Domingo 20 de mayo de 2012 | Publicado en edición impresa
Editorial I
Pequeño error de tipeo
La manipulación del currículum de Daniel Reposo habla muy mal de su calidad ética para ser procurador general de la Nación
El cargo de procurador general de la Nación es el más
alto dentro del escalafón del Ministerio Público. Por sus funciones,
debe expedirse y dictaminar en todos los casos que llegan a la Corte
Suprema de Justicia, defendiendo ante todo el interés del Estado. Sus
decisiones son relevantes y, muy a menudo, la Corte se remite a los
fundamentos expresados por el procurador general en su dictamen previo a
la sentencia, lo cual otorga especial valor a su tarea.
El cargo ha sido ejercido y ocupado por personas de un
reconocimiento indiscutible. Por nombrar sólo algunas, pensemos en
Francisco Pico, Carlos Tejedor, Eduardo Costa, Julio Botet, José Nicolás
Matienzo, Juan Alvarez, Sebastián Soler, Ramón Lascano, Enrique C.
Petracchi, Elías P. Guastavino, Mario Justo López y, más recientemente,
Juan Octavio Gauna y el hasta hace poco procurador Esteban Righi,
quienes tenían una clara alineación partidaria -uno a la UCR y el otro
al peronismo-, pero que accedieron al cargo avalados por una sólida y
reconocida trayectoria.
Por ello, resulta sumamente grave institucionalmente
que se haya postulado a Daniel Reposo, quien carece de los antecedentes
necesarios para asumir tan alta magistratura, pues no satisface los
requisitos mínimos indispensables para ser elevado por encima de tantos y
tan buenos juristas que existen en el país, orgullo para la ciencia
jurídica, con total independencia de su afiliación partidaria o ideas
políticas. El procurador debe ser un par de sus colegas jueces de la
Corte y, más allá de las preferencias o tendencias de unos y otros, la
renovación y rejerarquización que conformó la Corte actual la dotó de un
nivel profesional que Reposo no alcanza a satisfacer.
Se le ha objetado al postulante la inclusión, entre sus
antecedentes, de supuestas conferencias nunca pronunciadas, no sólo la
del acto al que asistió Ban Ki moon -del que se retractara diciendo que
se trató de un "error de tipeo", al invocar que se colocó la palabra
"disertante" en lugar de "participante"-, sino también en cursos en la
Sigen, organismo que por entonces presidía, en los cuales nunca fue
disertante sino, a lo sumo, dueño de casa. El poco creíble "error de
tipeo" y el florido currículum con falaces desempeños habla muy mal de
la ética del postulante a tan elevado cargo que, por otra parte, ya
había modificado su currículum con anterioridad.
Parece bastante claro que su principal virtud sea su
obediencia al gobierno actual, del cual se confiesa un "soldado", pero
este antecedente, que puede ser importante para la militancia, no
califica para un cargo que exige el más profundo respeto por la ley pues
requiere la mejor de las defensas del Estado como Nación y no del
gobierno de turno. Se es procurador de la Nación y no del kirchnerismo.
Esta proclamada falta de independencia permite entrever la que podría
ser la futura labor de un funcionario sesgado y con inclinación
claramente unilateral y parcial. La tendencia a confundir los intereses
del Estado con los del partido o del grupo gobernante resulta
absolutamente incompatible con las funciones del procurador general.
La actuación de Reposo en Papel Prensa SA, a las
órdenes del secretario de Comercio Interior, cuando desde su cargo en la
Sigen instruía a los síndicos estatales y cuando le tocó ser síndico
titular de la empresa, estuvo signada por desbordes de violencia física,
ajenos a la dignidad propia de quien debe ocupar el cargo al que
aspira. Estos saltaron a la vista a raíz de la reyerta que protagonizó
con el abogado de un testigo que declaraba frente a la comisión
fiscalizadora, o cuando manifestó su apoyo a Guillermo Moreno, en
aquella intimidatoria asamblea en la que éste exhibió guantes de boxeo, y
organizó la obstrucción de las cámaras de video que filmaban por orden
judicial los actos asamblearios.
Al margen de los méritos que pueda tener para sus
mandantes, lo antedicho no asegura ni siquiera mínimamente su necesaria
adhesión a los principios del derecho como vehículo para la resolución
de los conflictos individuales, sino más bien a metodologías y estilos
extraños al proceder esperado de un jurista a cargo de la Procuración
General de la Nación.
Un párrafo aparte merece la denunciada maniobra de
alejar con un viaje a senadores que coinciden en que Reposo no cuenta
con los antecedentes suficientes para el cargo, operativo que se vincula
con una reunión de la OIT en fechas coincidentes con la votación del
pliego en la Cámara alta. De ser cierta, resulta gravemente preocupante.
Por otra parte, el Poder Ejecutivo ha modificado el
currículum de Reposo luego de que éste reconociera la irregularidad
denunciada por los diputados Graciela Ocaña y Manuel Garrido y, sin
embargo, no ha extendido el plazo para que la ciudadanía formule
observaciones. La sociedad civil tiene todo el derecho de impugnar a una
persona que ha cometido tal falta ética y, sin embargo, no ha tenido
oportunidad de hacerlo, pues esa irregularidad no fue hecha pública sino
el día en que vencía el plazo para hacerla. Tampoco se hizo pública la
declaración jurada de bienes ni la de incompatibilidades presentada por
el postulante, pese a que el decreto que regula el procedimiento de
selección se dispuso para promover la participación ciudadana. Sin esa
información, es limitada la posibilidad de realizar observaciones
vinculadas al proceder del candidato en la función pública.
La remoción de Righi y la postulación de Reposo para su
reemplazo no parecerían estar desvinculadas de la investigación de la
que está siendo objeto el vicepresidente Amado Boudou. Reemplazar a un
funcionario independiente por otro que en el pasado tuviera dependencia
directa del actual vicepresidente parece un modo de influir en el
proceso en curso, que no les hace bien a ninguno de los dos
funcionarios.
Finalmente, ha llegado el momento de avanzar hacia la
institucionalidad plena, otorgando para ello a cada magistratura
republicana el lugar de honor que le corresponde y, en este sentido, la
Cámara alta debe dar el ejemplo y exigir que se elija a quienes exhiban
pergaminos intachables como juristas independientes, de cualquier
ideología, pero imparciales respecto del poder: esclavos sólo de la ley,
como los griegos, no de quienes circunstancialmente están a cargo del
Gobierno. El Congreso de la Nación tendrá una insoslayable
responsabilidad. Como señaba días atrás en las páginas de este diario
Alvaro Herrero, director ejecutivo de la Asociación por los Derechos
Civiles (ADC), de ser ratificado Reposo por el Senado estaríamos frente
al mayor retroceso institucional de los últimos tiempos.
La Nación
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