encuesta muestra que más de un 50% de los porteños disculpa las transgresiones a las leyes cuando significa lograr algún beneficio

Lunes 24 de junio de 2013 | Publicado en edición impresa

Editorial I

Corrupción e hipocresía ciudadanas en la Argentina

Una reciente encuesta muestra que más de un 50% de los porteños disculpa las transgresiones a las leyes cuando significa lograr algún beneficio


Día tras día se conocen en nuestro país distintas denuncias sobre corrupción que tienen como protagonistas a personajes de la política, principalmente, pero que se extienden a otros ámbitos, como el policial, el sindical o el empresario.

Sin embargo, lamentablemente existe una sentencia popular, generalizada en el seno de la sociedad argentina, según la cual éste no es un tema por el que haya que preocuparse demasiado. El "roban pero hacen" no es una ocurrencia más o menos graciosa o pasajera, sino, por el contrario, una idea fuertemente arraigada, que incluso ha servido para tolerar o disculpar constantes violaciones a las leyes.

Por eso mismo, las únicas estadísticas confiables para medir el grado creciente de corrupción en los últimos años nos llegaban desde el exterior, gracias a organizaciones internacionales que, como Transparencia Internacional, registraban el hecho de que, por ejemplo, en una escala de cero a cien (siendo los países más cercanos al cero los percibidos como con mayor corrupción en el sector público), la Argentina sólo había obtenido el año pasado 35 puntos, una performance todavía peor que la medida en 2011.

Ahora, una reciente encuesta hecha el mes pasado en la ciudad de Buenos Aires por el Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano nos devuelve una mirada hacia el interior de nuestra sociedad y, tristemente, la realidad no parece ser demasiado distinta: uno de los datos más relevantes es el que indica que el 55 por ciento de los porteños tolera la corrupción si se mejora la economía.

El estudio fue realizado entre 620 ciudadanos mayores de 18 años (50% de mujeres y 50% de varones), y buscó precisar cómo perciben las personas los niveles de corrupción en nuestra sociedad, qué ámbitos consideran más afectados por ella, cuál es el comportamiento que los propios encuestados afirman que tendrían si tuvieran la oportunidad de cometer un acto de corrupción y enriquecerse, o cuánto les importa que los políticos sean corruptos y qué influencia tiene ello en su decisión de voto, entre otras preguntas.

De los datos surge la profunda contradicción en la que vivimos los argentinos, desde el momento en que creemos que se debe actuar de determinada manera, pero elegimos el camino totalmente opuesto. Por eso, el 56 por ciento de los consultados estima que el nivel de corrupción es alto en la Argentina, pero, como ya señalamos, el 55% considera "aceptable" que un político sea corrupto si "mejora la economía o soluciona problemas del país", y el 46% cree que en nuestro país "la gente está obligada a adaptarse a la corrupción para sobrevivir". Y aunque el 26% cree que la mayor parte de esa corrupción se da en el ámbito político, seguido por el policial (16%) y el sindical (13%), la mayoría (43%), sin embargo, opina que la corrupción "se da en todos los ámbitos por igual".

Como observan los encuestadores, las conclusiones más llamativas aparecen en las consultas por conductas individuales. El 53% dijo que aceptaría hacerse el distraído ante un acto de corrupción si denunciarlo implicara perder un beneficio, mientras que el 30% optaría por denunciar al corrupto y renunciar al beneficio. Por eso, es interesante contrastar las respuestas a ciertas preguntas relacionadas. Ante el escenario de "poder cometer un único acto de corrupción en la vida sin perjudicar a terceros y para obtener una gran diferencia económica", el 37 por ciento dijo que lo cometería y el 50% contestó que no. Pero cuando se preguntó: "En un país con los niveles de corrupción de la Argentina, ¿cree que la gente está obligada a adaptarse a esa corrupción para sobrevivir?", el resultado fue curiosamente parejo: un 46 por ciento para el sí y un 46% para el no (hubo un 8% que no sabe o no contesta), mientras que ante la pregunta de si la ley "debe ser obedecida sin excepciones o hay ocasiones excepcionales en las que no está mal desobedecerla", la respuesta fue, otra vez, contradictoria con los resultados anteriores: un 52 por ciento aceptó que debe ser obedecida sin excepciones, y un 36% consideró que hay ocasiones en que no está mal desobedecerla.

Finalmente, casi el 60 por ciento de los encuestados coincide en no considerar grave y calificar de "aceptable" dar dinero a alguien para evadir el pago de impuestos o derechos aduaneros.

Varias son las conclusiones que pueden sacarse: es muy preocupante un escenario social en el que el 48 por ciento de los ciudadanos considera admisible violar la ley "en ciertas ocasiones", y un 50% cree que podría cometer un acto de corrupción si obtuviera a cambio un importante beneficio económico, del mismo modo que es llamativo el incremento del nivel de tolerancia pública a la corrupción de la clase política en los casos en que los políticos realizan una buena gestión.

Preocupante y llamativo, sí, pero no debería extrañarnos. Como recordaba el filósofo Santiago Kovadloff, en la Argentina, "es la hora triunfal de la simulación y de la estafa (...) Hoy los grandes postergados son también los que reclaman que la ley despierte y proceda". Es decir, como nuestra sociedad carece de ejemplos que se brinden desde las máximas autoridades de la Nación y, por eso mismo, los grandes problemas argentinos -inflación, corrupción, inseguridad, droga, desempleo, etcétera- nunca son nombrados, sino ignorados, gran parte de los ciudadanos no tiene inconvenientes en elegir transgredir la ley, porque no hay punición concreta para el que lo haga y porque considera que es la única vía para obtener lo que necesita.

Como lo hemos dicho ya desde estas columnas, cuando un país vive en la corrupción estructural y en la impunidad generalizada, la corrupción mata y la impunidad asesina. Un Estado ausente, y protagonista y cómplice en la transgresión de la ley, se corresponde con una sociedad permisiva y "distraída", que cada día y en los hechos acepta vivir dentro de esa corrupción, no importa las terribles consecuencias que ello implica.

Sin embargo, como señalábamos días atrás, al declarar inconstitucional la ley de reforma del Consejo de la Magistratura, la Corte Suprema ha brindado una valiente lección de constitucionalidad, civismo y defensa del republicanismo que tanto necesita aprender esta sociedad argentina para vivir en una verdadera democracia.

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