Gobierno de Nestor Kirchner: Notas Varias

Investigarán si Kirchner fraguó documentos del PJ
Un fiscal federal pidió pruebas a raíz de una denuncia de Luis Barrionuevo

Sábado 26 de setiembre de 2009

Hugo Alconada Mon
LA NACION


Por sus bienes, como jefe de una supuesta asociación ilícita y, ahora, como presunto fraguador de documentos del partido peronista. La justicia federal inició otra investigación más sobre el ex presidente Néstor Kirchner para determinar si falseó actas partidarias para perjudicar a uno de sus archirrivales internos: Luis Barrionuevo.

El expediente quedó en manos de dos funcionarios que ya lo investigan por su supuesto enriquecimiento ilícito. Son el juez Norberto Oyarbide y el fiscal federal Eduardo Taiano, que firmó el requerimiento de instrucción y pidió las primeras medidas de prueba, confirmó LA NACION.

Taiano consideró viable la denuncia que presentó Barrionuevo al entender que era "presumiblemente falso" el contenido del acta del consejo nacional del Partido Justicialista e imputó como supuestos responsables a Kirchner como presidente del partido y a Jorge Landau como su apoderado.

Barrionuevo denunció a mediados de junio que, pocos días antes, Kirchner "truchó" el acta del Consejo -con la que habría cometido una falsificación de instrumento público- para intervenir el PJ de Catamarca y así sacarlo del medio antes de las elecciones en la provincia.

"Nunca existió una sesión del Consejo en la residencia de Olivos", denunció Barrionuevo. "Sólo se trató de una reunión armada en los papeles al solo efecto de entorpecer e interferir en el normal desarrollo del PJ de Catamarca", afirmó.

Ahora, tres meses después de radicada su denuncia ante los tribunales federales de Comodoro Py, y apoyado en las primeras pruebas que Barrionuevo aportó, el fiscal Taiano decidió no desestimar el planteo e iniciar la investigación.

Taiano se apoyó en algunos indicios preliminares. Entre otros, los artículos periodísticos que presentó Barrionuevo y de los que surge que varios de quienes en teoría participaron de aquella reunión del consejo nacional del PJ en la quinta de Olivos estuvieron, a esa misma hora, en distintas provincias.

El gobernador José Luis Gioja recibió las propuestas de empresas interesadas en repavimentar la ruta nacional 19, según el diario de Cuyo; su par de Mendoza, Celso Jaque, protagonizaba un acto en San Carlos, según el portal MDZ.

Kirchner y otro supuesto asistente, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, tampoco podrían haber asistido. Según destacó Taiano, Barrionuevo obtuvo informes de la Prefectura Naval Argentina, ambos arribaron a Mar del Plata en helicóptero a las 11 de aquel 5 de junio. Pero en teoría estuvieron en la quinta de Olivos entre las 9 y las 11,30.

Oyarbide recibió una lista de medidas pedidas por Taiano. Desde una orden de allanamiento al consejo nacional del PJ, hasta citaciones a los responsables de la Casa Militar, de Ceremonial y del control de Ingreso y Egreso de la quinta presidencial, para obtener la nómina de personas que ingresaron en Olivos.

La Nación


Somos conducidos por inigualables amantes del monólogo
Rumbo al país del silencio
Santiago Kovadloff
Para LA NACION

Viernes 25 de setiembre de 2009

Digase lo que se diga, el hecho es irrefutable: en términos de liderazgo, la oposición sigue siendo un cuerpo sin cabeza. Retazos y más retazos. La atmósfera envenenada del desencuentro y la sospecha puede, entre sus partes, más que cualquier acuerdo tendiente a desbaratar las astucias e impudicias del oficialismo. Es el reino de la autosuficiencia, de la ineptitud para oír y hacerse oír.

La centroizquierda le cree al sapo cuando el sapo asegura que es un príncipe circunstancialmente hechizado. Fascinada, le regala sus obsecuencias a cambio de la promesa de un futuro redentor. Y, mansamente, se encolumna detrás del oficialismo. Contra toda evidencia histórica, esa izquierda obcecada sigue creyendo que el estatismo es la llave maestra de la acción progresista.

La historia muchas veces no alecciona, y éste es uno de esos casos.

¿Delitos? ¿Tergiversaciones de la verdad? ¿Cifras envilecidas por la mentira? ¿Valijas misteriosas repletas de dinero mal habido? ¿Consensos públicos desoídos? ¿Multiplicación de la pobreza? ¿Amenazas telefónicas? ¿Espionaje de correos? No caigamos -se nos sugiere- en la tentación de sobredimensionar su relieve.

Atónito ante el respaldo que le brindaba a Adolf Hitler, Karl Jaspers le preguntó a Martin Heidegger cómo podía proceder de esa manera. El autor de El ser y el tiempo se limitó a responder: "¿Ha visto usted qué hermosas manos tiene?". Años después de viajar a Rusia, Jean-Paul Sartre sostuvo que, al volver a Francia, no había querido denunciar las atrocidades del estalinismo para no favorecer a la derecha. Así es. Usualmente, los espejismos revelan que lo son cuando ya es demasiado tarde para quien les ha conferido estatuto de realidad.

Hay dos personas, en la oposición, que se muestran empeñadas en alentar una embestida abierta contra tanto maniqueísmo y desmembramiento enconado: Julio Cobos y Eduardo Duhalde, dos políticos que, en algún momento de sus vidas, vieron o quisieron ver en Néstor Kirchner, como ahora lo hace la izquierda, una alternativa plausible para la reconstrucción de la República. Hoy, esos dos políticos confluyen. Uno está acusado de traición por el mismo hombre por el que el otro se siente traicionado. Ambos tejen, por lo que puede presumirse, un proyecto coincidente.

¿El desencanto habrá impartido aquí alguna lección? ¿La habrá impartido el afán de un porvenir y no sólo el apego sórdido al pasado? Ellos parecen acariciar juntos la gestación de un pacto de férrea interdependencia; un sostén mutuo entre los dos viejos y maltrechos partidos mayoritarios del país.

¿Tendrá descendencia democrática y republicana el abrazo memorable de Perón y Balbín? ¿Y quiénes serán los dos que, investidos de suficiente representatividad, se extenderán las manos uno al otro para fortalecer aquella inolvidable señal de anhelada convivencia? Parece mentira, pero el país arrastra impaga, desde el siglo XIX, una vieja deuda de unidad nacional ¿Servirá para algo innovador semejante capital de frustraciones? ¿Sabremos desoír alguna vez el canto de las sirenas de la repetición?

Muchas cosas enmohecidas siguen incidiendo en la política argentina. Los nuevos promotores de la transversalidad necesaria -esa que el matrimonio gobernante abandonó a favor de un verticalismo intransigente- tendrán que probar, entre tantas otras cosas, que el sindicalismo también puede modernizarse y democratizarse; dejar de ser lo que hoy entienden por él los que ejercen su arcaica jefatura.

Mientras tanto, el escenario político ofrece a quien quiera verlo un paisaje convaleciente. Ganar por separado para perder en conjunto parece ser, por ahora, lo que mejor saben hacer los que triunfaron el pasado 28 de junio. De modo que un Parlamento con mayoría no oficialista, a partir del próximo 10 de diciembre, no necesariamente será un Parlamento con mayoría opositora capaz de proceder como un cuerpo cohesionado por la conciencia de aquello que no admite más dilación. Demasiadas cabezas y escasa inteligencia común caracterizan el repertorio de quienes reducen la realidad a lo que cada cual puede ver por su lado.

Muchas son, en política, las formas del onanismo contemporáneo. Una de ellas es la autocomplacencia en el monólogo. Ese en el que el oficialismo también se deleita. Incapaz de producir hechos socialmente significativos y dignos de ganar estatuto de noticia, su conductor se empeña en amordazar la información difundida por quienes le recuerdan sus incumplimientos. Gobernar para controlar el pensamiento disidente y promover información sumisa es muy diferente de gobernar para producir transformaciones estructurales que merezcan divulgación y celebración colectiva.

Reducir la realidad al tamaño de los propios deseos siempre ha sido un sueño omnipotente de previsible desenlace catastrófico. En muchas cosas, seguramente, puede estar equivocada Elisa Carrió, pero no en la caracterización de Néstor Kirchner. El éxito logrado por el oficialismo en la manipulación del Consejo de la Magistratura invita a una expansión tentadora. El Gobierno ya hizo con la designación de los jueces lo que ahora busca hacer con los medios de comunicación. Es penoso. El país se extravía en la compulsión del corto plazo, en la afición a un oportunismo irresponsable y cruento.

Si exceptuamos los procedimientos dictatoriales, nadie, en democracia, se atrevió a llegar tan lejos como Néstor Kirchner en el afán de aniquilar el pensamiento crítico. Nadie ha puesto tanto empeño en hacer oír su voz para acallar las de los demás.

Tratemos, pese a todo, de entender a este amante sin igual del monólogo y el pensamiento único. Hay que imaginarse la contrariedad y aun el padecimiento que, en estos últimos seis años, debe de haber soportado una sensibilidad como la suya. Habituado a un entorno de silencio complaciente, sembrado con inclemencia y cosechado con deleite, ¿qué otra cosa que furia puede haber despertado en él el aluvión de disconformidades que promovieron sus conductas desde que, afincado en Buenos Aires, aspiró a convertir el país en un reflejo de la provincia que había gobernado? Ese torbellino ascendente de opiniones discordantes con la suya tiene que haberlo agobiado; agobiado y cargado de rencor.

En el remoto sur donde ejerció su implacable intendencia durante cuatro períodos consecutivos, Néstor Kirchner se acostumbró a homologar su palabra a la única existente. Convertido en presidente de la Nación, dio vida a un gabinete tallado en la obediencia al principio del mutismo y la incomunicación entre sus áreas. El acatamiento al mandato del silencio sin fisuras fue el primer juramento exigido a todos sus ministros y secretarios de Estado. Paralelamente, homologó y ordenó homologar toda voz disidente a la reacción, la oligarquía y el golpismo. Cada vez más, tendió a ejercer así su magistratura, y así es como sigue haciéndolo, disponiendo del poder que sólo en apariencia ha delegado. El descontento mayoritario, sin embargo, no ha cesado de crecer y manifestarse. De allí la urgencia de acallar cuanto antes la difusión de lo que las urnas probaron.

La hora del desquite sobre esa insolencia popular parece próxima tras la sanción parcial concedida por la Cámara de Diputados al proyecto de ley de medios de comunicación. Quizá pronto Néstor Kirchner vea habilitada por el Congreso su imperiosa necesidad de volatilizar el periodismo disidente. Podrá celebrar, de ese modo, los frutos de un trabajoso empeño en favor de la restauración del silencio insular que tanto provecho le reportó en el pasado. Acaso entonces el vacío crítico impuesto a ese sur enmudecido pueda empezar a extenderse sobre todo el territorio nacional y, por fin, reine con unanimidad donde hoy impera la vocinglería reaccionaria que los perversos liberales, incurables reaccionarios y golpistas de siempre reivindican como pluralismo, democracia y libertad de expresión.

La Nación


Tras la polémica, Mujica se disculpó
El candidato presidencial por el Frente Amplio señaló que fue engañado por el autor del libro en el que aparecen los comentarios sobre la Argentina

Viernes 18 de setiembre de 2009

(EFE).- El candidato presidencial del oficialista Frente Amplio, José Mujica, pidió hoy disculpas a los "compañeros" que ofendió con sus polémicas declaraciones sobre Argentina y afirmó haber sido engañado por el autor del libro en el que aparecieron sus palabras.
En una nota aparecida en su página web , Mujica afirmó que lo que más lamenta de todo el asunto "es haber herido a algún compañero" y dijo haber sido "engañado alevosamente" para que sus adversarios hicieran "una fiesta".

"En estos días estoy tomando dos cursos acelerados: el primero es para aprender a callarme la boca un poco más (...) el otro es para aprender a no ser tan nabo", afirmó.

"Parece increíble que a esta altura y a mi edad, me agarre un periodista con careta de compañero y (...) decís todo lo que se te pasa por la cabeza con absoluta ligereza, total son cosas destinadas a quedar entre él y vos. Porque se supone que el señor iba a escribir un libro sobre Pepe Mujica, no un libro con las conversaciones que mantuviera con él", explicó.

Hoy mismo, el aspirante a suceder al presidente Tabaré Vázquez al frente del Gobierno uruguayo afirmó que ni autorizó ni revisó la publicación del libro Pepe.Coloquios, escrito por el periodista Alfredo García, en el que aparecen una serie de charlas en las que vertió sus opiniones sobre diversos aspectos de la vida política nacional y las relaciones con los países vecinos.

Allí señalaba que Argentina es un país "con reacciones de histéricos, de loco, de paranoico" y sus habitantes "totalmente irracionales".

Además, Mujica afirmó que "Argentina no llegó al nivel de la democracia representativa y la institucionalidad no vale un carajo" y arremetió contra la Administración de la presidenta Cristina Fernández y el campo que le hicieron frente.

"Burro el Gobierno y burro el campo, burros todos", dijo Mujica en el libro, en el que también llama "mafioso" y "ladrón" al ex presidente Carlos Menem, y a los peronistas en el poder "delincuentes" y "verdaderos señores feudales".

Estas palabras generaron una tormenta política en el país y generaron el rechazo de todas las filas políticas, incluido el presidente Vázquez, que llegó a calificarlas como una "estupidez

La Nacion

En un libro que acaba de publicarse en Uruguay
Críticas de Mujica a la Argentina y a los Kirchner
Los calificó de "patoteros"; también dijo que el país "tiene reacciones de histérico"

Jueves 17 de setiembre de 2009

Nelson Fernández
Corresponsal en Uruguay

MONTEVIDEO.- "Los Kirchner son de izquierda, pero una izquierda que, mamma mia , una patota." Así, sin pelos en la lengua, "tal cual es", para usar su propio eslogan de campaña, el candidato presidencial del Frente Amplio, José Mujica, se despachó en un libro que acaba de publicarse en Uruguay.

Pero ésta es apenas una de las explosivas frases del candidato izquierdista uruguayo, favorito para las elecciones presidenciales del 25 de octubre próximo, que incluye el libro Pepe Coloquios, del periodista Alfredo García, que acaba de publicar la editorial Fin de Siglo.

Mujica, un ex guerrillero tupamaro, también dice en el libro que la Argentina "tiene reacciones de histérico, de loco, de paranoico" y que "su problema es político", en una declaración que remite a la gaffe que cometió en 2002 el entonces presidente uruguayo Jorge Batlle cuando dijo que los argentinos "son una manga de ladrones del primero al último", sin percibir que las cámaras estaban aún encendidas después de una entrevista televisiva.

Batlle debió disculparse luego por esas declaraciones con el entonces presidente argentino Eduardo Duhalde.

En el libro, que se promociona en su contratapa como "un viaje al interior de la cabeza de un potencial presidente uruguayo" y que es el resultado de 14 entrevistas que García le realizó al candidato del Frente Amplio los lunes por la mañana en su chacra de las afueras de Montevideo, Mujica no sólo se refiere en duros términos a los Kirchner y a la Argentina.

También dice que el ex presidente argentino Carlos Menem es "mafioso" y "ladrón", que "los radicales son tipos muy buenos, pero son unos nabos", que en el conflicto con el campo tanto el gobierno como los ruralistas fueron unos "burros" y que los justicialistas, cuando están en la oposición, le hacen "la vida imposible" al gobierno electo.

Todas estas declaraciones se producen en momentos de tensión entre la Argentina y Uruguay por las audiencias que están teniendo lugar en la Corte Internacional de La Haya por la instalación de la pastera Botnia en Fray Bentos, Uruguay, rechazada por la Argentina.

Y se dan en momentos en que Mujica está en el centro de las críticas de sus adversarios del Partido Nacional y del Partido Colorado por sus comentarios despectivos sobre la justicia y su justificación de la violencia de los guerrilleros tupamaros realizados durante una entrevista con LA NACION.

Respecto de los Kirchner, Mujica añade: "Este gobierno es de lo mejor que ha tenido la Argentina, como gobierno de izquierda", pero enseguida precisó: "Ahora, son peronistas, patoteros; Dios me libre".

También dice que la Argentina "no llegó al nivel de democracia representativa" y que "la institucionalidad no vale un carajo".

Realidad ininteligible

El candidato izquierdista afirma que "hay que luchar por hacer inteligible" la realidad argentina. Y se refiere al conflicto con el campo con una visión muy crítica: "Es un país que se despedaza al pedo; lo que hicieron los del gobierno y el campo. Burro el gobierno y burro el campo, burros todos".

"¡Tenían una cosecha de 25.000 millones de dólares! De soja. Y se ponen a pelear, en momentos de decir: «Vendé, después nos peleamos, pero primero vamos por la plata». Perdieron más de 7000, 8000 millones de dólares, perdieron todo, lo evaporaron", añade.

Y subraya que han sido "totalmente irracionales" y que "los tipos son conscientes de que se matan al pedo". Pero aclara que "no se puede creer que la Argentina es un pueblo de tarados" porque "tienen una intelectualidad potente, pensadores importantes" y "un grado importante de desarrollo".

"Desgraciadamente para nosotros, la Argentina es un país determinante", dice y señala que "hay que tener una política de guantes blancos con la Argentina", por la incidencia de los argentinos en el turismo de Uruguay.

"Son estos porteños que tienen la manía de venir a bañarse acá y les gusta, y porque es un paisito parecido al de ellos, pero más suave, más decente; se sienten más seguros", dice Mujica para explicar por qué Uruguay atrae como destino turístico, cuando otros países "tienen mejores playas".

Luego opina que sobre "los radicales" tiene "la impresión de que son tipos muy buenos, pero [que] son unos nabos". Y lo fundamenta en que "los peronistas, si no ganan ellos, les hacen la vida imposible".

Sostiene que el aparato justicialista "es un sistema territorial" con "señores feudales" y que sin ellos un gobernante está "perdido", porque "son el poder dentro de la Argentina". También elogia al gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, como un "buen tipo", aunque los justicialistas "le estarán metiendo el serrucho, como corresponde".

Mujica encabeza las encuestas para las elecciones del 25 de octubre con el 45% de respaldo, contra el 34,3% del Partido Nacional, el 9,7% del Partido Colorado y el 2,2% del Partido Independiente.

La Nación


Los Kirchner y el final de un ciclo político
Por Joaquín Morales Solá


Domingo 28 de diciembre de 2008

El kirchnerismo, como ciclo político histórico, está terminado. El concepto, claro y concluyente, lo desgranó un gobernador de anteriores e inocultables simpatías con los Kirchner. Un año bastó para que la comunidad política dejara de hablar de los intentos de perpetuidad de un líder y comenzara a debatir sobre la construcción de nuevos liderazgos, dentro y fuera del peronismo. Algunos errores políticos han sido grandes y evidentes en el año en que la estirpe gobernante estuvo permanentemente en peligro. Pero, ¿la culpa de semejante mutación es de los errores puntuales o lo es, en cambio, de un estilo de gobernar y de vivir?

Se ha recurrido mucho a distintas encuestas para explicar el derrumbe. No es necesario repetirlas. Los Kirchner son los líderes políticos menos populares de América latina. Punto. Eso no se modificó. Hace un año, los integrantes del matrimonio frecuentaban el penacho más elevado de la simpatía popular.

¿Qué pasó en tan poco tiempo? Quizá les sucedió, simplemente, que nunca antes habían enamorado a importantes sectores sociales y que perdieron hasta la indiferencia de estos cuando los abatió la adversidad y la derrota. A veces, hay crítica social; otras veces hay rencor, y algunas veces hay odio. Esta malsana pasión es una novedad para la nueva democracia argentina.

No se llega hasta ahí por caminos fáciles. La necesidad o la confusión han creado una situación excéntrica. Gobierna un ex presidente sin funciones. La Presidenta en ejercicio casi no gobierna. Un gabinete de políticos grises ronda por las antecámaras. Una sociedad incómoda observa ese espectáculo desconocido de un poder preocupado más por los medios de comunicación que por las cosas concretas. Cristina Kirchner ha inaugurado, incluso, un estilo inédito hasta en el gobierno de su esposo: ahora también reprende a los ministros desde el atril. Una práctica autoritaria se desprende de ese hábito.

Néstor Kirchner no es un dictador, en el sentido que pareció calificarlo Elisa Carrió, porque no gobierna una dictadura. Una dictadura es un sistema demasiado doloroso como para usarlo para describir cualquier realidad. Pero es el jefe autoritario de un equipo de hombres sumisos. Ese es el aspecto de Kirchner que Carrió quiso subrayar y, en ese sentido, no le faltó razón. Las rodillas de los ministros empiezan a temblar cuando ellos van a Olivos. Kirchner nunca consulta; sólo da órdenes. No perdona a sus adversarios ni siente clemencia hacia ellos. Su dialéctica amigo/enemigo y su discurso binario significan, al mismo tiempo, fracturas sociales constantes.

No hay sólo un gobernador peronista que haya tomado distancia de los Kirchner; hay varios. Sensibles a los datos de la política por venir, muchos de ellos están convencidos de que los Kirchner se encaminan hacia una elección magra en el año próximo. ¿Magra significaría la derrota? No necesariamente, si la oposición no lograra vertebrar una alternativa confiable. Pero magra, sí, hasta el punto de empujar al peronismo a la búsqueda perentoria de una alternativa dentro del propio partido.

Sucede que esos mismos líderes peronistas están convencidos de que su partido deberá atravesar por un ballottage en las próximas elecciones presidenciales. Al peronismo siempre le costó llegar al 50 por ciento de los votos. Después de Kirchner, no podremos alcanzar ni el 40 por ciento , ha dicho uno de los más renombrados dirigentes justicialistas. Necesitarán entonces de algún candidato más consensuado, más fácil de seducir a la opinión independiente del país, que es la instancia decisiva en cualquier elección, sobre todo en un ballottage . El ciclo de Kirchner está terminado cuando ellos miran más allá de la próxima semana.

Kirchner es un dirigente de fragmentaciones en lo político, populista en lo económico y hegemónico en su visión del control de la administración y del poder. No es casual que los únicos funcionarios con poder real sean los soldados ciegos de una causa confusa y contradictoria.

Julio De Vido pone la misma vocación para arreglar o para desarreglar con los empresarios, según la última instrucción del líder. Ricardo Jaime, con una sorprendente cantidad de causas por supuestos hechos de corrupción, es inamovible y tiene relación directa con Kirchner. Guillermo Moreno, al que no lo asedian denuncias por corrupción, es el típico pendenciero que deslumbra a Kirchner con su breviario de insoportables insultos a empresarios indisciplinados.

Las sospechas de corrupción han horadado los cimientos políticos del régimen. El caso Skanska y la valija de Antonini Wilson, el segundo más patético que el primero (una valija con dólares no fue ya una simple metáfora), pusieron al trasluz los manejos del kirchnerismo con las obras públicas y con las especiales relaciones con otro populista de América latina, Hugo Chávez. La decisión del juez Julián Ercolini de aceptar la denuncia de Carrió contra Kirchner, como jefe de una asociación ilícita, germinó sobre una tierra cultivada por aquellos escándalos.

La asociación ilícita es un delito que termina en la cárcel. Menem fue preso por esa tipificación jurídica. En el caso de Kirchner, debe advertirse, la investigación sólo ha comenzado y podría llevar años hasta una conclusión en los tribunales. Pero los funcionarios denunciados junto con Kirchner comenzaron a preocuparse: algunos de ellos están haciendo consultas con los abogados penalistas más renombrados de Buenos Aires.

Jueces y política serán influidos por la debilidad o la fortaleza política del matrimonio presidencial. Debilidad o fortaleza serán la consecuencia, en parte al menos, de los descalabros de la economía. El mundo es un manicomio manejado por sus propios pacientes , acaba de señalar Tabaré Vázquez, con precisa ironía. Pero el presidente uruguayo también subrayó que la economía mundial padece una hemorragia. Y a las hemorragias hay que cortarlas cuanto antes, no importa si con la mano izquierda o con la derecha , agregó el viejo médico.

Esa es la ductilidad de la que carece Kirchner. El ex presidente argentino cree que el Estado es el único justiciero, capaz de distribuir la riqueza desde sus propias alforjas. Es también la famosa caja, que construye y destruye la política. El empresario se convierte, así, en un intermediario incómodo entre el Gobierno y la gente común. Están exceptuados, desde ya, los empresarios amigos, pero éstos no son más que una prolongación del propio Estado que regentea Kirchner. Así, la inversión externa se desplomó (la Argentina es ahora menos seductora que Colombia y Perú) y la local se paralizó.

Existe en muchos países de América latina, no en todos, la idea de que el mercado es una creación endemoniada del capitalismo internacional. Esa idea viborea también en la cabeza de Kirchner. La crisis del mundo actual pareció darles la razón. En rigor, lo que fracasó en el mundo es la traición al capitalismo , como bien lo señaló el presidente francés, Nicolas Sarkozy. El capitalismo se arruinó cuando abandonó la producción y la competencia para encerrarse en herméticos laboratorios financieros, sin reglas ni límites.

Por ahora, a todos les aguarda, incluso a la Argentina, un largo viaje por la meseta de la escasez y el estancamiento, luego de que la crisis haya tocado fondo. Kirchner está acostumbrado sólo a las buenas noticias. No las hay. Nunca antes (ni como intendente ni como gobernador ni como presidente) había conocido la derrota. La descubrió cuando se la asestó un sector social que no conoce, los productores del fértil campo argentino, con los que acaba de reiniciar el viejo combate. La experiencia no le enseñó nada: su temperamento es más fuerte que cualquier necesidad política.

Ese es, en efecto, su rasgo cardinal, el que apresuró el final irremediable de un ciclo político.

La Nacion




Se abre una etapa de venganzas y escarmientos
Por Joaquín Morales Solá

Domingo 4 de enero de 2009

El peronismo se subleva. Carlos Reutemann sinceró su ambición presidencial. Mauricio Macri sólo espera un guiño del peronismo para dar rienda suelta a su inmovilizado deseo de ser presidente. Felipe Solá está convencido de que será candidato presidencial si logra batir a Kirchner en las elecciones legislativas de este año. Los no peronistas, Elisa Carrió y Julio Cobos, creen que el futuro será de ellos. ¿Néstor Kirchner se ha resignado al papel de líder en retirada que parece depararle el decurso de la política?

No se ha resignado. Sólo sucede que su concepción de la política lo conduce al control de todo más que a la construcción de algo. ¿Qué hicieron Alberto Abad y Claudio Moroni para merecer el despido de la AFIP, de la conducción nacional de la recaudación pública, en apenas siete meses? Quizá fueron demasiado respetuosos de los límites de la ley. No hicieron nada más que eso. Pero fue suficiente para que Kirchner no les tuviera confianza nunca. De hecho, Abad mereció la desconfianza eterna del ex presidente cuando el entonces titular de la AFIP no se ensañó contra dos empresarios periodísticos detestados por Kirchner. Entonces, comenzó el proceso de su despido.

Es necesario conocer lo que sucedió con Abad para entrever lo que ocurrirá con Ricardo Echegaray, flamante jefe de la AFIP. Cuando Abad llegó al máximo cargo de la recaudación fiscal, las claves para acceder a una información crucial del Estado estaban en manos de la SIDE, de la Policía Federal, de la Prefectura, de la Gendarmería y de la UIF, la Unidad de Investigaciones Financieras, un organismo que depende del Ministerio de Justicia y que sirve para averiguar sobre presuntos hechos de lavado de dinero. Abad ordenó que se cambiaran las claves y que las nuevas no fueran entregadas a nadie.

El principio que prevaleció entonces fue que no se debía violar la ley que preserva el secreto fiscal, que a su vez protege a los ciudadanos que se desnudan voluntariamente ante el Estado con su declaración patrimonial. El Estado no puede, o no debería, violar la ley del secreto cuando, al mismo tiempo, les exige a los ciudadanos que cumplan con la ley y declaren su patrimonio. El único organismo que reclamó por la decisión de Abad fue la UIF, pero el ex jefe de la AFIP la despachó con un concepto claro: esa oficina debía llevar sus sospechas a un juez para que éste ordenara levantar el secreto fiscal.

Llegamos, así, a Echegaray. Ex militante de la Ucedé y del cavallismo, el nuevo jefe de la AFIP es, según la descripción de un funcionario que lo conoce, una máquina de obedecer . Es la condición que reclama Kirchner. No importa la ideología, aunque él haya hecho un altar de su presunta ideología, sino la vocación de acatar de sus funcionarios.

Ni siquiera le importa mucho la opinión de su esposa, la Presidenta, ni la del jefe de Gabinete. Sergio Massa y el ministro de Economía, Carlos Fernández, ya habían firmado el decreto de designación de Moroni para un nuevo período de cuatro años (el anterior mandato se cumplió el 10 de diciembre pasado) cuando Néstor Kirchner frenó la decisión en el aire. El poderoso secretario presidencial, Carlos Zannini (el único que accede a la intimidad del matrimonio que gobierna), le pidió la renuncia a Moroni, antes de que la Presidenta firmara el decreto que habían refrendado ya dos de sus ministros más importantes.

Una confusión indujo a suponer a algunos que la designación de Echegaray debía pasar por el acuerdo del Senado. No es así. El único funcionario económico del gobierno que requiere el acuerdo senatorial es el presidente del Banco Central. El titular de la AFIP es designado sólo por el Poder Ejecutivo, pero cuenta con estabilidad legal durante cuatro años. Estabilidad que los Kirchner no respetaron, porque Abad se fue siete meses antes de la conclusión de su mandato en diciembre pasado. Moroni estaba completando el período de Abad.

Una lectura apropiada del hecho corresponde a la decadencia ostensible de la dinastía gobernante. Echegaray era sólo un director de Aduana en Santa Cruz cuando los Kirchner accedieron al poder nacional. Cinco años y medio después, aquel oscuro burócrata aduanero fue ungido como el mayor jerarca de la recaudación fiscal del país. Tiene acceso a la información más reservada, y hasta íntima, de todos los argentinos. Los pergaminos de Echegaray son, en efecto, los de la obediencia ciega, que la puso de manifiesto en su trato con los productores rurales luego de que éstos derrotaran a Néstor Kirchner. Martirizó a los ruralistas desde la oficina que controla las exportaciones agropecuarias.

Se está cumpliendo el ciclo histórico de toda estirpe gobernante. Primero se rodea de gente valiosa, y después, cuando comienza la decadencia, sólo llama a los propios y a los fieles. Por último, ya en la etapa final del ocaso, recurre simplemente a los que quedan. Guillermo Moreno es otro ejemplo, porque era un economista marginal de un peronismo residual. Ahora es el mandamás de la economía kirchnerista.

Sin embargo, la dirigencia política y económica no debería subestimar el momento construido por Kirchner. El ex presidente cuenta con los recursos suficientes como para tener la información y el control de todo lo que sucede en la política y en la economía. Si yo fuera empresario, me cuidaría mucho después de la designación de Echegaray , advirtió un veterano funcionario de la AFIP. ¿Y si fuera político, o periodista, o dueño de medios periodísticos? Igual. Todos tienen que cuidarse , aconseja el viejo funcionario.

Repasemos el sistema de control. Desde que está Kirchner, nada se sabe de la SIDE, salvo que provee constantemente de información al ex presidente sobre la vida y la obra de todos los argentinos que le importan. La información es recogida por la SIDE o por la Policía Federal de todas las formas posibles, incluso a través de escuchas telefónicas. Kirchner es un hombre voraz que reclama detalles y sucesos, sobre formas de vida y sobre relaciones políticas y personales, de todos los dirigentes o personas que están lejos de él.

Otro canal de información se lo abrió el propio Moreno. El secretario de Comercio Interior, devenido en un arquitecto devaluado de una economía depreciada, hurga permanentemente en la vida interna de las empresas. Ha reclamado, y obtenido, la información sobre la formación de los precios privados, enterrando cualquier noción de una economía libre. Frente a él, algunos empresarios sufren el síndrome de Estocolmo , el de los rehenes que se enamoran de sus propios captores. En efecto, hay empresarios que se pavonean exhibiendo las llamadas agresivas de Moreno. A él le entregan información sobre otros empresarios o hasta de los movimientos internos en las organizaciones empresariales.

Quedaba la AFIP, donde todos los argentinos terminan desvestidos, para completar el círculo perfecto de la información. Echegaray llegó a su máximo cargo de la mano de Rudy Ulloa Igor, un hombre que sólo cuenta con la confianza incomparable de Kirchner. Cada uno es dueño de sus afectos. Eso no está en discusión. Sin embargo, no hay un ejemplo más patético de la decadencia del kirchnerismo que imaginar a Rudy Ulloa Igor formando un gabinete nacional.

Pero ésas son las personas que le gustan a Kirchner: fieles hasta la sumisión y fríos a la hora de ejecutar venganzas y escarmientos.

La designación de Echegaray ha sido directamente una provocación al sistema político, que Kirchner no debió hacerla ni en sus épocas de gloria. Mucho menos debió cometerla cuando camina por el sendero inclinado que desciende ya de la cima. Todo se puede hacer en un arrebato de poder, pero algo es inevitable: ningún sistema político de la democracia se pudo asentar nunca sólo en la información, en el desquite y en el rencor.

La Nacion




El fin del falso progresismo
Jorge Fernández Díaz
LA NACION

Martes 13 de enero de 2009

Comían en un restaurante del centro y se quedaban conversando hasta la madrugada. Hacían un análisis detallado de la marcha del país y soñaban juntos con lo que sucedería si llegaban al poder. Durante años de menemismo tardío y alianza reluciente, Néstor Kirchner se reunía con uno de sus principales aliados nacionales, hoy desterrado de su gabinete y del país, y hablaba a borbotones de las políticas fundamentales que habría de poner en marcha si llegara a ser presidente de la Nación. Sin saber que el sueño algún día se volvería realidad.

"Te juro que tocamos todos los temas nacionales, hasta los más ínfimos ?me cuenta el desterrado?. Y nunca, jamás de los jamases, mencionó la política de derechos humanos ni los juicios a los represores de la dictadura militar." Inmediatamente después de asumir la Presidencia, Kirchner sorprendió a su amigo al colocar esa problemática al tope de su agenda.

Dos meses después de la llegada de Kirchner a la Casa Rosada almorcé con otro miembro de su entorno, al que conocía desde el otoño de mi propia adolescencia.

Recuerdo que cuando yo era joven él militaba en un partido trotskista y que era un gran jugador de ajedrez. Muchos años después, se ufanaba ante varios contertulios, entre los que yo me encontraba, de su heroica militancia en la Juventud Peronista de la Tendencia. "¡Pero si vos eras trosco y odiabas a los montos!", le recordé. Me lo negó sin pestañear, como si yo estuviera loco. Luego me encontré con dos ex compañeros suyos y me relataron una escena parecida. Estaban escandalizados: el flamante funcionario se había inventando un pasado para pertenecer al círculo áulico de Kirchner. Un ilusorio ayer, como decía Borges. Y se había creído la mentira.

Por aquellos tiempos almorcé también con un ex jefe de la organización Montoneros. Fue un almuerzo un tanto surrealista, puesto que ocurrió en una suite del más famoso hotel de la zona de Retiro.

Los montoneros cantaban, en los setenta, "¡Qué lindo, qué lindo que va ser el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel!". Pero ahí estábamos, en una habitación del Sheraton, degustando platos de autor y libando vinos exquisitos. El ex dirigente se había convertido en un próspero empresario y me citaba para contarme sus múltiples negocios.

Cuando Mario Eduardo Firmenich salió de prisión, el hombre que comía frente a mí y me servía la copa le había dicho: "Pepe, se acabó. Ahora, cada uno por su cuenta". El comandante Pepe siguió un tiempo vinculado a la política, pero mi interlocutor se había desprendido del guerrillerismo y se había abocado con tesón y éxito evidente al mundo de las empresas. Curiosamente, este personaje se sentía más proclive a reconocer errores que muchos intelectuales setentistas: les había pedido perdón a varios de sus antiguos contrincantes políticos, a los que Montoneros había despachado a golpes de granada y metralleta, y tenía mucho pudor en andar levantando el dedo como si pudiera ser fiscal de la República después de haber cometido tantos desatinos: haber pensado que Perón era socialista, haber pasado a la clandestinidad bajo un gobierno democrático, haber asesinado a oponentes y a compañeros, y otras aberraciones de la época.

"¿Y qué piensa de los Kirchner?", le pregunté. El ex dirigente montonero se limpió la comisura de los labios y dijo, educadamente: "Durante la revolución sandinista, el pueblo tomó Managua y los sectores derechistas debieron abandonar en las calles el armamento que tenían y echar a correr. Cuando la batalla había terminado, los estudiantes, que se decían milicianos, salieron de sus casitas y de las facultades, tomaron posición en los nidos de los armamentos abandonados y estuvieron toda una noche disparando contra la oscuridad y contra la nada porque ya no había nadie. Después pidieron medallas. Eran jacobinos con los enemigos, y afirmaban que ellos eran los que habían hecho posible la revolución".

Lo miré a los ojos. El veterano montonero bebió un sorbo de malbec y me dijo: "Los kirchneristas son los milicianos de Managua".

La invención de un ilusorio ayer, la brusca vocación setentista y la repentina adopción de las palabras y los símbolos de la izquierda por parte de un peronista clásico y feudal no son, en sí mismos, buenos ni malos. Son, simplemente, rasgos de un gran montaje: hacer pasar una vez más al peronismo por lo que no es.

Pero ¿por qué los Kirchner adoptaron esta estrategia? La explicación no es psicológica, sino política. Para entender la maniobra, que hoy empieza a desgajarse, hay que partir de un hecho poco estudiado. En la Argentina, el llamado progresismo lideraba la opinión pública.

El progresismo no es un partido. Es un movimiento invertebrado de gran predicamento que se reserva para sí la autoridad moral de velar por los pobres y desposeídos en un mundo dominado por el individualismo y el mercado salvaje. Se trata de un colectivo que integran restos del marxismo, socialdemócratas, ex alfonsinistas, nacionalistas de izquierda y artistas libertarios. Las posiciones progre vienen dominando históricamente el gremio de la prensa escrita, los cenáculos intelectuales y la enorme grey urbana de la queja pop, que representa las "buenas conciencias" y opera desde los sites de los medios y desde los contestadores automáticos de las radios.

Durante largo tiempo, los llamados opinators (opinadores a mansalva) sostenían posiciones "progresistas". Menem unió a toda esta gran familia en su contra: los setentistas, que por historia tenían más experiencia de lucha, condujeron el colectivo contra el riojano y lo hostigaron sin miramientos. Hijo de esa posición unificada resulta el boom del periodismo de investigación y denuncia de los años noventa.

"Contra Menem estábamos mejor", se quejaban los progresistas cuando se dividieron aguas, en época de "Chacho" Alvarez y Fernando de la Rúa: ya no estaban tan seguros de dónde estaba el bien y dónde estaba el mal.

Kirchner y su esposa tenían una pálida y remota militancia de izquierda en los setenta. Pero hicieron fortuna durante la dictadura, integraron la renovación justicialista, acompañaron el proyecto de Menem y, al final, se transformaron en los primeros duhaldistas. Eran tan peronistas que nadie podía confundirlos, en una noche de luna llena, con ningún progre , por más mala vista que tuviera.

Raquítico de votos, en un país que le quedaba grande, Kirchner se propuso entonces cautivar al colectivo progresista e incluso sentarse a su volante. Lo logró con muy poco: ofensiva contra los dinosaurios del Proceso, entrega a los setentistas de la política de defensa, subsidios para las Madres de Plaza de Mayo, empleos públicos directos o indirectos para periodistas e intelectuales adictos, y jubileo para artistas populares del palo.

Fue una estrategia sumamente inteligente y exitosa. El hostigamiento a los represores colocó al kirchnerismo como campeón de los derechos humanos y sepultó bajo ese asfalto de bronce una tonelada de indicios y sospechas de negociados turbios. El tan argentino "roban, pero hacen" fue sustituido imaginariamente por el flamante "roban, pero enjuician".

Lo que horrorizaba en el "menemato" era minimizado e ignorado en la era kirchnerista: como si la honradez progre fuera menos necesaria que la honradez neoliberal. Y así fue como muchos manuales de ética y periodismo se quemaron en la hoguera de la deshonestidad intelectual. No hay que hacerle el juego a la derecha, argumentaban los mismos que eran fiscales éticos e impiadosos del poder en los noventa. Y callaban, o relativizaban, o pateaban la pelota afuera.

Kirchner entendió como nadie esta dicotomía de buenos y malos. Si estás en el lado correcto, tenés a los opinadores a tu favor y se te perdonan los renuncios. Si los tenés en contra, perdés y caés en desgracia. Así de simple.

La anestesia fue tan grande que le permitió seguir obteniendo el apoyo de gran parte de la comunidad progresista pese a sus evidentes políticas de derecha. ¿Podríamos imaginar lo que hubiera ocurrido si Menem o Macri hubieran pagado cash y enterita la deuda externa al FMI mientras existían escandalosas cifras de miseria en el país? ¿O si Duhalde hubiera empujado una ley para permitir un blanqueo de capitales que abriera la puerta al lavado de dinero? Digámoslo en castellano: el progresismo se los hubiera comido crudos. En vez de eso, una parte importante del colectivo festejó el primer gesto como un acto de autonomía del país soberano y el segundo, como el feliz intento de repatriar inversiones para superar la crisis.

A lo largo de cinco años de gestión a todo vapor y con todo el poder, en el país de los Kirchner se abrió la brecha entre los ricos y los pobres, aumentó la concentración económica, se utilizó el superávit para subsidiar escandalosamente a los grandes consumidores eléctricos, se incrementó el gran impuesto a los desposeídos que es la inflación y se pagaron tasas usurarias a Venezuela. El matrimonio presidencial se alió con los barones del conurbano bonaerense (Aldo Rico incluido), apoyó a los gobernadores y caciques más recalcitrantes del peronismo ortodoxo, cedió poder y beneficios a los burócratas sindicales, copó el Consejo de la Magistratura, propició la censura, ayudó económicamente a dóciles periodistas de derecha, mientras echaba de la televisión a Jorge Lanata y Alfredo Leuco y de la radio, a Pepe Eliaschev, creó un sistema de empresarios amigos de dudosa prosperidad y alentó a grupos de choque que se dedicaron a amedrentar y a romper marchas callejeras de libre expresión.

La posición crítica de varios intelectuales importantes del progresismo, como Beatriz Sarlo, y la deserción de Miguel Bonasso, que no tiene relevancia política, pero sí simbólica, va mostrando que la épica progresista montada como relato y coartada tiene límites y fecha de defunción.

Otro amigo mío, que militó en la Juventud del Partido Comunista y que se divierte amargamente con las picardías de Kirchner, me dijo este fin de semana agarrándose la cabeza: "Lo increíble no es que Néstor les haya dado tanta papilla en la boca. ¡Lo increíble es que la hayan comido con tanto gusto! Y ahora, de repente, se despiertan con indigestión, abandonan la cocina y denuncian, indignados, al cocinero. ¿Cuántas veces los van a echar de la Plaza?".

La Nacion




Santa Cruz: el fiscal pidió cinco años de prisión para Varizat
Acusó al ex funcionario kirchnerista de provocar lesiones graves y leves a una veintena de manifestantes; descartó que haya actuado con un "trastorno mental transitorio"

Jueves 18 de diciembre de 2008

Después de maratónicas audiencias y la declaración de medio centenar de testigos, el fiscal Ricardo Camutti pidió hoy cinco años de prisión para el ex funcionario kirchnerista Daniel Varizat, por las lesiones graves y leves causadas a una veintena de personas, al arremeter con su camioneta contra una manifestación de estatales en agosto de 2007.

En el inicio de los alegatos, el fiscal descartó que Varizat haya actuado bajo un "trastorno mental transitorio", como argumenta la defensa, y también desechó una posible acción de legítima defensa, según consignó la agencia DyN.

"Despierta sorpresa que felizmente no haya muerto nadie", sostuvo Camutti, teniendo en cuenta "los medios" que usó el acusado para agredir a las personas que lo rodeaban, en referencia a la poderosa camioneta que conducía.

Ex subsecretario de la Presidencia durante el gobierno de Néstor Kirchner, Varizat fue beneficiado el año pasado con una polémica excarcelación, otorgada por la justicia santacruceña.

La causa aparece rodeada de controversias, principalmente porque dos de los tres jueces de la causa acaban de ser promovidos a un cargo superior. Las víctimas acusan a Varizat de contar con protección política.

La Nacion

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