Los silenciosos pasos de Kicillof

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Los silenciosos pasos de Kicillof

Por   | LA NACION



Julio De Vido se largó a hablar sin advertir que desde el otro lado de la transmisión, a más de 200 kilómetros, Cristina Kirchner lo estaba despidiendo. Era el cierre de la última conferencia industrial, en Pilar, y el ministro de Planificación explicaba desde Timbúes, Santa Fe, mediante una teleconferencia, las bondades de una pequeña usina eléctrica que se disponía a inaugurar. "Presidenta, habría que poner en marcha la central, si usted lo autoriza", propuso, pero ya el sonido de su voz se había ido del Sheraton: sólo quedaba su imagen moviendo los labios. La Presidenta no miraba la pantalla y Natalia Paratore, la locutora oficial, empezó a presentar el pase a Jujuy, la siguiente conexión de la noche: "En el marco de esta 20a conferencia industrial...". Pero alguien avisó que el arquitecto tenía todavía algo que hacer y se lo contaron al oído a la Presidenta, que volvió entonces a interrumpir: "Se olvidó Julio De Vido de prender la turbina -dijo-. Así que, por favor, volvamos a Timbúes". El ministro sonrió. "Sí, por eso vamos a darle a Mariana Matranga, la secretaria de Energía...", arrancó, pero su voz fue otra vez tapada. "La tenemos que prender", se apresuró la jefa del Estado, e hizo una ensalada con los nombres: "Marisa... Mariana Matrana [sic], por favor, prendela. ¡Viste los hombres! Si no estamos las mujeres... Se dan cuenta, ¿no? ¡Se habían olvidado de prender la turbina! Dale, Mariana, metele y prendé la turbina".

 Foto: LA NACION 

Fue un enredo insignificante. Pero la escena alcanza para compendiar el rol que ocupa cada actor en la gestión de la energía argentina. No habrá muestra más cabal para esta área manejada, desde el ingreso de Matranga, íntegramente por Axel Kicillof. Aquel paso fundamental sobre De Vido que el ministro de Economía dio el 1° de julio al desplazar del cargo a Daniel Cameron fue el final de un proceso que empezó con el cuestionamiento de lo hecho en el Ministerio de Planificación y que acabará, de aquí a diciembre del año próximo, con una revisión de los detalles y el modo de operar.

El Palacio de Hacienda lo viene haciendo en silencio desde hace algunos meses: ha decidido someter a una auditoría toda la administración de De Vido, en particular la de la obra pública, única área que todavía no maneja. Las vueltas de la vida: una década después, Kicillof llega a conclusiones similares a las de su antecesor Roberto Lavagna. Pero aquellos planteos públicos de "sobreprecios" y "capitalismo de amigos" que desencadenaron en 2005 una renuncia recorren hoy el camino inverso: se hacen en voz baja y no configuran un retroceso, sino un avance.

Qué hará Kicillof con esos datos es todavía una incógnita. Es probable que vuelva a ventilarlos en voz baja, puertas adentro del kirchnerismo. Pero la exposición prudente de esas objeciones, además de un acaparamiento de poder personal del economista, podría significar también para el Gobierno la oportunidad de avanzar en la iniciativa política, justificar los evidentes retrasos que tiene el área y, principalmente, reforzar aquello que la militancia llama combate a las corporaciones. Es el razonamiento que dejan entrever desde el Palacio de Hacienda. Hay que admitirles el sentido de la oportunidad: tal como viene ocurriendo con las investigaciones por las supuestas cuentas en Suiza o las sobrefacturaciones de importaciones de multinacionales, el kirchnerismo encara esta nueva ruta mientras crecen los reverberos del "Petrolão", el caso de corrupción que involucra a Petrobras en Brasil y amenaza con expandirse a proveedoras con operaciones en la Argentina, como Techint, Odebrecht, Camargo Correa y Skanska.

Desde una lógica empresarial podría resultar contradictorio, hipócrita y hasta inculpatorio que el Gobierno emprendiera ahora, aunque fuera de un modo sutil, cualquier denuncia pública a empresas por corrupción. Pero en la Argentina importan cada vez menos esas inconsistencias con el mundo real. No sería la primera vez que, después de reescribirlo, un kirchnerista embiste contra su propio pasado. Más si semejante revisión puede contribuir a acaparar la escena y, al mismo tiempo, contrarrestar las acusaciones por corrupción en la Justicia. Es el gran contrapunto que le espera al país en 2015. Así, el envío de Amado Boudou a juicio oral o la causa de Hotesur podrían ser el comienzo de una serie de movimientos de supervivencia en Comodoro Py: también de un modo tardío, y en una reacción que no excluye a María Romilda Servini de Cubría, varios jueces hablan entre sí de responder con investigaciones a lo que suponen un avance sobre el Poder Judicial.

Es cierto que no todas las áreas del Gobierno están al tanto de las nuevas epopeyas. Hace dos viernes, en el hotel Emperador, durante la 23a Reunión del Comité Mixto Empresario Argentino Japonés, Carlos Bianco, secretario de Relaciones Económicas Internacionales, exteriorizaba sus ganas de, una vez terminado el mandato de Cristina Kirchner, tomarse vacaciones y volver a enseñar en la universidad. Pero resulta más ilustrativo atender las conversaciones de La Cámpora, donde se da por lograda una continuidad para después de 2015 e incluso se admite estar "pensando en 2019".

Esta ensoñación de eternidad es todo un desafío para Daniel Scioli, el único dirigente a quien el Palacio de Hacienda ve con posibilidades de facilitar ese puente a 2019. La eficacia electoral de los nuevos militantes, capaz de descolocar a los encuestadores, es tomada con naturalidad en esa camada que rodea a Máximo Kirchner, donde dan vuelta el razonamiento: serán ellos quienes llevarían al triunfo al gobernador. Podrá ser un problema para el PJ, pero no para el ex motonauta, sobre quien jamás han pesado objeciones de conciencia ideológicas. No hay que olvidar que la carrera de Scioli no empezó en el peronismo, sino en los 80 y como afiliado a la Unión Cívica Radical.

Esa versatilidad que Claudia Bello le descubrió a principios de los 90, cuando se lo propuso a Carlos Menem, representa para Scioli otro punto de contacto con esta última versión de Kicillof, infinitamente más ambicioso que en sus tiempos académicos, y convencido ahora de refundar prácticas bien arraigadas del primer kirchnerismo. Por ejemplo, aquella orden no escrita que aconsejaba que en momentos de escasez de oferta lo mejor era bajar la carga -es decir, cortar la luz- primero sobre las zonas de menor visibilidad mediática. Durante muchos años, ese manejo de crisis castigó a las villas. El prospecto que acaba de recibir Mariana Matranga para el verano está invertido: los cortes recaerán sobre la zona norte del área metropolitana, pero no por un lapsus redistributivo, sino porque el kirchnerismo supone que allí no quedan ya votos por perder.

Una dosis de pragmatismo que, al menos en la Argentina, diferencia a una facción militante de otra dispuesta a gobernar.


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