Por qué el Gobierno pone cada vez más restricciones a
la compra de dólares y a las operaciones que habitualmente se hacen con
la moneda norteamericana? Responde un economista heterodoxo, no
kirchnerista, que hasta marzo era muy optimista con el futuro de la
economía argentina en general, y que ahora sostiene que esto es un
"desbarajuste" del que va a ser muy difícil salir sin costo. "Más allá
de que yo considero que se trata de una decisión errada, la Presidenta
lo hace porque Guillermo Moreno se lo vendió como un instrumento apto
para tratar de frenar el precio del dólar y así morigerar el aumento del
costo de vida y la inflación en dólares", dice. ¿Y por qué cree usted
que es una medida inadecuada? "Porque ya demostró su ineficacia
largamente. El Gobierno lo viene intentando desde 2007. Decidió mantener
el tipo de cambio bajo pero no le sirvió para desacelerar el proceso
inflacionario. La manipulación del índice de precios oficial es la
evidencia más clara de que esa política fracasó."
¿Y qué supone que puede pasar, entonces, a partir de
ahora? "Hay tres escenarios posibles: uno es la continuidad de las
restricciones y, para mí, sería desastroso. Nos llevaría a la tablita
cambiaria de [José Alfredo] Martínez de Hoz y terminaríamos como terminó
el país en la época de [Lorenzo] Sigaut, con el ministro gritando: «El
que apuesta al dólar pierde», en el medio de una profunda recesión y una
altísima inflación. Otro sería la salida ortodoxa, muy parecida a la de
2002, cuando el dólar llegó a 4 pesos pero terminó, a fin de año, cerca
de 2,80 pesos, una vez que el mercado comprendió que la política
económica sería expansiva y que el Banco Central no dejaría que la
moneda norteamericana se disparara más allá de tres pesos. Esto
significaría aflojar las restricciones y dejar subir el dólar hasta una
cifra controlable, por encima de 5, pero lejos de 6 pesos."
¿Y el tercer escenario? "Es uno intermedio, con un tipo
de cambio desdoblado. Uno para el campo, con un precio muy cercano al
dólar oficial, de más o menos 4,50 pesos, y otro dólar «industrial», que
hoy podríamos ubicar en 5,50 pesos. Eso le permitiría al Central
absorber muchos millones de dólares, por la diferencia que podría hacer
entre la compra y la venta. Sería como una 125, pero a través del
desdoblamiento cambiario." ¿Y qué supone usted que hará el Gobierno? "Si
me dejo llevar por los antecedentes inmediatos, creo que profundizará
las restricciones y provocará todavía más desaceleración económica."
El economista, responsable de uno de los bancos más
importantes de la Argentina y hombre de consulta tanto de Mauricio Macri
como de colegas que reportan a la presidenta Cristina Fernández, dio
una cifra sobre uno de los aspectos de la economía que le preocupan más.
"Nuestros números indican que la inversión directa, desde mayo del año
pasado al mismo mes de este año, registró una baja del 16 por ciento.
Eso prenuncia una señal de alarma en la economía, en general."
¿Y qué opina del estado policial que se está generando
con las restricciones a la compra de moneda extranjera para viajes al
exterior, operaciones inmobiliarias y las transacciones con el dólar, en
general? "No me preocupa tanto eso como la incertidumbre que tiene la
mayoría de la sociedad, desde los grandes empresarios hasta el pequeño
ahorrista, sobre qué hacer con el dinero que tenían o tienen apartado
para atesorar o para no perder el valor de la moneda", me explicó.
¿Qué haría usted si fuera un pequeño ahorrista?, le
pregunté. "No tengo la menor idea. Colocar los pesos a plazo fijo no
sería un buen negocio, porque la inflación los está desvalorizando cada
vez más rápido. Comprar dólares no se puede. El excedente de los
pequeños ahorristas ya no alcanza para cambiar otra vez el auto y
comprarse un nuevo plasma, porque los salarios ya no están acompañando
el costo de vida. Si yo fuera un pequeño ahorrista estaría gastando mis
ingresos en alimentos y en el pago de los impuestos y los servicios."
El economista no quiso opinar sobre las declaraciones
del senador nacional Aníbal Fernández, quien recomendó a los argentinos
que empiecen a pensar en pesos y se olviden de hacerlo en dólares. Sólo
se limitó a repetir que en nuestro país mucha gente ahorra en dólares no
porque ame el sistema de vida norteamericano, sino porque no confía en
la moneda argentina como un instrumento adecuado para conservar el valor
de sus bienes. De cualquier manera, es interesante analizar por qué un
gobierno que defiende con tanta convicción la libertad para elegir el
sexo, la identidad de género y otros derechos civiles, funciona al mismo
tiempo como un gendarme de frontera cuando un individuo trata de
decidir qué hacer con el dinero que se ganó de manera lícita. Durante
los últimos años, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, el vicepresidente
Amado Boudou y el responsable de la Administración Federal de Ingresos
Públicos, Ricardo Echegaray, eligieron, entre otras opciones, la divisa
estadounidense para no desvalorizar su patrimonio y nadie puso el grito
en el cielo por eso. Por otra parte, es evidente que las restricciones
sobre la compra de dólares operan, de manera directa, sobre un mercado
muy pequeño, y eso le daría la razón al Gobierno cuando sostiene que no
se trata, todavía, de un problema enorme, sino de un hecho que está
siendo potenciado por quienes pretenden que "al país le vaya mal". Pero
esto no impide reconocer, al mismo tiempo, que las sospechas sobre la
existencia de problemas más serios en la economía estén alcanzando no
sólo a los inversores más sofisticados, sino también al ama de casa, los
encargados de los edificios y los choferes de taxis, que se informan no
sólo por los medios de comunicación, sino también a través "de la
calle".
Periodistas especializados en economía que simpatizan
con este gobierno no se atreven, todavía, a cuestionar el paquete de
medidas a las que el controvertido ex ministro de Economía Domingo
Cavallo llamó "corralito verde". Por ahora sólo destacan los evidentes
problemas de comunicación, que incluyen idas y venidas, conferencias de
prensa que no son tales y resoluciones imposibles de comprender aun para
los sectores directamente afectados. Esta semana le volvieron a sugerir
a la Presidenta que no siga hablando del dólar, porque no sólo iba a
potenciar la preocupación de los argentinos, sino que iba a afectar su
propia credibilidad. El relato oficial podrá insistir en que la
inflación anual de los últimos cinco años no superó los dos dígitos,
pero ahí están las paritarias del año pasado para poner las cosas en su
lugar. Los funcionarios podrán argumentar que la moneda nacional
mantiene su valor, pero la existencia de billetes viejos y en muy malas
condiciones que inundan el mercado lo desmiente día tras día. También lo
desmiente la creciente cantidad de billetes que se necesitan para
llenar la góndola del supermercado o el almacén, que, como se sabe, no
es una operación de los medios ni una decisión "gorila" o propia de
"cipayos".
© La Nacion
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