Con los barrabravas no se negocia

Editorial I

Con los barrabravas no se negocia

Es de esperar que la calma en los estadios de zonas turísticas haya sido producto del cumplimiento de las normas y no de nuevas concesiones a los violentos

 temporada de fútbol desarrollada en Mar del Plata y en Mendoza, que incluyó dos clásicos entre Boca y River y otros partidos importantes que tuvieron gran asistencia de público, ha presentado un rasgo distintivo respecto de otras de los últimos años: la relativa tranquilidad y el orden que han reinado antes, durante y después de los encuentros.

Es reconfortante ver que han estado prácticamente ausentes los violentos enfrentamientos entre barrabravas de distintos equipos y, lo que más se temía por estos días, de sectores internos de un mismo club. Concretamente, había mucha preocupación por lo que pudiera ocurrir con facciones de la barra brava de Boca Juniors, dentro de la cual hay pendientes de resolución asuntos de liderazgo que tienen enfrentados violentamente a distintos grupos y que hacia fines del mes último derivaron, en el partido de La Matanza, en una emboscada y posterior tiroteo durante el cual perdió la vida el barrabrava Nicolás Díaz.

La calma que imperó en el fútbol de verano provoca, sin embargo, interrogantes que inquietan, habida cuenta de que, según lo informado por LA NACION y por otros medios, miembros del gobierno provincial que encabeza Daniel Scioli se reunieron con barrabravas con el propósito de neutralizar la posibilidad de que finalmente se produjeran los tan temidos incidentes durante el período estival.

Producto de esas conversaciones habría sido que algunos de los líderes de las facciones en pugna extrañamente permanecieron en Buenos Aires, a 400 kilómetros de los acontecimientos que los barrabravas utilizan como excusa para causar todo tipo de desmanes en nombre de la defensa de su club. En el caso de la provincia de Buenos Aires, los barrabravas de Boca Rafael Di Zeo y Mauro Martín se abstuvieron de ingresar en la cancha, pues se lo impide el derecho de admisión. En cambio, entraron y se mostraron juntos detrás del paraavalanchas del estadio mendocino.

Como hemos dicho, hasta el momento, el objetivo fue logrado y reinó la calma en los encuentros futbolísticos veraniegos, pero cabe preguntarse a qué precio. Jamás los barrabravas han dejado a un lado sus acciones por el simple pedido de una autoridad política o deportiva, como tampoco los ha paralizado la posibilidad de ser detenidos, enjuiciados y puestos en prisión, algo que, dicho sea de paso, ha ocurrido en contadísimas ocasiones.

Por el contrario, como fuerza de choque prácticamente incontrolable que lamentablemente son, negocian el camino a seguir y, en función de sus intereses, deciden si desatan la violencia a la que nos tienen acostumbrados o se llaman a sosiego. Lamentablemente, nada es gratuito cuando se trata con bandas mafiosas.

La circunstancia de que estemos transitando un año electoral en el cual estará en juego nada menos que la presidencia de la República tienta a la dirigencia política en general a jugar todas sus cartas.

El verano con orden en las canchas y en las calles era una apuesta fuerte del gobierno nacional y de quien hoy es uno de sus precandidatos mejor posicionados, el gobernador bonaerense. Tan importante resulta esa apuesta que funcionarios nacionales, algún "pensador" del oficialismo y algún que otro empresario allegado al mandatario provincial no tuvieron el menor pudor en lamentar abiertamente que la muerte del fiscal Alberto Nisman haya venido, según dijeron, a enturbiar la imagen de una Argentina feliz, con playas con buena recepción turística y de fútbol en paz. Como si ello estuviese por encima de que apareciera con un tiro en la sien el fiscal que denunció a la Presidenta de haber encabezado un plan para desincriminar a Irán del atentado contra la AMIA.

Allá por los comienzos de los años 70, cuando los barrabravas comenzaron a edificar un poder que consolidarían durante la larga gestión de Julio Humberto Grondona al frente de la AFA, dirigentes del fútbol, del gremialismo y de la política vieron en ellos a socios ocasionales para intentar ganar elecciones en sus respectivos campos o para amedrentar a adversarios. La historia demuestra que no hicieron más que ayudar a crecer a un monstruo al que nunca pudieron hacer cumplir la ley y ante el cual han tenido que hacer concesiones inconfesables para tenerlo de su lado. Y ya se ha visto que la paz lograda por esa vía es pan para hoy y hambre para mañana. Con los barrabravas no se negocia


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