El conflicto le vuelve a dar aire al kirchnerismo

Sábado 28 de febrero de 2015 | Publicado en edición impresa

Empresarios & CÍA

El conflicto le vuelve a dar aire al kirchnerismo

Por Francisco Olivera | LA NACION



Ni siquiera en su momento político de mayor esplendor, cuando una
parte del kirchnerismo llegó a soñarlo como candidato o compañero de
fórmula presidencial para 2015, Axel Kicillof quiso dejar volar
demasiado la imaginación. "Lo que yo quiero es quedar en la historia
como un buen ministro de Economía", viene diciendo desde el año
pasado. Es cierto que queda poco tiempo y que, a pesar de los
esfuerzos discursivos de la Presidenta, la situación parece
inquietante por donde se la mire: el país está en default, en
recesión, la inflación sigue entre las más altas del mundo, hay cepo
cambiario pese a haber tenido los términos de intercambio más
favorables en cuatro décadas, déficit fiscal comparable a lo peor de
los años 90 y una caída en la inversión del 11,3% acumulado en 2014.

Por lo menos hasta la muerte de Nisman, cuando todavía se hablaba aquí
mayoritariamente de economía y no de temas policiales, Kicillof tenía
la idea de que el Gobierno debería reconciliarse con la comunidad de
negocios internacional si pretendía una reactivación real. Ese anhelo
lo sorprende a veces entre el prejuicio y la desconfianza. A fin de
año, cuando convocó a un empresario para consultarlo sobre cómo veía
la situación, y éste le contestó que nunca se podría lograr un
verdadero despegue sin acordar con los holdouts, le dio la razón a
medias. "Es verdad. Pero no es fácil. Fijate lo que quisieron hacer
los hijos de puta de los bancos en junio: lo tenían todo arreglado
para ellos."

Kicillof no es un dirigente que prefiera vivir del conflicto. La
semana pasada, mientras Cristina Kirchner azuzaba desde los atriles a
la Unión Industrial Argentina (UIA) por la discusión que desencadenó
el acuerdo con China, él mismo se comunicó por teléfono con José
Ignacio de Mendiguren, secretario de la entidad, que estaba de
vacaciones en Aspen, para aclararle que los portales de noticias lo
estaban malinterpretando y que nunca se había referido a él como
"payaso".

En eso, hay que reconocerles a muchos funcionarios un carácter
distinto al de la Presidenta de la Nación: suelen ser menos belicosos
cuando no están delante de ella, única interlocutora a quien
verdaderamente parecen dirigirse cuando hablan en público. El caso
paradigmático es Julio De Vido. "¿Ustedes piensan que, con lo que son
los sindicatos argentinos, hay lugar acá para que el acuerdo con China
permita contratar mano de obra asiática?", intentó tranquilizar el
arquitecto el martes en la Cámara de la Construcción, donde tampoco se
oyó un solo reproche hacia él. Había sido agresivo dos semanas antes,
durante la reunión con la cúpula de la UIA en la Casa Rosada,
apuntalado por Carlos Tomada, Débora Giorgi, Kicillof y Capitanich.
Viejo y fiel escudero, el ministro de Planificación sabe adaptarse a
cualquier nueva configuración del kirchnerismo. Un instinto de
supervivencia que transmitió con pedagogía a José María Olazagasti, su
secretario privado, artífice de un gran despegue personal: acaba de
asegurarse un cargo en la nueva Agencia Federal de Inteligencia.

La falta de empatía del establishment no es con los cortesanos, sino
con Cristina Kirchner, que parece recabar vitalidad en cada contienda.
Una capacidad que vuelve inimaginable, por ejemplo, cómo podría ella
asimilar el día en que, alejada del cargo, deje de encontrar críticas
en los diarios, a los que sigue recibiendo en papel. El kirchnerismo
cobra sentido de sí mismo en cada recuperación política. No es casual
que Ricardo Forster haya fechado el nacimiento del proyecto nacional y
popular en la pelea agropecuaria de 2008 ni que el Gobierno quiera
hacer mañana de la Asamblea Legislativa una gran epopeya
reivindicatoria.

Cada una de las últimas crisis es hija de este ADN. Nadie le ha dado
hasta ahora una explicación convincente al Memorándum firmado con
Irán, pero ningún militante dudó un segundo en defenderlo. Una vez
tomadas decisiones que a veces parecen fruto del azar, todo el
Gobierno se aboca entonces a lo que mejor hace: administrar las
consecuencias. Es el modo en que ha gestionado siempre.

Lo que queda hasta diciembre es inevitable. Jueces y fiscales que
venían retrasando investigaciones reaccionaron ante avances concretos
sobre el Poder Judicial, y ese movimiento corporativo caerá sobre
funcionarios del Gobierno. La Justicia ha ido siempre en la Argentina
detrás de la política y ahora acelera el paso. El quiebre puede
palparse en un rasgo de apariencia trivial: los tribunales de Comodoro
Py reforzaron las exigencias de seguridad y documentos para acceder al
edificio. Para algunos kirchneristas, la sensación de desconfianza no
viene sólo de afuera: hace tiempo que Kicillof dice en la intimidad
que nunca pondría las manos en el fuego por Juan Manzur, que dejó el
jueves el Ministerio de Salud y deberá enfrentar desde el llano una
causa por enriquecimiento.

Sin el dramatismo de la muerte, el acuerdo con China trastocó el mundo
empresarial del mismo modo en que el Memorándum con Irán lo hizo con
la política. Incluso intramuros del Gobierno: algunos funcionarios de
segunda o tercera línea empezaron a recibir reclamos o inquietudes de
proveedores locales, de Estados Unidos, Europa o Israel con quienes
pensaban dar ejecución al presupuesto 2015. El consenso de Pekín
obliga a reconfigurar estas relaciones. Es probable que la visita de
De Vido a la Cámara de la Construcción haya obedecido a esta lógica.

Pero las órdenes vinieron de arriba, son inapelables y ahondan más las
divergencias. Por eso la UIA está cerca de postergar para después de
las PASO las elecciones que tiene previstas para abril. Será un modo
de sustraerse de la ebullición y acotar daños. La cuestión china
destapó, por ejemplo, viejas diferencias entre la Asociación de
Industriales Metalúrgicos (Adimra), a la que pertenece Juan Carlos
Lascurain, defensor del modelo, y el resto de los dirigentes fabriles.
"¿Cuál es la operación política de que me acusan, si planteé en
público lo mismo que pienso desde hace años? Lástima que no está
Lascurain", provocó Mendiguren el martes en la reunión del grupo
Industriales, una de las líneas internas de la UIA. Carlos Garrera,
otro de Adimra, le objetó que no generalizara, que a algunas empresas
les estaba yendo bien, y el textil lo exhortó a pensar más como
dirigentes que como empresarios individuales. Minutos después, ante la
junta directiva de la UIA, el vocal Miguel Saiegh propuso bajar el
tono y no difundir el documento contra China. No tuvo eco: el texto
fue aprobado por unanimidad.

Al igual que con la Justicia, es probable que este abroquelamiento
industrial tampoco contribuya a aplacar los ímpetus del Gobierno.
Dirigentes que han hablado con el papa Francisco interpretan que,
cuando éste desliza sus temores por la convivencia entre los
argentinos, piensa más en el oficialismo que en la oposición. Serían
reparos a la distancia ante quienes, por naturaleza o acorralados,
reaccionan a la adversidad siempre del mismo modo: despojándose de sus
frenos inhibitorios.



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