Fue aristócrata y popular al mismo tiempo

Fue aristócrata y popular al mismo tiempo


Domingo 19 de febrero de 2012

Nuestra historia menciona sólo a un puñado de mujeres por el diminutivo de su nombre de pila. Manuelita, cuya ternura calmaba los furores de su padre, Juan Manuel de Rosas, es una de ellas. La apasionada Evita, que puso su fervor militante al lado de la frialdad estratégica de Perón, es otra. Hoy recordamos a Amalia Lacroze de Fortabat, pero nadie la invoca por su nombre completo porque ella fue y seguirá siendo, simplemente, Amalita. Las condecoraciones y los títulos de nobleza provienen del Estado. La popularidad de los diminutivos es más profunda, porque nace en el seno de la sociedad.

¿Por qué, entonces, desde los más encumbrados hasta los más humildes la llamaron y la seguirán llamando "Amalita"? Aquí arriesgo una teoría. Porque encarnó el refrán "nobleza obliga". Se dice que el origen del refrán es francés, una lengua preferida por Amalita, pero en ningún otro autor lo vi mejor definido que en Goethe cuando afirmó que "el noble aspira a ordenación y a ley". Según Goethe, la nobleza no consiste en haber recibido mucho, sino en sentirse obligado a vivir a la altura de lo mucho que se recibió. El nacimiento, la riqueza, la belleza, el don de gentes caracterizaron a Amalita, pero no la adornaron; la obligaron. No la recordaremos por los abundantes dones que recibió, sino por lo que hizo con ellos. No por lo que tuvo, sino por lo que dio.

Amalita dio todo a todos. Al arte, a sus empresas, a los ricos y sobre todo a los pobres. Fue, al mismo tiempo, aristocrática y popular. Como Manuelita, desbordó de amor. Como Evita, amó al pueblo pero ya no desde el Estado sino desde ella misma, reivindicando así el valor eminente de la iniciativa privada, en estos tiempos tan olvidada. Valgan estas observaciones para el examen de conciencia que nos debemos todos aquellos que hemos recibido más. Nuestra clase conservadora, ¿estuvo a la altura de sus deberes cuando interrumpió a la República en 1930? ¿Lo estuvo después, cuando se refugió en sus intereses privados? Las inequidades que conoció nuestro país, ¿sólo se debieron a la acción de los que no supieron qué hacer con él o también a la omisión de los que, pese a saberlo, se ausentaron? Amalita se reconocía, en la intimidad, como pecadora. La indiferencia no fue su pecado.

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