El votante engañado en el sueño presidencial

Domingo 25 de agosto de 2013 | Publicado en edición impresa

Punto de vista

El votante engañado en el sueño presidencial

Por Pablo Mendelevich  | Para LA NACION



Hace dos años, luego de que Mauricio Macri obtuviera en primera vuelta el 47 por ciento de los votos, Fito Páez escribió aquella famosa columna en Página 12 en la que venteaba su sentimiento de asco respecto de la mitad de los porteños. Se produjo entonces un fenómeno curioso: el revuelo poselectoral resultó mucho más interesante que el debate preelectoral. La neutrónica descalificación y la tibia reacción oficialista parecieron decir que el kirchnerismo ajustaba el respeto a las reglas de juego y a los rivales según ganara o perdiera.

Aunque ahora nadie se declaró asqueado con quienes en las primarias no votaron candidatos del Frente para la Victoria, Cristina Kirchner repitió el mecanismo de reinterpretar el juego una vez que los resultados estuvieron a la vista. Tres días después de las elecciones, ella sostuvo que los candidatos de las listas opositoras eran "suplentes" o "gerentes" puestos por las corporaciones y trató a una parte del electorado -la que no votó por el Gobierno- de estar a merced de los medios.

Interpretar que quiso advertir que tres de cada cuatro argentinos carecen de libre albedrío suena osado. Sin embargo, el miércoles pasado la Presidenta reafirmó la idea de las masas desinformadas y engañadas. Fue durante la inauguración de las dos grandes represas de Santa Cruz, en el mismo discurso en el que se explayó sobre el proceso licitatorio, redefinió al empresario K y habló del modelo concéntrico de la Argentina, la venta de autos usados, los turistas que van al exterior, las deudas, el primer auto de su papá, el cumpleaños de su suegra y lo bien que está nuestro país cuando se lo compara con Australia y Canadá. Capítulo, este último, que algunos tuiteros amigos del desánimo pusieron en línea con la idea de Menem de llegar a Japón en una hora a través de la estratosfera.

Justamente cuando terminó de verter una catarata de cifras y porcentajes argentinos, australianos y canadienses (excluidas, entre otras, las comparaciones sobre inflación), Cristina Kirchner dijo: "Si todos los argentinos se interesaran y averiguaran un cachito más serían menos engañables, menos influenciables y podrían tomar determinaciones con mayor tranquilidad, mayor libertad y ¿saben qué?, nadie podría meterles el perro. ¿Saben con lo que yo sueño? Con una Argentina que esté lo suficientemente bien informada, por lo menos la mayor parte de su población, para que nadie vuelva a meterles el perro como se lo han metido durante muchísimas oportunidades, haciéndoles creer que tenía cuatro patas, ladraba y movía la cola, pero en realidad no era perro sino que era un gato".

En síntesis: la mayor parte de la población está mal informada, por eso le meten el perro y no puede tomar sus "determinaciones" (¿electorales?) con suficiente libertad. Pero la Presidenta no dijo cómo alcanzará su sueño. Tal vez convenga que sea menos lacónica, que haga más cadenas nacionales, con discursos no tan breves, aún más omniscientes, y que multiplique la inversión estatal en medios propios y propaganda, porque está visto que con sólo 4000 millones al año no basta. Además, claro, de acallar de una vez a los medios de las corporaciones, que no sólo ocultan los resultados de la Antártida, sino lo bien que está el país al lado de Australia y Canadá.

Fito: estás perdonado

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