Resultan deplorables las presiones y extorsiones de un representante del Gobierno para que Coninagro se deshaga de su presidente

Sábado 22 de junio de 2013 | Publicado en edición impresa

Editorial I

Basta de atropellos

Resultan deplorables las presiones y extorsiones de un representante del Gobierno para que Coninagro se deshaga de su presidente


La aspereza que exhibía el ex presidente Néstor Kirchner contra cualquier disidencia con el estilo permanente y las ideas volubles con las cuales ejerció el gobierno desde sus comienzos, ha marcado una época. Dejará un sello sombrío por años y habrá que confiar, a fin de que se neutralicen sus remanentes más negativos, en la capacidad de los argentinos para desarrollarse en una sociedad en la que imperen, en bastante más alto grado que hasta aquí, la concordia antes que las rencillas en cadena y, a menudo, absurdas.

No ha estado a salvo de la tendencia patológica al conflicto ni Cristóbal Colón, el navegante genovés que abrió, hace más de quinientos años, el camino para el encuentro de dos mundos y para que la civilización de origen europeo que dio cuerpo y alma a esta nación floreciera en América por vía marítima, y de manera muy particular, en el vasto territorio argentino. Otros, que por igual habían llegado de afuera, lo hicieron por el estrecho de Bering.

Han sido tantas las riñas desencadenadas en diez años por la vocación camorrera de la Casa Rosada que resulta ímprobo recordarlas a todas en su azaroso y enciclopédico anecdotario, con capítulos parroquiales, unos, y de empinado relieve internacional, otros. Desde el Gobierno se llegó a criticar, sin el menor freno diplomático, incluso al ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias -ex ministro de Economía, también, del Uruguay-, cuyo temperamento dócil y apaciguador por naturaleza ofrecía tantos blancos para la confrontación personal, que eludió por cierto, en busca del diálogo y la moderación.

En los últimos tiempos, una de las embestidas de mayor repercusión, aunque no como único objetivo del sulfúrico comportamiento de los funcionarios más apegados a los altos mandos oficiales, ha sido otra figura señalada por la bonhomía de carácter, aunque de igual modo por la defensa ahincada de los principios que le ha tocado defender: Carlos Garetto, presidente de Coninagro.

Un grupo de diputados nacionales procedentes de diversas fuerzas políticas ha presentado, precisamente, un proyecto de declaración para que la Cámara baja haga comparecer al presidente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), Patricio Griffin, quien ha sido denunciado por presionar a las principales cooperativas integrantes de Coninagro a fin de que promuevan el alejamiento de Garetto a cambio de favores oficiales. o de implícitos castigos.

Rebela la conciencia republicana, y hasta el mínimo sentido sobre la honestidad para representar los intereses generales de la ciudadanía, que las influencias del Estado se ejerzan para bajezas de la naturaleza expuesta con fuertes críticas por las conducciones del movimiento agropecuario argentino. Son los mismos atropellos que se han cometido a fin de privar a la prensa independientes de su principal sostén económico, como lo es la publicidad privada.

Es inadmisible que quienes contribuyen a diario con eficacia y tesón a la riqueza nacional, como las autoridades de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) o las de Agricultores Federados Argentinos (AFA), hayan debido dedicar horas y horas, en el último mes, a debatir de qué manera resistir las presiones oficiales por el caso Garetto. Ambas entidades están a la cabeza, por dimensión y generación de recursos, del cooperativismo argentino.

¿Es posible tolerar en silencio que en un país supuestamente democrático se coloque a las instituciones privadas en la humillante instancia de resolver si se desentienden o no de un representante genuino, de una personalidad cuyos valores personales están por encima de muchos de los figurones oficiales que quieren un país sin justicia independiente, para estar a salvo de la ley e imponer la arbitrariedad de sus reglas propias a los insumisos, y sin una prensa reacia a preguntarle al Gobierno lo que debe decir u omitir?

Reconforta por eso la solidaridad con el presidente de Coninagro manifestada por otras entidades gremiales del campo y el temple de ánimo con el cual el mismo Garetto se ha expresado en el trance por el que le toca atravesar. Situaciones de este tipo resultan habituales en contextos ajenos a la democracia, allí donde ésta rige de verdad, pero no donde se cacarean con hipocresía política y codicia material los derechos humanos.

Confiemos, entonces, en que la Cámara de Diputados apruebe el proyecto legislativo recientemente presentado. Urge acabar con tanto atropello.

La Nacion

No hay comentarios.:

Publicar un comentario