Las singulares razones de Rafecas

Sábado 28 de febrero de 2015 | Publicado en edición impresa

El escenario

Las singulares razones de Rafecas

Por Carlos Pagni | LA NACION



Al rechazar la denuncia de Alberto Nisman, el juez Daniel Rafecas
alejó a Cristina Kirchner de dos hogueras. No sólo negó que la
Presidenta haya encubierto el atentado contra la AMIA. De un modo
menos directo, y tal vez involuntario, también la desvinculó de la
hipótesis según la cual el Gobierno estuvo detrás de la muerte del
fiscal. Sencillo: al dictaminar que la denuncia de Nisman era
insostenible, refutó uno de los posibles motivos de su deceso. Porque
si las imputaciones eran disparatadas, ¿para qué quitarle la vida?

Las razones de Rafecas para prestar esos servicios pueden ser
complejas. Es posible que la más determinante haya sido que, para él,
el planteo de Nisman tenía severas inconsistencias. Especialistas
prestigiosos con los que este juez suele identificarse -Zaffaroni,
Maier, Arslanian, Moreno Ocampo- sostuvieron esa tesis. Subrayaron que
Interpol desmintió que Héctor Timerman haya pedido alguna vez el
levantamiento de las alertas rojas contra los acusados iraníes. Al
revés, informó que en varias oportunidades Timerman aclaró que, contra
lo que sostenía el régimen de Ahmadinejad, eso no era materia del
acuerdo. También advirtieron que el agente Allan Bogado había sido
denunciado por la Secretaría de Inteligencia como falso espía. Y, en
la línea de lo que afirmó Antonio Stiuso ante Viviana Fein,
descartaron que las conversaciones entre D'Elía, Esteche y Khalil
involucraran a funcionarios del Gobierno.

Quiere decir que, para Rafecas, las imputaciones de Nisman carecían de
valor penal. Apenas tendrían, llegado el caso, algún mérito
historiográfico. Es curioso que para sostener ese argumento también él
haya plagado su escrito de consideraciones políticas y confesiones
personales. En este aspecto, Rafecas imita y supera a Nisman. El juez
sostiene, por ejemplo, que la señora de Kirchner no podría ser
cómplice de los iraníes porque es "una figura política que a lo largo
de veinte años de trayectoria ha sido consecuente en la búsqueda de
proveer verdad y justicia". La excusa es casi tan insólita como
afirmar que Timerman está libre de culpa por ser judío. Una condición
que para el rabino Sergio Bergman, por ejemplo, en vez de impedir,
agravaría el comportamiento atribuido al canciller por Nisman.

Si se hicieran pasar esas manifestaciones de obsecuencia por la lupa
con que el filólogo Aníbal Fernández analizó la denuncia de Nisman, se
podría concluir que también a Rafecas le escribieron el dictamen. Es
lo que sugiere la orden de habilitar una feria cuya finalización había
ocurrido 26 días atrás. Es decir, cuando el magistrado estaba de
vacaciones. Con otra curiosidad: como demostró en esta causa María
Servini de Cubría, no es frecuente que se interrumpa la feria para
dictar una absolución. Trivialidades. Para Rafecas son trivialidades.
Ayer aclaró que trabajó en soledad y sin presiones.

Hay otros rasgos inesperados en el fallo. En una serie de reflexiones
encabezadas con la frase "en lo personal?", el juez necesita recordar
su lucha contra el antisemitismo, que iguala a la de Nisman. Después
aprovecha el expediente para enviar sus condolencias a la familia del
colega muerto.

Los esfuerzos que hace allí Rafecas por salvar la imagen de Nisman
contribuyen a una confusión. Nisman fue el denunciante, no el fiscal
del caso. El encargado de la acusación es Gerardo Pollicita. Es a él a
quien el juez debe refutar. En otras palabras: aun cuando su
presentación fuera un exabrupto político, no había por qué pedir a
Nisman una fundamentación exhaustiva del crimen que estaba
describiendo. Tampoco Pollicita la ofreció: apenas pidió que se
estudie la acusación a la luz de nuevas pruebas.

Es curioso que, entre los muchos caminos que tenía, Rafecas se haya
negado a abrir la investigación. Podría haberse excusado de intervenir
en el caso. Tenía un motivo razonable: en 2011, en la Hebraica, afirmó
que "Irán financia organizaciones antisemitas" y que "D'Elía no es
ajeno". A propósito: ¿no es raro que D'Elía no haya aprovechado este
antecedente para recusarlo?

Rafecas también podría haber delegado la pesquisa en el fiscal, como
hizo cuando tuvo que juzgar a Amado Boudou en el caso Ciccone. Pero
prefirió cortar de cuajo toda sospecha. Ahora corresponde a la Cámara
Federal evaluar si esa opción fue la correcta. Si los camaristas no lo
hacen, se notará más la brecha que existe en Tribunales. Para ponerlo
en términos de Cristina Kirchner: en el golpe judicial comienzan a
aparecer "rebeldes" y "leales".

Sin embargo, en un fuero como el federal penal de la Capital, en el
que buena parte de las decisiones se explican por factores ajenos a
los expedientes, conviene recordar el contexto en el que Rafecas
decidió sobre la Presidenta. El dato más obvio es que tuvo que
resolver la situación de una imputada que está en condiciones de
sacarlo de la Justicia desde el Consejo de la Magistratura. Un detalle
que, según él, no lo incomodó. Aun cuando allí esté acusado por cerrar
una causa en la que se denunciaban subsidios arbitrarios a productores
cinematográficos que beneficiaron a su hermano. Entre otros cargos.

También hay que consignar que Rafecas protagoniza un feroz
enfrentamiento con los abogados Darío Richarte y Diego Pirota, de
estrecha relación con Stiuso, el espía en quien abrevaba Nisman. Esa
enemistad nació en los albores del kirchnerismo, cuando Rafecas
vapuleó a Fernando de la Rúa y, sobre todo, al ex jefe de la
Secretaría de Inteligencia (SI) Fernando de Santibañes en el juicio
por las coimas del Senado. Esa embestida era avalada por Alberto
Fernández, uno de los promotores del ingreso de Rafecas en la
Justicia. Richarte y Pirota, que eran colaboradores de Santibañes en
la SI, terminaron siendo sus abogados.

Durante el proceso ocurrió un hecho extravagante. En una audiencia con
el juez, uno de los senadores acusados le explicó: "Doctor, sobre
nosotros se dicen infamias. Igual que sobre usted, que está acusado de
cobrar 600.000 dólares por dar prisión domiciliaria a dos
narcotraficantes serbios". Cayó el telón.

Un larguísimo pasaje de la absolución a De la Rúa y Santibañes condenó
la conducta de Rafecas en aquel procedimiento. A raíz de esas críticas
se abrió una causa contra él en el juzgado de Luis Rodríguez. Es el
magistrado al que recurrieron Stiuso y Sandra Arroyo Salgado, la ex
esposa de Nisman, para denunciar amenazas.

Otra consecuencia de aquel caso es que algunos radicales se la tienen
jurada a Rafecas. Bastaría que coincidieran con el kirchnerismo en el
Consejo para que el juez quede desplazado.

Para cerrar el círculo hay que mencionar que Richarte y Pirota fueron
los abogados de Boudou delante de Rafecas. El encono con ellos
volvería coherentes dos actuaciones en apariencia contradictorias: la
persecución a Boudou y el perdón a la Presidenta.

El entorno de la decisión que favoreció a la Presidenta vuelve a
advertir sobre un fenómeno inquietante que se verifica en la Justicia
en su relación con la política: la culpabilidad y la inocencia no
siempre dependen de las pruebas. La mayoría de las veces son el
resultado de una azarosa guerra de facciones. Pero Rafecas dice que
ése no es su caso

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