El fantasma de 2001, en Atenas
Al borde del colapso, Grecia se argentiniza
ATENAS.- No dicen ni "Maradona" ni "Messi". El fútbol
ni se les pasa por la cabeza en este momento. Reaccionan con una única
pregunta: "¿Cómo hicieron ustedes?".
Y es lógico. Las similitudes con el colapso argentino
de diciembre de 2001 son demasiadas. Así como en 2001 la imposibilidad
de sostener la convertibilidad argentina estaba en boca de todos, en
este 2001 de Grecia, la mayoría de los 11 millones de habitantes de este
país al borde del colapso -en verdad, ya en bancarrota- de lo único que
hablan y discuten es sobre el "evró", el maldito euro.
Para los griegos, la moneda única, que hace diez años
reemplazó al dracma, sólo les ha traído problemas. Creen que, con el
poder de devaluar sólo en manos del Banco Central Europeo (BCE), el euro
les hizo perder competitividad y contraer una deuda gigantesca. Ayer
fue un sábado gris y húmedo en Atenas, y todo el mundo hablaba del
"evró". Ese euro que Grecia podría abandonar si en las elecciones
parlamentarias del 17 de junio próximo gana -como todos los sondeos
indican- el partido de izquierda radical Syriza, liderado por el joven
Alexis Tsipras, la nueva estrella de la política griega.
En las elecciones del 6 de mayo pasado, al margen de
castigar como nunca a los dos partidos tradicionales griegos que se
alternaron el poder en los últimos 38 años (el Pasok, de izquierda, y
Nueva Democracia, de derecha), los griegos les han dicho basta a las
políticas de austeridad impuestas desde hace dos años por la troika
-formada por la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el
Fondo Monetario Internacional (FMI)- para salvarla de un default que, en
verdad, ya existe parcialmente.
Hoy, los griegos se sienten como en la Argentina de
2001. Y razón no les falta, las smilitudes sobran: hay una incertidumbre
total por lo que vendrá, una recesión fulminante, temor a una eclosión
que parece inminente, un pesimismo absoluto por el futuro, vacío
político, una creciente pobreza, angustia, desconfianza total hacia los
partidos, el fantasma del corralito y corridas para extraer dinero de
los bancos.
"Acá todavía no hubo estallido social ni saqueos de
supermercados ni 30 muertos. Sabemos que la gran diferencia es que
Grecia está en la Unión Europea y que la Argentina, a diferencia de
Grecia, tiene inmensos recursos naturales, pero todo es muy parecido",
dice a LA NACION María Avgis, profesora universitaria de historia de
América latina que vivió muchos años en la Argentina y que, casualmente,
presenció el colapso de diciembre de 2001.
"Se respira un clima denso: vivís un día y te parece
que vivís una eternidad, como en diciembre de 2001 en la Argentina",
evoca Avgis.
Ya en plena campaña política para las elecciones
parlamentarias del 17 de junio, los griegos se ven inmersos en una
disyuntiva apocalíptica. ¿Seguir estrangulados por recortes que les
impiden vivir pero permanecer en el "evró" y en la UE, o tirar todo por
la borda y rechazar esos millonarios rescates que, a la corta, parecen
empeorar las cosas?
"Nadie especifica qué hará, qué medidas tomará, pero a
los griegos nos venden dos relatos: recuperar toda esa soberanía perdida
en estos años de rigor salvaje impuesto desde afuera, diciendo que no a
soluciones de afuera, o permanecer en esa gran familia europea, en la
que los griegos, virtuales hijos pródigos, debemos portarnos en forma
correcta y asumir nuestras responsabilidades", dice Avgis, que confiesa
que a este punto quiere un cambio, aunque sea finalmente el tan temido
"Grexit", la salida de Grecia de la eurozona.
"Para muchos, salir del euro traería una sensación de
alivio como la que tuvieron los argentinos cuando [Adolfo] Rodríguez Saá
anunció el default", dispara Avgis, más allá de los sondeos que dicen
que más del 80% de los griegos quiere permanecer en el euro.
Como a la mayoría de los empleados públicos, a María,
de 40 años y con una hija de 15 meses, le bajaron un 20% el sueldo, al
tiempo que le subieron salvajemente los impuestos. Lo mismo les pasó a
los jubilados.
Si las calles de Atenas siempre tuvieron algo de Buenos
Aires -dejando de lado, claro, la Acrópolis-, ahora el parecido es más
fuerte que nunca. Y la sensación de déjà- vu, inmensa. Después
de varios años de recesión, cientos de negocios tuvieron que cerrar por
la crisis (el 29,6% de las tiendas de Atenas), y en los que están
abiertos, casi nadie compra.
Saltan a la vista carteles de departamentos en venta o
en alquiler, así como gente que pide limosna, familias enteras que
revuelven tachos de basura, indigentes que duermen en la calle,
cartoneros que, con carritos de supermercado, recolectan lo que sea.
Como en la Argentina de 2001, por otro lado, las
iniciativas de solidaridad para hacerle frente al colapso social, con
grupos que hacen trueques, intercambian bienes, se asocian en
cooperativas, se multiplicaron. El desempleo afecta al 21% de la
población y entre los jóvenes supera el 51%: uno de cada dos no tiene
trabajo. No sorprende que el sueño de la mayoría de los menores de 25
años sea irse del país, como sucedía en la Argentina de 2001.
Pobreza
Las estadísticas también indican que el 30% de los
griegos viven por debajo del umbral de la pobreza. En el comedor popular
de la calle Sofokleaus, antes de que el reloj marque las 12, ya hay una
inmensa fila de personas -jubilados y desempleados de todas las edades y
sexo- que esperan una bandeja de plástico con comida. Todos los días
allí se reparten más de 5000 porciones. Ayer, el menú era pasta con ragoût , zanahorias, pan y fruta.
"Vengo aquí porque tengo una jubilación de 300 euros
que no me alcanza para vivir", cuenta a LA NACION Alexandros Alexopulos,
ingeniero mecánico de 70 años, de bigote blanco, pocos dientes y
anteojos, en perfecto inglés.
"En Grecia va a suceder lo que sucedió en la Argentina.
Después de las elecciones del 17 de junio, el país caerá en bancarrota,
saldremos del euro y empezaremos una nueva historia. La deuda que tiene
Grecia no se va a pagar nunca. No se puede pagar una deuda con la
sangre del pueblo. Esto es el fracaso del sistema capitalista, que está
jugando a la ruleta con nosotros", agrega este jubilado, al confesar que
en los comicios votará por Tsipras.
El odio hacia los políticos y hacia las recetas de
sangre, sudor y lágrimas impuestas desde el exterior, que evidentemente
fracasaron, es inmenso.
"Son todos unos ladrones, sólo piensan en su sillón.
Ellos nos llevaron a este infierno y tienen que irse a la cárcel", clama
Anastasio Karas, vendedor ambulante de sándwiches que por la crisis
debió cerrar su quiosco hace dos años.
Si el FMI era la bestia negra de la Argentina en 2001,
ahora, en Grecia, Angela Merkel es el blanco de toda la furia. "Los
alemanes no pueden pretender que los griegos seamos como ellos. Como
Hitler en su momento, Merkel, sin armas, pretende ahora convertirnos en
esclavos, para dominarnos y comprarnos a un precio irrisorio. Pero los
griegos vamos a resistir, como resistimos contra Hitler y como resistió
la Argentina a los dictados del FMI", dice Andreu Fotis, abogado. Como
la mayoría de los griegos, seres muy confundidos, deprimidos,
desorientados, indignados, Andreu pregunta, para terminar: "Y ustedes,
los argentinos, ¿cómo hicieron?
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