República Guinness

Domingo 01 de marzo de 2015 | 19:24

República Guinness

Por Pablo Mendelevich | Para LA NACION

República Argentina debería llamarse de ahora en más República
Guinness. Es el país de los récords. Lo más curioso no es que en todos
los ítems -economía, salud, educación, obra pública, ciencia, lo que
fuere- se hayan alcanzado récords, sino que invariablemente se trate
de récords positivos. Vaya si andarán bien las cosas que prácticamente
no hay materia en la que no se hayan roto las marcas históricas. Más
no se puede pedir. Lo único extraño es que a este panorama no le
corresponda una sociedad feliz, satisfecha y agradecida. Según las
encuestas la mayoría de los argentinos piensa votar este año por
candidatos opositores.

La principal novedad de este último discurso ante la Asamblea
Legislativa de la era K es la profundización de la jactancia. Cristina
Kirchner impone hace años el género del autoelogio, hasta allí no hay
novedad, pero se ve que en la despedida decidió dar una vuelta de
tuerca. Para el anecdotario aumentó la cantidad de comentarios de
sobremesa, las "gastadas" de apariencia espontánea a sus subordinados,
las chicanas contra opositores y las celebraciones de sus propios
excesos, como cuando evocó como si se tratara de un hito patrio el día
que habló sobre la incidencia de la carne de chancho en la vida sexual
de los argentinos. Inundar el recinto de récords, o mejor dicho
presuntos récords, quizás sea un asunto menos banal.

Aparte de renovar el hábito de no mencionar la más mínima autocrítica,
la grandilocuencia sin fisuras significa que en los difíciles meses
que siguen, la Presidenta no piensa modificar un ápice la decisión de
no revisar nada, de gobernar de espaldas a la oposición, sin diálogo,
sin bajar la tensión política, sin dejar de confrontar y, muchas
veces, de provocar. Gobernará mediante el consolidado sistema del
secretismo de cúpula e imposición vertical de siempre, aplausos del
sector cautivo y epopeyas continuadas.

Gobernará mediante el consolidado sistema del secretismo de cúpula e
imposición vertical de siempre, aplausos del sector cautivo y epopeyas
continuadas

En esa línea sacó un nuevo conejo de la galera.Informó que lo que
viene es el fin de las tercerizaciones ferroviarias, pero no con forma
de corrección de políticas menemistas profundizadas por Néstor
Kirchner que no funcionaron, mucho menos como antídoto para la
corrupción, palabra que jamás menciona. Lo que anticipó fue una puesta
en escena nacionalista de reminiscencias cuarentistas. Perón ha vuelto
al dinámico firmamento doctrinario del kirchnerismo y no sólo con los
trenes nacionales y populares. Cuando habló sobre la construcción de
hangares en Ezeiza ella interrumpió la cuarentena que le había
decretado al general -recuérdense todos los discursos que sacralizaban
a Néstor Kirchner como el mejor presidente "en doscientos años"- y le
ofrendó a Perón un reconocimiento. Muy pronto, la soberanía del riel
renace con simbología peronista tradicional.

Tan importante como lo que anunció fue lo que no anunció. Contra
inquietantes rumores que circularon la semana pasada, la Presidenta no
descargó ninguna medida higiénica contra la justicia federal. Se
ignora si los rumores eran demasiado disparatados o si Cristina
Kirchner llegó a pensar alguna cosa creativa no del todo encuadrada en
la letra constitucional que la resolución del juez Daniel Rafecas del
jueves mandó a guardar, haciendo retornar las fobias contra el Poder
Judicial a sus estándares rutinarios. Sí habló con relación a la
Justicia de desconocer la Constitución, pero ese pecado se lo atribuyó
al enemigo de turno, el partido judicial.

En un momento elogió a Raúl Alfonsín -hablaba de la reforma del Código
Civil- y pronunció una frase difícil de interpretar. Fue un reproche a
los que "confunden los períodos legislativos con la historia y la
historia tiene otros tiempos". Sobrevuela en el mundo político la
impresión de que el kirchnerismo tiene confianza en que a partir del
10 de diciembre será la primera minoría en Diputados, cualquiera fuere
el presidente. Y en este último punto, una curiosidad: en ningún
momento de su último discurso ante el Congreso -lo más probable es que
el último que haya dado desde ese atril en su vida-, Cristina Kirchner
se refirió al futuro como si no existiera posibilidad alguna de que el
próximo gobierno sea kirchnerista. Al contrario, sobre el final aludió
con la mayor naturalidad a un continuador procedente de la oposición.

Cristina Kirchner se refirió al futuro como si no existiera
posibilidad alguna de que el próximo gobierno sea kirchnerista

Si bien homenajeó a los bomberos caídos, omitió recordar a Julio
Strassera, por cuya reciente muerte, sin embargo, el Gobierno decretó
dos días de duelo. La muerte de Alberto Nisman, explicó en el
discurso, la lamenta "como la de cualquier ser humano", frase que
preludió duras críticas al fiscal especial de la AMIA, en una
embrollada relectura de la resolución de Rafecas. Dura, también con
Israel, la Presidenta no creyó necesario explicarles a los
legisladores cuál será la política exterior de acá a fin de año ni qué
piensa hacer con Irán. Sólo hizo una defensa acalorada de la decisión
de hacer acuerdos comerciales con China como si se le hubiera objetado
la elección de ese país y no, como en verdad sucedió, la calidad y la
oscuridad de los acuerdos firmados.

No todos los aludidos en la profusión de datos, cifras y conclusiones
presidenciales van a tener la celeridad del periodista Joseph
Cotterill, del Financial Times, quien replicó por Twitter el uso
sesgado que Cristina Kirchner hizo de un tuit suyo anterior, en la más
heterodoxa apertura de una rendición de cuentas a la Asamblea
Legislativa que se recuerde. Otras réplicas, desautorizaciones y
correcciones de errores y exageraciones seguramente se irán conociendo
en los próximos días, como sucedió otras veces.

"No fue magia, tenemos la voluntad política y el coraje para lo que
haya que enfrentar", dijo la Presidenta al promediar el discurso, como
si alguien hubiera querido conocer la receta de la insólita
acumulación de récords que ella enumeraba sin tregua. Más que
insólita, tal vez le sonó empalagosa a ella misma y eso la obligó a
aclarar que no hubo magia. "Uno podría estar como la abuela,
elogiándose a sí mismo por las políticas que ha llevado a cabo",
alertó.

Exactamente.


http://www.lanacion.com.ar/1772567-republica-guiness

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