Con los argumentos de una dictadura

Con los argumentos de una dictadura

Por   | Para LA NACION


Decía Walter Benjamin que las cosas revelan su verdadera índole al final de sus días. Si esto es cierto, el régimen del peronismo kirchnerista nos está dando la razón a quienes desde 2003 nos negamos a confundirlo con una democracia. Y dije "régimen del peronismo kirchnerista" y no "dictadura", ya queel kirchnerismo combina elementos democráticos con dictatoriales en un imaginativo collage cuyas figuritas descascaradas siguen cayéndose del mural. De un lado, el voto popular, la legitimidad de origen y un cierto espacio -cada vez más limitado- para las libertades individuales. Del otro, la concentración del poder en una sola persona; el culto a la personalidad; el intento de disolución fáctica del Parlamento y la Justicia como poderes independientes; el sistema policial de espionaje contra la prensa independiente, la Justicia y la oposición; la autoidentificación del Gobierno con el Estado y la patria; el omnipresente aparato de propaganda; el totalitarismo del "vamos por todo" y la consigna de partido único sobre la que todo esto se ha construido: "Sólo el peronismo es capaz de gobernar".

El caso Nisman ha mostrado todos estos dispositivos al desnudo, así como la bajeza de quienes los administran, y añadido a esta larga lista un elemento más, característico de toda dictadura: quien desafía al poder muere violentamente. Finalmente, no contento con la reintroducción de los servicios de inteligencia como actores políticos centrales, insatisfecho con las marchas y contramarchas del relato y con los aprietes de todo tipo que ha ejercido en estos días, el kirchnerismo ha añadido el insulto a quienes -fiscales, ciudadanos, intelectuales, periodistas, dirigentes políticos- han convocado a una marcha pacífica, silenciosa y sin consignas partidarias. Sus razones, también, son las de una dictadura.

Abrumado por una realidad inesperada en la que sólo es capaz de convocar usurpando fiestas patrias y organizando recitales, dolorido aún por los millones de argentinos que salimos a la calle en 2012 y acabamos con su proyecto de re-reelección, el peronismo kirchnerista ha descalificado preventivamente a quienes marcharemos hoy para pedir verdad y justicia para Nisman, para las víctimas de la AMIA y para todos. Sus argumentos recuerdan, uno por uno, a los que esgrimió la peor de las dictaduras frente a las organizaciones de derechos humanos. Primer argumento: el crimen no existió, o no es adjudicable al Gobierno, o ha sido cometido contra el Gobierno ("Los desaparecidos se mataron entre ellos o están de vacaciones en Europa", "Hay una campaña antiargentina", se decía entonces; "Nos tiraron un muerto", se dice ahora). Segundo argumento: la víctima es responsable de lo que le pasó ("Algo habrán hecho", entonces; "Se suicidó porque su denuncia era muy débil", hoy). Tercero: la descalificación de la protesta por ser "política", curiosamente esgrimida como disvalor por quienes pocas semanas atronaban con "volvió la política", uno de los grandes hits de la década ganada. Cuarto: la criminalización de los convocantes como traidores detrás de los cuales se esconden intereses antinacionales (la Unión Soviética y el comunismo internacional, en los años 70; la CIA, el Mossad, Israel y los Estados Unidos, hoy). Quinto: la indigna acusación de "usar los muertos para hacer política"; ejercida desde la jefatura de un movimiento que ha hecho de sus muertos, de sus funerales y de la hora en que han pasado a la eternidad una razón de Estado, y de un gobierno que ha usado partidariamente a los desaparecidos durante doce años, sin detenerse ante nada.

Significativamente, las razones de quienes marcharemos hoy también son similares a las que esgrimieron las Madres de Plaza de Mayo en aquellos años en que se constituyeron como la referencia moral de este país. Defensa de la vida frente a la violencia del Estado. Verdad. Justicia. Memoria. Nunca Más.

Marchemos, pues, en silencio. Sin banderas partidarias ni consignas ofensivas. Y estemos firmes pero atentos a no caer en las provocaciones y la violencia de posibles infiltrados. Que de las acusaciones de golpismo se hagan cargo quienes se han encargado de destituir todos los gobiernos no peronistas del último cuarto de siglo.

Pacíficos, justos, vivos; de Plaza Congreso a Plaza de Mayo y en todas las grandes plazas del país; marchemos por la vida, por la justicia, por la paz.

El autor es ex diputado nacional y miembro fundador de Democracia Global





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