El campo minado que dejará Cristina

Domingo 01 de marzo de 2015 | Publicado en edición impresa

Al margen de la semana

El campo minado que dejará Cristina

Por Néstor O. Scibona | LA NACION

No es seguro que, con la convulsión política-institucional de las
últimas semanas, la economía vaya a ser como otras veces el eje del
mensaje de la presidenta Cristina Kirchner ante la Asamblea
Legislativa, cuando inaugure hoy el último período de sesiones de su
gestión. Pero sí que toda referencia tendrá la típica impronta
presidencial de comparar los actuales datos socioeconómicos con los de
2003 para exaltar "logros históricos" en valores nominales, como si
los pesos de 2015 no hubieran sufrido la erosión de una inflación
acumulada de 600%, que su gobierno se dedicó a negar o camuflar
sistemáticamente. Sin ir más lejos, los flamantes billetes de $ 50
dedicados a las islas Malvinas debutan esta semana con la condena de
quedar ajados en bolsillos y billeteras, cuando habría sido más
razonable que fueran de $ 500 para, al menos, facilitar las
transacciones en efectivo.

Las comparaciones con 2003, cuando la Argentina salía de su peor
crisis, ocultan también el progresivo agotamiento del "modelo
productivo" a lo largo de la era K. Durante la gestión de Néstor
Kirchner (2003/2007), el PBI creció a "tasas chinas" (casi 9% de
promedio anual), que se redujeron a la mitad (4,7%) en el primer
mandato de CFK (2008/2011), afectadas por la crisis global. Y en el
segundo (2012/2015) muestran un estancamiento (0,8%), como reflejo del
retroceso de la inversión y la creación de empleos privados a raíz del
cepo cambiario y el mayor intervencionismo sobre la economía. Hoy, el
PBI per cápita es más bajo que en 1998 y la inversión bruta equivale
al 20% del PBI, nivel insuficiente para crecer al 4/5% anual y diez
puntos debajo del que sería necesario para hacerlo a "tasas chinas".

Con el año 2015 prácticamente jugado, las expectativas económicas
están puestas en 2016. Principalmente en los mercados financieros, que
ya apuestan a que el gobierno de cualquier signo que suceda al de CFK
no tendrá otra opción que corregir los serios desequilibrios
macroeconómicos que herede, a fin de bajar de manera consistente la
inflación, reinsertarse en el mundo, generar confianza y reflotar el
potencial productivo, con mayor inversión y movilización de los
ahorros en dólares (no menos de 150.000 millones), que muchos
argentinos mantienen "encanutados" fuera del circuito económico
formal.

Sin embargo, no se trata de una apuesta segura. Como el "modelo" es
cada vez más difícil y costoso de sostener y la única estrategia
oficial es moderar algo la inflación y "aguantar" hasta las
elecciones, el gobierno de CFK dejará un virtual campo minado. Que
amenaza complicar a la futura gestión, o, al menos, obligarla a
diseñar un programa articulado con poco margen inicial de error. Un
sintético repaso revela la magnitud de esos desequilibrios, que
difícilmente sean incluidos en el mensaje de hoy en el Congreso:

Déficit fiscal superior a 6% del PBI para 2015, pese a una presión
tributaria récord que no deja margen para subir impuestos y, en
cambio, requiere bajarlos para reactivar la economía.
Gasto público récord (subió 45% en 2014), abultado por fuertes
subsidios estatales a la energía y el transporte (5% del PBI), déficit
de empresas públicas y altos salarios para una estructura burocrática
paralela (designación de militantes camporistas y afines).
Estatizaciones encubiertas, con aportes directos o indirectos del
Estado para clubes de fútbol, medios periodísticos paraoficiales y
gastos salariales en concesiones privadas de energía y transporte.
"Capitalismo de amigos" y corrupción en la adjudicación de obras
públicas con costos dudosos.
Alta emisión ("maquinita") para financiar el bache fiscal ($ 161.500
millones en 2014, casi el doble de 2013).
Creciente endeudamiento del Banco Central con el sistema financiero
(el stock de títulos pasó de $ 115.000 millones hace un año a $
330.000 millones hoy) para absorber los pesos emitidos, al 27/29%
anual y a costa de reducir el crédito al sector privado, salvo en
líneas subsidiadas.
Desequilibrio externo (más demanda que oferta de divisas), imposible
de compensar con un superávit comercial en declive, debilitado por el
déficit estructural de sectores clave (energía, automotor,
electrónica).
Escasez de reservas de libre disponibilidad del BCRA para afrontar los
pagos externos de la deuda pública y privada, pese a los swaps chinos.
Deterioro del tipo de cambio real (frente a la inflación y la
devaluación del real brasileño y el euro), que desalienta
exportaciones (llevan tres años en baja) y obliga a racionar
importaciones, con impacto en la actividad económica.
Brecha cambiaria de 50%, pese a la proliferación de controles y el
goteo de reservas por ventas de "dólar ahorro" para contener el dólar
paralelo.
Fuerte distorsión de precios relativos (controlados y libres, tarifas
subsidiadas, y retenciones). Precios locales del petróleo por encima
de los internacionales (a diferencia de lo que ocurrió durante buena
parte de la era K), sostenidos hoy por regulaciones estatales para no
frenar inversiones de YPF y compañías privadas, especialmente en Vaca
Muerta. A la vez, el Estado subsidia parcialmente los precios del gas
natural en boca de pozo para estimular la extracción y las tarifas a
usuarios para evitar mayores subas.
Politización del Indec y oscurantismo estadístico para ocultar la
pobreza, que alcanza al 27% de la población.
Infraestructura insuficiente o deteriorada, con financiamiento a largo
plazo dependiente de China a cambio de adjudicaciones directas.
Deterioro de la competitividad (la Argentina descendió del puesto 85º
al 104º en el último ranking del World Economic Forum, sobre 144
países).
Default parcial de la deuda pública bajo legislación extranjera, ante
la negativa a negociar con los holdouts y la sanción de la ley de pago
soberano, que fracasó en el intento de promover un cambio de
jurisdicción y domicilio de pago.

La única novedad en este último punto es que el gobierno de CFK busca
otra vez colocar deuda en dólares (Bonar 2024) "para demostrar que la
Argentina no está en default", aunque la operación con bancos
extranjeros se complica por el conflicto con los holdouts. En
realidad, es una admisión implícita de que las reservas líquidas
escasean para atender los vencimientos externos y reactivar la
economía. Y que, en un mercado internacional abundante en liquidez y
tasas bajas, los activos argentinos al 8/ 8,5% anual resultan
atractivos por su riesgo más acotado, porque los pagos recaerán en
futuros gobiernos.

Con menor o mayor énfasis, el endeudamiento externo también figura en
los borradores económicos de la mayoría de los presidenciables. Por
ahora, es prematuro aventurar si apunta a suavizar en 2016 el costo
político de corregir los problemas y mejorar la infraestructura, o
bien a postergar soluciones. En uno y otro caso, conviene recordar que
cualquier futuro gobierno deberá lograr un fuerte respaldo político y
legislativo para transitar por el campo minado de la economía,
teniendo en cuenta que en la primera vuelta electoral no sólo se vota
presidente sino la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del
Senado. Y también una antigua y lúcida definición del economista
Orlando Ferreres, según la cual "en la Argentina se festejan los
créditos y se lloran las deudas"..

http://www.lanacion.com.ar/1772245-el-campo-minado-que-dejara-cristina

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