Argentina y Cuba

Las verdades de Fidel Castro
Es innegable hasta para su creador que el modelo cubano no funciona y que sus falsos mitos ruedan hacia un precipicio


Miércoles 15 de setiembre de 2010

Las declaraciones de Fidel Castro de que "el modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros", aun cuando hayan sido rectificadas más tarde por él mismo, constituyen un hecho histórico, pero sólo sorpresivo, y hasta espeluznante, claro, para el folklore latinoamericano que ha vivido con sus periódicos, sus libros y su música a expensas del rédito que suele conferir el desamor por la libertad y el resentimiento hacia el capitalismo y los grandes ideales de Occidente.

Para los demás, esto es, para quienes desde mediados de 1959, a tan sólo seis meses del triunfo del castrismo, comenzaron a denunciar los lazos que empezaban a anudarse entre La Habana y la tiranía soviética, esas declaraciones valen como lápida final sobre medio siglo de agobios políticos, sociales, económicos y culturales en Cuba. Nada de la penosa trayectoria de ese país en estos últimos cincuenta años excusa de la bárbara dictadura fascistoide del sargento Fulgencio Batista.

Así como Hitler ascendió en 1933 al poder, y luego lo reforzó, con elecciones populares de resultados demostrativos de un inmenso apoyo popular, también la revolución cubana ha estado sostenida no sólo por el uso brutal de la fuerza y la persecución de los adversarios, sino por el acompañamiento de vastas franjas de la población. Es en ese punto en el que se aprecia el valor cívico de quienes ejercen el derecho al pensamiento crítico, aun en soledad minoritaria y frente a mayorías que son, en principio, eso: un número, un porcentaje, una expresión aritmética convertida en regla de consenso para hacer posible la constitución de un gobierno, porque alguna regla debe acordarse, al fin, aunque no sea reflejo colectivo de acierto y de razón.

Precisamente al cabo de cincuenta años, la revolución cubana es un fenómeno de psicología social que deberá estudiarse con la seriedad que el caso requiere, como lo es también, en el plano individual, de psiquiatría en cuanto al análisis más penetrante al que invita la patética personalidad del dictador en cuya paranoia se arruinó la vida de por lo menos tres generaciones de cubanos.

Para nada debemos sorprendernos de que Castro haya dicho que el modelo cubano, es decir, una perversa versión del comunismo stalinista, "ya no funciona ni siquiera en la isla". Eso lo supimos desde el comienzo. Y, por si fuera poco, lo confirma el anuncio sobre la eliminación de más de 500.000 empleados públicos para reducir las cargas de un Estado que emplea al 85 por ciento de la población.

Los falsos mitos de la revolución cubana ruedan hacia el precipicio de la historia, empujados por la desilusión de sus trágicos héroes. Celebremos que así sea.

Tal vez ahora podamos comprender mejor que la impensada reaparición pública del dictador se ha debido a la necesidad de facilitar a su hermano la aceleración de los modestos cambios, aunque cambios al fin, que viene haciendo en la empobrecida y anacrónica economía cubana.

Después de dos días de suspenso a partir de la publicación de sus declaraciones a Jeffrey Goldberg, colaborador de la revista norteamericana The Atlantic , Castro ha dicho cuánto lo divierte el ver cómo aquél lo interpretó "al pie de la letra". Curiosa diversión. ¿Qué pretendía? ¿Que un buen periodista no lo interpretara "al pie de la letra"? Goldberg, por lo demás, no había tenido con Castro un encuentro casual, sino reuniones de tres días, precedidas de una debida preparación. Y concurrió al encuentro acompañado por una testigo, Julia Sweig, especialista norteamericana en temas cubanos.

Las declaraciones de Castro fueron hechas en respuesta a la pregunta de si todavía pensaba que la revolución cubana podía exportarse.

La corrección ulterior del anciano líder revolucionario de que lo que quiso decir consistió en que el capitalismo norteamericano es lo que no se puede exportar, vale como un nuevo síntoma de que pretende seguir tomando a todos por estúpidos. Debemos dar, de cualquier forma, la bienvenida a las verdades a las que se ha atrevido, aunque no haya tenido la valentía de sostenerlas durante más de 48 horas.

La Nación



Un largo conflicto / Entrevista de LA NACION con la neurocirujana cubana disidente
"Le diré a la Presidenta que pida a Cuba más libertad"
Lo adelantó la médica Hilda Molina, que llegó ayer al país tras una lucha de 15 años para salir de la isla; se reunirá con Cristina Kirchner; "los cubanos tenemos que ser libres sin pedir permiso", dijo

Lunes 15 de junio de 2009

Mariana Verón
y Oliver Galak
LA NACION

La médica cubana disidente Hilda Molina cumplió ayer el sueño por el que viene luchando desde hace 15 años: llegó a la Argentina, se reencontró con su hijo y su madre y conoció a sus dos nietos, algo que no había podido hacer antes por la negativa de Fidel Castro a concederle el permiso de salida de la isla.

El reencuentro no le hizo olvidar la situación, muy similar a la suya, que atraviesan muchos de sus compatriotas. Por eso, en una entrevista con La Nacion, adelantó que le pedirá a Cristina Kirchner que interceda ante el gobierno de La Habana para que los cubanos sean "libres sin tener que pedir permiso a nadie". La Presidenta recibirá a la neurocirujana en los próximos días, a su regreso de Suiza. Anteayer recibió en Olivos al hijo de Molina, Roberto Quiñones, y a su familia.

Molina aterrizó en Ezeiza a las 6.20 en un vuelo de Copa Airlines, dos días después de haber recibido el pasaporte y la autorización para viajar. Apenas salió de la zona de arribos se fundió en un abrazo con sus nietos, Roberto (de 13 años) y Juan Pablo (de 8). También la esperaban Quiñones, que abandonó Cuba en 1994 y se nacionalizó argentino, y su esposa, Verónica Scarpatti. "Esto compensa todo el sufrimiento que me ha causado el gobierno cubano", diría por la tarde.

En sus primeras horas en el país, Molina fue a visitar a su madre, Hilda Morejón, de 90 años, que consiguió el permiso para salir de Cuba hace un año y que permanece internada desde hace dos semanas en un hospital público de la Capital Federal.

Molina, que antes de expresar sus disidencias era presentada como un ejemplo de la medicina cubana, negó que piense en quedarse a vivir en la Argentina (aunque dijo que es su segunda patria y que le gustaría tener la doble nacionalidad). "Cuando cierre los ojos de mi madre, que puede ser en un mes o en un año, voy a regresar a Cuba", fue la promesa que volcó en una carta dirigida al gobierno que ahora preside Raúl Castro cuando su madre fue internada.

-¿Por qué cree que la dejaron salir en este momento?

-Yo no tengo secretos. Lo dije en Cuba y lo repito acá. No tengo secretos científicos. Nunca fui médica de ningún dirigente. No fui mujer de Fidel Castro. Mi encuentro con Fidel Castro fue en una institución [el centro médico del que era directora, Cirem] que él visitaba porque estaba fascinado. No era mi amigo, ni yo era su amiga, ni yo tenía privilegios.

-Pero ¿por qué ahora?

-Fue sentido común: ¿qué va a pensar el mundo si esta señora fallece separada de su hija?

-Su llegada coincide con la internación de su madre, pero también con un período electoral.

-¿Elecciones? No tengo idea. ¿Qué elecciones? Que lo hayan hecho porque hay elecciones acá? no lo creo.

-¿Se va a quedar?

-Me gustaría volver con mi madre. Siempre decíamos de venir juntas, estar un tiempo con la familia y después regresar. Ahora se tiene que poner bien y fuerte. No la veo bien. No les quepa la menor duda de que yo a mi madre en este estado no la dejo.

-Y una vez que se recupere?

-Si se recupera y soporta el viaje, la llevo a Cuba a que vea a sus amistades. Yo tengo la posibilidad de renovar el permiso. Que nadie me considere fuera de la ley. Yo quiero volver a mi país.

-¿Estaría dispuesta a volver aunque siguieran los Castro?

-Parece que los Castro se van a demorar bastante en el poder. Pero ellos no son Cuba, no son la patria.

-¿Qué le gustaría decirle a Cristina Kirchner cuando la vea?

-Mi tema es la familia. Hay una serie de gobiernos que están en favor del diálogo con el gobierno cubano, buscando la democracia en Cuba. Esos gobiernos pueden ayudar mucho. La señora Presidenta es mujer y sabe lo que es la familia. Yo le pediría, tal vez le estaría pidiendo mucho, que ayudara al gobierno cubano a reconstruir la familia cubana.

-¿Eso significa que usted le pediría que promueva una mayor democratización en Cuba?

-Pedirle que proponga la democratización puede ser interpretado como una injerencia en los asuntos internos de Cuba. Pero, por ejemplo, la familia tiene que ser libre para unirse. Que pida que los cubanos seamos libres sin tener que pedir permiso a nadie. Eso es lo que yo le pediría. Y eso lleva implícito un paso en relación con la democracia.

-Cuando la Presidenta estuvo en Cuba y no hizo ninguna declaración por su caso, usted estaba bastante enojada con ella...

-Yo estaba disgustada porque es una vergüenza que para que los cubanos tengamos una limosna de libertad, los gobernantes extranjeros tengan que tener determinadas estrategias. Una vergüenza para Cuba que el gobierno cubano lo exija, aunque sea implícitamente. La mejor estrategia es que haya libertad para entrar y salir.

-Políticamente, ¿cómo se define? ¿Opositora? ¿Disidente?

-Si disidente es disentir del gobierno cubano, yo soy disidente. Tal vez no sea disidente militante. Un periodista me preguntó si tenía pensado hacer una organización anticastrista. Yo le dije: "¡Por favor, no! Yo lo único que sé hacer en mi vida es operar enfermos. Ese es mi mundo".

-¿No siente que su caso puede ser un argumento para los grupos anticastristas?

-Si el gobierno cubano a mí me hubiera dejado visitar a mi familia porque iba a nacer mi nieto, este tema no se habría convertido en público. Yo he sido muy criticada por muchos anticastristas porque me demoré [en cuestionar al gobierno]. Tengo verdugos en todas partes.

-¿Lamenta haberse perdido los primeros años de sus nietos por sus opiniones políticas?

-No fue ni siquiera por mis opiniones políticas. Fidel Castro no me dejó salir de Cuba porque yo renuncié al sistema. Y lo hizo como una especie de escarmiento: el que llega a la posición de Hilda Molina y haga esto, ya sabe lo que le espera. Si él me fusilaba, me hacía un favor. Y yo quisiera que el señor Fidel Castro, el verdugo de mi familia, gane paz en su alma, y el tiempo que le pueda quedar de vida lo pase bien.

-Hay un proyecto en el Congreso para darle la ciudadanía argentina. ¿La aceptaría?

-Sí, claro, porque es la nacionalidad de mis nietos, pero sin renunciar a la nacionalidad cubana. Y, además, porque los argentinos son muy buenos y a mí me honraría tener la nacionalidad de un pueblo que me ha ayudado tanto.

La Nación



Claves americanas

La moda de viajar a Cuba
Por Andres Oppenheimer
Martes 13 de enero de 2009

MIAMI.- La súbita oleada de visitas de presidentes latinoamericanos a Cuba, que rompe décadas de ostracismo diplomático del régimen cubano, me lleva a preguntarme si somos testigos de un abandono total del compromiso con la democracia de la región o -por el contrario- un esfuerzo colectivo para lograr una apertura política en la isla.

La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y la mandataria chilena, Michelle Bachelet, viajarán a La Habana en estas semanas, poco después de visitas similares realizadas por los jefes de Estado de Ecuador, Panamá y Brasil. El presidente mexicano, Felipe Calderón, tiene previsto un viaje a la isla en el transcurso del año.

A juzgar por lo que escuché en entrevistas con funcionarios latinoamericanos y líderes de la oposición en la isla, éstas son algunas de las razones que motivan esas visitas:

* El factor Obama: el régimen cubano ha convencido a varios gobiernos latinoamericanos de que el presidente electo Barack Obama se aprestaría a levantar el embargo comercial estadounidense sobre Cuba. Y les está diciendo que quedarían muy mal ante sus propios pueblos si Washington normalizara sus relaciones con la isla antes que los propios países latinoamericanos.

En rigor, Obama ha afirmado reiteradamente que levantará las medidas adoptadas por el presidente George W. Bush en 2004, que reforzaban las restricciones a los viajes y envíos de dinero a la isla, pero que no levantará el embargo comercial a Cuba.

* El factor Chávez: el presidente narcisista-leninista de Venezuela, Hugo Chávez, que financia a muchos países latinoamericanos por medio de subsidios petroleros y compras de bonos, es un viajero frecuente a Cuba y, desde hace mucho, les pide a sus colegas de la región que vayan a La Habana y le den una victoria propagandística al régimen cubano.

* El factor interno: muchos de los líderes visitantes hacen estos viajes por razones domésticas y usan como excusa el nombramiento de Raúl Castro, hermano de Fidel, nuevo presidente cubano.

Cristina Kirchner pasa parte de su tiempo en el exterior en un esfuerzo destinado a distraer la atención doméstica de la creciente impopularidad de su gobierno. Durante los dos próximos meses, además de visitar Cuba, tiene programado visitar Venezuela, España, Portugal, la India y Corea del Sur.

Calderón, que fue un entusiasta defensor de la democracia y de los derechos humanos antes de asumir la presidencia, cede cada vez más a las exigencias del régimen cubano, en un esfuerzo por apaciguar a la oposición en el Congreso mexicano.

Bachelet quiere convertirse en la primera jefa de Estado chileno en visitar a Cuba en varias décadas. Ostensiblemente hará ese viaje para inaugurar la feria del libro de La Habana, que este año estará dedicada a Chile.

Un alto funcionario chileno me dijo que, aunque Bachelet aprovechará la oportunidad para intentar "abrir espacios" en Cuba, no se reunirá con miembros de la oposición cubana. Cuando le pregunté por qué, me dijo que hay muchas maneras en las que los países ejercen presiones para lograr cambios democráticos y que entrevistarse con los disidentes en esta visita oficial no sería la actuación adecuada para alcanzarlos.

Ironía y contradicción

Los opositores pacíficos cubanos, sin embargo, señalan que cuando Fidel Castro o su hermano visitaron otros países, siempre se reunieron con líderes de la oposición. ¿Por qué los presidentes latinoamericanos no pueden hacer lo mismo en Cuba?, preguntan.

¿Y no es irónico que Bachelet inaugure una feria del libro en la que miles de libros -incluidos los de muchos de escritores de su país, como Jorge Edwards- están prohibidos?, interrogan.

Lo que es peor aún, la policía cubana detuvo la semana pasada por lo menos a cuatro miembros de la Agenda Para la Transición, un grupo pacífico que había solicitado reunirse con Cristina Kirchner y con Bachelet, según denunció el grupo.

"La presidenta argentina debería recordar que ha dicho que es una defensora de los derechos humanos´´, me dijo en un diálogo telefónica desde La Habana Vladimiro Roque, uno de los líderes del grupo. "Lo único que hacen estas visitas es ayudar a legitimar una dictadura."

Mi opinión: No estoy en contra de que los presidentes latinoamericanos -o de cualquier otra parte- visiten un país totalitario como Cuba. Por el contrario, deberían ir, y hacer lo que se supone que deben hacer: reunirse con el gobierno y con la sociedad civil, incluidos los líderes de la oposición pacífica, tal como lo hacen los presidentes democráticos en todo el mundo.

No hacerlo, y legitimar una dictadura militar, deja sentado un precedente terrible en la región. Hoy, se está abandonando la defensa colectiva de la democracia en Cuba. Mañana, le puede tocar a cualquiera de los países cuyos presidentes están dándole la espalda al pueblo cubano.

La Nacion




La visita de Cristina Kirchner no se sale del guión
Por Yoani Sánchez
Especial para lanacion.com

Miércoles 21 de enero de 2009

Desde el avión presidencial que la condujo a tierra cubana, la señora Cristina Fernández de Kirchner debe haberse sorprendido con la pobre iluminación de la ciudad de La Habana, media hora antes de que saliera el sol. El escenario de tantas calles en penumbras, quizás la hizo extrañar las luces de su Buenos Aires querido y la ayudó a prepararse para la pista de un aeropuerto internacional, que la recibió con más formalidad que algarabía.

La presencia de la presidenta sudamericana entre nosotros no ha provocado una alegría especial en la población, porque toda su estancia ha tenido el gélido aire de los asuntos estrictamente gubernamentales. Por mucho esmero que haya puesto en acomodar la cinta de la corona de flores -frente a la escultura de José Martí- y aunque mostró su mejor sonrisa ante los lentes de la prensa, nosotros estamos demasiado preocupados por las dificultades cotidianas, como para reparar en su viaje oficial. A diferencia de la última visita de Fidel Castro a Argentina, no se ha visto que al paso de la caravana presidencial haya jóvenes gritando consignas a favor del justicialismo o periodistas impertinentes preguntando por la doctora Hilda Molina.

La dignataria argentina llega a Cuba en un momento difícil, en medio de insistentes rumores de la salida definitiva del "Máximo Líder" y a pocas horas de la toma de posesión de Barack Obama en los Estados Unidos. Cualquier cosa que declare puede ser tomada como apoyo a un sistema que agoniza, sin embargo, no podrá guardar silencio. Tendrá al menos que condenar el bloqueo norteamericano, pero no hablará con los opositores ni recomendará a los gobernantes cubanos el inicio de una transición a la democracia. Ya ha firmado varios memorándum de entendimiento en temas de salud y economía, no obstante, el efecto de sus rúbricas probablemente nunca se note sobre el día a día de los cubanos.

Un verdadero desfile de mandatarios éste que hemos presenciado en las últimas semanas, a consecuencia -parece ser- de la entrada de Cuba en el Grupo de Río. Nos falta, sin embargo, el entusiasmo frente a la magna pasarela de personalidades que ocurre en el interior de las cancillerías y de los palacios de gobiernos. Mientras, los ciudadanos tenemos la vista puesta en asuntos más reales, más tangibles. Nos miramos el bolsillo, el plato sobre la mesa y los elevados precios de los alimentos en el mercado, observamos la apatía de los jóvenes que emigran, las paredes despintadas y las mordazas que aún llevamos. En medio de ese panorama alarmante, poco podemos fijarnos en los abrazos y las fotos que ocurren entre líderes elegantemente vestidos.

El guión oficial no permitirá que la presidenta Fernández de Kichner interactúe con alguien ajeno a las consignas y a las sonrisas protocolares. No la pasearan por las calles de mi Centro Habana natal, donde podría oír de primera mano todo el paquete de demandas populares que aguardamos desde hace tantos años. Un vendedor de pizzas le susurraría que los impuestos lo asfixian y debe acudir al mercado negro para comprar parte de la materia prima; una ex maestra de primaria podría narrarle cómo se fue a trabajar de manicura antes que seguir cobrando un salario simbólico, por pararse frente a los estudiantes. Si la dejaran hablar con esos que habitan viviendas a punto de derrumbarse, escucharía la necesidad de que se abra un mercado inmobiliario donde la gente pueda alquilar, vender y comprar casas. En una esquina, un joven le explicaría de una absurda negativa oficial a salir del país, que lo mantiene anclado a su tierra por tener un título de graduado en medicina. Tal vez hasta se tope con alguien más atrevido, que le enumere al oído todos esos derechos que nos faltan, entre ellos la libertad de asociación, de expresión y la olvidada capacidad de poder influir en la toma de decisiones.

Pero nada de eso podrá escuchar la presidenta argentina. Un abultado cordón de seguridad y ciertos escenarios preparados de antemano, no dejarán que se asome a la Cuba real. Aún así, si es lo suficientemente observadora, verá las costuras, el atrezo, la manera -un tanto automática- en que la gente se sonríe frente a ella y le narra los logros alcanzados. Si se fija bien, podrá ver el verdadero rostro bajo el maquillaje. Para ello no necesita que la ciudad esté adecuadamente iluminada, basta con que sus ojos quieran ver.

La autora fue distinguida con el premio Ortega y Gasset que otorga el diario El País , por su blog crítico del gobierno comunista, Generación Y , que escribe desde Cuba.

La Nacion





Castro watched inauguration, Argentine leader says
HAVANA, Cuba (CNN) -- Fidel Castro told Argentina's president Wednesday that he watched U.S. President Obama's inauguration on TV, apparently belying widespread speculation that the former Cuban leader had suffered a major relapse or died, Argentina's official news agency said

Castro said he believes that Obama is "a sincere person with good ideas," Argentine President Cristina Fernandez de Kirchner said in Cuba at the conclusion of her three-day visit to the island, the state-run Telam news agency said.

"We talked about all subjects," Kirchner said. "I found him very well. We talked about the international situation."

Kirchner arrived in Venezuela later Wednesday for a two-day visit.

Castro transferred power to his younger brother Raúl in July 2006 after suffering from an undisclosed illness, often thought to involve his digestive system. He has not been seen in public since then, though photographs surface.

CNN Online

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