El regreso del Rey Dólar
Por Emilio Cárdenas | Para LA NACION
s temas centrales acaparan la atención -y las preocupaciones- de los operadores económicos en los principales mercados del mundo. Primero, la fuerte caída de los precios internacionales del petróleo crudo. Segundo, la vertiginosa revalorización de la moneda norteamericana. Del primero, ya hemos hablado desde estas mismas columnas. Nos ocuparemos entonces del segundo.
El dólar acaba de alcanzar su nivel más alto de los últimos once años. En rigor, desde septiembre de 2003. Desde junio pasado hasta el fin del año 2014, el dólar se revalorizó un 13% contra el euro y un 15% contra el yen. El primer día del año, como confirmando esta tendencia, la moneda norteamericana se revalorizó un 0,8% adicional.
Contra el euro, concretamente, el dólar está ya en su valor más alto de los últimos cuatro años y medio. Hay pronósticos que sugieren que para fines de 2015, el euro valdría unos 1,15 dólares. Pero los hechos -esto es, el rápido deterioro del euro- están comenzando a sugerir que la revalorización del dólar podría hasta ser algo mayor y, quizás, también algo más rápida.
La economía norteamericana se ha consolidado mejor que las demás economías importantes del mundo
Como a mediados de los 80, o a fines de los 90, el dólar ha vuelto entonces a ser codiciado por los inversores. En esencia, porque la economía norteamericana se ha consolidado mejor que las demás economías importantes del mundo. A punto tal, que el 2014 ha sido el mejor año de la economía norteamericana en lo que hace a creación de empleo desde 1999. Agregó unos 2,7 millones de puestos de trabajo y, por ello, la tasa actual de desempleo de los Estados Unidos es de apenas un 5,6%. Casi normal. Cuando históricamente el dólar se fortaleció, los precios de las materias primas que se comercializan en dólares cayeron, como sucediera con el petróleo que en 1998, con un dólar alto, cotizara en torno a los 10 dólares el barril.
Ocurre además que, simultáneamente, la economía china se ha desacelerado, estimándose que este año crecerá al 7% de su PBI. Lo que supone una disminución de sus compras de materias primas en el exterior que ya es evidente. Y que Europa -después de siete años de anemia- sigue flotando en las puertas mismas de la recesión, circunstancia que afecta a nada menos que el 17% de la producción del mundo. Esto alimenta temores de que sobrevenga uno de los males más complejos y destructivos de la economía: la deflación, fenómeno que a todos preocupa. Las sanciones económicas impuestas a la Federación Rusa por su audacia en la anexión ilegal de Crimea y Sebastopol alimentan, aún más, la caída de los niveles europeos de actividad económica.
Como si lo antedicho fuera poco, Japón no consigue volver a crecer a través de estimular el consumo y apostar a vivir con una inflación del 2% anual. Esto pese a los denodados esfuerzos que para ello han puesto coordinadamente en marcha el premier Shinzo Abe y el propio Banco de Japón.
Japón no consigue volver a crecer a través de estimular el consumo y apostar a vivir con una inflación del 2% anual
Por ello, más allá de los Estados Unidos, la sensación en los mercados es de fragilidad. La mayoría de los países emergentes -ahora aletargados- parece haber perdido el dinamismo. Por esto, los flujos de inversión hacia ellos se han debilitado y, en buena medida, han regresado a los Estados Unidos, en busca de seguridad. Este cambio de rumbo tiene lugar en volúmenes que no se detectaban desde fines de los 90.
La revalorización del dólar norteamericano que aquí describimos tiene ciertamente consecuencias. En primer lugar, para los países importadores de petróleo, limita los beneficios de la caída de los precios internacionales de los hidrocarburos. Ocurre que el crudo cotiza en dólares. Enseguida, golpea a quienes tienen deudas expresadas en dólares, las que deben atender en función de ingresos en otras monedas, cuando de comprar los dólares se trata. A la tasa de interés de los pasivos cabe entonces adicionar el costo de la revalorización del dólar. Quienes no aprovecharon la posibilidad de cancelar sus pasivos en dólares antes de que comenzara el proceso de revalorización de la moneda norteamericana se lamentarán seguramente de no haberlo hecho.
También se escucharán lamentos por parte de aquellos países que disminuyeron sensiblemente la proporción de sus reservas que mantenían en dólares. Como sucediera con el ineficiente gobierno de Venezuela, que además cometió el desatino de posicionarse -en mal momento- sustancialmente en oro, generando así una importante pérdida adicional.
Cuando se supone que la autoridad monetaria de los Estados Unidos comenzará a aumentar pausadamente las tasas de interés del dólar -probablemente en el tercer trimestre de este año- el tema de la revalorización del dólar, después de atravesar nada menos que un período de seis años con tasas cercanas a cero, adquiere más complejidad aún.
Los inversores institucionales internacionales aumentaron sus inversiones en dólares de modo significativo
Por esto, a lo largo del año 2014, los inversores institucionales internacionales aumentaron sus inversiones en dólares de modo significativo. Aproximadamente en un 37%, respecto del año anterior. También por ello los bancos centrales de los principales países del mundo aumentaron la proporción de las reservas que -en promedio- mantienen en dólares. De un 60% el año pasado, a un 62% en la actualidad. En contrapartida, la proporción de esas mismas reservas que mantienen en euros disminuyó, del 24% al 22% actual.
Es evidente que la revalorización de la moneda norteamericana le quitará competitividad a las exportaciones de su país que de representar -hace seis años- un 4% del PBI norteamericano, suponen hoy casi el 15% del PBI de los Estados Unidos. Y presumiblemente cercenará en alguna medida los flujos turísticos que se dirigen hacia el país del norte, que son del orden de unos 200 billones de dólares anuales.
La revalorización del dólar es una realidad que presumiblemente ha llegado para quedarse, por lo menos durante 2015. Salvo sorpresas de magnitud. Porque lo cierto es que ninguna economía en este mundo globalizado puede considerarse absolutamente inmune a los temblores que de pronto llegan desde el exterior. Particularmente cuando éstos son fuertes y duraderos.
Para evitar los remezones, los bancos centrales deberían tratar de actuar con un mínimo de coordinación y previsibilidad. De lo contrario, la estabilidad puede, de pronto, tornarse un bien escaso y ser reemplazada por un ambiente peligroso por su alta volatilidad
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