Impericias en la nueva guerra del cristinismo
La recaudación impositiva por el consumo de la
sociedad, que es la que más se coparticipa con las provincias, ha caído
verticalmente. Más de una docena de provincias recurrió en los últimos
días al Banco Nación para pedir créditos en pesos. Esos síntomas de una
rápida desaceleración de la economía son los que explican, más que
cualquier otra cosa, el nuevo conflicto entre el kirchnerismo y los
productores rurales.
Daniel Scioli
puede tener su parte de culpa por acatar sin condiciones una orden
presidencial, pero el núcleo duro del conflicto está en las chapucerías
de la conducción económica nacional. Hasta
las cacerolas han vuelto apenas siete meses después de una impetuosa victoria presidencial.
Las cosas ya no son como eran. Una franja importante
del Gobierno está fuera del gobierno. Son personas mejor formadas que
las que están hoy en la conducción real. Ni Julio De Vido ni Florencio
Randazzo ni Hernán Lorenzino ni Diego Bossio ni hasta el propio Axel
Kicillof comparten
la mala praxis cotidiana de Guillermo Moreno
Aquellos ministros y funcionarios prefieren el silencio. Cada vez
hablan menos en público, pero cada vez también reciben menos a
representantes sociales a los que antes solían frecuentar. La Presidenta
los llama muy de vez en cuando, y hasta es probable que prefieran no
ser consultados por ella. ¿Para qué? Moreno tiene siempre la última
palabra.
La excesiva concentración del poder en una persona, la
Presidenta, está provocando una sensación de vacío de poder debajo de
ella. Hasta los contratistas del Estado no tienen con quien hablar. Esas
anormalidades pasan inadvertidas cuando las cosas andan bien. Al revés,
se convierten en el peor obstáculo político cuando un gobierno debe
enfrentar la sublevación del sector más dinámico e independiente de la
economía, la producción rural, y cuando, encima, tiene una clase media
sublevada por la inflación, la inseguridad y la prohibición de acceder
al dólar. El kirchnerismo se metió en otro grave conflicto con
ruralistas y sectores sociales urbanos, pero tiene menos reservas
económicas e intelectuales que en 2008, cuando se enfrentó con ellos por
primera vez.
Moreno actúa ante sus interlocutores con un increíble
desinterés por su destino. Dice no saber si estará en el Gobierno dentro
de un mes. Importa, con todo, lo que hace entre las conspiraciones de
los cortesanos. Ocupa gran parte de su tiempo en desacreditar a los que
acceden a Cristina Kirchner (incluido Kicillof) y expulsó del vecindario
a los empresarios que antes eran amigos o confidentes del poder.
¿Quién, si no Moreno, ahuyentó a los Eskenazi, a los Brito o a los
Mendiguren del trato asiduo con Cristina Kirchner? Moreno detesta que la
Presidenta reciba una información o una opinión distinta de la suya.
Sólo un trío de funcionarios se acerca a Cristina.
Moreno está entre ellos. Carlos Zannini es otro. El tercero es el jefe
de la AFIP, Ricardo Echegaray. Moreno nunca podría ganar una batalla
contra Zannini, que cuenta con décadas de confianza política de los
Kirchner. Lo necesita a Echegaray, dueño y señor de los recursos
persecutorios de la AFIP. Suele haber frecuentes reuniones entre los
tres para establecer las políticas, pero también hay disidencias. Moreno
se manifestó crítico de las medidas policiales de Echegaray para
desalentar la compra de dólares.
No soy tan estúpido , les aclaró a empresarios que lo vieron en los últimos días. A él le basta con un insulto o con una amenaza.
La Presidenta no se ha repuesto aún completamente de su
operación de tiroides. De hecho, no es ahora la misma que los
argentinos conocieron durante muchos años. En su reciente visita a
Angola pasó inadvertido un hecho que marcó la diferencia entre una
presidenta y otra. Aceptó que Moreno le dijera al oído lo que debía
expresar. Justo a ella, que se jactó siempre de que podía hablar sin
leer ante los auditorios más selectos del mundo. Cierta inclinación por
el aislamiento y una paciencia más corta son rasgos que se han agravado.
Pero, ¿por qué Moreno sí puede llegar a ella e influir
en sus opiniones? Moreno le lleva soluciones rápidas, que empeoran los
problemas después de mañana, y tiene una visión conspirativa de los
hechos políticos, que es también la visión de la propia Presidenta.
Moreno no le explica las causas de los problemas; le cuenta los nombres
de los culpables. Es lo que ella espera. Es un mal que prendió en varios
ministros. El titular de Agricultura le contó que los productores de
soja están atesorando su producción.
Avaros , los descalificó
Cristina. La verdad es otra: se exportó más soja en lo que va de este
año que en el mismo período de 2011. Este año hubo, además, menos
cosecha como consecuencia de la sequía.
Moreno ha fracasado en todo lo que se propuso. Lloverá
gasoil, dijo hace varios años. Todavía la Argentina está importando
gasoil. Intervino de hecho el Indec, pero hasta el propio Gobierno ya no
le cree al Indec. El oficialismo acaba de alegrarse porque los
metalúrgicos firmaron un aumento salarial del 23 por ciento, cuando el
Indec informó que hubo una inflación de menos del 10% en 2011. O el país
asiste al mayor proceso histórico de redistribución de la riqueza o la
inflación fue del 25%, como aseguran los economistas privados. Después
de la alegría, Cristina Kirchner mandó frenar el acuerdo de los
metalúrgicos. Alguien le hizo llegar la información correcta: el aumento
no era del 23%, sino que se acercaba al 30%, según la letra chica del
pacto.
Moreno hizo bajar de los barcos cargamentos de carne de
exportación, hace cuatro años, para asegurar a los argentinos, dijo,
carne barata. Ahora, el kilo vivo vale más en la Argentina que en los
Estados Unidos. En el trayecto fulminó casi 15 millones de cabezas de
ganado. En las últimas semanas, cuando se metió con el dólar, la
diferencia entre el oficial y el paralelo era del 10 por ciento. En
días recientes, esa brecha se amplió a más del 30%. Espantados, los
ahorristas se llevan los dólares de los bancos.
El ministro de Economía, Lorenzino, estuvo a punto de
firmar una resolución cambiando los plazos para que los exportadores
liquiden sus ventas al exterior. Moreno fijó ese plazo en 15 días,
cuando los barcos ni siquiera han llegado a su destino. Lorenzino no
pudo. Ganó Moreno. La saga de derrotas del prepotente funcionario está
colocando al Gobierno en el ojo de un huracán político.
La inflación es para Cristina Kirchner lo que el
control de la calle y las amenazas de corridas bancarias eran para su
esposo. Es el problema irresuelto y más sensible de su gobierno. Es
cierto que el arte de los chambones no es sólo una destreza de Moreno.
Kicillof denunció maniobras devaluatorias y acciones destituyentes de
los que hablan de pesificaciones. Raro: los primeros que hablaron de
pesificaciones de la economía fueron un ministro, Randazzo, y un senador
hiperoficialista, Aníbal Fernández. No lo hicieron por mala voluntad;
simplemente no saben qué hacer.
¿Qué hacer? Al kirchnerismo le gustan las guerras y
está entrando, campante, en otra. Es más que probable que los
productores rurales nacionalicen el martes la protesta bonaerense. El
problema no termina ni empieza en Scioli. Los productores de soja están
liquidando su producción a un dólar a 2,75 pesos, por efecto de las
retenciones, cuando el dólar paralelo está cerca de los 6 pesos. El
costo de los insumos está más próximo al dólar paralelo. Dólar e
impuestos. Con esas dos variables se construyó la ratonera en la que el
Gobierno se metió solo. Nadie lo llamó ni lo obligó, pero también le
gusta crear problemas donde no los hay
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