Deuda Externa: Un costo innecesario

Sábado 27 de octubre de 2012 | Publicado en edición impresa

El análisis

Un costo innecesario

Por Jorge Oviedo | LA NACION





Empecinarse en mantener buena parte de la deuda en cesación de pagos ha causado costos políticos, económicos y financieros innecesarios e irrazonables al Gobierno y al país.

Alguien convenció a Cristina Kirchner de dar marcha atrás con su idea de encontrar un arreglo con el Club de París y que desoyera la sugerencia de Barack Obama de pagar los fallos desfavorables del tribunal de arbitrajes del Banco Mundial. Las consecuencias son la batalla judicial permanente y la imposibilidad de conseguir financiamiento y socios para YPF.

El presidente provisional Adolfo Rodríguez Saá anunció en diciembre de 2001 que había "tomado la decisión" de no pagar más la deuda externa. Exageraba. Toma la decisión quien tiene el dinero para pagar y no lo hace. En 2001, la Argentina no podía pagar, empujada al default por problemas estructurales, internacionales, locales y por la decisión política del gobierno del republicano George W. Bush.

Néstor Kirchner extendió luego el default y el recorte de las acreencias a quienes aportaban a la AFJP. Bush, entonces, lo felicitó.

La situación es diferente ahora. La Casa Blanca no quiere explosiones como las de la Argentina en 2001 y 2002 y ha hecho todo lo que ha podido para evitar caídas de compañías gigantes en su propio territorio y de países enteros en la Unión Europea. No parece hoy que la administración Obama esté "soltándole la mano a la Argentina". El gobierno norteamericano ha ayudado mucho a la Argentina en los casos judiciales en su territorio.

Un eventual triunfo de Mitt Romney tal vez tampoco cambie las cosas. La ultraderecha que quería quiebras aleccionadoras de países terminó haciendo los rescates estatales más grandes de la historia en su propio país.

La caída de Lehman Brothers casi hizo colapsar el sistema financiero internacional y el comercio, todo junto. Nadie parece querer hoy una quiebra soberana.

Pero la situación de la Argentina también cambió desde 2002. La economía internacional, que era terriblemente desfavorable, se transformó en favorable como nunca en más de un siglo.

El país, dice el Gobierno, ha crecido a "tasas chinas". De modo que es difícil entender por qué sigue sin pagar las deudas por las decisiones desfavorables en el centro de arbitrajes del Banco Mundial (Ciadi). Tampoco es defendible la idea de seguir sin pagar nada a España, Alemania, Estados Unidos, entre otros países agrupados en el Club de París. La Presidenta decretó en 2008 que había que encontrar una salida, es decir, pagar al Club de París, pero luego no hizo nada importante. Y parecería que las demandas de los fondos buitre deberían ser tratadas de otro modo, después de más de una década de default.

El canciller Héctor Timerman detalló el jueves la cantidad de veces que el país sufrió embargos en los últimos años y cómo se logró luego que fueran levantados. Lo hizo para prometer que la Fragata Libertad será recuperada sin pagar a los acreedores. Los buenos letrados siempre dicen que es preferible un mal acuerdo que un buen juicio. No está claro cuánto le cuesta en abogados a la Argentina cada una de estas acciones.

Además, el daño en reputación financiera es colosal. El país está considerado un "forajido de las finanzas internacionales". Tras la pesificación de una deuda ridícula para el tamaño de la economía nacional por parte del Chaco, lidera el ránking de los considerados más riesgosos.

La lista es de 61 estados y se encuentran Noruega y los Estados Unidos; y también Paquistán, Venezuela y Egipto. En el que hay más riesgo de no recuperar lo invertido, para el mercado, es la Argentina.

No es extraño. Barack Obama pidió a Cristina Kirchner una solución para los temas del Ciadi. Y no se ha hecho.

Refinanciar una deuda porque no se puede pagar, conseguir créditos de rescate por organismos multilaterales y otros estados es un procedimiento habitual en el mercado. Grecia es el caso más reciente.

El default argentino fue un caso brutal y no es un ejemplo a seguir. Lo debería recordar sobre todo quienquiera que ocupe la Casa Blanca y la titularidad del FMI, que, por cierto, cobró por anticipado, sin quita y en efectivo todas sus acreencias.

Pero mantener un buena parte de la deuda en default después de casi una década ininterrumpida de crecimiento no es razonable. Y no cancelar deudas con quienes invirtieron en el pasado es poco aconsejable si se buscan nuevos socios para YPF

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