La pregunta sencilla de un estudiante extranjero


Domingo 30 de septiembre de 2012 | Publicado en edición impresa
Punto de vista

La pregunta sencilla de un estudiante extranjero

Por Pablo Mendelevich  | Para LA NACION



os periodistas argentinos, explicó Cristina Kirchner en la Universidad de Georgetown, somos pateadores de puertas. Como nos ponemos a gritar cuando la Presidenta da respuestas que no nos gustan ("no todos, no todos", les aclaró a quienes se imaginaban escenas fellinescas), ella no tuvo más remedio que suspender las conferencias de prensa. A las cuales los estudiantes de Georgetown igual deberían asistir para verificar esos increíbles desmadres (vaya desafío excitante: los estudiantes de Georgetown quedaron invitados a presenciar conferencias de prensa presidenciales por una presidenta que no las ofrece).
Que una simple pregunta formulada por un estudiante extranjero sobre el ninguneo a la prensa nacional haya desencadenado una colección de disparates y contradicciones a cargo de la principal autoridad del país confirma dos cosas. Una, que los argumentos con los que el Gobierno sostiene su política de descalificación y persecución no tradicional de la prensa son muy endebles, probablemente debido a que las razones verdaderas resultan inconfesables. Dos, que la repulsión kirchnerista al periodismo va más allá de la epopeya de luchar contra la concentración mediática, a la cual -obsérvese el detalle la Presidenta ni siquiera mencionó cuando trazó el diagnóstico de lo enajenados que están los periodistas argentinos.
La realidad es que los Kirchner, tan propensos a las cooptaciones, adictos a una concepción del poder totalizador, disciplinado, servicial, siempre detestaron a los periodistas a los que no pudieron controlar. Y como el periodismo delante del poder es intrínsecamente irreverente (desde un punto de vista orgánico, podría decirse indisciplinado) el litigio no tiene atenuantes. Apenas una escapatoria forzada por vía del "periodismo militante", que no es otra cosa que militancia política en envases periodísticos: propaganda.
Ahora bien, hay que reconocer que muchos razonamientos kirchneristas parten de premisas ciertas; de allí que resulten cautivantes, también, para multitudes no fanatizadas. Desde los derechos humanos hasta la industrialización o la búsqueda de una justicia independiente a partir de la supresión de la Corte automática, muchas grandes causas K han sido en su planteo causas nobles, independientemente de que fueran profanadas en la ejecución, o enchastradas, digamos, con el paso del tiempo, ya sea por ineptitud, corrupción, pragmatismo al taco o imposición de la esencia trucha.
Desde ya que los periodistas no somos pateadores seriales de puertas, energúmenos sacados por respuestas que no nos satisfacen ni contrabandistas ideológicos. Pero como cuerpo profesional heterogéneo estamos lejos de ofrecer en forma sostenida comportamientos virtuosos ajustados a la gloria republicana o de presentarnos como impolutos luchadores por la verdad, cualquiera fuere. De las flaquezas del periodismo se nutre el discurso aniquilador, que un día propone una ley de ética regulada desde el Estado y otro nos tacha de gritones impresentables a los que es imperioso puentear.
El riesgo de recibir un ataque tan burdo como el que hizo Cristina Kirchner es que menospreciemos la propia vulnerabilidad. Verdad de Perogrullo, la fortaleza del periodismo profesional está en el profesionalismo. Habrá que aumentarlo.

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