¿De qué color es el vestido de Cristina?

Domingo 01 de marzo de 2015 | Publicado en edición impresa

¿De qué color es el vestido de Cristina?

Por Jorge Fernández Díaz | LA NACION



¿De qué color es ese vestido? Once millones de tuiteros y veintiocho
millones de lectores de todo el mundo debatieron durante las últimas
48 horas sobre las tonalidades del vestido de la madre de una novia, y
científicos de todas las capitales explicaron el extraño fenómeno
óptico según el cual para la mitad de los seres humanos era azul y
negro y para la otra mitad era blanco y dorado. Este viralizado
revival del relativismo y de la añeja ley de Campoamor ("en este mundo
traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal
con que se mira") conviene a los kirchneristas. Que últimamente
dejaron atrás el célebre apotegma de Perón según el cual la única
verdad es la realidad, para abrazar consignas tácitas, pero un tanto
lisérgicas como "las cifras son las que convienen a la política",
"podemos construir la realidad con palabras" y "la vida sólo es lo que
decimos de ella". Nadie sabe qué sorpresas nos deparará el largo
discurso dominical de la Presidenta; la única certeza es que se
dedicará a mostrar el esplendor de ese universo virtual en el que no
hay estanflación ni default ni cepo ni narcos ni mafias ni pobres.

El miércoles había mucha inquietud en la Corte Suprema por esa
alocución, dada la grave escalada verbal que Cristina Kirchner había
desatado contra el Partido Judicial Destituyente. Los nervios de los
supremos aflojaron un poco al conocerse el controversial fallo de
Rafecas, que transmutó la cara crispada de la jefa del Estado en un
rostro beatífico. Ese dictamen descomprimió la situación, pero
neutralizó a su vez el nuevo relato. Trajo alivio pero también cierta
contrariedad. ¿Cómo mostrarse felices por el fallo de un juez mientras
les declaramos la guerra a los jueces? ¿Y ahora cómo encaja el hecho
de que precisamente un miembro del partido golpista la exima a
Cristina de una seria responsabilidad penal? ¿Será que hay azules y
colorados en ese pelotón beligerante y subversivo?

Recordemos la secuencia de la denuncia. Hace una semana la Presidenta
subió a su cuenta de Twitter una carta en la que acusaba de golpismo a
la Justicia. Pero para sorpresa de todos, pocas horas después apareció
en un acto público pletórico de anuncios, relajada y de excelente
humor: del golpe ni noticias. En paralelo, alguno de sus muchachos
llamó "general" a Lorenzetti, y el aparato de propaganda agitó de
nuevo la idea del golpismo. Finalmente, acudió el bombero Rafecas y
bajó la temperatura de la caldera con un baldazo de agua fría. Aunque,
por supuesto, habrá que escuchar el monólogo presidencial para ver
cuánto realmente impactó en el termostato ese fallo salvador, puesto
que acorralada Cristina Kirchner es peligrosa. Pero eufórica suele
sentirse habilitada para ser directamente letal. A propósito, un alto
jerarca de este Gobierno reveló que la patrona de Balcarce 50 montó en
cólera al escuchar una definición de Alberto Fernández: "Cristina
ejerce un liderazgo cínicamente delirante". Esa idea alude a toda una
lógica de poder, pero ayuda a entender específicamente el mecanismo
mediante el cual ella convence a sus militantes de que están luchando
contra una asonada inexistente y fantasmal, y logra, al mismo tiempo,
que la oposición la ratifique en su cargo, puesto que tanto dirigentes
críticos como periodistas independientes no desean ni íntima ni
expresamente ninguna destitución e incluso toman el injusto
calificativo de "golpistas" como el más lacerante insulto. Esta
operación farsesca hacia adentro y hacia afuera paradójicamente la
fortalece, y es por eso que en tantas oportunidades recurrió a ese
truco: necesita cada tanto blindarse para seguir radicalizándose y
hacer lo que quiere. Allí se anuda el delirio de un golpe que no
existe, con el cinismo de quien busca un nuevo cheque en blanco. El
peronismo, que sufre en silencio, reconoce esta prestidigitación
perversa, pero opina que en retirada su jefa comete muchos errores de
cálculo y también que, aislada en su cápsula de obedientes, algunas
veces cae en galtierismos, entendiendo este concepto no como gesta
malvinera ni afición etílica, sino como sobrestimación exagerada y a
veces catastrófica de sus propias fuerzas. La Presidenta se indignó
con ese concepto y "Wado" De Pedro se alarmó frente a otra
comparación: salvando las trágicas distancias, ciertos
ultrakirchneristas padecen en sus usinas una autosugestión alucinada y
lúdica similar a la que tenían los militantes del MTP antes de La
Tablada. ¿Cuánto de cinismo y cuánto de delirio hay en pensar este
modelo feudal como revolucionario, y en creer que existe un golpe de
Estado en ciernes del que justo participan todos los sectores que no
comulgan con el movimiento nacional y popular? Los camporistas están
cruzados por discursos endogámicos y disparatados, secretismo y
confort de secta. Otros veteranos del setentismo reciclado comparten
ese juego de PlayStation en el que se emprenden todos los días
sangrientas batallas de ficción. La mayor épica se encuentra en
abalanzarse sobre los cargos públicos y retenerlos después de
diciembre.

El flamante secretario general de la Presidencia tiene una historia
muy triste: es hijo de dos militantes montoneros asesinados por la
dictadura militar. En el libro La Cámpora, la periodista Laura Di
Marco revela una arenga que "Wado" realizó hace unos años durante un
campamento al que asistió toda la cúpula de esa agrupación: "Cumpas,
tenemos esta oportunidad histórica en nuestras manos, y no la vamos a
volver a perder -les dijo. Esta vez no podemos fallar. Debemos
meternos en cada resorte, en cada hueco, y aprender cómo funciona el
poder real". De Pedro, como muchos otros hijos y nietos de
setentistas, dice venir a realizar hoy aquella "revolución inconclusa"
de sus mayores, aunque por supuesto con las actualizaciones de la
época. Sus padres no creían en la democracia ni en la República ni en
la libertad de expresión ni en la tolerancia, y usaron las armas para
intentar asaltar el poder; a los herederos de aquel trauma se les
regaló el Estado: sólo deben luchar para no perderlo. Y en eso están
día y noche. Ayer mismo se supo que incorporaron a la Agencia Federal
de Inteligencia más de doscientos militantes para ocupar el lugar de
los agentes secretos que respondían a Stiuso. El próximo gobierno
heredará, entre otros presentes griegos, estos espías sin experiencia,
pero decididos a todo.

La saga del golpismo es una lamentable comedia que no cesará, y que al
mismo tiempo no resiste ya el mínimo análisis. Cristina se despide
hoy; es la pitada inicial de su tiempo de descuento. El objetivo para
estos meses que le restan es claro, pero no muy sencillo: limpiar las
causas que la acosan, infiltrar con incondicionales la administración
pública, lograr que otros paguen su fiesta, convertirse en la ideóloga
del próximo turno o al menos en una feroz jefa de la oposición y
regresar después de unos años al estilo Bachelet. Hay muchas
diferencias, sin embargo, con su colega: es inimaginable que la
presidenta chilena acuse a los jueces y a los medios de golpistas por
haber destapado un escándalo que protagonizan su hijo y su nuera. Por
el contrario, Bachelet pidió disculpas públicas y mostró vergüenza
cívica. Parece que Cristina y Michelle usan el mismo vestido, pero
sólo se trata de una nueva ilusión óptica



http://www.lanacion.com.ar/1772404-de-que-color-es-el-vestido-de-cristina

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