Demoledor informe en EE.UU.: la CIA practicó torturas "brutales"

Terrorismo

Demoledor informe en EE.UU.: la CIA practicó torturas "brutales"

Según una investigación del Senado, los métodos usados tras el 9/11 fueron mucho peores de lo que se informó y resultaron ineficaces; la agencia mintió a la Casa Blanca

Por   | LA NACION


WASHINGTON.- En el más duro cuestionamiento en décadas a la Central de Inteligencia (CIA), el Senado norteamericano la acusó de "haber violado la ley" con la "inútil" práctica de tortura durante la investigación de los ataques terroristas de 2001 y de haber "engañado" sistemáticamente a funcionarios del gobierno de George W. Bush y al Congreso.

El informe oficial, de más de 6000 páginas (apenas se conocieron unas 500), afirma que los "interrogatorios" incluyeron castigos "brutales y mucho peores" de lo que inicialmente admitieron sus agentes, y que, además, "no fueron efectivos" para lograr información confiable de Al-Qaeda.

Durante más de una hora y en un silencio de espanto, parte de las conclusiones fueron leídas en una sesión del Senado, transmitida en directo por televisión.

 

Después de cinco años de recopilación de documentos e investigaciones, la difusión del informe fue el final de la larga discusión y fractura que se vio dentro y fuera del gobierno sobre la conveniencia de hacer público un documento que, seguramente, traerá consecuencias. Algunas de ellas podrían implicar riesgos de seguridad y reacciones de venganza, según admitieron fuentes oficiales.

Unidades militares en el exterior y embajadas en territorio sensible permanecían en alerta anoche por posibles reacciones. Además, habían trascendido advertencias de posibles protestas en Afganistán y Tailandia.

Castigos, crueldad, brutalidad, mentiras, ejecuciones simuladas, abusos, amenazas, muertes por congelamiento, violencia sexual. El desfile de horrores siempre sospechado, pero nunca reconocido de esta manera, provocó de inmediato reclamos de enjuiciamiento a los culpables.

Legisladores republicanos, en mayoría, desaconsejaron la difusión. "Es peligrosa e inútil", dijeron. Dentro de la administración demócrata, la difusión fue desaconsejada por el secretario de Estado, John Kerry, así como por el saliente titular del Pentágono, Chuck Hagel.

Desde la CIA se intentó por todos los medios impedir que se conociera. "Además, no estamos de acuerdo con lo que dice", sostuvo el actual titular de la agencia, John Brennan. Pero una vez puesta en marcha su publicación, a todos ellos no les quedó más remedio que aceptarla y, en todo caso, trabajar en las consecuencias.

"Esto no sólo nos deja vulnerables ante nuestros enemigos, sino que además nos pone en incómoda posición ante nuestros aliados", argumentaban los derrotados defensores del secreto.

Castigos, crueldad, brutalidad, mentiras, ejecuciones simuladas, abusos, amenazas, muertes por congelamiento. El desfile de horrores siempre sospechado pero nunca reconocido de esta manera generó, entre las primeras reacciones, reclamos de enjuiciamiento a los culpables. Pero, ayer al menos, no parecía que eso tuviera posibilidades (ver nota aparte).

Casi al mismo tiempo en que el Comité de Inteligencia del Senado empezó la lectura de los primeros párrafos de sus conclusiones, el presidente Barack Obama emitió un comunicado en el que cuestionó una vez más la práctica de tortura durante el gobierno de su predecesor republicano.

"Todo esto es alarmante", arrancó el presidente. "Todo esto no sólo fue incompatible con nuestros valores como nación, sino que además no sirvió a nuestros esfuerzos contra el terrorismo o a nuestros intereses de seguridad nacional", afirmó.

De ese modo, pareció salir al cruce, también, de la insistente versión según la cual hubo tortura para llegar a la pista que condujo a la captura y muerte de Osama ben Laden durante su presidencia, en mayo de 2011, en un operativo que él fiscalizó desde la Casa Blanca, en compañía de miembros de su gobierno.

En lo político, el informe fue una "pastilla difícil de tragar" para los republicanos, según admitió el senador y ex candidato presidencial John McCain.

Con un valiente discurso, el legislador por Arizona se diferenció de buena parte de sus pares de bloque, que insistían en el silencio, y subrayó la necesidad de "conocer una verdad que nos mancha como nación" con el objetivo de "evitar que cosas como éstas vuelvan a suceder".

La fractura era evidente. Apenas terminó de decir eso McCain, su par de bloque y principal republicano en el Comité de Inteligencia, Saxby Chamblis, insistió no sólo en que la difusión del informe era un "grave error" sino que, además, falseaba la verdad y se empeñaba en ocultar "bajo la alfombra" los "logros" del programa de interrogatorios de la CIA.

En lo político, el informe vuelve a poner en entredicho la gestión de Bush en la materia y las afirmaciones de sus principales espadas de gobierno. Entre ellos, el ex vicepresidente Dick Chenney, que insiste en que los "métodos" de interrogatorio fueron "sumamente útiles" y se realizaron con "criterios humanitarios".

Los agentes de la CIA que los llevaron a cabo "son patriotas", dijo Bush en una reciente entrevista con la cadena CNN. "Diga lo que diga el informe, si disminuye sus contribuciones a nuestro país, estará fuera de lugar", agregó.

Denuncia

Recopilado por los demócratas del Comité de Inteligencia y presentado por la senadora Dianne Feinstein, el informe presentado ayer denuncia el uso de "tortura" para el interrogatorio de sospechosos y miembros de Al-Qaeda retenidos en instalaciones secretas - "black sites", en inglés- en diferentes lugares del mundo.

Entre ellos, la cárcel de Guantánamo, pero no solamente durante los años posteriores a los ataques terroristas de septiembre de 2001.

Entre otros puntos, concluye que el uso por parte de la CIA de las llamadas "técnicas reforzadas" de interrogatorio no fue un medio efectivo para adquirir información que sirviera al espionaje o lograra la cooperación de los detenidos.

Al reseñar la historia de 39 detenidos, señala que no sólo no se logró la información buscada, sino que en algunos casos ofrecieron datos falsos, con la posible intención de decir algo que calmara o detuviera el tormento. Algo que, en definitiva, entorpeció la investigación.

Pese a eso, dice, los agentes de la CIA insistían en que se trataba de un procedimiento "efectivo".

Sostiene también que el presidente Bush y que parte de su equipo, entre ellos, el general y ex secretario de Estado Colin Powell, recibieron "información imprecisa" sobre los interrogatorios. En este último caso, ante la convicción de que, de conocerla en detalle, "haría lo imposible por dejarlos sin efecto".

Afirma también que la CIA "hizo creer" a la Casa Blanca, el Departamento de Justicia y al Congreso que se evitaban complots terroristas como "consecuencia directa" de la aplicación sobre ciertos detenidos de esas técnicas de interrogatorio y que éstas fueron "mucho peores y más brutales" de lo que admitió en sus informes.

Entre otros métodos, se señala la aplicación de waterboarding (asfixia simulada por agua); privación de sueño; violencia sexual; amenazas de muerte, y walling (golpear contra un muro al detenido). También, la "rehidratación rectal" de los detenidos mediante espantosas enemas.

En algunos casos, las técnicas aplicadas fueron tan duras que el personal de la CIA pidió que se suspendieran, pero los altos mandos ordenaron continuar con ellas, según revela.

Íconos y protagonistas del escándalo

Las cárceles y torturas que manchan a la CIA

Guantánamo, Cuba

 
 

Construida en la base naval norteamericana en la isla de Cuba, la prisión de Guantánamo es la página negra de la lucha contra el terrorismo y uno de los símbolos del empleo de la tortura sobre los detenidos

Abu Ghraib, Irak

 
 

Los horrores y abusos registrados en 2003 contra los prisioneros por parte de militares norteamericanos en el penal iraquí en las afueras de Bagdad desataron la indignación mundial y salpicaron al entonces jefe del Pentágono Donald Rumsfeld

Salt Pit, Afganistán

 
 

Una imagen satelital de una prisión secreta en Afganistán conocida como Salt Pit fue revelada en el informe conocido ayer. La CIA negó haber utilizado la técnica de tortura de waterboarding, pero el Senado obtuvo fotos de tablas y bidones de agua que se utilizan para causar la sensación de ahogo en el detenido.

Del editor: qué significa. El informe es un reflejo de la hipocresía en la que caen la mayoría de las potencias cuando hablan de derechos humanos.






La lucha contra el terrorismo / Las internas

Desmanejos e incompetencia en una agencia más expuesta que nunca

El informe del Senado norteamericano revela las luchas de poder que hubo dentro de la CIA; también muestra cómo los métodos extremos de tortura no tienen resultados positivos

Por   | The New York Times


NUEVA YORK.- En enero de 2003, a diez meses de iniciado el programa de prisión secreto de la CIA, el jefe de interrogatorios de la agencia les mandó un mail a sus colegas diciendo que el tratamiento brutal e implacable al que eran sometidos los prisioneros era "un choque de trenes inminente" y que él pensaba bajarse del tren "antes de que ocurra". También decía haberles hablado a sus jefes de sus "serias objeciones" sobre el programa, así como de su deseo de no tener nada más que ver con éste "en forma alguna".

La enconada interna en el programa de interrogatorios de la CIA era sólo uno de los síntomas de disfunciones, desorganización, incompetencia, avaricia y engaños que se describen en el resumen del informe de la Comisión de Inteligencia del Senado norteamericano. En más de 500 páginas, este resumen divulgado ayer pinta a las claras la devastadora imagen de una agencia mal equipada y preparada para la tarea de interrogar a sospechosos de Al-Qaeda, que hizo el trabajo a los tumbos y luego falseó los resultados.

Ayer por la mañana, la CIA reconoció los problemas que se produjeron en los primeros meses del programa, pero sugirió que habían sido corregidos. "El estudio lleva a los lectores a creer que las falencias de manejo que signaron los primeros meses persistieron a lo largo del programa, algo históricamente inexacto", dijo la agencia.

El informe senatorial es la más fuerte acusación contra la CIA desde la Comisión Church, liderada por el senador Frank Church, de Idaho, que en la década de 1970 acusó a la agencia de realizar espionaje interno, magnicidios malogrados, y de suministrar LSD a personas sin su consentimiento, entre otras faltas. El informe impulsó la aprobación de nuevas leyes y restricciones sobre las actividades de la CIA.

El exabrupto por mail del jefe de interrogatorios se produjo durante esas semanas en las que era torturado Abd al-Rahim al-Nashiri, el principal sospechoso de los atentados con bombas a dos embajadas y un barco de la armada norteamericana. El personal de la CIA que trabajaba en el programa secreto se había dividido en dos bandos. De un lado, estaba el jefe de interrogatorios y casi todo el personal que había tratado directamente a Nashiri. Tras dos meses de duros interrogatorios, escribió el jefe, llegaron a la conclusión de que el prisionero "ha sido mayormente honesto y no retiene información de importancia".

Del otro lado, estaban James E. Mitchell y Bruce Jessen, dos ex psicólogos militares que le habían aconsejado a la agencia el uso del "submarino" y otros métodos de coerción. Con el apoyo del cuartel central de la CIA, los psicólogos insistieron repetidamente en que Nashiri y otros prisioneros seguían ocultando información crucial, y que la aplicación de suficiente dolor y desorientación inducida los haría confesar. Esos profesionales sostenían que el otro bando llevaba adelante un programa de interrogatorios "maricón", según consta en el informe senatorial.

El doctor Jessen escribió que si quienes debían interrogar a Nashiri tuviesen al menos "la laxitud de usar todo el rango ampliado de medidas de interrogación y explotación", como el "submarino", lograrían obtener más información. Según Jessen, ese tratamiento, aplicado cuando Nashiri ya había pasado dos meses de encarcelamiento en condiciones extremas, le produciría "el nivel deseado de indefensión".

La agencia evidentemente ha olvidado su propia conclusión, enviada al Congreso en 1989, de que "las técnicas inhumanas, físicas o psicológicas, son contraproducentes, porque no suministran datos de inteligencia o generan falsas respuestas", según dice el informe. Los miembros del Partido Demócrata en el Senado que estudiaron el programa posterior al 11 de Septiembre, llegaron a una idéntica conclusión: el "submarino", los lanzamientos contra la pared (wall-slamming), la desnudez, el frío y los maltratos no arrojan resultados de inteligencia relevantes para prevenir actos de terrorismo.

El informe no pierde el tiempo condenando la tortura en términos morales o legales. Prefiere, en cambio, apuntar a una cuestión básicamente práctica: ¿la tortura sirve para algo? Y al analizar caso tras caso, el informe concluye que no, y sin atenuantes.

Sin embargo, los altos mandos de la agencia ordenaron continuar con su aplicación y les informaron al Congreso, a la Casa Blanca y a los periodistas que los métodos estaban dando excelentes resultados.

Casi tan sorprendente como el hallazgo central es el relato detallado de los desmanejos de la CIA. Los dos bandos enfrentados por el tema de los interrogatorios, por ejemplo, eran liderados por personas cuyo propio historial tendría que haberlas descalificado.

El jefe de interrogatorios, cuyo nombre no es mencionado en el informe, obtuvo su cargo en 2002, a pesar de que el inspector general de la agencia había recomendado que se lo "amonestara verbalmente por uso inapropiado de las técnicas de interrogación" durante los programas de entrenamiento en América latina en la década de 1980.

Y los doctores Mitchell y Jessen, identificados en el informe con estos seudónimos, nunca habían conducido una sola sesión de interrogatorio real. Habían colaborado con un programa de entrenamiento de la fuerza aérea durante la era de la Guerra Fría, en el cual el personal aeronaval recibía una muestra del tipo de maltratos que podrían recibir si eran capturados por el enemigo comunista. El programa -llamado SERE, por supervivencia, evasión, resistencia y escape- nunca fue pensado para ser usado en interrogatorios hechos por los norteamericanos.

Pero el programa también les permitía a estos psicólogos evaluar su propio trabajo -al que le ponían excelente puntaje- y cobrar honorarios de 1800 dólares por día cada uno. Los doctores Mitchell y Jessen luego abrieron una empresa que copó y dirigió el programa de la CIA desde 2005 hasta su cierre, en 2009. La CIA le pagó a esa empresa 81 millones de dólares, y un millón más para proteger a la empresa y a sus empleados de cualquier responsabilidad legal.

Cuando el programa se inició, dice el informe, "un joven agente en su primera misión de ultramar", sin experiencia en prisiones ni interrogatorios, fue puesto a cargo del centro de detención de la CIA en Afganistán conocido como Salt Pit. Otros funcionarios de la CIA ya habían propuesto que se le retirara el acceso a información clasificada, debido a "su falta de criterio y de madurez".

En Salt Lake, el joven funcionario ordenó que un prisionero llamado Gul Rahman fuera lanzado contra la pared de su celda y despojado de casi toda su ropa. Rahan fue hallado muerto por hipotermia a la mañana siguiente, tendido desnudo sobre el piso de su celda. Cuatro meses después, sin embargo, se recomendó que el joven agente recibiera un premio en efectivo de 2500 dólares por "la superioridad de su trabajo".

Una comisión de control de la CIA luego recomendó sanciones disciplinarias contra uno de los agentes involucrados en la muerte de Salt Pit. Pero tanto en esa ocasión como en otras, los consejos de la comisión fueron desechados desde arriba: "El director cree firmemente que, en una profesión tan llena de incertidumbres, es esperable que se produzcan errores", reza el memorándum interno.

Traducción de Jaime Arrambide





Un paso adelante de consecuencias impredecibles

Por   | LA NACION



WASHINGTON.- Se abrió la caja de Pandora de los horrores y, ante lo inédito y poderoso del gesto, nadie en este país sabía muy bien cuáles serían las consecuencias de un paso que abre la puerta a denuncias judiciales que, sin embargo, muchos ayer creían poco probables.

"Se ha omitido el nombre de los responsables. Eso está bajo siete llaves y no se conocerán jamás sus identidades", decían ayer fuentes allegadas al informe que más polvareda ha levantado en los últimos años.

Ocurre que lo más significativo del informe conocido ayer no es tanto en lo que afirma, sino en el hecho de que lo afirme. De que lo reconozca. De que formalice una admisión llamada a tener consecuencias todavía impredecibles.

Por paradójico que suene, de algún modo, lo que el informe expresa y reconoce no resulta del todo sorpresivo. Investigaciones periodísticas y filtraciones parciales conformaron un rompecabezas informativo bastante aproximado a lo que ayer se hizo expreso.

Otras formas de expresión, desde el cine hasta la literatura, habían aproximado la idea. Sin ir más lejos, hace poco, la aclamada La noche más oscura, que reconstruye la pista que llevó a la captura de Osama ben Laden, anticipó a millones de espectadores bastante de lo que ayer se conoció. En mucho y con bastante precisión. Mucho menos claro que lo tantas veces intuido son las consecuencias. Un paso como el de ayer está llamado a tenerlas. El presidente lo encuadró como una suerte de reconocimiento para recuperar la confianza y el buen nombre internacionales erosionados por prácticas que "dañaron significativamente la posición de los Estados Unidos en el mundo". Un retroceso moral, una pérdida de autoridad por la claudicación de los valores que hacen a una democracia.

Pero eso no está tan claro. Son mayoría los republicanos que discrepan y que llaman la atención sobre un paso al que califican de "un error". Sostienen que el informe es "poco serio", que "no es constructivo" y que miente intencionalmente al intentar "ocultar" los supuestos "beneficios" de los interrogatorios de la CIA.

Más en lo institucional, el ex presidente George W. Bush acaba de sostener que, más allá de lo que diga el informe, quienes practicaron ese tipo de interrogatorios, son unos "patriotas". Afirmación que no es solitaria, que expresa una corriente de pensamiento en este país y que pone en duda el alcance de la revisión que procura Obama.

Consecuencias operativas

Otras son las consecuencias que podrían abrirse en lo operativo. Es lo que defienden quienes sostienen que lo que se hizo ayer fue el reconocimiento de crímenes y que, por tanto, debe intervenir la justicia y castigar a los culpables.

Una noción que parte de lo que se hizo ayer no fue un ejercicio de retórica ni una reflexión con sentido histórico, sino -y, posiblemente, además de todo ello- una descripción de hechos que comportan cargos.

Tanto las Naciones Unidas (ONU) como entidades defensoras de los derechos humanos clamaron inmediatamente por la persecución judicial de las responsabilidades ayer denunciadas.

"El informe confirma lo que la comunidad ya sabía. Estamos en presencia de una política que fue orquestada desde el Estado y que permitió flagrantes violaciones de los derechos humanos", dijo el relator de la ONU para los derechos humanos, Ben Emmerson.

La norteamericana Unión por los Derechos Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) denunció la violación de legislación nacional, lo que constituye un delito que debe ser investigado.

"Además, demuestra que el argumento de la seguridad ha sido una patraña", acotó, a su vez, la organización Human Rights Watch (HRW).

Entre tirios y troyanos parece situarse el valiente discurso del senador John McCain. Hasta ahora, el único republicano que se atrevió a hablar de lo "difícil de asumir que es a veces la verdad".

Puede que los norteamericanos estuvieran ayer asustados. Puede, también, que no quisieran saber lo que, de todos modos, ya se conocía. No tienen memoria de un brete igual. Y detestan no saber a dónde los lleva ni a qué ni cuánto los expone.





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