La mano dura de Maduro

Martes 23 de abril de 2013 | Publicado en edición impresa

Claves americanas

La mano dura de Maduro

Por Andrés Oppenheimer | LA NACION



MIAMI.- Mientras la cobertura mediática de la asunción del presidente Nicolás Maduro se centró en la disputa en torno al cuestionado resultado oficial de las elecciones del 14 de abril, la escalada de violaciones de los derechos humanos de su gobierno ha pasado casi inadvertida.

Los grupos internacionales de defensa de los derechos humanos y los líderes de la oposición venezolana dicen que, en los días siguientes a la elección, el gobierno de Maduro ha llevado a cabo un virtual golpe legislativo, y está suprimiendo la libertad de expresión y de reunión en todo el país.

"La crisis electoral ha concentrado toda la atención nacional e internacional, pero aquí se han producido eventos que configuran un golpe de Estado", me dijo la congresista de la oposición María Corina Machado, al referirse a la represión gubernamental que se desató luego de que Henrique Capriles cuestionó los resultados oficiales de la elección.

Desde las elecciones, que según el oficialista Consejo Nacional Electoral fueron ganadas por Maduro por el 50,7 contra el 49% de los votos, por lo menos ocho personas murieron y cientos han sido arrestados en circunstancias que aún deben determinarse.

Maduro, el heredero político de Chávez, culpa a la oposición por esas muertes. Los líderes opositores dicen que el gobierno está inventando o provocando actos de violencia para distraer la atención de unas elecciones fraudulentas. Pero independientemente de quién esté diciendo la verdad, no hay dudas de que se ha producido una suerte de intervención gubernamental del Congreso desde que el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello -número dos en la jerarquía del gobierno- quitó a todos los legisladores de la oposición su derecho a hablar en el Congreso mientras no acepten la victoria de Maduro. "En esta Asamblea Nacional, mientras yo sea presidente -dijo Cabello, y pueden verlo en www.youtube.com - si no reconocen a Nicolás, si no reconocen la institucionalidad [del Estado], no tendrá derecho de palabra ningún diputado." Acto seguido, Cabello le tomó examen a cada legislador que pidió la palabra, preguntándole si aceptaba la victoria de Maduro, y negándoles el micrófono a quienes no respondieron positivamente. "Si esto no es una abolición del Parlamento, ¿qué cosa es?", me dijo Machado.

Mientras tanto, Maduro prohibió una manifestación de la oposición para exigir el recuento de votos y, tras las elecciones, exigió que los canales televisivos Venevisión y Televen se alinearan con el gobierno chavista. "Llamo a Venevisión, a Televen, a todos los medios de comunicación...: ¡Definan con quién están! Con la patria, con la paz, con el pueblo, ¿o van a volver a estar con el fascismo?", dijo en uno de sus discursos.

"El gobierno de Venezuela no debería limitar los derechos de sus ciudadanos a expresar libremente su opinión y a reunirse pacíficamente como respuesta a la cuestionada elección presidencial", expresó la organización de derechos humanos Human Rights Watch.

Mi opinión: Maduro empezó muy mal. Con el índice de inflación más alto de América latina, una creciente escasez de azúcar, aceite y otros alimentos en los supermercados, cortes de electricidad constantes, niveles de criminalidad nunca vistos y casi la mitad, o más, de la población convencida de que las elecciones fueron fraudulentas, Maduro debe pacificar el país.

Tal como lo hicieron el presidente mexicano Enrique Peña Nieto y el presidente colombiano Juan Manuel Santos después de ganar las recientes elecciones por márgenes mucho más holgados, Maduro debería invitar a críticos del gobierno a integrar su gabinete, y dedicarse a construir puentes con la oposición para recuperar la economía.

Si Maduro tiene un dedo de frente, e instintos democráticos, eso es lo que hará, entre otras cosas, para poder tomar las duras medidas económicas que su gobierno tendrá que afrontar. Pero, hasta ahora, Maduro no ha demostrado tener una cosa ni la otra, sino sólo una tendencia a imponer su voluntad por la fuerza.

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