La Presidenta, cada vez más ella

Lunes 26 de agosto de 2013 | Publicado en edición impresa

El escenario

La Presidenta, cada vez más ella

Por Carlos Pagni | LA NACION



Desde que se celebraron las primarias, Cristina Kirchner ha intentado reformular su campaña. El empeño parece, al menos por ahora, poco promisorio. Hasta Daniel Scioli, resignado portaestandarte del kirchnerismo, lo admitió al decir que "hay que tratar de que el Gobierno termine de la mejor forma posible". Frente a esa hipótesis pesimista, la Presidenta busca un blindaje judicial que la ponga a salvo de una crisis.

El proselitismo de la Casa Rosada sigue mostrando las deficiencias que le reprochan sus propios seguidores. No sólo, como explicó Mario Ishii, carece de un comando unificado. Ni siquiera la publicidad fue corregida. No hace falta ser experto para advertir que "Elegir seguir haciendo" es un eslogan pésimo. Gramática I: jamás tres verbos juntos.

El Frente para la Victoria desaprovecha recursos humanos. Después de sumar a Scioli, lo licuó con aquello que él, se supone, venía a mejorar. El naranja que invadía toda la provincia fue sustituido por el blanco, azul y negro. Scioli es un peón más de la reina. Igual que Martín Insaurralde.

Tampoco mejoró la selección del adversario. Aunque alienta las campañas de Francisco de Narváez, Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín, la señora de Kirchner no puede abandonar su obsesión por Sergio Massa. Los que no la quieren saben gracias a ella cuál es el verdugo más eficaz. En vano Jaime Durán Barba, su desinteresado asesor cada vez que Mauricio Macri no compite, le sugirió en una entrevista con Perfil que elija el amor en vez del odio. Es decir que presente a Massa como un candidato oficialista, "rodeado de aplaudidores". La recomendación sólo consiguió inquietar a Jorge Macri, que en cualquier momento se hará llamar Jorge Massa.

Si estas continuidades empeoran el panorama, las innovaciones narrativas de la Presidenta no prometen nada nuevo. La más llamativa es la comparación de la Argentina con Canadá y Australia. Para comprender por qué esta propuesta es relevante hay que olvidar que se trata de una fabulación y prestar atención a su lógica. Cristina Kirchner ya no hace la apología de sí misma cotejando el presente con la catástrofe del año 2001. Su nueva referencia es la situación actual de otros países. Horacio González diría que pasó del eje diacrónico al corte sincrónico. La defensa del Gobierno se debilita por una razón sencilla: casi todos los votantes tienen memoria del año 2001. Pero muy pocos tienen experiencia de cómo se vive en Australia o Canadá. Aun si la comparación fuera sensata, sería estéril, por referir a algo intangible. La Presidenta cae en la impotencia en que estaba la oposición cuando argüía que hay países que están mejor que la Argentina porque crecieron igual, pero con menos inflación.

Detrás de este giro retórico se esconde la deficiencia central del oficialismo. Disminuyen los votantes que agradecen al Gobierno haber liberado al país de una tormenta y se multiplican los que temen estar siendo conducidos hacia un nuevo torbellino. Imposible conjurar esa percepción con estadísticas. Mucho más si son disparatadas. A Cristina Kirchner le rinde cada vez menos hablar del pasado. Y es inútil cotejar la cotidianeidad local con la de países exóticos. Esas martingalas resaltan el delicado drama de la Presidenta: carece de una imagen confiable del futuro.

Para agravar la encrucijada, hay un fenómeno que aleja a la señora de Kirchner de la posibilidad de superar el desafío: para muchos argentinos, la política económica no se ha agotado todavía. La consultora Wonder, que hace investigaciones de consumo, descubrió que el 57% de los votantes de Insaurralde cree estar mejor que un año atrás y el 35% siente que está igual. En cambio, el 47% de los votantes de Massa piensa que está peor, y el 37%, igual. El 52% de los que prometen votar a Insaurralde apuesta a que la economía el año próximo estará mejor y el 42% dice que seguirá igual. Para los votantes de Massa, el mañana es muy distinto: el 85% cree que empeorará.

La Presidenta se dirige al universo electoral que valora la continuidad, pero carece de propuesta para los que piden cambios. Se advirtió en el simulacro de diálogo multisectorial montado en Río Gallegos. La trampa más notoria fue la ausencia de Guillermo Moreno. ¿Qué valor tendrá un compromiso si no está suscripto por el ejecutor del 90% de las decisiones económicas? No hay acuerdo que pueda volverse vinculante sin Moreno. Además, los empresarios y sindicalistas ya saben que Cristina Kirchner apela a esas reuniones sólo para sumar votos. Entre 2010 y 2011 engatusó a Ignacio de Mendiguren con la posibilidad de un consejo económico y social. Una vez que ganó con el 54%, en una reunión en el hotel Hilton, Mendiguren le recordó la promesa. Y ella contestó: "¿Una mesa en la que están sentados todos? Ni soñando". En Santa Cruz, el cinismo tuvo doble mano. Los hombres de negocios y los sindicalistas que podrían haber hecho reclamos no fueron invitados. Eduardo Eurnekian, Jorge Brito o Gerardo Martínez saben desde hace tiempo que es peligroso disentir. Si algún día la Presidenta quiere saber, en serio, lo que piensan, es mejor que hable con Massa, Macri o Scioli.

Una de las novedades más importantes con las que se encuentra Cristina Kirchner es que dentro del 85% que cree que las cosas van a empeorar está la dirigencia del PJ. Quienes esperan que les muestre un horizonte persuasivo son los que la siguen, no los que la critican. La demanda de explicaciones aflora en el peronismo. Sobre todo entre gobernadores e intendentes que temen ser derrotados por la falta de soluciones económicas.

Un sagaz economista se pregunta: "¿La Presidenta se verá forzada a hacer el ajuste que necesita el próximo gobierno o el próximo gobierno se verá obligado a hacer un ajuste que quizás resucite a la Presidenta?". Ella apuesta a lo segundo. Pero la dirigencia peronista pretende lo primero. Sobre todo Scioli, que ayer habló por boca de su aliado Jorge Yoma: "O Cristina cambia o va a tener que dejar el Gobierno".

Yoma corroboró las pesadillas que el general César Milani, jefe del Ejército "nacional y popular", inculca en la señora de Kirchner. Los peronistas, sobre todo los que perdieron las elecciones, responderán a la obstinación con distanciamiento. De un momento a otro, alguien abrirá la sede partidaria de Matheu 130 y, plumero en mano, sacará las telarañas. Varios gobernadores esperan que Scioli, presidente del PJ, convoque al Consejo Nacional después de octubre. Scioli ya aconsejó para 2015 una interna partidaria.

La Presidenta verá en esta jugada un vaciamiento pergeñado por los "dueños de la pelota". Por esta razón, Carlos Zannini pretende que la jueza electoral María Servini de Cubría encuentre alguna excusa reglamentaria e intervenga el partido.

Para acorazar a su jefa frente al apocalipsis previsto por Yoma, Zannini espera también que los camaristas Ballestero, Freiler y Farah anulen en la causa Ciccone las declaraciones de Laura Muñoz, la ex mujer de Alejandro Vandenbroele, quien aseguró que su esposo era testaferro del vicepresidente. Esa medida será más urgente si aparece la filmación de un encuentro entre Boudou y Vandenbroele en el hotel Hyatt-Duhau. Para la Presidenta, la fragilidad de Boudou favorece el golpe que le preparan sus enemigos. Sobre todo si la oposición captura la presidencia de ambas cámaras. Ya lo explicó vía Twitter: ella es De la Rúa y Massa es Duhalde.

La semana pasada, las noticias judiciales fueron desalentadoras para Cristina Kirchner y el fiel Zannini. Los tribunales mantuvieron el predio de Palermo en manos de La Rural; anularon el artículo 20 de la ley del mercado de capitales, que facilitaba el avance del Gobierno sobre el Grupo Clarín y Papel Prensa, dieron de baja tres capítulos de la "democratización" judicial y frenaron el desalojo de dos pequeñas aerolíneas del aeroparque metropolitano.

La disputa seguirá hoy. LAN buscará un amparo contencioso-administrativo. El militante de La Cámpora Gustavo Lipovich, que regula las estaciones aéreas, anuló el contrato de la empresa con la concesionaria de Aeroparque -Grupo Eurnekian-. Así, Aerolíneas Argentinas, que dirige Mariano Recalde, el jefe de Lipovich en La Cámpora, tendría el monopolio del cabotaje.

El otro frente judicial es el de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, adjudicadas al empresario kirchnerista Gerardo Ferreyra. Los diputados Ricardo Gil Lavedra y Manuel Garrido (UCR) ampliarán su denuncia penal contra Julio De Vido por una información publicada por LA NACION el jueves: el vínculo entre Ferreyra y el abogado Jorge Chueco, investigado por la Justicia en la causa sobre presunto lavado de dinero que tiene como centro a Lázaro Báez.

De Vido juega con ventaja: el que salió segundo no formuló objeciones. Es Eduardo Eurnekian, último eslabón que le falta a La Cámpora para controlar por completo la aeronavegación. En Río Gallegos, además de un infeliz comentario personal, la Presidenta dedicó a Eurnekian un aforismo: denunciar arbitrariedades "no es buena conducta empresaria". Fue un buen consejo.

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