Viernes 27 de abril de 2012 | Publicado en edición impresa
Cerca de la impunidad
Más allá de sus errores, el juez Daniel Rafecas era
un serio obstáculo para la tranquilidad de Amado Boudou, quien ayer
debió festejar su desplazamiento por la Sala I de la Cámara Federal. La
causa judicial en la que se investiga al vicepresidente de la Nación por
haber influido para favorecer al grupo que se quedó con la imprenta
Ciccone sufrirá un lógico retroceso, que se acentuará aún más si se
logra el apartamiento del fiscal Carlos Rívolo, artífice de los mayores
dolores de cabeza que debió soportar Boudou.
Una radiografía de la justicia federal induce a creer
que son realmente pocas las probabilidades de que el magistrado que en
las próximas horas se haga cargo de la causa tenga las agallas para
investigar hasta las últimas consecuencias un caso en el que el
Gobierno, por orden de la Presidenta, ha cerrado filas en defensa de
Boudou.
Desde que el caso Ciccone se convirtió en un escándalo
mediático, las vacilaciones estuvieron a flor de piel en no pocos
hombres del kirchnerismo. La incertidumbre oficial alcanzó su punto
máximo tras la pálida imagen que dejó Boudou el 6 de abril, en la
conferencia de prensa sin preguntas donde apuntó hacia el ex procurador
general Esteban Righi y denunció conexiones mafiosas entre Rafecas, la
empresa Boldt y el Grupo Clarín, pero además intentó convencer a todo el
mundo de que el ingreso del ignoto grupo The Old Fund en Ciccone era
una política del gobierno nacional.
Durante el fin de Semana Santa que siguió a esa
controvertida exposición de Boudou, la jefa del Estado decidió convertir
la crisis en una oportunidad para despedir a Righi, pese a los buenos
servicios que le prestó al matrimonio Kirchner, y poner en su lugar a un
hombre como Daniel Reposo, afín al vicepresidente y a Guillermo Moreno,
que probablemente sería más capaz que su antecesor para persuadir a los
fiscales de hacer la vista gorda frente a los casos que comprometan a
funcionarios gubernamentales. Aunque difícilmente consiga los dos
tercios en el Senado para imponer su designación.
Casi al mismo tiempo, los abogados defensores de
Boudou, de su socio José María Núñez Carmona y de Alejandro Vandenbroele
(el misterioso titular de la ex Ciccone a quien el vicepresidente dijo
desconocer) habrían coordinado una estrategia que concluyó en el ataque
mortal a la continuidad de Rafecas en la causa.
Así aparecieron los polémicos mensajes de chat entre el
magistrado y el abogado Ignacio Danuzzo Iturraspe, allegado a Núñez
Carmona, que terminaron hundiendo al juez.
Podrá esgrimirse que a Rafecas nadie le cortó las
piernas, sino que él mismo se las cortó, arrastrando posiblemente a la
causa judicial, por su propia torpeza y su actitud claramente reñida con
la ética. Ningún juez debería estar haciendo comentarios y menos aún
aconsejando a un letrado vinculado con una persona involucrada en la
investigación.
Pero no podrá obviarse que el ataque a Rafecas no se
justificó por ese intercambio de mensajes, que en todo caso daba cuenta
de una estrecha relación entre el juez y el abogado allegado al socio de
Boudou. Provino luego del allanamiento dispuesto por el juez a un
departamento del vicepresidente en Puerto Madero, en el que se descubrió
que Vandenbroele pagaba las expensas y el servicio de Cablevisión. Ese
fue, para sus detractores, el verdadero pecado de Rafecas.
También podrá concluirse que si la Cámara Federal
reconoció valor a esos diálogos por chat para desplazar al juez, el
próximo magistrado de la causa debería valerse de ellos para probar la
relación existente entre Vandenbroele, Núñez Carmona y el
vicepresidente.
Por ahora, lo único cierto es que la presión del
gobierno de Cristina Kirchner sobre los jueces se hace sentir
fuertemente. La salida de Righi de la Procuraduría General fue un primer
golpe para la Justicia. El rápido desplazamiento de Rafecas deja otra
señal: ningún magistrado debe cruzarse en el camino de los hombres de la
Presidenta.
El juez que suceda a Rafecas llegará a la causa
condicionado por esas presiones. La primera mandataria ha hecho saber
que tocarlo a Boudou, a quien eligió en absoluta soledad para
acompañarla en el binomio presidencial, es tocarla a ella. "Si hoy
vienen por Boudou, mañana vendrán por mí", fue su mensaje a la tropa.
Del mismo modo, la caída de Boudou arrastraría a los titulares de la
AFIP y del Banco Central, dado que ellos han hecho posibles la llegada
de The Old Fund a Ciccone y su negocio con la Casa de Moneda.
Controlar a la Justicia, controlar al poder económico y
controlar a la prensa -el inminente desembarco de Cristóbal López en
los medios de Daniel Hadad puede ir en ese sentido- son vitales en el
proyecto oficial para avanzar hacia la impunidad, aunque aún no para
concretar la utopía de controlar las conciencias.
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