Gobierno de De La Rúa: La caída del gobierno de de la Rua









La odisea del helicóptero que sacó a De la Rúa
Por Hugo Alconada Mon
Domingo 18 de diciembre de 2011


Con el ruido de las aspas a pleno, le ordenaron a Fernando de la Rúa que agachara la cabeza. "¿Qué dijo?", le replicó al edecán, Gustavo Giacosa, que lo tomó de la nuca y lo empujó hacia abajo y adelante. Corrían por la azotea de la Casa Rosada y a su lado iba el subjefe de la custodia presidencial, el subcomisario Marcelo Lioni, el calvo al que muchos tomaron, al verlo por televisión, por el ya renunciado Domingo Cavallo.

Eran las 19.52 del jueves 20 de diciembre de 2001 y el suboficial de la Fuerza Aérea José Luis Orazi abrió la puerta del helicóptero. Entraron los tres pasajeros y dio la señal para que despegara el Sikorsky S76B. Todo transcurrió en un minuto, según el registro oficial de vuelo. De allí en más enfilaron hacia la Quinta de Olivos, aunque llegaron a manejar dos opciones más: Campo de Mayo y Uruguay, si el peligro aumentaba.

Allá, en las alturas, De la Rúa era aún presidente. Los pilotos ignoraban que acababa de renunciar. Sólo sabían que algo ocurría. Un rato antes, el padre de uno de ellos, Carlos, había atinado una pregunta antes de callar: "Claudio, ¿vos hoy estás de turno?" Nada más. Y tras un breve silencio, su madre, Erika, tomó el teléfono y completó: "Suerte".

El mayor Claudio Zanlongo y el vicecomodoro Juan Carlos Zarza volaban entonces rumbo a la Plaza de Mayo. Fueron tres minutos y medio desde el Aeroparque, donde habían esperado durante horas para la misión: sacar a De la Rúa de la Rosada, sin descargar las 3,5 toneladas, por el riesgo edilicio.

"Corríamos el peligro de que vibraran el techo y las paredes del Salón Blanco, y se fisurara todo. Otra vez", recuerda el entonces coordinador del Departamento Técnico de la Casa Militar, el arquitecto Mario Casares. Fueron años de restauración y hasta de un balde naranja en el despacho presidencial por goteras. Y ningún deseo de que el helipuerto volviera a usarse, como con Isabel Perón, en el 76 y Raúl Alfonsín, en las Pascuas del 87. Un guiño del destino: Zarza, más joven y teniente 1°, había sido también el piloto de aquella Semana Santa.

Para las 9 del jueves 20, Casares había recibido la orden de llevarle los planos de la azotea al jefe de la Casa Militar, el vicealmirante Carlos Carbone, con menos de 48 horas en su cargo. "Acá no se puede aterrizar", le retrucó. Al final, llegaron al acuerdo de posarse sin descargar el peso. Y fueron hasta el techo con el jefe de operaciones de los helicópteros, el comodoro Sergio Castro, que dibujó un croquis, con las antenas de la zona y otros riesgos posibles durante la aproximación.

Zarza y Zanlongo ya habían volado por la mañana desde la quinta de Olivos para dejar a De la Rúa frente a la Rosada, en el helipuerto de la avenida Huergo. La Plaza de Mayo era el foco de los incidentes. Pero desde arriba, todo parecía calmo. "Recuerdo que cuando esa mañana pasamos por la Plaza de Mayo, rumbo a nuestra base en Moreno, pensé: ?¡Qué exagerados estos periodistas!' Todo se veía tranquilo", cuenta Zanlongo, retirado ya como vicecomodoro y en la Aviación Civil de Salta, donde se encarga de vuelos sanitarios. Más de una vez trasladó a Cristina Fernández de Kirchner cuando ella fue a Salta o a Jujuy.

En la VII Brigada de Moreno, Zarza y Zanlongo completaron la revisión del Sikorsky y los mandaron a la zona militar de Aeroparque. "Van a llegar órdenes", fue el mensaje. En Aeroparque los recibió el brigadier Sergio Mayor, que les dijo "tengan cuidado" y les cedió la oficina, donde Castro les comunicó el plan por teléfono. "Nos dijo que quizá no podríamos sacar al Presidente de manera normal." Segundos después, les mandó el croquis por fax. A Aeroparque llegó algo más. La orden de evaluar tres destinos: Olivos, Campo de Mayo y Uruguay. Y cruzar el Río de la Plata fue una opción real, aun cuando el jefe del Ejército, general Ricardo Brinzoni, puso a disposición de la familia De la Rúa todas las guarniciones militares del país.

Los pilotos revisaron las condiciones del tiempo. En particular, el viento. El derrumbe político se aceleraba con el correr de las horas. Hasta que el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini pidió una hoja con membrete presidencial. Eran las 19.37: De la Rúa redactó a mano su renuncia y se fue al baño. Solo.

"Gracias por todo, Víctor", le dijo al fotógrafo de la Presidencia, Víctor Bugge. Y lo abrazó. "Vení, vamos a hacer la última foto", le dijo, y Bugge registró la histórica imagen de De la Rúa acomodando sus últimas cosas. Pero habría otra foto más.

A metros de allí, entre los llantos del primer piso ya semivacío y los funcionarios que guardaban sus cosas en cajas, una voz gritó: "¡Lo acompañamos todos!" Pero el secretario privado Leonardo Aiello paró la movida. "No, de ningún modo. El presidente se va con el edecán."

De la Rúa tomó su copia privada de la Constitución y firmó el último decreto: 1682/2001. Según el CELS, para regularizar las acciones de la Policía y enmarcarlas dentro del contexto de "conmoción interior".

Entonces sí, De la Rúa entró en el ascensor más privado de la Rosada, junto a Rodríguez Giavarini y al teniente coronel Giacosa, también en su segundo día como edecán. "Fernando, hiciste todo lo posible", le dijo el canciller. Y llegaron al helipuerto y a la última foto de Bugge, al que un custodio intentaba sacar de la terraza.

Durante los 4 minutos y medio de vuelo hasta Olivos, De la Rúa no habló. Sólo se calzó sus anteojos, los mismos que se quitó la víspera, en gesto teatral, para anunciar por cadena nacional el estado de sitio. Se limitó a mirar por la ventanilla.

Ya en tierra, el intendente de la quinta recibió a De la Rúa junto al jefe del Regimiento de Granaderos, coronel Roberto Fonseca, que esos días reforzó la guardia. En vez de los 120 efectivos del Escuadrón Chacabuco, desplegó a 300. Allí los pilotos Zarza y Zanlongo supieron que eran testigos de un drama histórico: De la Rúa había caído.

En la Rosada, el arquitecto Casares completó su última tarea: verificar, despacho por despacho, que los salientes no se hubieran llevado nada que no fuera de ellos. "Había muchas cosas empaquetadas -rememora-. El clima era de velorio."

La Nación





Después de 32 años entregan fotos de desaparecidos arrojados al mar


La Comisión Interamericana de Derechos Humanos las guardó desde 1979; se darán a la Justicia


Por Paz Rodriguez Niell 


Jueves 15 de diciembre de 2011

Habían pasado muchos días bajo el agua, pero las uñas de sus pies seguían pintadas cuando le sacaron la foto en la playa La Floresta, de la costa uruguaya. Las piernas tenían quemaduras, marcas de torturas y una soga se ataba todavía, con cuatro vueltas, a su pie derecho.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) guardó durante 32 años ésta y otras 130 fotos de cuerpos que, de acuerdo con los informes que las acompañan, fueron encontrados entre 1976 y 1979 en distintas playas de Uruguay. La CIDH las recibió durante la inspección que hizo a la Argentina en 1979 y las archivó desde entonces en una carpeta amarilla que dice, escrito en birome, "observation in loco". Hoy, la entregará a la Justicia. Es parte de un proceso de desclasificación de documentos de esa comisión.

La carpeta tiene, además, descripciones del estado de 20 cuerpos, copia de legajos de inteligencia elaborados entonces por las autoridades uruguayas y mapas de las playas donde habrían aparecido los cadáveres.

Los funcionarios de la CIDH desconocen el origen de los documentos. Sólo saben que alguien los entregó en 1979. Suponen que pudo haber sido el ex marino uruguayo Daniel Rey Piuma, que integraba los servicios de inteligencia de la Prefectura y en 1980 huyó a Brasil llevándose archivos oficiales.

En el caso de la mujer encontrada en La Floresta, las fotos están acompañadas por un informe que dice que presenta "fractura de muñecas, como si hubiera estado colgada de ellas; quemaduras en ambas manos; derrame sanguíneo interno provocado por la rotura de vértebras" y "zona pubiana, anal y perianal destrozada con objetos punzantes". Quien lo elaboró relata: "Dos intentos míos de calificar el caso como violación y homicidio fueron descalificados". Cuenta además que el hallazgo se hizo público y que, como consecuencia de "el cuerpo muy cuidado y las uñas pintadas", se tejieron "versiones novelescas" sobre que "la occisa frecuentaba lugares nocturnos y estaba vinculada a una banda de narcotraficantes".

En otros casos, relata que se pretendió hacer pasar las muertes como consecuencias de "orgías de alta mar" y "motines a bordo".

En la CIDH no saben si los cuerpos son de desaparecidos de la ESMA, pero creen que es posible. Casi todos tienen marcas de torturas y ataduras. Y algunos aparecieron con billetes y monedas argentinas.

La carpeta se adjuntará a la causa de los llamados "vuelos de la muerte", en los que desaparecidos fueron arrojados al mar durante la última dictadura. Es parte de la megacausa por los crímenes de la ESMA. La instruye el juez Sergio Torres, que fue quien pidió abrir los archivos.

El secretario ejecutivo de la CIDH, Santiago Cantón, viajó a la Argentina para entregarle la carpeta a Torres. "Estos documentos pueden servirle para identificar a personas -dijo Cantón en una entrevista con LA NACION-, pero además muestran la existencia de las torturas, las violaciones, las ataduras. Hasta ahora, las pruebas que había de los vuelos de la muerte eran todas testimoniales. Estas son clave por la inmediatez; son de aquel momento."

Los documentos que hoy recibirá Torres no son los primeros que le entrega la CIDH. Este año, el juez viajó a Washington y revisó 60 cajas con legajos sobre denuncias recibidas por la Comisión durante la última dictadura. Gran parte de ese material (el vinculado a la ESMA) fue escaneado y ya forma parte del expediente.

Para preservar a los denunciantes, la CIDH guardaba con estricta reserva todos los documentos de su visita a la Argentina, pero ahora el criterio cambió. Cantón explicó que se debe al tiempo transcurrido, la democracia en la Argentina y la firme determinación de la Comisión de colaborar con las causas de derechos humanos. "Estamos analizando abrir muchos más documentos", anunció Cantón.
Los vuelos de la muerte

    La causa. El juez federal Sergio Torres investiga los llamados "vuelos de la muerte" como parte de la megacausa por los crímenes cometidos en la ESMA.

    Los acusados. Siete acusados están procesados: cinco son pilotos; uno, abogado, y otro un técnico aeronáutico que confesó a civiles haber tirado a gente al mar.

    Las nuevas pruebas. La CIDH entregará hoy a Torres fotos y documentos que serían de desaparecidos arrojados al mar y hallados en playas uruguayas.

    Su valor . Las pruebas son clave porque son de aquel momento y muestran cuerpos torturados y atados. Es posible que permita identificar a desaparecidos.


La Nación




De la Rúa: "El peronismo instrumentó un golpe y conspiró con el FMI"


El ex presidente reveló cuáles fueron para él los factores que provocaron su renuncia al Poder Ejecutivo en diciembre de 2001; además, negó haber recibido sobornos de la multinacional alemana Siemens


Jueves 15 de diciembre de 2011

A diez años del final de su mandato, Fernando De la Rúa reflexionó sobre las causas que motivaron su renuncia en medio de una profunda crisis política, económica y social. El ex presidente se mostró sereno y apuntó con dureza contra dos actores que, según su visión, provocaron su salida en helicóptero de la Casa Rosada aquel 20 de diciembre de 2001: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Justicialismo.

Durante una entrevista con el programa Con Voz Propia , que emite la señal de cable América 24, De la Rúa aseguró que el peronismo orquestó en aquel entonces un asalto al poder a través de un "golpe civil", impulsado por Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf. "El peronismo instrumentó un golpe civil, trajo violencia a la Plaza de Mayo y conspiró con el FMI. Fue una maniobra de Duhalde y Ruckauf, quienes venían operando hace meses", enfatizó.

El ex mandatario, además, acusó al FMI de "ahogar" económicamente a la Argentina. "El Fondo quería ahogar al país y fuimos víctimas de eso. Nos tiró a la zanja. Coincido con los Kirchner en que el FMI es lo peor que nos ha pasado", indicó, al tiempo que admitió que recibió un gobierno con déficit, en recesión y con altas tasas de desempleo. "Con un contexto internacional desfavorable, era muy difícil recuperarse y tener recursos propios", afirmó.

Enseguida, agregó: "Cometí dos errores: creer que el FMI iba a cumplir con su rol de asistencia y que el peronismo no avanzaría en la toma del poder".

Por otra parte, el ex presidente admitió que la renuncia del por entonces vicepresidente Carlos "Chacho" Alvarez debilitó su gobierno y que le dolió que el radicalismo no lo acompañara. "Me dolió que me dejaran solo [por la UCR]. La historia escribirá si acompañaron o no el golpe que puso en marcha el justicialismo de la provincia de Buenos Aires", analizó.

El ex mandatario aseguró que "los líderes parlamentarios del justicialismo y del radicalismo", el partido con el que llegó al poder, lo llevaron a renunciar.

"El justicialismo había dicho que me reclamaban un gesto, y yo entendí que mi renunciamiento era una contribución a los fines de preservar las instituciones de la República, de modo que se produjera la continuidad sin un golpe violento", explicó.

De la Rúa mencionó que aquel 19 de diciembre muchos dirigentes justicialistas "habían largado el asalto final, pero se les desbordó" y luego le "pidieron que declarara el Estado de Sitio", una medida que, una década después, consideró que fue un "error".

"Totalmente fue un error, tanto que no se aplicó porque lo derogué al día siguiente. Pero el grave error fue informarlo por la televisión. Yo quería proteger a los argentinos", apuntó.

Respecto de los escándalos de corrupción que lo rozaron durante su permanencia en el poder, el caso de los sobornos de la multinacional alemana Siemes y el presunto pago de coimas en el Senado , De la Rúa se mostró dispuesto a probar su inocencia. "Nosotros dejamos sin efecto el contrato de Siemens y la conducta del gobierno fue trasparente", exclamó, indignado.

En ese marco, el ex jefe del Estado dijo que las acusaciones sobre el presunto pago de coimas en el Senado "está basado en cosas falsas". "Unjo para que el juicio del Senado se haga de inmediato. Es una falsedad absoluta, de principio a fin", concluyó.

Por último, expresó que tiene "respeto" por Cristina Kirchner, a quien deseó "la mayor suerte" en "momentos difíciles que se encuentra el país".

"Ojalá encuentre actitudes de grandeza que no hallé en esos tiempos", sostuvo.

La Nación



Un doloroso relato de 2001: "La imagen de mi marido muerto en la tele no me la olvido más"

María Arena es la viuda de Gastón Riva, una de las cinco personas asesinadas en los alrededores de la Plaza de Mayo

Por Lucrecia Bullrich

Lunes 19 de diciembre de 2011



Afuera del bar llueve con furia. Por momentos María Mercedes, o Mari, como le dicen todos, recuerda con una nitidez que asusta. En otros, se detiene y se disculpa por no poder hacer memoria del todo. Sus ojos miran con esa rara forma de serenidad que surge de la mezcla entre el dolor profundo y el paso del tiempo. Gastón Riva es el padre de sus tres hijos y una de las 39 personas asesinadas en diciembre de 2001, víctimas de la represión policial que antecedió la caída de Fernando de la Rúa.

Riva tenía 29 años. Sus hijos Camila, Agustina y Matías, 8, 3 y 2 respectivamente. Desde arriba de su moto, con la que trabajaba en una mensajería de día y repartiendo pizza a la noche, había aprendido a respirar la ciudad. Por eso, el clima de tensión y hartazgo que atravesaba las calles de aquel diciembre caliente se había vuelto tema de conversación recurrente entre Gastón y Mari cada vez que él volvía de trabajar a la casa que compartían en el Bajo Flores.

 La última foto: Riva y sus hijos Camila, Agustina y Matías el 16 de diciembre de 2001. Foto: Foto familiar

"Ahí se llevan a uno de los muertos", dijo un movilero desde la Plaza. Sentada frente al televisor, Mari reconoció la cara de Gastón y su contextura física. No tuvo dudas. Pero eligió tenerlas. Corrió hasta el dormitorio y revisó el placard esperando encontrar en los cajones la misma ropa que había visto sobre el cuerpo moribundo. La ropa no estaba.

Alcanzado por disparos de escopeta, Riva cayó a pocos metros de la esquina de Avenida de Mayo y Tacuarí antes de las 13 del 20 de diciembre. Hoy, sobre la vereda, una placa algo raída por el tiempo lo recuerda con un poema escrito por Mari. Allí llevará mañana a sus hijos que, como todos los días de los últimos diez años, recordarán al padre que no los vio crecer.

- ¿Cómo recuerda los días previos al 20 de diciembre?

- Fueron días de convulsión. Recuerdo que estuve todo el 19 y el 20 mirando tele. Mis hijos eran muy chiquitos y yo estaba en mi casa. Desde hacía meses se notaba que el de De la Rúa era un gobierno absolutamente ausente, inoperante. Cuando fue lo del corralito, no nos afectó porque tuviéramos ahorros en el banco, pero sí porque a Gastón le pagaban por semana. Pero eso era una pavada al lado de lo que vivía otra gente. Fueron días muy movilizantes. Particularmente el 19. Recuerdo haber visto muchas imágenes de violencia, gente muy enojada y con mucha necesidad.

- ¿Cuándo fue la última vez que vio a Gastón?

- Cuando llegó de trabajar ese miércoles a la noche [el 19] me dijo «la verdad, que tendríamos que salir a hacer un poco de ruido». Los chicos se habían dormido y no daba. Así que nos quedamos viendo un rato la tele y después él se fue a dormir, porque se levantaba muy temprano. Yo me quedé viendo. Me acuerdo que, como a las 2, se supo que había renunciado [Domingo] Cavallo, así que fui a despertarlo para decirle. Al otro día se fue sin que lo viera porque se despertó antes que yo.

- ¿Imaginó que podía llegar a ir a la Plaza?

- Sí. Lo supuse. El nunca me lo dijo, pero lo preví. Tal vez le surgió en el momento. El trabajaba cerca de donde lo mataron. Debe haber visto la manifestación y se quedó. Habíamos hablado al mediodía [del jueves], le pregunté si iba a ir y me contestó con evasivas, pero estaba eufórico. Me lo imaginé, sí.

 
 Foto: LA NACION / ARCHIVOS
Foto 2 de 22

 Foto: LA NACION / ARCHIVOS

- ¿Cómo se enteró de que estaba en la Plaza?

- De la peor manera. Estaba viendo tele y en un momento escucho que el cronista dice «Acá se llevan a uno de los muertos». Y era él. Pero no se le veía bien la cara, así que eso fue lo que me dio esperanza, porque, por el resto no había dudas: la ropa era la suya, incluso busqué esa ropa pensando que me había equivocado y no. Empecé a llamar a todos lados: al SAME, a la policía a los hospitales. Finalmente, el dueño de la mensajería en la que trabajaba vino a avisarme que lo había encontrado en el Argerich, no se animó a decirme que estaba muerto. Me enteré cuando llegué al hospital. La imagen de Gastón muerto en la tele no me la olvido nunca más. Nunca más. Me la llevo conmigo.

- ¿Cómo se conocieron?

- A través de su tía, que yo conocí en un trabajo y siempre insistía para que fuéramos a Ramallo a conocer a su familia. Me hablaba mucho de su sobrino Gastón. Finalmente fuimos y lo conocí.

 Riva y su mujer, María Arena, el día de su casamiento, en 1997. Foto: Foto familiar

- ¿A Gastón le interesaba la política?

- La política en general, sí. No la política partidaria. Estábamos los dos muy informados. El había laburado en Somisa y cuando fue la echada masiva [en 1992] hubo una manifestación que vino desde San Nicolás y él venía al frente de las columnas. Siempre fue un tipo muy laburador, luchaba por lo que creía y por lo que le parecía justo.

- ¿Qué hacía en su tiempo libre?

- Tenía muy poco tiempo libre, pero le apasionaban las motos y le gustaba hacer boxeo.

- ¿Cómo era como padre?

- Era un padre muy trabajador. No estaba en todo el día. Se tomaba un rato a la tarde para estar en casa entre un trabajo y otro y los fines de semana también trabajaba. Pero cuando estaba los domingos tenía la costumbre de hacer asado. Imagino que hubiera sido mucho más severo que yo en muchas cosas con los chicos. Le gustaban las cosas claras, sin rodeos.

- ¿Qué les dijo a sus hijos cuando empezaron a preguntar?

- Fueron tres situaciones bien distintas. A mi hija mayor, ese día, cuando volví del hospital, no supe cómo enfrentarla. Entonces le dije que su papá estaba muy mal. Que había muerto se lo dije al día siguiente. Lloró mucho. Con los otros dos fue distinto. Matías tenía 2, no hablaba. Recuerdo que esa noche, cuando volví del hospital y me fui a bañar, me esperaba en la puerta del baño y me decía «papá, papá». Agustina tenía 3, ya hablaba y estaba en la edad de preguntar todo. Le cayó la ficha cuando viajamos los cuatro a Ramallo para enterrarlo. Por suerte hoy son tres chicos felices, pudieron salir adelante.

 La placa por Riva, en Tacuarí y Avenida de Mayo, donde cayó. Foto: LA NACION / Ignacio Coló

-¿Qué le genera que hayan pasado 10 años?

- Fueron años de mucho crecimiento, mucha terapia, pude rehacer mi vida. Pero hay algo que es clave en todo este dolor: por más que mis hijos puedan tener una vida más o menos feliz nunca van a recuperar a su papá. Eran muy chiquitos y les faltó escribir mucho de su historia con él.

- ¿Y a usted?

- Para mí es revivir muchas cosas de las que incluso tal vez no me acordaba. Es un poco ir reciclándose. El golpe que nos tocó vivir no deja de ser doloroso, pero está guardado.

- ¿Quiénes son responsables del asesinato?

- Todos. Desde De la Rúa, que tenía la responsabilidad de manejar un país, hasta los funcionarios y dirigentes políticos de ese momento, que no supieron poner coto a tiempo. Los altos mandos policiales, que fueron quienes desataron la represión y, por supuesto, los que tiraron del gatillo, que no se arrepienten. Incluso están convencidos de que era la manera de que la gente no invadiera la Casa de Gobierno. Además, están todos libres.

- ¿Qué le genera que De la Rúa haya sido sobreseído?

- No sé si De la Rúa estaba o no al tanto de lo que pasaba en la Plaza. Pero es responsable, primero, de haber decretado un estado de sitio sin sentido; segundo, de haber puesto en la calle a disipar a la gente a una policía que él sabía que no estaba preparada para eso. Además, después no hizo nada para pararla. Cometió demasiados errores. Es el primer responsable de lo que pasó.

- ¿Cómo cambió su vida a partir del asesinato de Gastón?

- Muchísimo. En la vida familiar tuve que aprender a tomar algunas decisiones sola. Me volví una mujer más dura.


La Nacion




A diez años del corralito, el comienzo del fin de De la Rúa


La medida, ideada por el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo, restringía la extracción de dinero en efectivo de los bancos y buscaba evitar el retiro masivo de depósitos que se estaba produciendo


Miércoles 30 de noviembre de 2011

Pocas medidas económicas quedaron tan marcadas en la memoria de los argentinos. Pocas como el "corralito", la restricción impuesta por el entonces presidente Fernando de la Rúa y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, para operar con el efectivo depositado en los bancos.

El 1º de diciembre de 2001, De la Rúa firmó el decreto de necesidad y urgencia 1570, ideado por Cavallo, y que pasó a la historia con la denominación de "Corralito".

La drástica decisión fue el producto de un panorama político y económico tambaleante que reconoce un conjunto de antecedentes.

Las crisis de México, Rusia y Brasil habían dejado tambaleante a la Convertibilidad, pero De La Rúa con su promesa de mantener la convertibilidad ganó las elecciones de 1999.

El radical asumió la Presidencia con un déficit fiscal de unos 10.000 millones de dólares anuales y su primer ministro de Economía, José Luis Machinea, acordó en diciembre del 2000 con el FMI y bancos internacionales un plan de ayuda denominado "Blindaje" por 40 mil millones de dólares, que pretendía dar certeza sobre la capacidad de pago de la Argentina. Ese programa no trajo los resultados esperados y la salida de capitales se acentuó durante las semanas subsiguientes.


El anuncio desató la ira de miles de ahorristas.  Foto: Archivo
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El anuncio desató la ira de miles de ahorristas.  Foto: Archivo

El anuncio desató la ira de miles de ahorristas.  Foto: Archivo

Machinea renunció en marzo de 2001. En su lugar fue nombrado Ricardo López Murphy, que apenas 10 días después de asumir lanzó un plan de ajuste en los gastos fiscales. Esa medida desató la reacción de sectores, especialmente universitarios, que concluyó con su dimisión. En ese escenario de volatilidad, De la Rúa llamó a Cavallo, con la esperanza de que el creador de la convertibilidad fuera capaz de encarrilarla.

Cavallo intentó implementar una canasta de monedas -en la que pretendía incluir al euro- para salir de la convertibilidad y que el peso ganara competitividad. La medida tampoco tuvo la eficacia esperada.

En junio de 2001 se lanzó el denominado "megacanje", que involucró un swap de títulos públicos por unos 29.500 millones de dólares, operación que fue comandada por el entonces secretario de Finanzas, Daniel Marx. En julio se apruebó la "Ley de Déficit cero" que pretendía equiparar los ingresos con los gastos del Estado y se recortó el 13 por ciento a las jubilaciones.

Durante esos meses nacen las cuasimonedas -la primera fue el "Patacón" emitida por el Gobierno de la provincia de Buenos Aires-. Llegaron a coexistir 13 submonedas locales.

La fuga de capitales continuaba y en octubre el FMI niega un nuevo programa de apoyo a la Argentina.

El desempleo llegó en octubre de 2001 al 18% y la pobreza al 38,3%.



El 1 de diciembre de 2001, a través del decreto 1570/2001, se lanzó una serie de restricciones a la extracción de dinero en efectivo: sólo se podían retirar 250 pesos por semana en efectivo y se prometía el libre uso del dinero acreditado en las cuentas sólo a través de transferencias bancarias y electrónicas.

A los pocos días, Cavallo anunció un acuerdo con las empresas que instalan los dispositivos posnet -sistema que permitía los pagos con las tarjetas- para nutrir a los comercios de los aparatos que le permitieran continuar con sus ventas; iniciativa que fracasó. El golpe final a la convertibilidad se la dio la sanción de la ley de emergencia económica que se sancionó el 6 de enero de 2002.

Tras el "corralito" se le sumó "corralón" cuando el presidente Eduardo Duhalde con Jorge Remes Lenicov como ministro de Economía, congelaron los depósitos en plazo fijos y cajas de ahorros en pesos y en dólares.

Previamente la devaluación había llevado la cotización del dólar "oficial" de 1 a 1,40 peso.

La Nación






Tras ser sobreseído, De la Rúa dijo que "se demostró que no hubo orden de reprimir"
Añadió que lo ocurrido en 2001 le causa un "dolor" que lo acompañará "siempre"; estaba procesado por el asesinato de cinco jóvenes antes de la caída de su gobierno

Viernes 4 de junio de 2010


Fernando De la Rúa fue sobreseído en la causa por la muerte de cinco personas durante las manifestaciones previas a la caída de su gobierno en diciembre de 2001.


La decisión del juez federal Claudio Bonadío se conoció esta mañana. El ex presidente ya había sido sobreseído el año último, pero la Cámara Federal había revocado aquel primer beneficio y ordenado nuevas medidas de prueba.


Tras cumplir con esa indicación del tribunal, el magistrado concluyó que correspondía sobreseer a De la Rúa.


El ex mandatario no tardó en salir a celebrar el fallo, aunque aclaró que el "dolor" por las muertes ocurridas antes de la caída de su gobierno lo acompañará "siempre".


"Está cabalmente demostrado que no tuve participación en los episodios y que no hubo del gobierno ninguna orden de represión ni de excesos", aseguró De la Rúa en declaraciones a radio Del Plata poco después de conocido el fallo que lo benefició.


El ex presidente había sido procesado por Bonadío en 2007 por cinco homicidios culposos y 234 heridos, pero la Cámara Federal revocó ese procesamiento y ordenó avanzar en la investigación que continuó hasta el sobreseimiento. No obstante, el tribunal dejó sin efecto ese criterio y estableció nuevas directivas para encaminar la pesquisa.


Los hechos por los que hoy se sobreseyó a De la Rúa, cuando la represión policial provocó la muerte de los manifestantes Alberto Márquez, Gastón Riva, Diego Lamagna, Carlos "Petete" Almirón y Gustavo Benedetto, en zonas aledañas a la Plaza de Mayo, el Congreso y el Obelisco. 


La Nación




De la Rúa deberá volver a declarar ante la Justicia por las muertes de 2001
El ex presidente había sido sobreseído, pero la Cámara Federal revocó ese fallo; el juez Bonadío también indagará a varios ex funcionarios de la Alianza

Jueves 24 de setiembre de 2009

Fernndo De la Rúa volverá dentro de dos semanas a los tribunales de Cómodoro Py. El juez federal Claudio Bonadio lo citó para que amplíe su declaración indagatoria en la causa por las muertes ocurridas tras la represión policial de diciembre de 2001 pocas horas antes de la caída de su gobierno.

El ex presidente había sido sobreseído, pero a principios del mes pasado esa decisión fue revisada y revocada por la Cámara Federal, que ordenó volver a investigarlo.

La citación fue confirmada a lanacion.com por fuentes judiciales que añadieron que el llamado también alcanza al ex secretario de Seguridad Interior del gobierno de la Alianza, Enrique Mathov. Este último deberá comparecer ante el juez el 9 de octubre.

Bonadío también llamó a declarar, aunque en calidad de testigos, al ex viceministro del interior, Lautaro García Batallán, quien deberá comparecer el 5 de octubre y al ex titular de la Secretaría de Inteligencia, Carlos Becerra, quien fue convocado para el 13 del mismo mes.

El 8 de septiembre pasado la Cámara Federal revocó el sobreseimiento de De la Rúa, que había dispuesto Bonadío, y ordenó profundizar la pesquisa fundamentalmente en torno a una supuesta reunión en la que se habría abordado, con legisladores de otros partidos políticos, el tema de los hechos de violencia que estaban ocurriendo fundamentalemte en la Plaza de Mayo y sus alrededores.

De la Rúa fue procesado por Bonadío en 2007, por cinco homicidios culposos y 234 heridos pero la Cámara Federal revocó ese procesamiento y ordenó avanzar en la investigación que continuó hasta el sobreseimiento. No obstante, el tribunal dejó sin efecto ese criterio y estableció nuevas directivas para encaminar la pesquisa.

En aquel fallo, los camaristas Martín Irurzun y Horacio Cattani determinaron que la investigación no estaba agotada porque varias de las medidas que la Cámara había ordenado en 2008 no habían sido tomadas por el juez y porque la forma elegida para profundizar la investigación no fue la adecuada.

Los hechos juzgados ocurrieron en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 cuando la represión policial provocó la muerte de los manifestantes Alberto Márquez, Gastón Riva, Diego Lamagna, Carlos "Petete" Almirón y Gustavo Benedetto, en zonas aledañas a la Plaza de Mayo, el Congreso y el Obelisco

La Nación

1 comentario:

  1. bueno necesiyo mas informacion para poder hacer mi tarea si no me ponen falta plis ayudenme sobre la caida del gobierno ok

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