Se busca, en vano, un candidato

Editorial I

Se busca, en vano, un candidato

El lanzamiento político del hijo de la jefa del Estado demuestra el desconcierto del kirchnerismo a la hora de elegir un postulante a la presidencia


l último acto público de los más fieles adictos al kirchnerismo ha puesto de manifiesto la desorientación en que éste se debate a 14 meses de la conclusión del actual período presidencial.

En ese sentido, el lanzamiento político de Máximo Kirchner, hijo del matrimonio que ha gobernado el país desde 2003, y el impulso que ese acto persiguió dar a La Cámpora son muestras contundentes de ese desconcierto, cuyo principal objetivo es el desdén hacia otras esforzadas figuras del kirchnerismo ya lanzadas a la competencia electoral. Desde el ex canciller Jorge Taiana y el actual ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, al gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, y al presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, abundaban, aun antes del gasto realizado en el acto camporista de Argentinos Juniors, los candidatos en condiciones de hablar en nombre de un kirchnerismo ortodoxo, disciplinado y bastante representativo del actual estado de cosas. Los primeros notificados con grado de preocupación por lo ocurrido han de haber sido ellos, entonces.

Tiempo atrás, el hijo de Néstor y Cristina Kirchner había sido mencionado, en el círculo al que pertenece, como un candidato posible a intendente de Río Gallegos. Como se lo conoce por razones de habitación allí mejor que en otras partes, se conjeturó que tal vez no fuera ése el lugar más indicado para arriesgarlo. Se resolvió, pues, con la audacia habitual del kirchnerismo, habilitarle, como orador único, el micrófono amplificado de un estadio de fútbol al que La Cámpora acarreó a su gente como si se tratara de un gran desafío en la política nacional. Y ya estarían pensando en un segundo acto que lo tenga como protagonista.

La clave del discurso pronunciado por Máximo Kirchner apuntó a deslegitimar los títulos de cualquier presidente que suceda a su madre en la Casa Rosada. No de otra manera puede interpretarse la afirmación de que la cuestión de la reelección en realidad, la de la reelección indefinida "no pasa por una cuestión institucional, sino por lo que la gente quiera". Como la gente no puede querer a esta altura nada que no signifique salir por vías pacíficas e institucionales de los estragos de la inflación, la inseguridad física y jurídica, el desempleo, la pobreza, la explosión del narcotráfico, la pérdida de relieve internacional y la degradación de la enseñanza pública a los que han conducido los últimos gobernantes, el kirchnerismo ha hecho, por boca de Máximo Kirchner, el acto supremo de victimización: su madre no podrá volver a ser presidenta en 2015 porque una conspiración de opositores se lo habrá impedido. Se ha cuidado muy bien de reconocer que ésa es la regla de juego del orden constitucional, antepuesta por el compromiso cívico de los argentinos a cualquier consideración subalterna, y que sus propios padres la votaron, en 1994, durante la convención reformadora de la Constitución Nacional.

Hay un ADN político perfectamente identificable en las maniobras que quedaron a la vista en Argentinos Juniors, pero en las que subyace el debate sobre cómo preparar la retirada hacia la oposición después del 10 de diciembre de 2015. Eso se hace, al parecer, cerrando filas entre los núcleos más duros del kirchnerismo, como La Cámpora, y con desconocimiento creciente de los dirigentes, la estructura y las banderas del viejo Partido Justicialista. Entre los eslabones de aquel ADN hay uno inolvidable por los antecedentes de violación flagrante del sistema legal.

Después de haber logrado el gobernador de Santa Cruz Néstor Kirchner que se introdujera en la Constitución provincial la posibilidad de la reelección, fue por más. Y, como no consiguió acuerdo para una nueva modificación, llamó a los ciudadanos de Santa Cruz a una "consulta vinculante". Retuvo así el gobierno con el 56 por ciento de los votos y de espaldas a lo que estipulaba con claridad la Constitución provincial. A la suma de todos estos fenómenos el ex legislador frepasista Rafael Flores ha puesto un epitafio: "El kirchnerismo es incapaz de reinventarse, sólo puede copiarse a sí mismo".

Los más apresurados, entre los miembros del círculo áulico kirchnerista, hicieron notar, luego del discurso de Máximo Kirchner, que sería un excelente candidato para gobernar la provincia de Buenos Aires. Después de todo, dijeron, ha nacido en La Plata, como tanta otra gente, claro. Pero, a partir de ese momento, las elegías continuaron fermentando, al punto de haberse afirmado que es igual al padre y que el padre fue el político más brillante que ha tenido la Argentina en los últimos 30 años. El broche de oro lo ha puesto el inefable Diego Maradona, tan a mano como se encuentra para las cruzadas kirchneristas: "Es un pibe muy inteligente".

La realidad es el límite infranqueable de la mitomanía política. En la imposibilidad de postular el año próximo una candidatura presidencial que le sea de verdad satisfactoria, el kirchnerismo más duro sigue tanteando el terreno con cuanta hipótesis electoral considere propicia a lo que hasta aquí resulta ser el objetivo último de la Presidenta: obtener en las listas de legisladores ubicación para el mayor número de figuras de más probada, o probable, lealtad a fin de reagrupar fuerzas en el Congreso, y, si el ánimo todavía responde, abrir desde allí un camino hacia los siguientes comicios.

Ése es el plan de fondo, y Máximo Kirchner es el último de los instrumentos a los que se ha apelado para eso en medio de un terreno económico, social y político cada vez más adverso.

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