La revelación de Capitanich

La revelación de Capitanich

Por  |  Para LA NACION


En su catarata habitual de palabras y cifras con decimales, de vez en cuando Jorge Capitanich cuela información valiosísima independientemente de sus intenciones. Sucedió esta mañana cuando se explayó sobre el caso de Damián Pachter, el primer periodista que huye del país diciéndose perseguido en 30 años de democracia y cuyo caso obtuvo la atención de importantes diarios en todo el mundo.

Capitanich argumentó primero a favor de lo que podríamos llamar escrache de Estado, es decir la puesta de organismos y empresas bajo administración estatal al servicio de la denostación de personas. El jefe de Gabinete no explicó de qué manera el Gobierno le ordenó a Aerolíneas Argentinas publicar con detalle los movimientos planeados por quien decía que se estaba escondiendo debido a que su vida se encontraba amenazada, pero al justificar la movida certificó que intervino en ella toda la sabiduría de la Casa Rosada para resolver esta clase de problemas.

Capitanich no aclaró si las aerolíneas extranjeras deberán informarle también a todo el mundo sin orden judicial -sólo mediando un telefonazo de la Casa Rosada- destino, día y hora de los billetes de pasajeros a los que el Gobierno desee fastidiar, por ejemplo, los que se proclamasen perseguidos y fueran meros perejiles. Lo que quedó claro es que para quien esté amenazado el servicio de Aerolíneas Argentinas resulta excesivamente completo. Para huir conviene comprar boletos en otras líneas.

Si la población no colabora, el Gobierno no tiene forma de saber qué hace cada espía, porque los espías sí son secretos

La revelación de Capitanich, de todos modos, sólo llegó cuando dijo que si efectivamente el periodista amenazado le había tomado una fotografía a quien lo venía siguiendo debió haberla publicado para que el Gobierno pudiera verificar si se trataba o no de un agente de inteligencia. A confesión de parte, relevo de pruebas: lo que parece estar diciéndonos el jefe de Gabinete es que el Gobierno no sabe si quien estuvo siguiendo y amedrentando a Pachter es un agente orgánico, un inorgánico o acaso un tercerizado.

Si la población no colabora, el Gobierno no tiene forma de saber qué hace cada espía, porque los espías sí son secretos. Antes de descalificar a quien que le había hecho la pregunta diciéndole que trabajaba para un medio "opositor" (desvirtuación que pretende menoscabar el profesionalismo en un universo excluyente de militantes) el jefe de Gabinete sentenció que "en la República Argentina hay plena seguridad para todos los periodistas". Dedicó la mayor parte del tiempo a desacreditar Pachter, ya fuera con el argumento de que no retornó a la redacción del Buenos Aires Herald, el diario en el que trabajaba, o que no buscó la protección del grupo Ámbito Financiero, flamante dueño de esa publicación, que bajo la dirección del valiente periodista británico Robert Cox supo ser uno de los principales denunciantes de las atrocidades de la dictadura. Hoy es otra historia. Cristina Kirchner al parecer no sabe que el diario en inglés integra el aparato de medios oficialista ("creo que nadie podrá acusar al periódico de habla inglesa de ser un medio afín o cooptado por el Gobierno", escribió a propósito de una cita, hace pocas horas, en su segunda carta, la que trae la versión de Nisman asesinado), pero Pachter sí. Y por algún motivo no sintió que sus jefes le iban a dar la contención que él esperaba.

Pachter es un periodista muy joven, no demasiado conocido, que tuvo la habilidad de dar una primicia, nada menos que la muerte de Nisman, cosa que hizo a través de su cuenta en Twitter. Tal vez no siguió los protocolos ideales del periodista amenazado. Tal vez magnificó el peligro, quién sabe, y apresuró la drástica decisión de autoexiliarse. Pero lo extraño no son las cualidades de la víctima, cualesquiera fuesen, sino la reincindencia oficial


http://www.lanacion.com.ar/1763275-la-revelacion-de-capitanich

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