo que está sucediendo ahora.

En Chile, Kirchner hizo algo más que dar falsas noticias. También pulverizó cualquier posibilidad de convertirse en presidente de la Unión de Naciones del Sur (Unasur), cargo para el que ya estaba vetado explícitamente por Uruguay. Los principales atributos para cumplir con esos menesteres internacionales son los de la moderación, la diplomacia y la serenidad. Kirchner se encolerizó en un seminario de líderes progresistas como si estuviera en una tribuna de José C. Paz. En Santiago, se esperaba de él una mirada global y profunda sobre la complicada realidad internacional. No habló de eso.

Terminó refiriéndose elípticamente a lo que siempre se refiere de mal modo cuando se siente débil: a los periodistas y a los medios periodísticos. Había que ser argentino y conocer sus habituales rodeos retóricos para conocer a los destinatarios de su diatriba. Nada nuevo.

En Washington, Cristina Kirchner culpó a las AFJP del default de principios de siglo en una larga explicación de lo que es muy difícil de explicar fuera del país. Tuvo también algunos párrafos acertados cuando dijo que en el mundo había fracasado una manera de concebir las finanzas.

Su problema es que no fue original. La había precedido el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien ya hace varias semanas señaló que el mundo no está viviendo el fracaso del capitalismo, sino el colapso de la "traición al capitalismo".

Más cerca en el tiempo, pero antes que Cristina, fue el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien cuestionó las "enormes e inmediatas ganancias" que producían finanzas descontroladas e improductivas.*

¿Cree Cristina Kirchner que las AFJP provocaron el default de 2001? En tal caso, estaríamos dentro de un serio berenjenal. El viejo default se debió a un Estado que gastaba más de lo que tenía y cubría la diferencia con permanentes créditos. Es más o menos lo que hizo el kirchnerismo en los últimos años, aunque éste sólo pulverizó el superávit fiscal (que pudo ser mucho mayor) en homenaje a las encuestas y a los triunfos electorales.

Si bien se mira, lo que está volviendo al mundo es un período de mayor control de los manejos financieros por parte del Estado y no un Estado capitalista, más allá de las coyunturales terapias que se aplican para superar la crisis. La confusión ideológica de los Kirchner radica, precisamente, en esa diferencia: ellos creen en un Estado dador de trabajo y protagonista casi excluyente de la inversión. Han hecho todo lo posible para espantar la inversión privada.

Muchos observadores y políticos del mundo se han sorprendido por la presencia de la presidenta argentina en la exclusiva reunión de Washington. La explicación formal consiste en que se respetaron los formatos internacionales que ya existían y que, así las cosas, la Argentina está dentro del G-20. Es cierto que la Argentina no tiene tamaño económico para sentarse a esa mesa. Sin embargo, en el mundo existen los liderazgos económicos y militares (y políticos, por lo tanto), pero existen también liderazgos morales. La Argentina no puede soñar con los primeros dos liderazgos, pero podría aspirar a ejercer cierto liderazgo moral.

El "ombliguismo" de los gobernantes argentinos ahuyenta esa última posibilidad. Cristina Kirchner ya había hecho lo mismo en la reciente Cumbre Iberoamericana de El Salvador: usó el doble del tiempo asignado a los presidentes para hablar de las trifulcas argentinas sobre los fondos de pensión. Los liderazgos morales en el mundo deben, además, mostrar realidades locales coherentes con lo que se pretende.

* * *

Quizá lo único imprevisto de parte de Felipe Solá en los últimos días no haya sido su ruptura con el kirchnerismo, sino su denuncia de falta de libertad de pensamiento en el partido gobernante y en el país. Esa carencia es fácilmente perceptible. Nadie sabe si lo que dice Elisa Carrió sobre la corrupción es totalmente cierto, pero las encuestas de opinión pública empiezan a señalar la corrupción de los funcionarios como una seria preocupación social. En fin, Carrió no ha hecho más que darle argumentos a una sensación palpable.

El liderazgo moral se aleja aún más cuando los gobernantes ignoran la realidad. Conocedores de que los Kirchner son cautivos suyos, Hugo Moyano y sus asesores amenazan con tomar represalias contra los empresarios locales por la crisis internacional.

Triple indemnización, prohibición de despidos o salarios adicionales no son más que una manera de culpar a los empresarios de todos los males. Como el Gobierno no difiere mucho de esas premisas, es previsible, por lo tanto, que esté dispuesto a ordenar la felicidad colectiva mediante un decreto

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